El necroturismo es el turismo de cementerios y, aunque la RAE todavía no tiene recogido el término, es cuestión de tiempo. Es una actividad en alza y los camposantos tienen mucha historia y mucho arte que mostrar.
Tengo planificado un post por los distintos cementerios en los que he estado y, con esta idea, me iba documentando en el viaje que hicimos por Escocia pero, cuando me vi desbordada de todo lo que encontramos, decidí hacerlo en un post aparte.
El primer contacto que tuve con un cementerio en Escocia fue en St. Andrews. Paseando tranquilamente por el camino que bordea la costa, llegamos a uno. Totalmente abierto, con gente paseando tranquilamente. A nadie le chocó que entrara a cotillear y que hiciera algunas fotos.
Cuando llegamos a Aberdeen, hubo algo que me chocó: encontrar un cementerio en pleno centro de la ciudad. Como en el caso anterior, estaba abierto, con lapidas que parecían sacadas de una película de Tim Burton, había chavales por allí haciendo cosas de chavales o algunas personas paseando sin más. Sinceramente, no es la idea de cementerio que tenemos en los países de tradición católica.

Sé que, cuando se construían los cementerios, se hacía en las afueras de las ciudades. Cuando éstas crecen, los cementerios quedan integrados, como vi en Boston, pero el que fuese como un parque, me chocó.
El cementerio en cuestión es el de San Nicolás y, si miráis las reseñas, son bastante positivas. Fue mi primer contacto con un cementerio escocés. Me fijé en lo diferente que son las lápidas. Las pocas cruces que hay son celtas, bastante lógico y, sin embargo, lo que hay son muchas vasijas y obeliscos. ¿Vasijas y obeliscos? Por no hablar de la austeridad que se respira en general.
Nuestro viaje continuó hacia Elgin, donde visitamos los restos de la catedral, rodeada de un cementerio con lápidas muy curiosas. Normal por otro lado, si tenemos en cuenta que era una catedral. Verlo tan integrado en la naturaleza y, al mismo tiempo, con un abandono muy cuidado, lo ha convertido en una de las visitas más evocadoras que he realizado.

Seguimos hasta lo más al Norte de tierra firme: Durness y, de manera totalmente involuntaria, nos encontramos con los restos de la Iglesia de Balnakeil y del cementerio. Cuando dije que quería entrar, Javi ya puso los ojos en blanco y me dijo que me esperaba fuera. Estuve vagabundeando durante un rato por el cementerio con las mejores vistas del mundo: la playa de Balnakeil y el mar de las Hébridas.

Ese mismo día, en Ullapool, también pasamos justo al lado del cementerio, pero para evitar otros ojos en blanco, no abstuve de decir nada, sabía que el plato fuerte estaba por llegar: la Necrópolis de Glasgow y todos los de Edimburgo. Y ahí no habría ojos en blanco que valiesen.
Cuando hablé del recorrido por Glasgow, comenté que la Necrópolis está justo al lado de la Catedral y que es una de las visitas que más merecen la pena en la ciudad. No quise dar más detalles porque ya tenía este post en mente. Aquí van los detalles.
Del siglo XIX, se extiende por una colina en varias alturas, lo que permite tener unas vistas excepcionales de la ciudad. Hay 50.000 tumbas y unos 3.500 monumentos. Fue uno de los primeros cementerios en llevar un registro de los muertos, incluyendo profesión, edad, sexo y causa de la muerte, tal y como explican en la web de la propia Necrópolis.

Además, se da la curiosidad de que fue creado para ser el primer cementerio multi- religioso. Están enterrados los principales arquitectos glaswegians, como Alexander Thomson y Charles Rennie Mackintosh, así como grandes personalidades económicas de la época. También tiene el honor de ser considerado el primer cementerio jardín.
Paseando me vuelvo a dar cuenta de que, de nuevo, se repiten el alto número de vasijas y de obeliscos, casi no hay lápidas, sino que son monumentos, más o menos grandes. Pese a haber bastante gente en visitas guiadas o, simplemente, pasando el rato, se respira mucha tranquilidad. Definitivamente, si viviese en esta ciudad, la Necrópolis sería uno de mis nortes magnéticos.
La visita está totalmente recomendada y, sinceramente, no había oído hablar de este lugar hasta que vi la entrada en la guía y nos plantamos allí. Como he dicho en alguna otra ocasión, qué pena que no sea más conocida y menos mal que no es más conocida. Eso sí, ojalá hubiésemos tenido más tiempo para hacer una visita guiada.

Y por fin llegamos a Edimburgo. La ciudad está plagada de cementerios antiguos (Calton Hill, Greysfriars, Canongate…), en los que están enterradas muchas personalidades, que se pueden visitar y, mejor aún, si se hace con un guía.
Hay infinidad de rutas temáticas en esta ciudad. Cuando la contratamos, pensando que podíamos tener problemas con el idioma (al final comprobamos que no es así), lo hicimos mejor en español. Increíble pero cierto, éramos muy pocos, lo que hacía bastante más fácil movernos. Recorrimos distintos puntos de la ciudad asociados a la muerte, brujería o terror e incluía la visita al cementerio de Calton Hill.
No voy a relatar todo lo que nos contó el guía, aunque sí algunos detalles que consiguieron dar sentido a muchas de las cosas que habíamos visitado.
Los escoceses no temían a la muerte, sino que se consideraba el último paso de la vida, por eso los cementerios están muy integrados en las ciudades. Por eso y por un tema práctico: hace décadas, cuando la gente quería ir a visitar a sus difuntos, teniendo en cuenta las condiciones laborales, lo más probable es que sólo pudieran a última hora de la tarde o por la noche, de esta manera, los cementerios estaban abiertos, si no todo el día, casi todo el día.

El porqué no hay cruces es bastante lógico: no son católicos. Pero, ¿y las vasijas y los obeliscos?
Las vasijas es un símbolo masónico, ya que en Escocia había muchos masones. Se solían poner en las tumbas de filósofos, escritores o pensadores masónicos, sin embargo, no era un elemento obligatorio. De hecho, el que haya una vasija no implica que el enterrado fuera masón, ni todas las tumbas de masones están identificadas con una vasija. La vasija simboliza un recipiente, que el filósofo había llenado de sabiduría y, en el momento de su muerte, el recipiente se vacía, ya que entrega todo su conocimiento a los demás.
Los obeliscos realmente son faros de almas. Cuando una persona había muerto lejos de su hogar, los familiares instalaban un obelisco para que guiase el alma del fallecido de vuelta a casa.
En el cementerio de Calton Hill está el Monumento a los Mártires Políticos, visible desde muchos puntos de la ciudad, ya que es un obelisco de casi 30 metros de altura, dedicado a cinco políticos del siglo XVIII partidarios del sufragio universal, que fueron deportados a Australia.
También están las tumbas de David Hall, un famoso pintor que nos deleitó con su último autorretrato una vez muerto y del filósofo David Hume, padre del Empirismo. Debido a su ateísmo, su tumba fue profanada varias veces y, para evitar que siguiera ocurriendo, amigos y discípulos pagaron la ampliación del mausoleo para hacerlo más alto.
Como curiosidad, hay un monumento con la estatua de Abraham Lincoln, la primera dedicada a este personaje fuera de los EE.UU. Es el monumento a los Caídos en la Guerra Civil Americana y, a los pies, vemos la estatua de un esclavo sosteniendo un libro en las manos. Muy descriptivo.


En las tumbas, se ven muchas alusiones a la muerte, en forma de calaveras, relojes de arena o memento mori. Si me seguís en Facebook, colgué una foto hace varias semanas de uno de ellos. Explicaba que éste fue un recurso muy utilizado en el siglo XVIII para recordarnos que el tiempo es oro, que vuela, que los días perdidos no volverán, que no es un día más, sino un día menos. Merece la pena darle una vuelta.
Visitar sólo el de Calton Hill no me valía, ¡quería más! y Greyfriars nos estaba esperando. Está en pleno centro de la ciudad, al lado de la iglesia del mismo nombre, por lo que sirve de parque para muchos vecinos.

La tumba más famosa que alberga es la del perrito Bobby, que permaneció 14 años junto a la tumba de su dueño. Hoy en día, fuera del camposanto hay una estatua dedicada a este perro y es uno de los puntos más fotografiados de la ciudad.
Por este cementerio no hicimos ninguna ruta guiada, así que no tengo mucha más información que la que pueda encontrar por internet. Sin embargo, es el que más me impresionó, es como si estuvieses en un decorado del terror. Muchas de las tumbas y monumentos dejan poco a la imaginación, supongo que para que sus familiares pudieran recordarles de la manera más real posible.
En este cementerio se organizan visitas guiadas y las nocturnas son espeluznantes. ¡Un motivo más para volver a Edimburgo!


Como curiosidad, muchas tumbas de cementerios tenían rejas contra los ladrones de tumbas. Durante la II Guerra Mundial, muchas de éstas fueron arrancadas, al igual que las cercas de jardines y parques, ya que el hierro era muy necesario. Hoy se pueden ver los agujeros que dejaron las rejas en cualquier parte de las ciudades británicas.
¿Hay alguien más a quien le guste visitar cementerios?