Momento confesión: me he alojado tres veces en apartamentos turísticos y, sinceramente, mi experiencia no es para enmarcar ni recomendarla (aunque también he estado en hoteles que dejaban mucho que desear).
La primera vez fue la segunda vez que estuve en los Países Bajos. Estuvimos 12 días recorriendo el país pernoctando sólo en Ámsterdam. Por aquel entonces, los hoteles eran prohibitivos y se salían escandalosamente del presupuesto y, los albergues que miramos estaban orientados a un público mochilero y con ganas de salir por el Barrio Rojo, que no era nuestro caso.
Al mirar apartamentos, encontramos precios más ajustados. Escogimos uno que estaba muy a las afueras y que tenía una pequeña cocina, que nos solucionaba el desayuno y la cena (el presupuesto bajo es lo que tiene). Sinceramente, el lugar salvaba el expediente, pero el baño no estaba muy limpio, tenía el desagüe en el centro y se inundaba al ducharse, por no hablar de usamos las mismas toallas y sábanas en dos semanas. Todo esto unido a que, al salir de la corona central, la tarjeta de transporte era bastante cara. Pero, igual que se dice lo malo, hay que decir lo bueno: el último día desayunamos con nuestro anfitrión y nos regaló la última noche.

La segunda vez, fue en París. Una de las personas que venía no quería pagar el elevado precio de un hotel (las cosas como son: los hoteles en París son muy caros) y la única opción que nos quedaba era un piso. Bueno, más bien, un miniestudio que tenía suciedad acumulada de muchos inquilinos anteriores. Para que os hagáis a la idea, me duchaba en chanclas. Y, lo que es peor, estuve durmiendo durante cuatro noches en un colchón hinchable de camping. ¡Y tuve que pagar por ello! Nos negamos a pagar la tasa de limpieza porque a nosotros no nos habían dejado el apartamento así y no hubo ningún problema con la propietaria… Lo único bueno que tenía era que, desde la ventana, se veía la torre Eiffel.

La última vez, fue en Venecia. Me apunté a un plan ya hecho de Noe y unas amigas suyas, por lo que me tuve que amoldar. Sólo querían alojarse en un Airbnb y escogieron uno en la isla de Lido. Aunque encontré un hotel en pleno centro con buenas críticas y precios asumibles, no hubo manera. Para las personas que estuvieron un par de noches, la jugaba fue estupenda, pero, para Noe y para mí, que estuvimos varias, hicimos un pan como dos tortas: tuvimos que comprar la tarjeta de transporte para el vaporetto que ascendía a 90€ por persona, por no hablar de la cantidad de tiempo que hay que destinar a los desplazamientos.
La casa en la que nos quedamos daba pena: las camas eran minúsculas, era fría, estaba decorada con las cosas del pueblo de hace 30 años y, lo primero que tuvimos que hacer fue ir al súper a comprar papel higiénico porque no había.

Sinceramente, me siento muy culpable por haberme alojado de esta manera. Son tres ciudades con problemas evidentes de falta de pisos para residentes y yo estaba contribuyendo a que se sigan tensionando los alquileres.
Como no tengo ninguna foto de estos pisos, prefiero compartir fotos de estas tres ciudades.
¿Cuál es vuestra experiencia?
PD. Hace unos años tuve la oportunidad de ir un fin de semana en septiembre a celebrar un cumpleaños a Ibiza. La cumpleañera no quería oír ni hablar de nada que no fuese Airbnb. Aseguraba que había encontrado un chollazo en pleno centro histórico de San Antonio: una casa antigua con muchas habitaciones. Entré en la web a verlo y aluciné: literas en dormitorios compartidos, un solo baño para toda la casa, sin internet y no decía nada de taquillas o pestillos en las puertas. Todo por el módico precio de 50€ por noche y persona. Me negué en redondo.
De verdad, hay hostales y albergues infinitamente mejores, sólo hay que buscar un poco.