Pendiente de ver para la próxima vez: Islandia y la isla de Skye

Cuando viajamos, por lo general, a no ser que tengas mucho tiempo por el motivo que sea, los días son limitados. ¿Qué implica esto? Que hay que elegir qué se visita y qué no. Cuando era más joven, básicamente, quería verlo TODO. Me metía auténticas palizas a patear, aunque, según he ido cumpliendo años, ese TODO se ha visto reducido a CASI TODO. Esto se debe a que las energías no son las mismas, las ganas, sí, pero soy realista; y a que he aprendido a disfrutar de los sitios de otra manera. Con esto no quiero decir que haga sobremesas de dos horas, simplemente, quiero disfrutar de un sitio, saborearlo, más que engullirlo y pasar al siguiente, tal y como hablaba en el post Miramos o ponemos check.

Sin embargo, hay lugares que, por distintos motivos (mala planificación, desconocimiento, viaje en grupo con el “rápido, rápido” constante o, sí, falta de tiempo), he tenido que dejar cosas pendientes para una (espero) próxima vez. ¿Empezamos?

Dar la vuelta a Islandia

En noviembre de 2017 hice un recorrido de una semana por el arco sur de Islandia. Obvio decir que me quedó pendiente toda la zona norte, salir a ver ballenas y frailecillos y, como esto es algo que sólo se puede hacer en verano y estaba avisada, no cuenta, aunque no obvio decir que tengo muchas ganas de volver a esta isla volcánica y conseguir dar la vuelta completa. Cuando leí el programa, vi que la visita a Reikiavik cojeaba un poco: básicamente, estábamos la tarde del día de llegada y la del penúltimo día, ya que nuestro vuelo salía a primera hora de la mañana.

Los frailecillos y el verano islandés me esperan. Photo by Carlo Zamagni on Pexels.com

Disfrutar de Reikiavik

Reikiavik es una capital pequeña, se puede explorar tranquilamente en un par de días (si no tenemos en cuenta The blue lagoon…), por lo que, con el tiempo del que disponíamos, en teoría, debería bastar para hacernos una idea. Pero sabía que no iba a ser así. Desde hace mucho tiempo, se oye que es una de las ciudades europeas con más marcha, buen rollo, vida en restaurantes y bares y vida cultural.

Cuando el frío es atroz de puertas para fuera, nos tenemos que refugiar en los interiores. Y eso es lo que hacen sus habitantes. Para hacerme daño Leí muchas opiniones, recorridos sugeridos por sus calles, me empapé el apartado que la guía le dedicaba y llegué a esa conclusión: no voy a tener suficiente. Así que consideré seriamente hablar con la agencia para quedarme una noche más (que tendría que pagar aparte) o, si existía la posibilidad, regresar a Madrid en un vuelo a última hora.

Sin embargo, había un aspecto invisible que me impedía mandar un email para solicitarlo. El fantasma de la soledad en Vietnam sobrevolaba mi cabeza. Había estado de vacaciones en este país ese mismo verano y la experiencia no fue todo lo gratificante que debería haber sido, no por el destino, sino por la compañía: éramos un grupo de tres personas y, las otras dos resultaron ser dos hermanas jubiladas bastante desagradables y maleducadas, lo que supuso que, desde el primer día, me encontré sola, salvo por las visitas guiadas que teníamos. Al principio, lo llevaba bien, aunque, según fueron avanzando las jornadas, esa soledad no elegida me pasó factura y, sinceramente, tenía muchas ganas de charlar tranquilamente con alguien. Por ese motivo, y solamente ése, no pedí el día adicional en Reikiavik: no quería verme sola otra vez recorriendo una ciudad, buscando sola dónde comer o volviendo sola a mi habitación. Necesitaba estar con gente.

Iglesia Hallgrímskirkja, Reikiavik, Islandia

Cuando aterrizamos en Islandia, mis compañeros de grupo eran normales, justo lo que se espera en una aventura de este tipo, y confieso que, de normales, les ascendí a maravillosos, tal y como cuento en el homenaje que les dediqué. Ninguno había tenido la idea de ampliar la estancia y, aunque lo hubiesen hecho, mi decisión ya estaba tomada, tenía que apechugar con ella. Sin embargo, este destino en esa época del año tiene mucha demanda, por lo que se había abierto un segundo grupo que venían en paralelo a nosotros, sin apenas coincidir.

El último día, nos cruzamos con algunos de ellos y un par de chicas que viajaban juntas contaron que ellas lo habían solicitado. Argrgrgrgr. Es lo que tiene viajar acompañada y que tu acompañante tenga las mismas ganas que tú. En un universo paralelo, les hubiese dicho que yo también me quedaba y les preguntaba que si les importaba si me unía. Si yo estuviese en una situación así, no me importaría lo más mínimo que me juntase una persona que viaja sola, pero, ni soy el resto del mundo ni estamos en un universo paralelo, además, hay gente un poco raspa por ahí suelta…

Verde pantone verano islandés. Foto de eloisaozonas.com

A lo que voy, volver a Islandia, esta vez en verano, es una constante. ¡Qué ganas de dar la vuelta completa! ¡Qué ganas de encontrarme de nuevo con esa naturaleza tan exuberante! Eso sí, lo que tengo claro cristalino es que, si no estoy en Reikiavik los días que yo considero apropiados para disfrutar de la ciudad como yo quiero hacerlo, ¡pido a la agencia una ampliación! (Eso, o convenzo al partner in crime para que hagamos el recorrido por nuestra cuenta y no dependamos de nadie).

Tiempo insuficiente para la isla de Skye

Seguimos lamentándonos por lo que nos quedó por visitar en una isla, esta vez, la escocesa Skye. La planificación de estas vacaciones fue todo un reto, tal y como conté en el post Preparación del viaje a Escocia, hacía mucho tiempo que no me tenía que enfrentar a dos semanas de calendario en blanco que tienes que ir rellenando, teniendo en cuenta multitud de variables.

Que Skye entraba en la ruta era indudable, pero lo que más quebraderos de cabeza me dio fue cuántos días. Si por mí fuera, unos 2 ó 3, sin embargo, los elevados precios indican lo contrario. Porque sí, siento decir que la isla es un lugar especialmente caro en Escocia. Si el nivel de vida superior al nuestro se nota a lo largo del país, en este enclave tan turístico se nota bastante más. El B&B costaba más de 150€ la noche (y era de los más baratos) y en comer y cenar tuvimos que gastar algo más que en el resto de los sitios. Así que, por precios y por mi elevado optimismo, vimos bastante menos de lo esperado.

Volviendo a la planificación del viaje, me sirvió de mucha ayuda la que hicieron Carlos y Geni unos años antes (aunque ellos estuvieron menos días) y el recorrido de dos semanas sugerido por Turismo de Escocia. Por lo que vi, Geni estuvo sólo una noche y siguieron su ruta a una pequeña ciudad, Fort William, que no quedaba lejos del puerto donde atraca el ferry y que es conocida por ser localidad más próxima a Ben Nevis, el pico más alto del Reino Unido, lo que supone mucho turismo de escalada y alpinismo. Esta población venía también mencionada en la Lonely Planet y decidí seguir los pasos de Geni y Carlos, no vaya a ser que nos estuviésemos perdiendo La Ciudad. Spoiler: no.

¿A qué el faro de Nest Point merece la pena? Photo by Miro Alt on Pexels.com

Al final, no cruzamos tan pronto como queríamos, dimos una vuelta y comimos en Portree y, después de alcanzar el norte, en Quiraing, nos dirigimos a nuestro hotel, hicimos el check in, descansamos y nos duchamos, nos preparamos para ir a Dunvegal a cenar y regresamos al hotel muertos de cansancio y con mucho pesar.

Lo poco (o mucho) que habíamos visto de la isla nos estaba encantando, queríamos más y, por desgracia, no iba a poder ser: cogíamos uno de los primeros ferries de la mañana y poníamos fin a nuestra estancia en la isla, aunque la emoción por lo que nos quedaba por ver era enorme.

The kilt rock, isla de Skye, Escocia

Al día siguiente, el despertador sonó a una hora malísima, desayunamos, guardamos en la maleta lo poco que habíamos sacado y nos despedimos de Steve, el dueño del B&B. Llegamos al puerto con mucho tiempo y, por el camino fuimos dejando atrás todos esos aspectos pendientes. Una vez que desembarcamos, paramos en Arisaig y Morar, donde vimos una playa de arena increíblemente blanca, pasamos por Glenfinnan, conocida por el viaducto por donde pasa el tren de Harry Potter, y donde no bajamos porque el parking costaba bastante caro y, finalmente, aparcamos en Fort William.

Nos dirigimos directamente a nuestro B&B que, realmente era una casa a la que le faltaba bastante mantenimiento. Bajón. Volvimos a Fort William, dimos un par de vueltas y ya, de hecho, creo que no llegué a hacer ninguna foto. Más bajón aún. Por la tarde, dimos una vuelta por los alrededores y no había absolutamente nada que ver. De bajón a hundidos en la mierda.

Estuvimos parte del tiempo intentando buscar una cascada cercana, que fuimos incapaces de encontrar, y nos sentamos en la terraza de un camping a tomar algo y luego a cenar. Y pensar que todas esas horas se las podríamos haber dedicado a la isla de Skye…

Belleza. Isla de Skye, Escocia

Como recomendación para los que estéis pensando en ir, si no os podéis permitir dos noches en esta isla, el segundo día salid lo más tarde posible en ferry (o cruzando por el puente, según el trayecto que llevéis), para dormir en Fort William, bastante más económico y con menos encanto y cosas que ver (a no ser que vayáis a escalar en Ben Nevis).

Aunque no hace falta que lo diga, lo haré: ésta es sólo la primera entrega ya que me ha quedado (y me quedará) mucho pendiente en lugares ya visitados.

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