San Sebastián

Creo que no me meto en un berenjenal y que hay un amplio consenso si digo que San Sebastián es una de las ciudades más bonitas de España.

Si comentas a tus amigos o compañeros de trabajo que vas unos días, lo más probable es que te contesten con un “qué bonita es”. ¿Os ha pasado? A mí, varias veces.

Tengo la suerte de haberla visitado tres veces. La primera, era pequeña, vamos a decir que tenía entre 7 y 9 años, y no tengo recuerdos nítidos que pueda asociar esas vacaciones. La segunda se hizo más de rogar, fue en el verano de 2016, en unos días de vacaciones por parte de Cantabria y Guipúzcoa y, la última, en el verano de 2021, en una ruta bastante apañada por las tres capitales vascas y la costa.

La segunda vez sólo pasé el día que, además, fue el último, por lo que poco después de comer, nos montamos en el coche para regresar a casa. Me sirvió como toma de contacto: paseo por la Parte Vieja, recorrer La Concha y el Peine del Viento y, sobre todo, para dejarme con ganas de más. De mucho más. En esa ocasión no me alojé en la ciudad por el principal motivo de todos: los precios de los hoteles eran un auténtico escándalo, así que nos quedamos varias noches en Elgoibar, a unos 50km de distancia, pero con precios más ajustados y que nos permitió explorar más lugares de la provincia.

La iglesia de San Vicente, la más antigua de San Sebastián

Como en el verano del 2021 todavía se estaban sufriendo los efectos del COVID, en mi empresa nos animaban a que cogiésemos más días en verano, cuando la actividad está bastante más tranquila. Habíamos planeado el viaje por el País Vasco y, pese a que yo ya conocía la capital guipuzcoana, Javi no, no me importó lo más mínimo volver. Además, en esas circunstancias, los precios de los alojamientos habían bajado considerablemente, pudiéndonos alojar tres noches en el Parte Vieja por menos de 100€ la noche. Esta vez, me quité la espinita y pude conocer la ciudad disfrutándola mucho más.

Brevísima historia de San Sebastián

Aunque no se sabe con certeza el momento de su fundación, se han hallado asentamientos romanos datados entre los años 50 y 200 d.C. en el Parte Vieja. El primer documento en el que aparece mencionada es del año 1014, de Sancho Mayor de Navarra, según el cual, el monasterio de San Sebastián se pone en manos del abad de Leyre y obispo de Pamplona. Alrededor de este monasterio, en los siglos XI y XII, comenzó a surgir vida social y administrativa.

Desde finales del siglo XV, se convierte en plaza militar y, hasta finales del XIX, se mantiene en lucha casi constante contra las escuadras francesa, británica y neerlandesa. El estado de sitio continuo supone un deterioro de la economía muy acusado, lo que propició que Sevilla se hiciese con el monopolio de las transacciones con América.

Plaza de la Constitución

Durante la Guerra de la Independencia de 1808 fue ocupada por las tropas napoleónicas hasta que, en 1813, fuese sitiada por tropas anglo- portuguesas, lo que conllevó un saqueo, un gran incendio, del que sólo se salvaron 35 casas, propiciando la salida de los franceses.

Y es en la historia más reciente cuando San Sebastián comienza a brillar con luz propia. La reina regente María Cristina traslada todos los veranos la corte a San Sebastián, residiendo en el Palacio de Miramar. Con el desarrollo que supuso el Ensanche de Cortázar, lo que favoreció la arquitectura que vemos hoy en día, y la construcción del Casino en 1887, el número de veraneantes de incrementó de forma considerable.

Gran parte de los principales y más bellos edificios que admiramos son de esa época, convirtiéndose, ya en el siglo XX, en la ciudad más cosmopolita de Europa. En esta época de Belle Époque se podía ver en el Casino a Mata Hari, Maurice Ravel o Pastora Imperio, además de acoger actuaciones del ballet ruso o cantantes de época. ¡Eso sí que era glamour!

El puerto

En la actualidad, residen casi 190.000 personas y es sede de varios festivales, entre ellos, los prestigiosos Festival Internacional de Cine de San Sebastián y el Festival de Jazz de San Sebastián, además, aquí se originó el Donosti Sound, muy conocido entre los fans del indie, con grupos como La Buena Vida, 21 Japonesas, Family, Le Mans o Las Aventuras de Kirlian.

Y, dicho esto, ¿qué se puede ver en San Sebastián?

Parte Vieja

El antiguo barrio de pescadores es una de las zonas más transitadas de esta ciudad, situada entre los pies del Monte Urgull, el puerto, el río Urumea y al lado de la Bahía. No se puede acceder en coche, por lo que lo tendrás que dejar en un parking. Nosotros, al alojarnos en la zona, teníamos descuento en uno de ellos, pero sigue siendo una tarifa elevada.

La parte buena es que todo es peatonal, la parte mala, que todo es peatonal. Cuando estuvimos, todavía había restricciones a la hostelería, así que más o menos temprano quedaba todo cerrado. Como esas restricciones ya no existen, los ruidos varios son más que evidentes. Si ahora volviese, dudo mucho que me alojase en la misma zona.

Las calles peatonales de la Parte Vieja de San Sebastián

El barrio es tiene un urbanismo que me parece peculiar para tratarse de la zona más antigua. En otras ciudades solemos encontrar un laberinto de callejuelas estrechas y sombrías por el que suele ser complicado orientarse y puede ser que no vuelvas a pasar por el mismo punto por más que lo intentes o que no dejes de volver una y otra vez a esa esquina. En San Sebastián, la Parte Vieja es una cuadrícula: una serie de calles, paralelas entre sí, la recorren de una punta a la otra, mientras que otras tantas las cortan. Esto se debe a que el trazado es de finales del siglo XIX, debido al saqueo que sufrió la ciudad. Sin embargo, esto no le resta ni el más mínimo encanto. Ir andando por la calle 31 de agosto por la del Puerto, cuando el sol va cayendo, mientras que te acercas poco a poco a la Bahía, el olor a mar se va acrecentando y cada vez se escucha más alto el graznido de las gaviotas es un auténtico placer, una experiencia muy recomendable, pese a todo el gentío que hay.

La plaza de la Constitución es la principal que se halla en la zona. Antigua plaza de toros, todavía podemos ver en sus balcones los números de los tendidos y el edificio principal, que funcionó como Ayuntamiento hasta la década de los 40. La plaza de la Constitución tiene ese aire de “plaza mayor” con balcones y arcadas y que recuerdan a la de Madrid, Salamanca o la Real de Barcelona.

Con la Basílica de Santa María te vas a dar de bruces sí o sí. Del siglo XVIII tiene una fachada que impresiona y, como curiosidad, la puerta está enfrentada en línea recta a 1km de distancia con la catedral del Buen Pastor.

Basílica de Santa María

La iglesia más antigua de la ciudad es la de San Vicente, de estilo gótico y con más de 500 años a sus espaldas, en su interior se conserva uno de los mejores retablos del románico, obra de Ambrosio de Bengoechea y Juan de Iriarte.

También en esta zona encontramos el Museo San Telmo, dedicado a la historia y la cultura vascas. Está ubicado en un antiguo convento del siglo XVI que, pese a ser de estilos gótico y renacentista, la reforma llevada a cabo por los arquitectos Nieto y Sobejano para adecuarlo a la época actual se hizo de manera extraordinaria.

La colección está compuesta por 26.000 piezas de valor etnográfico, arqueológico y artístico que muestran momentos de la historia de la ciudad, así como la vida de pescadores o comerciantes. Destacan obras de El Greco, Zuloaga, Madrazo o Chillida. Aunque parezca mentira, no tuvimos tiempo de ir a verlo… el plan de viajes que llevábamos iba apretado y dejamos algunas para la próxima vez que, sin ninguna duda, la habrá.

Es fácil suponer que en la Parte Vieja se concentran la mayor parde de bares, restaurantes y tabernas. Hay sitios muy buenos y otros… pues que están claramente orientados al turista. En algunos te encontrarás más locales y en otros, menos o ninguno. Nosotros comimos y cenamos por la zona y mi experiencia es la del desconfinamiento de 2021, es decir, había unas colas de impresión para entrar y, en muchos sitios esas colas ya estaban formadas mucho antes de que abrieran. Desconozco si la situación sigue igual, si cierran después de comer o si hacen horario continuo, pero sí que nos llegamos a pasar casi una hora de pie y en alguna ocasión salió uno de los camareros a calcular cuántos más podrían entrar antes de que cerraran. Me imagino que ahora mismo sigue habiendo mucha gente, así que mi consejo es ir pronto y, si en algún sitio estás bien, no cambies, porque no sabes si te va a tocar dar vueltas. Por otro lado, ya sabéis que no soy muy dada a recomendar sitios concretos en el blog, por lo que si alguien quiere nombres, que me escriba.

Playa de la Concha e isla de Santa Clara

Si hay una imagen icónica que podemos asociar con San Sebastián es la de la playa de la Concha. La barandilla ornamental, las farolas modernistas, las mansiones van saliendo al paso son de sobra conocidos por todos nosotros. Da igual que no hayas estado nunca y que sólo lo hayas visto en fotos, si vemos esa barandilla, sabemos que se corresponde con la playa de la Concha.

Más que una barandilla

La bahía está formada por dos playas, la de la Concha y de la Ondarreta, además de la isla de Santa Clara. Se ubica entre los montes Igueldo y Urgull y la línea de playa tiene una longitud de 2000 metros. Por su configuración, las aguas son mansas aunque las mareas responden al patrón del Cantábrico, es decir, muy largas ya que se dan momentos en los que el arenal queda reducido a la mínima expresión o, directamente, es devorado por el mar y otros en los que hay que andar mucho para podernos bañar.

Si empezamos a caminar desde la Parte Vieja, llegamos hasta el antiguo puerto pesquero, después, al Ayuntamiento, que está en el edificio en el que se ubicaba el Gran Casino y, por fin, a los edificios del balneario de La Perla y la Real Caseta de Baños. Os comparto este post del blog Cosas que pasan en San Sebastián en el que se describe cómo eran los primeros baños en la playa.

Todo este paseo disfrutando del momento, de la brisa marina, de los rayos de sol, de las barandillas diseñadas por Juan Rafael Alday, de saber que ése es el sitio en el que quieres estar, de estar deseando bajar a la playa y darte un baño en el mar. ¡Qué ganas de volver a San Sebastián me están entrando!

Ayuntamiento de San Sebastián

Poco antes de llegar a la meta, alcanzamos los jardines del Palacio de Miramar, un palacio de estilo inglés, construido en 1893 por José Goicoa tras el encargo de la Casa Real. Pese a haber tenido distintos propietarios, hoy en día pertenece al Ayuntamiento de la ciudad y, tanto palacio como jardines, están abiertos al público en un determinado horario. Las dos veces que he ido estaba cerrado y no conozco a nadie que lo haya visitado, por lo que no puedo contar lo que hay en su interior o si merece la pena.

Para seguir nuestro camino, tenemos que pasar por debajo de este palacio, por el llamado Pico del Loro, y lo hacemos por el túnel. MiramArt conecta el Paseo de la Concha con Ondarreta nos hace sentir que estamos debajo del mar. Se trata de un proyecto arte, arquitectura, energía renovables y tecnología que tienen cabida en una bóveda pintada con distintos materiales.

Y por fin llegamos al final de nuestro camino: el Peine del Viento. Se trata de un conjunto de tres esculturas de Eduardo Chillida, hechas de acero, de unas 10 toneladas de peso cada una, incrustadas en las rocas, sobre las que rompen fuertemente las olas y el viento sale estupendamente peinado (y, nosotros, totalmente despeinados).

Las olas del mar rompiendo sobre El Peine del Viento

En este punto vemos también unas salidas de aire, agua y sonido con el que hay que tener cuidado para no mojarse. O no…

El último elemento de la bahía es la isla de Santa Clara. Realmente se trata de un islote que resulta bastante escarpado, ya que tiene una altitud de 48 metros. Pese a sus pequeñas dimensiones, hay una minúscula playa que sólo aparece en bajamar, un faro, merenderos y un bar, ya que en verano se acerca mucha gente, en un servicio regular de barco. Como curiosidad, a esta isla fueron trasladados los enfermos de peste a finales del siglo XVI. Nosotros no fuimos a la isla, por lo que no puedo decir si lo recomiendo o no, sin embargo, al leer lo que nos vamos a encontrar y que es un lugar más o menos demandado en verano, me alegro de no haber ido…

Montes Igueldo y Urgull

Decíamos que la Bahía de la Concha está enclavada entre dos montes. El Urgull es un paraje natural y uno de los pulmones de la ciudad. Aquí estaba asentada desde el siglo XII la fortaleza militar y, en la actualidad, podemos ver fortificaciones y parte de la muralla, además de ir saltando de mirador en mirador aprovechando unas vistas de lujo. En la cima se erige una estatua del Sagrado Corazón y el Castillo de la Mota. En una de sus laderas está el cementerio de los ingleses en el que, según la leyenda, se enterró a los ingleses que participaron en la Primera Guerra Carlista.

El monte Igueldo es lo opuesto al Urgull. Aquí encontramos, entre otros, un hotel, un restaurante y un funicular que sube al mejor parque de atracciones del mundo (que me perdone el Prater y su icónica noria). Pero, también, el mirador con las mejores vistas.

La Bahía de la Concha desde el monte Igueldo

Nosotros nos montamos en el funicular y, despacio y atravesando la naturaleza que acampa a sus anchas en la ladera del monte, llegamos hasta la puerta del parque de atracciones. Lo curioso de este lugar es que parece anclado en el tiempo, como si las décadas no pasaran y es uno de los pocos recuerdos que conservo de la primera vez que conocí la ciudad: montarme en la montaña suiza y que el hombre que la manejaba fuera sentado atrás, cogido sólo a un freno de mano. En la actualidad, está formado por atracciones de las que ya casi no se ven por el toque vintage que tienen: el gran laberinto, martillo, autos de choque o la boca della veritá hacen las delicias de niños de todas las edades. Javi y yo no somos mucho de este tipo de atracciones, así que nos limitamos a darnos una vuelta. Porque sí: se puede estar sin pagar entrada y sólo pagas por las atracciones en las que montas.

Otros puntos de interés en San Sebastián

Aunque La Concha es la palaya más conocida, hay otra, la de La Zurriola, también conocida como de Gros, que también está en el término municipal. Una de las principales diferencias es que esta última está más abierta al mar, el oleaje es más fuerte y es más fácil ver allí a surfistas.

Los aficionados al cine es probable que se quieran acercar al Palacio del Kursaal, obra del arquitecto Rafael Moneo, ya que, en septiembre, se convierte en la sede de Zinemaldia, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

Ese je ne sais quoi tan francés que tiene San Sebastián y que vemos en sus edificios

En 2015 se inauguró el Centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera tras la reconversión de la antigua fábrica estatal de tabaco. En la actualidad, es un centro cultural en el que se programan exposiciones, proyecciones o conferencias.

La ciudad tiene, además, ese je ne sais quoi tan francés, que nos hace sentir que estamos paseando por París, y es que quedan edificios que presumen de portales y fachadas de estilo francés, lo que da a la ciudad una imagen de glamour aristocrático. Merece la pena salir de la Parte Vieja y perderse por la plaza de Guipúzcoa, el hotel María Cristina o el Teatro Victoria Eugenia, así como por el parque de Cristina Enea para disfrutarlo.

Pasaia Donibane

Pasajes, o Pasaia en euskera, es municipio cerca de San Sebastián formado por cuatro distritos: San Juan (Donibane), San Pedro, Antxo y Trintxerpe, siendo el primero de ellos el más conocido por los turistas.

Nunca había oído hablar de este sitio hasta 2016, en el que fue mi segundo viaje a San Sebastián, cuando se añadió al planning la visita, diciendo sólo “te va a gustar”. Y, efectivamente, me gustó. Así que, sin ninguna duda, cuando volví en 2021, también lo incluí diciendo las mismas palabras.

Las casas de la plaza de Santiago, en Pasaia Donibane

San Juan se encuentra en la bocana del puerto, a los pies del monte Jaizkibel, y tiene un casco histórico por el que merece la pena la excursión. Ante nosotros, una calle empedrada atravesada por pasadizos, en la que se sitúan casas solariegas ensambladas con casas de pescadores. Enseguida nos topamos con la casa- museo de Victor Hugo, actual oficina de turismo, en la que podemos ver la exposición de grabados y escritos que dejó después de haber vivido aquí en el verano de 1843. También vemos el Palacio Arizabalo, donde se ubica el Ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista.

Pasamos por la plaza de Santiago, totalmente abierta a la ría por un lado, y con casas marineras, coloridas y con balcones, al otro. Si seguimos andando por esta calle principal, llega un momento en el que deja de ser calle para convertirse en camino. Continuamos andando. Vemos diminutas calas en las que se bañan adolescentes, deportistas entrenando para escalada, el monte que cada vez ocupa más camino y, sobre todo, el Cantábrico, que no nos deja de acompañar en ningún momento, hasta que no podemos seguir caminando. Hemos alcanzado Puntas.

A punto de alcanzar Puntas y encontrarnos por completo con el mar Cantábrico

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