Turismo de cementerios

El necroturismo, o turismo de cementerios, es un tipo de turismo que está cada vez más extendido. No se trata de ir buscando el morbo, sino de descubrir auténticos museos al aire libre, gracias a un patrimonio artístico, arquitectónico e histórico de gran calidad. Todavía sigue siendo raro entrar en un cementerio y pasear entre las lápidas, leerlas y hacer alguna foto, pero, si entramos a visitar un Panteón de Personajes Ilustres, ¿por qué no visitar un camposanto? Lo importante es hacerlo con mucho respeto y no acercarse a las tumbas en las que haya gente en su proceso de duelo.

Viendo la importancia que ha ido adquiriendo, la Comisión Europea elaboró en 2010 una Ruta europea de los cementerios en la que se incluyen camposantos de los distintos países miembros que presentan una importancia artística, memorística o histórica reseñables.

Me imagino que ya habéis deducido que me gusta visitar cementerios cuando estoy de viaje, aunque no puedo afirmar que conozco gran parte de estos lugares incluidos en la Ruta, pero sí que he estado en varios repartidos en distintos países. ¿Los recorremos?

Uno de los más conocidos a nivel internacional es el de Père- Lachaise en París, que tuve la oportunidad de descubrir la última vez que estuve en esta ciudad. Como ya comenté, cada vez que he ido a París ha sido a “hacer una primera visita”, así que, en esa ocasión, quería conocer algún sitio nuevo. Hay infinitas propuestas y ésta fue la elegida.

Situado en el distrito XX, es el más grande de la ciudad y uno de los más visitados del mundo y por el que, además, los parisinos suelen pasear como si de un parque se tratase. Hay unas 70.000 tumbas y perderse entre sus pasillos nos hace sentir como estar en un museo de esculturas. Entre los sepelios famosos están Chopin, Molière, Balzac, Proust, Simone Signoret, Modigliani o Édith Piaf, así como, Oscar Wilde o Jim Morrison. El único requisito para ser enterrado aquí era residir en la ciudad, sin importar la nacionalidad.

Tumba de Jim Morrison

En aquel entonces, la tumba de Jim Morrison estaba vallada y no era posible acercarse, después de un “incidente” con drogas y sexo sobre la sepultura. En la de Oscar Wilde, la gente se pinta los labios de rojo antes de dejar un beso bien marcado. Sin embargo, la que más me gustó es la de Victor Noir, un periodista fallecido en 1870. ¿Y por qué es famoso? Bueno, una foto vale más que mil palabras. Una estatua de bronce a tamaño natural esculpida por Jules Dalou y que le muestra muy bien dotado. Según la leyenda, para asegurarte una vida sexual plena, tienes que tocar la “protuberancia”, claramente marcada en dorado, por el gran desgaste. Y es que, esto es como las meigas, que nadie cree en ellas, pero haberlas, haylas.

¿Te atreverías a desafiar a las meigas? Tumba de Victor Noir

Otro de los más famosos del mundo es el Antiguo Cementerio Judío de Praga. La imagen de lápidas hacinadas, a punto de caerse, en un espacio sombrío y, pese a estar en pleno centro de la ciudad, tranquilo y silencioso, es muy evocadora y romántica, al mismo tiempo que nostálgica.

Este era uno de los pocos lugares en la ciudad en los que se podían enterrar judíos, por lo que la falta de espacio hizo que se tuvieran que situar unos cuerpos encima de otros. Se calcula que hay en torno a los 200.000 cadáveres, la lápida más antigua es de 1439 y, la más reciente, de 1787.

Antiguo cementerio judío de Praga

En este cementerio también hay “famosos” enterrados, como Mordecai Maisel (alcalde del gueto judío durante el reinado de Rodolfo II) o el rabino Loew. Según la leyenda, este último creo un autómata de arcilla, el Golem, para que le ayudara con las tareas domésticas. Es fácil encontrar figurillas del Golem en las tiendas de souvenirs y me compré una con la esperanza de que algo hiciese en casa, pero nada de nada.

En Praga hay un segundo cementerio judío, el Nuevo Cementerio Judío, situado en el barrio de Žižkov, mucho más espacioso que el anterior, diseñado en art Nouveau y lleno de tumbas y mausoleos. Fundado en 1890 por la falta de espacio en los patios de las sinagogas, alberga unas 100.000 tumbas. Hay un monumento conmemorativo con los nombres de las víctimas del Holocausto que murieron en el campo de concentración de Terezín y encontramos la tumba de Kafka. Además, como está en una colina, las vistas son de impresión.

Cuando visité Boston, no fuimos a ningún camposanto como tal, sino que eran ellos los que venían a mí. Es una ciudad con muchísima Historia y, aunque la lluvia nos impidió sacar a la ciudad el partido que se merece, sí que pudimos llegar a la Capilla del Rey, con el cementerio adyacente, donde encontramos la tumba de Mary Chilton, la primera persona que desembarcó del Mayflower.

Es el más antiguo de la ciudad, situándose su origen en 1630 y fue utilizado sólo durante 30 años.

Uno de los que más me ha sorprendido, por ser el primero no cristiano que veía, fue un cementerio musulmán en Uzbekistán. Situado en Mizdakhan, cerca de Nukus, esta antigua ciudad estuvo habitada entre los siglos IV a.C. y XIV d.C. y siguió siendo un lugar sagrado, incluso después de haber sido destruida por Tamerlán. Se pueden visitar los restos de la fortaleza Gyaur Qala, o Fortaleza de los Infieles, que tiene ese nombre porque se practicaba el zoroastrismo. Antes de llegar a este lugar, tuvimos que atravesar un cementerio actual en la colina.

Me llamó la atención porque cada tumba está separada de las demás por un enrejado que me recordaba a una cama o a una cuna, sin ningún tipo de lápida, tal y como las conocemos en Occidente, pero sí una, que parece más un cartel, en la que se indica el nombre de la persona y una media luna. En otras, hay un retrato bastante grande de la persona enterrada. Todas las flores son de tela. Como curiosidad, estábamos a muy pocos kilómetros de la frontera con Turkmenistán, uno de los países más herméticos del mundo.

Cementerio de Mizdakhan, Uzbekistán

Después de este viaje, he visto de pasada algún cementerio musulmán más y, aunque no los he podido visitar como a mí me gusta, sí que me di cuenta de que seguían la misma estructura de enterramientos que el de Uzbekistán.   

El verano pasado, cuando visitamos Oporto, al salir de la ciudad para dirigirnos a Aveiro, queríamos hacer tiempo ya que la distancia entre las dos ciudades es poca y no íbamos a poder coger la habitación antes. Nuestro alojamiento estaba en el barrio de Bomfin y estábamos muy cerca del cementerio, que no pude visitar porque Javi me torció el morro, después de todo el recorrido que le hice por Escocia. Sin embargo, con la excusa de hacer tiempo, decidió darme el gusto de visitar el de Agramonte que, además, venía recomendado en la guía, por ser uno de los más bellos del país. Se construyó en 1855 para enterrar a las víctimas de una epidemia de cólera y, hoy en día, es un conjunto escultural de primer orden, con obras de Soares dos Reis o Teixeira Lopes, además, tuvimos la oportunidad de ver el sepulcro del director de cine Manoel de Oliveira, que, para dos cinéfilos como nosotros, fue un bonito homenaje.

Cementerio de Agramonte

Agramonte está en el barrio de Boavista, una zona con mucho tráfico, pero dentro de él, se respira una tranquilidad y silencio absolutos. En este caso, nosotros éramos los únicos turistas, ya que vimos un pequeño grupo más paseando y fijándose en algunos de los mausoleos haciendo fotos entre las miradas curiosas y extrañadas de algunos de los trabajadores. Lo dicho, el necroturismo todavía no es totalmente entendido.

Ya en España, hay un cementerio que me ha gustado especialmente, el de Santa Mariña Dozo, en Cambados, Pontevedra.

Nos encontramos las ruinas de la iglesia Santa Mariña Dozo, del siglo XV, de la que se conservan los arcos, debajo de los cuales se puede pasear y tener una panorámica del recinto espectacular, no es de extrañar que el recinto fuese declarado Monumento Artístico- Histórico Nacional en 1943. El sitio es muy nostálgico y es un placer serpentear entre los pequeños pasillos y, aunque lo visitamos en una tarde con un sol esplendoroso, me pregunto cómo será hacerlo en el típico día gallego.

Cementerio de Santa María Dozo

También en España, pero en la provincia de Albacete, me gustaría hablar del que sen encuentra en Riópar Viejo. Cuando estuvimos conociendo el nacimiento del río Mundo y las lagunas de Ruidera, nos alojamos en Riópar. A tan solo 3 kilómetros, se encuentra Riópar Viejo, una población que quedó abandonada en 1772 cuando se fundaron las Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz, en lo que hoy conocemos como Riópar. Actualmente, sólo quedan la iglesia del Espíritu Santo y algunos alojamientos rurales para gente a los que les guste la tranquilidad máxima.

En un montículo encontramos las ruinas del castillo, de origen musulmán y tomado por los cristianos en la Reconquista. Subiendo por el camino, nos encontramos con el primer cementerio, un pequeño recinto de muros elevados blancos. Y, si seguimos subiendo, en lo más alto, tumbas esparcidas por todo el recinto del castillo, algunas con cruces, otras sin nada, y con un rango bastante amplio de años de sepelio, hasta bien avanzado el siglo XX.

Aunque no lo parezca, en esta explanada se encuentra un cementerio en Riópar Viejo

Cuando volvimos de ese viaje, busqué información sobre este último camposanto y no encontré nada concluyente. Hay dos teorías principales de por qué se enterró a la gente en esas circunstancias. Por un lado, el más obvio es que se quedaran sin espacio en el camposanto municipal y se pasó a enterrar en ese terreno vacío y, por otro, que se trate de gente no cristiana, suicidas o herejes. Sea como sea, las vistas que se tienen son de impresión.

Hace unas semanas publiqué un artículo sobre los cementerios de Escocia que, al ser tantos, preferí sacarlo aparte y que viene de esta idea de hacer un recorrido por los camposantos que he ido visitando.

Si hay alguien más apasionado por este tema o, simplemente, que tenga curiosidad, os recomiendo el blog Entre piedras y cipreses, con muchísima información de cementerios en España, por gran variedad de países y ritos funerarios.

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