Escocia es uno de esos destinos que siempre está ahí pero, por un motivo o por otro, dejamos, o por lo menos yo lo hacía, en un segundo plano. ¿Por qué? No lo sé.
En el año que en que ya nos podemos mover “libremente” tenía muy claro que las vacaciones iban a ser fuera de España. Después de la ruta balcánica de Semana Santa y, aunque los recorridos por Galicia, Asturias o el País Vasco fueron una maravilla, quería volver a cruzar la frontera.
La primera opción fue Rumanía, otro de esos destinos que siempre está ahí, pero con el tema de la guerra de Ucrania y que sean países que hagan frontera, nos echaba para atrás. Pensamos también en Eslovenia, aunque los precios de los aviones son para caerse sentados. Así que, Escocia.

Como en mi trabajo tengo que dejar las vacaciones fijadas a 31 de marzo, el chip vacacional queda activado muy pronto. La idea era planear el viaje una vez que pasara Semana Santa y lo que nos encontramos fue que mucha gente había tenido la misma idea, salvo que lo habían dejado planeado mucho antes. ¡Ouch!
Primera sorpresa: los vuelos. Llegar a Edimburgo desde Madrid en vuelo directo sólo se puede hacer con Ryanair o Easyjet. Cualquier otra combinación exige escala (y los precios no son un chollo) o volar a Londres y coger un tren (que no sé si es chollo, pero tiempo sí que te dejas).
Más que tomar la decisión, ella nos tomó a nosotros: valorábamos más dedicar tiempo a este país que a estar en un aeropuerto intermedio esperando otro avión y, más aún, teniendo en cuenta que no sale ni un euro más barato.
Como además íbamos dos semanas, con ropa de más o menos abrigo y lo del senderismo, facturar la maleta no se cuestionaba. Reconozco que no hago maletas especialmente prácticas (y mi partner in crime menos aún) pero el dineral que te cobran por facturar, sobre todo Easyjet, me ha hecho plantearme muchas cosas.
Y, una vez que tuvimos el desplazamiento, tocaba empaparse de información para elaborar un itinerario. En este caso, mi guía favorita presentaba un recorrido de dos semanas por lo imprescindible del país que me gustó mucho y, pese a no calcarlo exactamente, sí me sirvió de base. Además, crucé esa información con otra propuesta muy similar de la web de turismo de Escocia y Geni me mandó el que ellos hicieron hace unos años.

Puesto así, suena fácil. Pues no. Al final, siempre se hacen modificaciones, quitando algunas paradas que no interesan, añadiendo otras que apetecen más, acortando alguna estancia y alargando otras. El esqueleto del recorrido me llevó toda una tarde de domingo. Esqueleto que se modificó una primera vez cuando ya fui profundizando en la lectura de la guía y en la investigación de si los sitios son tan interesantes como aparecen descritos.
Además, tampoco queríamos hacer etapas de coche demasiado largas, intentado compensar día tras día para que no fuese muy cansado, aunque ya sabemos que, en los viajes por carretera, siempre hay algún día de ruta.
Con esta información puesta sobre el papel, me fui de vacaciones a Albania y pensé en mirar alojamientos a mi regreso.
Una tarde, hablando con Geni, me advirtió de que no dejase el hotel de Edimburgo para más tarde porque, durante el verano, la ciudad celebra un festival tras otro así que, aparte de la cantidad de turistas que ya hay de por sí, hay que añadir a los que van a un determinado evento.

Me acuerdo perfectamente de que era un domingo por la mañana y que había quedado para comer. Inocente de mí, empiezo a mirar alojamientos en un portal y entro en pánico.
A precio razonable sólo quedan habitaciones en residencias para estudiantes que abren en verano para turistas. Lo demás son hoteles que rondan los 2.000€ tres noches. Y no estoy hablando de hoteles de lujo, sino de hoteles normales. Se escapa totalmente de mi presupuesto, no concibo dejarme ese dineral en alojamiento. Me da igual que las almohadas sean de plumas de ganso, que ofrezcan caviar iraní para desayunar o tener un mayordomo propio.
Leo esperanzada las críticas de las residencias. Obtienes lo que pagas. Tal cual. Como hay muchas, decido dejarlas como última opción y buscar en otros portales.
Al final, en uno de ellos, premio: un B&B con buena pinta y baño propio por un precio razonable. La pega es que estaba a media hora andando de la Royal Mile. Para asegurarme la cama, lo reservo, ya volveré a mirar en un futuro si alguien ha cancelado algo mejor. Spoiler: no.
Me entra el cague y miro hoteles en St. Andrews, la primera parada. Peor que en Edimburgo: no hay nada. Y nada es nada. A ningún precio. Ni en los pueblos de alrededor. Tengo que reservar en Dunfermline (¿dónde está Dunfermline?), a unos 40 minutos en coche de St. Andrews. Eso sí, a muy buen precio.

Aprovecho y miro también hotel en Glasgow y pasa tres cuartos de lo mismo. ¿Quién va a Glasglow? ¿No habíamos quedado en que es una ciudad industrial que no merece la pena? Por suerte, aquí sí que encuentro un hotelillo majo que, aunque es un pelín caro, no es disparatado y estamos en pleno West End. En un futuro ya hablaré sobre esta ciudad que, en mi opinión no es imprescindible, sí se merece un paseo.
Sin embargo, el ir reservando habitaciones no me tranquiliza porque cada una de ellas me lleva un buen rato de búsqueda. Además, me tengo que ir. Llego a la comida sin poder pensar en volver a casa y reservar el resto de hoteles, que es lo que hago por la tarde.
Todo esto hace que haya que cambiar parte del itinerario. En Durness (ni en ningún pueblo cercano) hay alojamiento disponible, así que decidimos hacer dos noches en Ullapool. Pero en Ullapool tampoco encuentro nada y nos tenemos que ir a una granja en mitad de la nada a más de 40 minutos en coche.

Tampoco en Plockton ni en los alrededores y, como queremos cruzar a la isla de Skye por el puente de Kyle of Lochalsh (si vas en ferry desde el Norte, supone un trayecto de dos horas adicionales de coche), hasta que, por arte de magia, aparece una habitación disponible a precio de ensueño en Applecross y pueblo cercano. Ya contaré cuando llegue el momento que no fue tan mágico como esperábamos…
Según miraba fotos de hoteles, leía comentarios y volvía a buscar en zonas cercanas, no podía dejar de pensar lo cómodo que fueron vacaciones como las de Albania, Sri Lanka o Uzbekistán. Llegas, pagas y te lo dan hecho y, de verdad, el plus que se paga por esa comodidad no suele ser descabellado. Qué pena que entre mis planes no estuviera visitar Escocia en un circuito y, los que hay, me parece que se quedan cortos.
Una vez que tenemos techo, cama y desayuno, toca alquilar un coche. Y aquí viene el segundo pasmo: los precios son de infarto. Y que conste que queríamos un utilitario, nada de coche de lujo o de 4×4. No podemos echarnos para atrás, toca pagar lo que piden.

Por cierto, ya es la segunda vez que vemos a la hora de alquilar un coche que hay modificación o cancelación gratuita hasta 24 horas antes. Ya hemos hablado para que, el próximo viaje de ruta que vayamos a hacer, alquilarlo desde el principio por todos los días y luego modificar la reserva. A ver si así por lo menos ahorramos algo…
También toca mirar las entradas para los lugares que queremos visitar. Con el tema del COVID, los aforos se han restringido, así que recomiendan encarecidamente que se reserven por anticipado. El principal problema que le veo es que, si no es una visita a primera hora de la mañana, me resulta difícil calcular la hora a la que voy a llegar (podemos perdernos con el coche, no encontrar donde aparcar, no encontrar donde comer, disfrutar con la comida y alargarla, obras en la carretera, etc.) y, como en la propia web te dicen que seas puntual o mala suerte, vuelvo a entrar en pánico. No quiero llegar a la puerta de un castillo y quedarme en la puerta porque no tengo entrada.
Acordamos reservar sólo los sitios que vayamos a ver a primera hora de la mañana y el resto, cuando lleguemos, sobre la marcha. Estamos de vacaciones y también queremos disfrutar un poco, encontrar ese punto de caos que a veces nos falta en el día a día, no llevarlo todo atado como tenemos que hacer en tiempos de (post) COVID. Una de las cosas que más echo de menos es la improvisación.

Os voy a hacer otro pequeño spoiler: al final no encontramos problemas con entradas ni con aforos en ningún sitio, excepto en el castillo de Edimburgo. En este caso sí que es recomendable llevarlas reservadas con tiempo.
Y, llegados a este punto, ¡ya tenemos viaje a Escocia! Sólo nos queda irnos y disfrutar. (Cuando leáis esto, ya habremos vuelto, disfrutado de él y lo echaremos de menos enormemente).
Por cierto, en todo este proceso y, en muchos momentos en los que iba pegada al maps y a la guía, sólo podía pensar ¡vivan los viajes organizados!
***
Cada vez tengo más noticias desde hace un tiempo de gente que se da un descanso de RR.SS. o, incluso, sale de ellas.
Si mantienes el perfil en Facebook y sigues a Descalzos por el mundo, te llegarán mis publicaciones (para estar seguro, en configuración de seguimiento, márcame como favorito). Por el contrario, si estás en fase de desintoxicación digital pero no quieres perderte ninguna de mis peripecias, puedes suscribirte al blog. Cada una de las entradas publicadas te llegarán al correo que indiques. No guardo direcciones de correo ni, por supuesto, te llegará otro tipo de publicidad por mi parte.
3 Comments