Si hay algo que se nos viene a la cabeza cuando pensamos es Escocia son los castillos. Están por todo el país, como reflejo de su turbulenta historia y de los múltiples conflictos con Inglaterra, de hecho, se calcula que hay en torno a los 3.000. Desde los que están en ruinas hasta los que siguen siendo vivienda de un noble o se exhiben como museos.
En mi reciente viaje por este país tuve la oportunidad de visitar alguno de ellos, una mínima parte, por supuesto, primero, puesto que es inabarcable; segundo, porque, aunque lo poco que quede sea una torre ruinosa, la entrada cuesta, como poco, 14 libras. Si eres miembro de Historic Scotland, la entrada a los castillos asociados es gratis, aunque nosotros lo vimos después de haber comprado las entradas para el de Edimburgo y, haciendo cuentas, ya no nos compensaba.

¿Cómo elegir cuáles quieres ver? La tarea es complicada, no os voy a engañar. Algunos te los encuentras por el camino, por ejemplo, el de Edimburgo; a otros, te desplazas específicamente, como el de Eilean Donan.
En cualquier caso, fue un trabajo de mucho leer y buscar. En función del itinerario, muchos estaban en el camino, como el de Glamis o el de Urquhart (pronunciado U’car, más o menos); otros fueron apareciendo en textos y fotografías.
En total, visitamos éstos: St. Andrews, Glamis, Dunnottar, Crathes, Fraser, Craigievar, Urquhart, Eilean Donan, Stirling y Edimburgo. Casi nada.

Si estáis pensando en ir a Escocia tened en cuenta que las atracciones turísticas y los museos cierran a las 17:00 y se permite la entrada, por lo general, hasta una hora antes del cierre.
¿Me acompañáis en este recorrido? Prometo aventuras y algún que otro fantasma.
Como conté, según aterrizamos en Edimburgo, recogimos el coche de alquiler, pasamos por el primer hotel para dejar la maleta y pusimos rumbo a St. Andrews.
Un lugar que tuvo tanta importancia tenía que tener un castillo y una catedral.
El castillo se terminó de construir hacia el 1200 y fue la vivienda de los obispos, antes de la Reforma Protestante y, cuatro siglos más tarde, quedó reducido a las ruinas que se pueden ver hoy en día. No llegamos a entrar, entre otros motivos, porque estaba cerrado por peligro de derrumbe. En cualquier caso, las vistas al mar del Norte son espectaculares. Sobre esta ciudad, hablaré en un futuro y daré más detalles.

En nuestro segundo día, después de haber descansado, ponemos rumbo al castillo de Glamis. Teníamos las entradas reservadas para evitar contratiempos y llegamos a primera hora.
Desde 1372 ha sido residencia real, de hecho, la Reina Madre pasó allí su niñez y dio a luz a la Princesa Margarita.
Este castillo es, sin duda, el modelo de los que se nos viene a la mente cuando pensamos en Escocia, además, se dice que es uno de los escenarios de Macbeth… en este caso, mala suerte: el Macbeth real murió antes de que se construyera este castillo.

Sin embargo, en la cripta, entre las armaduras y armas expuestas, hay una puerta que permanece sellada. Y es que, el conde Beardie, antiguo habitante y muy aficionado al juego, juega a las cartas con el mismísimo diablo en la habitación que hay detrás. Así que, mejor no entrar.

Y, por si no fuese poco, en la capilla, hay un retrato de la Dama de Gris, es decir, Janet Douglas, cuyo primer marido y señor del castillo, la acusaron de intentar envenenarle. Aunque pudo probar su inocencia, fue quemada en la hoguera, en Edimburgo, acusada, esta vez, de brujería y de intentar envenenar al rey Jacobo V. Poco después, su fantasma regresó a Glamis y se la puede ver rezando en la capilla, donde tiene reservada siempre una silla.

Con o sin fantasmas, el castillo de Glamis es uno de los que más me ha gustado. Si el exterior ya deja con la boca abierta y te hace retroceder varios metros para poder verlo en su esplendor, el interior está magníficamente decorado. Se pueden visitar los dormitorios reales, el comedor o el salón.

Hoy en día, es residencia de los condes de Strathmore y Kinghorne y se alquila para eventos.
Después de comer ver las piedras de Aberlemno y comer unas bridies en Forfar, nos dirigimos a Stonehaven. La idea es dar una vuelta por el pueblo, sin embargo, el desvío al castillo de Dunnotar nos llama. Aunque se puede ir andando desde el pueblo, nosotros decidimos ir directamente en coche.


Éste es uno de los castillos o, mejor dicho, ruinas, más conocidos y fotografiados de Escocia. Situado en un cabo, jugó un papel muy importante en la Edad Media, debido a su posición estratégica controlando las rutas comerciales hacia el Norte y en el camino de la única ruta terrestre que llegaba a Aberdeen.

Y, toda esta importancia, ha quedado reducida a lo que se puede ver en las fotos. Pero con mucho encanto, ya que es de las vistas más evocadoras que se puedan encontrar. Además, ha sido escenario en la película de Hamlet con Mel Gibson y Glenn Close.
Nos volvemos a poner en camino para dirigirnos al castillo de Crathes. Tengo que admitir que llevaba bastante miedo porque no teníamos la entrada comprada, sin embargo, después de llegar allí, no tuvimos ningún problema con el aforo y es que, en la misma web de Historic Scotland, te aconsejan reservar con la máxima antelación posible para asegurarte la visita.

Sé que ver dos castillos en un día (o cuatro en dos días) es injusto y que las comparaciones son odiosas. El de Glamis es majestuoso, enorme, soberbio; y, el de Crathes, más pequeño, como de estar por casa, pero es que, su gran tesoro está en los techos.
En el siglo XIV fue entregado a la familia Burnett de Leys por Roberto I y perteneció a esta familia más de 400 años.
Como he dicho, los techos de este castillo son una maravilla: pintados de estilo jacobeo en varias de las habitaciones (en la de las Musas, la Sala de la Fama y en la Green Lady’s Room). Es una delicia recorrerlas mirando hacia arriba o ayudándote de los espejos que facilitan.



Y, como todo buen castillo que se precie, el de Crathes no podría estar sin su fantasma, y es que una dama verde se aloja en la última sala. Creo que no la vi porque estaba muy entretenida admirando los techos y las camas con dosel ornamentadas y pensando en salir a los jardines.
Éstos albergan más de 240 bosques y campos y se puede pasear tranquilamente entre las plantas y los setos, que algunos de ellos, tienen más de 300 años.
Al día siguiente, seguimos en el condado de Aberdeenshire, donde se encuentran más de 250 castillos y queremos visitar el de Fraser y el de Craigievar.
Una vez más, el nerviosismo me puede y llegamos antes de que abran al primero de ellos. Aparcamos el coche y nos damos una vuelta por el patio, que tiene aspecto de fortaleza. Además, el castillo se caracteriza por tener planta en Z y data de los siglos XVI y XVII.

Pero, como no podía ser de otra manera, también tiene su propio fantasma. Una joven princesa fue asesinada mientras que dormía en él y su cuerpo fue arrastrado escaleras abajo dejando un rastro de sangre que, por más que se frotó, no consiguieron limpiar, así que tuvieron que cubrir los escalones con madera, tal y como se ve hoy en día…
Cuando salimos, nos ponemos en camino hacia el de Craigievar, sin embargo, la vida tiene guardada una sorpresa para nosotros: nos perdemos. El navegador del coche no encuentra puntos tan concretos y la cobertura del móvil falla mucho. No nos queda otra que dirigirnos a un pueblo y mirar allí la dirección. A todo esto, se hace la hora de comer y, como hemos comprobado que no hay mucho en el camino y no queremos perder más tiempo, compramos algo en un súper. No es la comida perfecta, pero perderse tampoco lo es. Sin embargo, el destino nos compensa: llegamos justo a tiempo de la visita guiada.
Pero, antes de esto, un poco de información sobre este castillo. Aspecto de fortaleza, con ventanas muy pequeñas pero pintado de color salmón. Se empezó a comienzos del siglo XVII y es el típico ejemplo de estilo señorial escocés. De hecho, su aspecto llamó la atención de la Reina Victoria, que se acercó para visitarlo.

¿Y cómo sabemos esta curiosidad? Por Adrian, quien nos invitó a sumarnos a la visita. Empecé un poco recelosa porque no sabía si mi nivel de inglés iba a estar a la altura pero, o Adrian fue profesor de esta lengua o yo entiendo más de lo que creo, se le pudo seguir perfectamente.
El castillo perteneció a la familia Forbes, que lo donó al National Trust, lo que no quita que lo tengan decorado con fotos familiares de todos ellos y que, alguna de las matriarcas de la familia decida presentarse por sorpresa de vez en cuando y se lleve algún objeto expuesto.
¿Fantasmas? ¡Claro! Cada cierto tiempo desaparecen piezas expuestas…
Para no hacer el artículo demasiado largo y pesado, lo voy a dividir en dos. Próximamente, el resto de castillos que visitamos.
Gracias por leerme.
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