El hotel que no era un hotel en Applecross

Uno de los principales problemas que pueden surgir cuando planificas un viaje por tu cuenta es que te equivoques. Así, en general. Por muchas guías que te hayas estudiado, por muchos blogs o foros que hayas consultado, no nos engañemos, te estás enfrentando a lo desconocido y me temo que es imposible llevarlo todo atado y que salga a pedir de boca.

Cuando planeaba el viaje a Escocia que hice en julio de 2022, tenía claro que quería ir a la isla de Skye y pasar una noche allí para poder ver lo máximo posible. Lo ideal hubiese sido pasar dos, pero los precios de los B&B son bastante elevados, por lo tanto, tuvimos que reducirlo a una sola.

La idea era dormir lo más cerca posible del puente que conecta tierra firme con la isla para levantarnos pronto, desayunar y pasar desde primera hora para aprovechar el día lo máximo posible.

La isla de Skye estaba muy cerca… en línea recta

Planificaciones erróneas

Encontré un albergue en Plockton, el pueblo más cercano al puente, en un dormitorio privado y con baño compartido, a un precio razonable. Lo deseché porque sabía que a Javi le daría un tabardillo en un lugar así, por lo que seguí buscando. Y apareció. Ahí estaba esperándome. Una habitación a precio razonable en un hotel cerca del puente (o eso parecía), en un pequeño pueblo llamado Applecross. Miraba el mapa y estaba al lado. Ya estaba hecho, una cosa menos de la que preocuparme.

Comenzamos nuestro periplo por tierras escocesas y todo iba sobre ruedas, cumpliendo el programa marcado, disfrutando del paisaje, de los castillos, de una gastronomía bastante mejor de lo esperado. No se podía pedir más.

Hasta que llegó en día clave, el día en el que hacíamos noche antes de llegar a Skye. Por la mañana, visitamos el castillo de Eilean Donan y, al salir, visitamos un par de pueblos diminutos con una sola calle frente a un loch. Se recorren en un santiamén, tienen muchísimo encanto y son muy caros, así que comer allí no era una opción. Por suerte, encontramos (o nos dimos de bruces) con el merendero gestionado por una asociación de mujeres y la cena la compramos en un supermercado. Al final, un sándwich no muy apetitoso nos salvó.

Lugares que merecen la pena el viaje: castillo de Eilean Donan

Y llegó el momento en el que teníamos que volver al coche para poner rumbo a nuestro hotel. Dejaríamos las maletas, nos ducharíamos, daríamos una vuelta y poco más. Hasta que la realidad nos puso en nuestro sitio. Al ir a mirar el camino que teníamos que tomar, ¡sorpresa! En línea recta, estábamos al lado, por carretera a unas cuantas millas, teniendo en cuenta, además, que teníamos que subir un puerto de montaña y volverlo a bajar, de hecho, se trata del puerto de montaña más alto del país y permanece cerrado varios meses al año. A Javi se le salían los ojos de las órbitas y se le cayó la mandíbula al suelo.

¿Es que no habías visto esto al reservar? Pues, obviamente, no. Pero aprendí en ese momento que, cuando una carretera tiene infinidad de curvas muy cerradas y muy juntas, es una carretera de montaña.

El puerto de montaña de Bealach na ba, Escocia

No nos quedaba otra que montarnos y empezar el viaje. Os podéis imaginar el panorama: una carretera estrecha, de un solo carril, con passing places bastante frecuentes, muy empinada y en una montaña pelada, dejando a uno de los lados una caída considerable. Íbamos de los nervios, no obstante, contábamos con la amabilidad de los escoceses y lo bien que conducen, que no dudaban en pararse en cuanto nos veían llegar, por muy lejos que estuviésemos.

Por fin llegamos a lo más alto. Hicimos una parada para admirar las vistas, parcialmente cubiertas por un mar de nubes blanquísimas. Allí había más coches y con varios ciclistas que aprovechaban para recuperar el aliento. Aunque el descanso era merecido, hacía bastante frío, ya que estábamos a varios centenares de metros de altura, además, viendo la subida y sin saber cómo iba a ser la bajada, mejor no demorarnos más.

Vas a Escocia y terminas subiendo el puerto de montaña de Bealach na ba. Lo normal

Os comparto esta entrada del blog Carreteras peligrosas donde hablan de la conducción en el puerto de Bealach na ba. Todo un reto.

El hotel que no era un hotel en Applecross

Cuando por fin llegamos a lo más bajo, ya sólo nos quedaba ubicar la llegada al hotel y tener a mano la reserva. Nos alojábamos en un caserón a las afueras bastante bonito. Cuando llegamos a recepción, la chica que nos atendió nos dijo que nos acompañaba a nuestra habitación y que nos enseñaba las instalaciones. Qué raro suena, ¿no?

Nos empieza a guiar por pasillos, indicando dónde estaban el comedor y la cocina, con todo tipo de menaje a nuestra disposición y, en este momento, llegó la segunda sorpresa de la tarde: nos enseñó dónde estaban las duchas compartidas. ¿¡Duchas compartidas?! ¿¡Qué?!

Llegamos a nuestra habitación, que era triple, porque ya no quedaban dobles disponibles, y me vi en un habitáculo minúsculo, sin armario, con una litera y una cama individual. Me di la vuelta un par de veces sobre mí misma buscando el baño y entonces caí: no era un hotel, sino un hoStel. No me había dado cuenta de esa S a la hora de reservar. Por ese motivo la noche era tan barata. Por ese motivo la chica de recepción nos había enseñado las duchas. Por ese motivo no teníamos baño en la habitación.

Y esto es Applecross

Me empecé a reír, aunque a Javi no le hizo tanta gracia. Como si no hubiese tenido suficiente con subir y bajar un puerto de montaña, ahora le estaba negando una ducha caliente en soledad, de hecho, no llevábamos ni chanclas. Menos mal que soy del género optimista y pienso que es sólo una noche y que las duchas diarias son un invento del primer mundo.

Applecross, para amantes de la escalada

Applecross es un pequeño pueblo de las Highlands, difícil de señalar en los mapas y al que no irías a no ser que te equivoques al reservar un alojamiento o seas un amante de la escalada, porque sí, es uno de los destinos más demandados para la práctica de este deporte. Además, está en plena ruta de la famosa carretera North Coast 500.

El hostal estaba lejillos del pueblo y, como no se trata sólo de ir, sino que hay que volver, preferimos acercarnos en coche. Aparcamos y nos fuimos a dar una vuelta. Por allí, nos encontramos con la soledad. Apenas nos cruzamos con un par de personas que nos miraron con curiosidad y nada más. Alguna casa, vacas, verde, niebla, Escocia.

Pudimos ver de cerca las vacas peludas típicas de Escocia

Sinceramente, el lugar es de una belleza sobrecogedora. Estás allí y sólo te apetece andar, observar, no quieres ni hablar para no romper el silencio. Tienes la sensación constante de que puede aparecer un druida, de que te va a comer la niebla, de que ese lugar ha inspirado a poetas y novelistas del Romanticismo.

Cuando dimos la vuelta, nos quedamos en el pub. Nos sentamos en la terraza y nos tomamos un par de pintas. Hacía frío, pero se aguantaba bien, además, no éramos los únicos locos que estaban es una terraza así. Antes de continuar, me gustaría recordar que los precios de pubs como éste suelen ser elevados: primero, no hay otro en varios kilómetros a la redonda, así que, se pueden permitir poner el precio que consideren; si no estás dispuesto a pagarlo, que estás en tu derecho, puedes ir a buscar otro o a tu casa. Segundo, los gastos de transporte son altísimos, lo que se traduce en precios altos.

Y se hizo la hora de la cena. El pub estaba a reventar y parece que había que reservar mesa, algo que nosotros no habíamos hecho. Por si había suerte, entramos, nos acercamos a la barra y preguntamos si tenían sitio. Muy educadamente nos dijeron que no, que estaban completos porque todo el mundo reserva. Creo que por lo bajinis se rieron de nosotros. Nos tuvimos que conformar con dos pintas más y dos bolsas de patatas.

Una pinta con vistas

Al terminar, volvimos al hostal. Nuestro delicioso sándwich de supermercado nos esperaba. En el comedor, había varias personas más: dos parejas jóvenes y un matrimonio con hijos. Esto me hizo reflexionar sobre la manera que tenemos muchos españoles de viajar. Sé que no se puede generalizar porque hay gente pa to, pero hay que admitir que no muchos de mis compatriotas estarían dispuestos a alojarse en un albergue con unos precios más asequibles para poder viajar siendo joven, teniendo hijos o permitirte estancias más largas. Sé de mucha gente que preferiría cortarse un brazo (o quedarse de vacaciones en su casa o irse a la de sus suegros) antes que alojarse en un albergue. ¿Soy yo o nos hemos vuelto muy exquisitos?

Ya he comentado en varias ocasiones que, siendo post- adolescente o estando en la veintena, los amigos que tenía no eran muy viajeros y arrugaban la nariz ante la idea de hacer un interrail (y dormir en un tren) o en un albergue (y haber ido de vacaciones a donde fuera). Yo lo hubiese hecho sin dudarlo. Creo que son los años perfectos para hacer ese tipo de cosas, empezar a conocer mundo teniendo que recortar presupuesto de todas las partidas, para quitarnos muchos ascos y valorar lo que tenemos.

A Applecross no llegas buscando jaleo

Mientras que me deleitaba con mi sándwich, observaba todo lo que se habían cocinado ellos (sabían dónde habían reservado, no como yo, e iban preparados) y pensaba en que ojalá yo hubiese hecho ese tipo de cosas durante la veintena. En fin…

A la mañana siguiente, nos levantamos y habíamos dejado encargado el desayuno en el albergue, a precio de oro, pero teníamos desayuno. Nos fuimos y nos volvimos a enfrentar al puerto de montaña, esta vez, sabiendo que todo iría bien, ya no era un desconocido.

Llegada a la isla de Skye

Cuando llegamos al puente de Kyle of Lochalsh, era bastante más tarde de lo que me hubiese gustado y perdimos un par de horas antes de llegar. Es verdad que conocimos un enclave totalmente alejado del mundo y los turistas. ¿Merece la pena? Sinceramente, no. El desvío que hay que hacer no justifica la visita, por muy “auténtico” que sea lo que vas a encontrar. Lo que no dejo de pensar es que deseché un alojamiento similar bastante más cercano y que no nos habría hecho perder tanto tiempo. En fin, no siempre acertamos en nuestras decisiones.

Y, si la entrada en Skye fue tardía, la salida fue bastante más temprana de lo que debería haber sido. Una vez más, fallos en la planificación.

La isla de Skye, nuestra meta

Al hacer el diseño del recorrido, me basé en el que me mandó Geni que había hecho ella. Al salir de Skye, se había alojado en una ciudad llamada Fort William. Había que reservar plaza en un ferry que enlazaba la isla con la otra isla (o volver sobre tus pasos y cruzar el puente de vuelta, lo que sumaría varias horas en el recorrido) y, pocos kilómetros después llegaríamos a nuestra meta.

Fort William y el Glen Nevis

En la guía se hablaba de Fort William y, aunque no decía nada en especial de ella, excepto que es la base de todos los que quieren escalar el Glen Nevis, teníamos miedo de perdernos La Ciudad, esa joya oculta que nadie más conoce, de la que apenas hay fotos en redes sociales y que, una vez que vayas estado, se convertirá en el nuevo destino viral. Spoiler: no.

Reservamos plaza en uno de los ferries más madrugadores que había y recorrimos la isla de Norte a Sur para llegar con tiempo. Una vez que llegamos a tierra firme, visitamos las playas de Arisaig y Morar, de arena blanquísima, como las que nos fuimos viendo en este país. ¿Seguro que no es el Caribe? Llegamos a Fort William. Lo único que se puede añadir es que nos arrepentimos durante toda la tarde de no haber cogido un ferry mucho más tardío y haber pasado el resto del día en Skye.

Arena tan blanca que hace daño a los ojos. Playas de Arisaig y Morar

Nuestro alojamiento estaba a las afueras de la ciudad, era una casa baja, sin ningún tipo de encanto y, aunque la mujer que lo gestionaba era muy agradable, y la diferencia de precio respecto a Skye era casi tres veces menos, seguíamos con esa espinita clavada.

Intentamos ir a ver una cascada que estaba en las inmediaciones y que aparecía en Google maps, pero fuimos absolutamente incapaces de hallarla, además, no existía señalización alguna. Con lo que sí nos topamos fue un camping con pub abierto a todo el mundo y paramos para tomar una pinta (si viviese en las islas británicas sería alcohólica) y cenar.

¿Quién dijo que planificar un viaje es fácil?

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