Alojamiento en el centro o en las afueras

Cuando viajamos y queremos reservar un alojamiento, hay una pregunta que suele surgir: ¿reservamos en el centro o en las afueras? Muchas veces, podemos elegir, ya sea porque reservamos con tiempo, porque no es temporada alta o porque vamos con un presupuesto desahogado. Otras veces, la situación nos viene impuesta y nos tenemos que conformar con lo que hay.

Sin embargo, ¿preferimos alojarnos en el centro o en las afueras?

Lo bueno del centro es la cercanía de los puntos turísticos, que nos permite ahorrar en tiempo y, sobre todo, en transporte, que no suele ser barato. Además, nos deja quedarnos ese ratillo de más en la cama. A no ser que sean mega urbes tipo París, Londres o Nueva York en las que el centro es inabarcable, en otros sitios se nota el poder ir andando.

Una de las veces que estuve en París, tuve la suerte de coger un hotelillo apañado y a un precio asumible en el Distrito 3. A todo lo que estaba en la nuez central nos desplazamos a pie, lo cual no suele ser muy frecuente. Cuando fui a Londres, reservamos en la zona de Paddington. Aunque teníamos que coger metro, estaba muy bien comunicado y, como allí se paga en función del número de estaciones que recorras, no es lo mismo pagar 3 ó 4 que 8. Los que habéis estado en Londres y habéis flipado con las tarifas del transporte público, lo sabréis.

Cuando te alojas en el distrito 3 de París y te plantas en el Sena de un salto

Sin embargo, cuando te alojas en las afueras de las ciudades, por mucho que la distancia al centro sea asumible a pie, ya estás dedicando tiempo a desplazamientos.

En la reciente escapada a Cuenca, habíamos reservado en un hotel fuera del centro histórico, entre otros motivos, por poder aparcar en la calle gratis. El “precio a pagar” era el paseo de 30 minutos hasta la Plaza Mayor. Eso sí, con el frescor mañanero, nos despejábamos.

En verano, en nuestro recorrido por Escocia, la estancia en Edimburgo nos vino impuesta. Pese a mirarlo con más de dos meses de anticipo, en el centro sólo quedaban habitaciones en residencias universitarias y en hoteles de lujo. Y, de lo que había en las afueras, tampoco había demasiado donde elegir. Al final, nos quedamos en un B&B que estaba a 30 minutos andando de la Royal Mile. Las piernas se nos quedaron estupendas de tanto paseo.

Vamos andando desde el hotel a la Royal Mile y luego nos la recorremos entera, Edimburgo

Otro punto para tener en cuenta son los servicios ofrecidos. En el centro, sabemos que suele haber gran variedad de cafeterías, restaurantes, bares o supermercados, por si necesitamos comprar algo; mientras que las afueras se suelen corresponder a zonas más residenciales.

No todos los alojamientos incluyen desayuno y, si te dan la opción, no suele ser especialmente económico. Cuando me he hospedado en el centro, he optado por desayunar en alguna cafetería cercana, sinceramente, con un croissant y un té estoy servida y eso es fácil de encontrar, pese a que cada vez más los centros de las ciudades se están cuquificando y gentrificando, el croissant y el té pueden terminar siendo prohibitivos.

En las afueras no suele pasar, aunque tampoco hay tanto donde elegir. Si quieres comprar algo en un súper, más vale que te metas en el primero que veas, no vaya a ser que tardes en ver otro. La parte buena es que, si localizas algún sitio para desayunar, suele ser más local, con lo que implica de trato y de precios.

En Venecia, salía mucho más barato dormir en la isla de Lido, pero teniendo en cuenta que tuvimos que comprar la tarjeta turística del vaporetto por los días que estuvimos, hicimos un pan como dos tortas. Lo que nos ahorramos en hotel, lo pagamos en transporte, añadiendo el tiempo de desplazamiento y de espera, que eso sí que no tiene precio.

Llegando a Venecia en vaporetto desde la isla de Lido

Cuando estuvimos en Granada, pese a estar en una ubicación muy buena, no era centro como tal e íbamos a desayunar a un lugar cercano. Después de ir dos días, ya nos conocían y nos preguntaban que si queríamos lo de siempre.

No obstante, tengo un ejemplo que es la excepción a la regla. En Menorca, nos hospedamos a las afueras de Ciudadela y, cuando digo a las afueras, me refiero a 15 minutos andando. Eso no es nada, lo sé, pero en julio, caminar bajo el sol para llegar a cualquier sitio sudando, para después regresar y coger el coche para ir a la playa no era una opción, entre otras cosas, porque perderíamos hora y media. En el hotel daban la opción de desayunar por 4 euros por persona y día. No nos quedaba otra. Más caro que una cafetería, aunque mucho más cómodo. Pero qué desayuno, no nos arrepentimos ni una sola vez. Volveré a Menorca y volveré al mismo hotel.

Otro aspecto positivo de alojarse en las afueras es que suelen ser lugares más tranquilos. Es más fácil quitarse el ajetreo de bares y discotecas y, lo que es peor, terrazas. Ese fue otro de los motivos por los que buscamos de esta manera en Cuenca. Viendo las opiniones de las habitaciones céntricas, como no íbamos a quemar la noche conquense, optamos por poder dormir tranquilos.

Desde la ventana de nuestra habitación en Ciudadela

Sin embargo, la última vez que visité San Sebastián, en verano de 2021, nos dimos el capricho de reservar una habitación en el Barrio Viejo. La marcha nocturna seguía cerrada y los precios de las habitaciones estaban más bajos. Cogimos una en un hostal con balcones a la calle y el jaleo era más que evidente. Si vuelvo a San Sebastián, descarto esa zona, lo tengo clarísimo.

Este último hospedaje me sirve para unirlo con otro punto: la accesibilidad. Si conocéis la ciudad, ya sabréis que a las calles del Barrio Viejo no se puede acceder en coche. Tuvimos que dejarlo en un parking y cargar con las maletas durante un buen trecho. Algo similar nos hubiese ocurrido en Cuenca porque no todas las calles del centro histórico permiten tráfico rodado. Y también me pasó en Gjirokastra (Albania): el casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad y autobuses y minibuses no tienen permitido el acceso. Los empleados del hotel nos subieron las maletas a pulso mientras que nosotros lo hacíamos a pata.

Creo que no hace falta que diga que en las afueras no pasa. Un taxi te va a dejar en la puerta de donde pidas, aunque puede ser que en transporte público la combinación no sea tan buena.

Por suerte, no subimos las maletas por las empinadas calles de Gjirokastra

Sin embargo, en el centro suele haber más variedad y, si no es en uno es en otro. De lo que no hay tanta variedad es en tarifas, y es que el centro se paga. Obviamente, callejeando un poco puedes encontrar algo más barato que en plena calle principal y, si te vas un par de paradas de metro más lejos, seguro que los precios bajan más.

Y todo esto, ¿para qué? ¿Me quedo con el hostal de Budapest al lado del Parlamento pero con un calentador eléctrico de agua que te congelaba o te abrasaba o con el hotel de Oporto que, aunque estábamos en Bonfim, tenía mucho encanto, era tranquilo, barato y nos regalaron una botella de vino?

Lo mejor es mirar con tiempo, comparar y elegir en función de las circunstancias y presupuesto que lleves.

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