Un viaje a París desaprovechado

París es la ciudad en la que más veces he estado, un total de cinco. Se podría decir que la conozco bien, y sería verdad, aunque, para mi desgracia, las visitas que he hecho como adulta se parecían bastante entre sí. ¿Por qué ocurre esto? Porque siempre fueron con alguien que no la conocía, por lo que tocaba ver “lo típico”: Notre Dame, Sainte Chapelle, el Louvre y la Pirámide de Cristal, basílica del Sacré Coeur, Torre Eiffel… Eso sí, en cada viaje me las ingeniaba para introducir algo nuevo, desde subir a la galería de gárgolas de Notre Dame hasta el cementerio de Père Lachaise, pasando por la visita completa (o todo lo completa que se pueda) a Versalles.

Ver el Arco del Triunfo de París es gratis (pero no subir)

Sin embargo, en uno de estos viajes las cosas no fueron cómo deberían haber ido. Por suerte, fue mi última vez en la capital gala, lo que significa que lo importante ya lo conocía; por desgracia, me vine con la maleta llena de frustración, habiéndome gastado el dinero en un viaje que estaba a medias, aunque con una enseñanza enorme: no todos los amigos sirven para viajar.

Nos vamos de vacaciones a París

Mi (antiguo) amigo S. me preguntó allá por febrero que qué iba a hacer en verano y le contesté que no sabía, así que, cuando me propuso hacer algo, le consté que sí. A nuestro plan, añadió a su amigo A. Es febrero y no había prisa por mirar destinos, pero, según iba pasando el tiempo, fui yo la que empezó a proponer y me encontré con un muro de silencio. Tuve que dar un ultimátum: si para tal día no tenemos nada decidido, me caigo del plan, así que convocó una reunión de emergencia. Aunque yo prefería ir a Berlín, la opción ganadora fue París, bueno, me adapto. Lo que debería haber sido fácil, no lo fue en absoluto. S. se empezó a comportar como si su presupuesto fuese inferior al de un mochilero adolescente: todo es caro; no voy a pagar tanto dinero por un hotel; prefiero ir al más barato porque, total, sólo voy a dormir; si cogemos el vuelo de las 6 de la mañana nos cuesta 10€ más barato. Todo era motivo de pega y no daba su brazo a torcer, así que, A. y yo hicimos frente común y optamos por mantenernos en nuestro lugar sin negociar. Si nos queríamos ir de vacaciones, alguien tendría que ceder.

Cruzar el puente de Alejandro III también es gratis

Cuando todo es motivo de lucha

Conseguimos desbloquear la reserva del alojamiento, después de haber estado tentada de mandar a mi (supuesto) amigo a la mierda. Siento decir que los alojamientos en los países que tienen un nivel de vida superior al de España son más caros; si no quieres o no puedes pagarlo, opta por cambiar de destino, no por acusar a tus compañeros de viaje de ser “niños mimados de padres ricos”. No nos habíamos ido y el asunto pintaba bastante mal, estaba muy tentada de cancelarlo y no ir de vacaciones con ellos.

Siguiente escollo que tenemos que superar: el vuelo. Acordamos quedar un día a una hora para comprar los billetes. La idea de que los comprase uno y el resto se los pagara nos le gustaba, así que nos llamamos para revisarlos. Veo un vuelo de Air France con horarios muy buenos y a un precio muy competitivo. Acordamos escoger ése. Yo pude comprarlo sin problema, sin embargo, mágicamente, cuando S. va a comprar los otros dos billetes, el ordenador se le cuelga. Me asegura que estará pendiente para dejarlo hecho lo antes posible. Confío en su palabra y me acuesto.

A la mañana siguiente, me da los buenos días con una sorpresa: al ir a comprar los billetes, se habían encarecido en 10€ (¡10€!) y que, como no le daba la gana pagar de más, se había decantado por Easyjet. No recuerdo si los horarios eran mejores o peores, pero sí que aterrizaba en un aeropuerto diferente. No salía de mi asombro: se había negado a comprar el mismo vuelo que tenía yo por sólo 10€ más y, lo que es peor, accedí a cancelar el que ya tenía (como no habían pasado 24 horas desde la compra, pude hacerlo) y comprar el mismo que ellos que, por si no fuera poco, me salió más caro.

Soy del género tonto y no acepto discusión. ¿Por qué lo hice? Yo hablo francés y conozco el transporte público de la ciudad, sabía llegar del aeropuerto al hotel sin problema, ellos dos, no. Eran ellos los que se tendrían que haber amoldado, no hacer la pirula.

Y hacer fotos a la pirámide de cristal del Louvre, también

Venga, comencemos a disfrutar del viaje

Bueno, teníamos billetes y alojamiento, así que decidí dejar lo malo de lado y plantearme empezar a disfrutar del viaje, hasta que me volví a chocar con un muro. Seleccioné los lugares que considero que merece la pena visitar y pagar por la entrada. Lugares que recomendaría a cualquier persona que visite París por primera vez. Haciendo cálculos, vi que compensaba comprar la Paris Card. Les planteé mi idea y se hizo el silencio. Insistí y obtuve La Respuesta: bueno, tampoco hace falta verlo todo. En ese momento, tuve la certeza de lo que me iba a encontrar en el viaje, y no me equivoqué.

Cuando llegamos a la ciudad, descubrí que el fantástico apartamento que habíamos alquilado sólo era fantástico porque se veía la torre Eiffel desde la ventana, por lo demás, era una auténtica cutrez. Ya hablé de eso en este post en el que cuento mi experiencia con apartamentos turísticos.

Subir a la galería de gárgolas de Notre Dame ya cuesta dinero, mala suerte

Estas son mis vacaciones y hago lo que quiero

Mientras que A. estaba allí con ganas de descubrir la ciudad, S. era todo lo contrario: no voy a madrugar porque estoy de vacaciones, me gusta acostarme tarde, a las 13h yo no como, todo es muy caro, en el bar de mi pueblo todo es mucho más barato. Esta retahíla repetida hasta el infinito.

No salíamos del apartamento hasta las 11:30 de la mañana como pronto y quería desayunar, cuando, a esas horas, casi te preparas para la comida (ya lo he dicho muchas veces: los horarios españoles sólo se dan en España), por lo que, a la hora francesa de comer, no tienes hambre y, cuando la tienes, son, como pronto, las 15:00 y los pequeños bistrots más económicos han cerrado, por lo que no te puedes beneficiar de las fórmulas de mediodía (algo similar al menú del día). La gastronomía francesa apenas la probamos: básicamente íbamos a restaurantes de comida china o de comida rápida y tenía que aguantar comentarios indicando que estaba haciendo el tonto por pedir un solo plato porque, por 2€ más (ó 3 ó 5, me da igual), tenía dos platos y postre. La respuesta de sólo quiero un plato no bastaba a S.

No voy a pagar ni una entrada

Pero no sólo hubo problemas con la comida: S. no estaba dispuesto a pagar entrada para ningún sitio. Daba igual que yo le dijera que merecía mucho la pena o que A. quisiera entrar. No es no y todo es muy caro. No había nada que hacer.

Sólo aceptó pasar a la Sainte Chapelle, el museo del Louvre y subir en ascensor a la última planta de la torre Eiffel y esto último me costó una discusión ya que se empeñaba en subir por las escaleras, que costaba muy poco, hasta el máximo permitido. Me planté, ya muy cansada de ceder: yo subo en ascensor, tú haz lo que te dé la gana. Terminó cogiendo el ascensor.

Tengo que aclarar que ya subí andando con 15 años, por lo que recordaba perfectamente el cansancio de subir y bajar, pero 15 años no son 32… Una vez arriba, S. señalaba varios edificios y me preguntaba qué eran y, cuando le contesté, vino la siguiente pregunta: ¿por qué no lo hemos visitado? Me sentí obligada a contestarle: porque tú no has querido entrar pagando.  

Pasear por Père Lachaise también es gratis. El mapa que localiza las tumbas famosas, no

Balance del viaje

Si no recuerdo mal, el viaje fue de 4 días, que se me hicieron eternos y me llevé una decepción muy grande. Soy perfectamente consciente de que no todo el mundo tiene una posición económica desahogada, pero una cosa es mirar los precios antes de pedir y otra muy distinta es oír una cantinela constante que advierte que las cañas en su pueblo cuestan 1€ o que se nota que me sobra el dinero porque me compré una caja de macarons en Fauchon.

Voy de vacaciones para pasarlo bien, para disfrutar, para conocer y descubrir otra ciudad, no para estar con el ceño fruncido constantemente o cediendo y haciendo cosas que, realmente, no quiero hacer.

La última noche, A. decidió invitarnos a cenar. Fue en un restaurante de comida rápida y me pareció todo un detallazo. Antes de terminar, decidió dar un pequeño discurso en el que me agradecía la labor de guía y todo lo que les había explicado sobre París. La sonrisa no me cabía en la boca y le agradecí unas palabras tan bonitas. Miré a S. ya que, sinceramente, esperaba una confirmación de lo dicho por A. y me encontré con el silencio. Hay de gente de la que no se puede esperar absolutamente nada.

Antes, subir los primeros 674 escalones era muy barato; ahora, bastante más, aunque menos que el ascensor

Regresar a casa supuso un auténtico descanso. Como explicaba al principio, la maleta venía llena de frustraciones y de desencanto. Me dolía no haber disfrutado más una ciudad que me gusta tanto, pero, principalmente, me dolía el jarro de agua fría que me había echado un amigo por encima. Teniendo en cuenta mi experiencia años antes en Ámsterdam, volvía a descartar una persona para irme de viaje, ni siquiera, para ir a pasar el día a Segovia. Gracias, pero no.

De hecho, unas semanas más tarde, S. me escribió para preguntarme si me quería ir con él a Dublín, ya que había encontrado un albergue en el que la noche en habitación compartida con no sé cuántas personas más sólo costaba 10€ la noche. Gracias, pero no.