Por fin llegamos a Edimburgo, esa ciudad de la que había oído de varias personas que era la que más les había gustado, la más mágica, como sacada de un cuento.
Reconozco que, antes de llegar, tenía sentimientos encontrados. Por un lado, lo estaba deseando, ¿quién no tiene ganas de visitar Edimburgo? Por otro, pensaba “otra ciudad europea más”, la parte “mala” de haber viajado tanto por Europa: terminas dándote cuenta de que todas las ciudades se parecen y el factor sorpresa se pierde.

Dejamos el coche en el aeropuerto pronto por la mañana y, aunque suene raro, hubo cierta sensación de abandono. Nos teníamos que despedir del compañero indispensable en este viaje, el que nos había permitido conocer gran parte del país y meternos por carreteras que en autobús hubiese sido imposible. Después de la revisión del vehículo, cogemos nuestro equipaje y subimos al autobús que enlaza con Princess Street, en el centro de la ciudad y, desde ahí, otro hasta nuestro alojamiento, ya que, como ya conté hace unos días, no estábamos precisamente céntricos.
Cargados como mulas conseguimos llegar al B&B, dejar las maletas y salir a comer. Como necesitábamos descansar un rato, no nos vamos muy lejos, queremos coger fuerzas para lo que nos espera. Además, se está viviendo una ola de calor sin precedentes. Si seguisteis las noticias, el Gobierno británico declaró la alerta roja por altas temperaturas: en Londres se alcanzaron 40º y, en Edimburgo, 30º, unos días antes de llegar. Por suerte, nosotros estábamos a 27º. No parece que sea gran cosa pero pensad que no tienen aire acondicionado, ni apenas ventiladores. Nada está preparado para ese calor porque nunca lo hace. A todo esto hay que añadir que la ropa que llevábamos no era precisamente veraniega.

Después de reponernos, salimos a pasear. Nos habíamos apuntado a un tour guiado temático: Fantasmas y misterio en Edimburgo. Antes de quedar con el guía, recorremos la Royal Mile, hacemos fotos y nos horrorizamos con la cantidad de gente que hay. ¡Con lo a gusto que habíamos estado hasta ese momento! Ya sabemos que es una de las ciudades europeas más visitadas, a lo que hay que añadir la infinidad de festivales que hay en verano. Durante nuestra estancia se celebraba una serie de varios conciertos, con un escenario inmenso a la entrada del castillo, por lo que las fotos quedan totalmente desdibujadas y el acceso está prohibido, a no ser que tengas entrada para el concierto en cuestión. ¿De verdad es necesario celebrarlo en ese punto en concreto? ¿No hay otro en toda la ciudad donde se “moleste” un poco menos? En fin, me temo que son preguntas sin respuesta.

La primera toma de contacto con la ciudad me gusta, a pesar del color gris de la piedra, de las tiendas de souvenirs sin encanto idénticas unas a otras, pubs y restaurantes de comida rápida que copan todos los bajos comerciales, me gusta, me encanta, me embriaga. Tiene todo el encanto que se puede pedir a una ciudad. Conseguir abstraerme de todo el ruido y mirar hacia arriba para centrarme en las primeras plantas fue todo un acierto, ya que me centré en la ciudad, en lo que quería recibir de ella y la ciudad me lo devolvió con creces. Por cierto, unas semanas más tarde volví a utilizar esta técnica en Oporto y funcionó de nuevo.

Cuando llegó el momento del tour, nos presentamos en el punto de encuentro. Como he comentado, no es el típico en el que te hablan de la ciudad, la sitúan y te narran sus encantos, ya teníamos la guía para eso, sino que era temático. Habíamos leído que se recomendaban hacer un tour sobre misterio, que la ciudad tiene muchos y, si es al anochecer, mejor. El problema es que, en verano, anochece más tarde, pero no nos importó ni le restó interés. Aprendimos cosas muy curiosas, como que la Royal Mile está unida a través de dos puentes con el resto de la ciudad, puentes en los que se establecieron viviendas en el siglo XIX y en las que se llevaban a cabo actividades delictivas; pactos con el diablo en uno de los hoteles más exclusivos; mujeres acusadas de brujería a las que se tiraban a la ciénaga esperando a que flotasen para ser acusadas de tal. Nos perdemos entre las lápidas del cementerio de Carlton Hill con las tumbas más conocidas e historias que ponen los pelos de punta, como la del pintor David Hall y los ladrones de cuerpos Burke y Hare, pero ya haré un recorrido por los cementerios escoceses en un futuro.

La visita terminó con unas vistas de excepción desde la colina de Carlton Hill, con el templete que tantas veces hemos visto en fotos. Una vez más, hay algo negativo que reseñar y es que no está lloviendo prácticamente nada, no disponen de riego artificial, por lo que el césped de los parques se ha convertido en paja y el tradicional verde que inundaba todo se ha convertido en un amarillo apagado. La situación da que pensar.

El día lo terminamos en uno de los pubs de debajo de los “falsos” puentes viendo los recovecos y las arcadas que no están a simple vista. Nos acostamos pronto porque nos quedan unos días por delante para seguir descubriendo la ciudad.
Al día siguiente, tenemos las entradas para el castillo, además, ha amanecido lluvioso. Por raro que suene, me alegro de que sea así, es la segunda vez en todo en viaje en la que nos encontramos con lluvia. Visitamos el castillo y todo el recinto y la tarde se la dedicamos a Grass Market, los jardines de Princess Street y todos los alrededores. Es una zona que me gusta, el castillo está construido sobre una elevación natural, lo que le otorgaba una situación privilegiada a lo largo de los siglos, dada la historia tan convulsa que ha tenido.

Abajo, encontramos un laberinto de calles, el trazado medieval de la ciudad, callejones, cada uno con su nombre, escaparates de colores, banderines, la tienda oficial de Harry Potter (donde, a pesar de no ser seguidora de la saga, terminé picoteando alguna cosilla) y una de brujería en la que, aparte de organizar rutas temáticas (qué pena no haber tenido más tiempo para hacer una) exhibían una cartera hecha con la piel de la mano de Burke y Hare. ¡Una delicia para los morbosos!

El día siguiente se lo dedicamos a la zona más nueva de la ciudad, con un trazado de líneas paralelas y perpendiculares, no tiene tanto interés como el centro histórico, pero sí que vale la pena perderse y admirar los edificios georgianos y eduardianos. Además, visitamos The Royal Museum, que guarda una colección de pintura muy apetecible. Por cierto, los museos estatales son todos gratuitos, por lo que no hay excusa para no ir a ninguno. Me quedé con ganas de visitar el Museo de la Cirugía (muy buenas críticas, aunque con un precio de las entradas muy elevado) y el Museo de los Escritores que, pese a indicar que abrían los domingos, nos lo encontramos cerrado. Algo que he echado de menos en todo este recorrido, visitar más museos y empaparme de esa cultura pero, como dije en el post en el que narraba la preparación de viaje, nadie va a Escocia por la arquitectura.

Respecto a la gastronomía, tengo que reconocer que me ha sorprendido gratamente, como ya he comentado en algún post anterior. Siguiendo las recomendaciones de la guía, hemos acertado de pleno, aunque nos quedamos con las ganas de entrar en uno en concreto que siempre estaba lleno de gente y no teníamos reserva. Además, probamos unas salchichas caseras que quitaban el sentido; fuimos a un restaurante de comida francesa con fusión escocesa (no pongáis mala cara, que estaba muy rico) y, sobre todo, encontramos El Pub, ése al que volverías más veces, del que te harías parroquiano y llamarías a los camareros por su nombre. Habrá que volver.
Me gustaría poner el broche a esta entrada señalando que me quedé con las ganas de subir Arthur’s seat (hacía demasiado calor para subir) y visitar Dean Street y el túnel Colinton, lleno de arte urbano, mis motivos para volver, aunque la ciudad entera merece más de una visita. Vuelvo a recalcar que, por complicado de parezca, se puede conseguir abstraerse de todo el gentío y de muchos de los aspectos a pie de calle que hacen que sea una más y quedarse con esa esencia que la hace única y mágica, como me comentaba tanta gente. Edimburgo no es otra ciudad europea más, merece mucho la pena ir.

4 Comments