Recorrido por los mejores bares en Europa

Mientras que escribía el artículo de los mejores sitios donde he comido, pensaba que también he estado en bares o pubs que me han gustado mucho y me ayudaron a quitarme el mal sabor de boca de los peores mojitos del mundo o de pelarme por pedir un cubata. Al igual que hice un repaso por restaurantes, ahora haré uno por los bares que permanecen en mi recuerdo de forma positiva.

Pintas en Dublín

Cuando estuvimos hace unos años en Dublín, Noe y yo llegamos antes y tuvimos que esperar a Marisol, que viajaba desde otro origen. Ella ya había estado en la ciudad y nos dijo que se reuniría con nosotras en Temple Bar. Temple Bar no es sólo el pub más conocido y turístico de Dublín, sino también la zona de marcha por excelencia en la ciudad.

Viendo toda la jarana que había, no teníamos claro que nos fuese a encontrar, aunque para los que lo conocéis, el lugar se encuentra a la primera y es fácilmente reconocible. Noe y yo entramos y nos topamos con un local enorme, dividido en varias estancias, todas ellas llenas de gente y en las que se tocaba música tradicional irlandesa. Fuimos a la barra, pedimos un par de pintas (había que integrarse) y nos sentamos. Pocos minutos después, llegó Marisol, que se unió a la integración rápidamente. A partir de ese momento, ya sólo nos quedaba disfrutar de la noche.

Temple Bar es el prototipo de pub irlandés que se ve en películas. No niego que tenga ese punto turístico, pero, desde mi punto de vista, no me parece que esté destinado sólo a ese público o, por lo menos, así era en 2015, espero que no haya cambiado.

El resto de los días que estuvimos en la capital irlandesa fuimos a distintos pubs y, en todos, el ambiente era muy similar. Los hay que tienen música en directo y los que no; música de mejor o peor calidad; de tipo celta o más rock; con más chavalería como público o en los que compartíamos espacio con gente de nuestra edad. En cualquier caso, todos tienen una estructura muy parecida y, al terminar el viaje, las tres coincidimos en que lo que más nos había gustado de la ciudad era el buen rollo que transmite y la música en directo.

De pintas por Temple Bar, Dublín

Cuando organizamos el viaje, quisimos ampliar la estancia un día más y estar allí la noche del 31 de octubre (¡Halloween en Irlanda!). Con lo poco que nos cabía en una maleta de cabina, nos disfrazamos y salimos por Temple Bar a disfrutar de la noche más terrorífica del año. ¡Y lo conseguimos!

Pubs auténticos en Escocia

Si he hecho un viaje en el que tenga un amplio abanico para elegir un pub, ese es el de Escocia. En casi todas las ciudades en las que estuvimos fuimos a uno antes de cenar, además, salvo en Glasgow y Edimburgo, en el resto de las ciudades casi no nos cruzamos con otros turistas, por lo que podemos decir que conocemos pubs escoceses “auténticos”, la pena es que ninguno de ellos tuviera música en directo, aunque sí televisiones en las que se emitían competiciones deportivas.

Sería complicado tener que escoger uno de ellos, pero he decidido quedarme con el último en el que estuvimos en Edimburgo, The Jolly Judge. Muy cerca de la Royal Mile y, sin embargo, con un público mayoritariamente local. No hay música de ningún tipo, sólo gente charlando alrededor de sus bebidas. Javi y yo coincidimos que, en el caso de vivir en esa ciudad, nos convertiríamos en parroquianos. No es sólo lo bien que nos sentimos, sino también que se convirtió en un buen broche de un viaje de dos semanas, así que tocaba brindar porque todo había salido bien.

Aunque no se vean los pubs, la Royal Mile de Edimburgo está llena

Beer garden en Berlín

Siguiendo con las cervecerías, nos desplazamos a una de las que más me han gustado, la cervecería en Prater en Berlín. Más que una cervecería como tal, es un beer garden (no sé si este concepto existe en España o cómo se llamarían), es decir, un recinto al aire libre, en el Prater, con mesas largas y bancos corridos donde se bebe, principalmente, cerveza y tienen algo de comida típicamente alemana, es decir, currywurst y poco más.

Justo antes de ir a Berlín, leí un artículo en una revista temática con sugerencias y ésta era una de ellas que, además, también era una sugerencia de Lonely Planet. Quedaba apuntada. En 2014, las noches berlinesas eran bastante llevaderas, por no decir frías, y se podía estar a gusto. El ambiente, la iluminación sencilla en los árboles, el pedir una cerveza y beberla tranquilamente con el murmullo de otras conversaciones de fondo, volver a la barra y pedir, esta vez, algo de comer con otra cerveza, lo mucho que mola Berlín… Volvería una y otra vez sin dudarlo y se lo he recomendado a la gente que conozco que ha viajado a esta ciudad. A veces, lo sencillo es lo mejor.

Biergarten Prater, en Berlín. Foto de visitberlin.de

El burdel reconvertido de Lisboa

Como no sólo de cervecerías se vive y se viaja, ya que, en Lisboa, Noe y yo estuvimos en un antiguo burdel reconvertido en cafetería y bar, la Pensao Amor. Lo vi propuesto en la guía y quisimos ir. Alejado del centro, nos costó hallarlo. Por aquel entonces (marzo de 2018), la calle Rosa que pasa por el lateral todavía no era demasiado conocida y estuvimos dando vueltas hasta que localizamos la puerta (la calle Rosa, en realidad se llama rua Nova do Carvalho, aunque se accede por rua do Alecrim, en Cais do Sodré, antigua zona de burdeles). Cuando entramos, había gente, pero no estaba lleno y pudimos elegir dónde nos sentamos. Nos encontramos con una cafetería que parecía sacada de primeros del siglo XX, con decoración entre barroca y kitsch, los cuadros, las paredes, los sofás… parecía un negocio cerrado durante décadas y un buen día, se limpia el polvo y se reciben clientes. Después de beber algo, nos fuimos a investigar por el resto de las plantas. Un antiguo burdel reconvertido y que conserva ese toque sórdido: camas redondas, cortinas de terciopelo, espejos en el techo…

Interior de Pensao Amor, Lisboa

Poco después de volver, empecé a tener el feed de Instagram repleto de fotos en la calle Rosa lisboeta (o Pink Street ¬¬) y sabía que la Pensao Amor iba a triunfar. Y no me equivoqué. Por las últimas reseñas que he leído, poco tiene que ver con el bar que nosotras conocimos: colas para entrar, lleno de gente, precios por las nubes y mucho postureo. En cualquier caso, si vuelvo a Lisboa, me acercaré, aunque sea a primera hora.

La terraza de un bar de vinos en Tirana

Pasamos de una cafetería a un bar de vinos, de Lisboa a Tirana. La última tarde en la ciudad, ya nos quedaban pocas horas para regresar a Madrid y había que despedir la ciudad como se merecía. Queríamos ir a cenar a un restaurante especializado en pescado aconsejado por Angie por la zona del mercado y, para ir haciendo hambre, nos apetecía tomar algo antes.

Salimos del hotel ya duchados y cambiados y nos fuimos a dar una vuelta buscando los murales de street art por los que Tirana es conocida. Después, una sugerencia en la guía nos había llamado la atención. Cerca del centro como para llegar andando, pero lo suficientemente lejos como para que esté frecuentado por turistas: BUFE. En el bajo de un edificio y con un pequeño patio a la entrada, sin problema nos sentamos en una mesa en el exterior. Iluminación sencilla y tenue y blues de fondo. Los precios de la carta eran altos para ser Albania, no obstante, no tanto como en España, así que un poco malacostumbrados por los días anteriores pedimos una botella de vino italiano y algo de comer para acompañar, mientras que la conversación iba fluyendo al mismo ritmo que el vino. No queríamos comer mucho porque teníamos otro sitio esperándonos y, como en alguna otra ocasión anterior, sirvió de broche perfecto para un viaje fantástico.

¿A que apetece un vino? Tirana

Buscando a Los Planetas en Granada

En Granada es casi imposible equivocarte con los bares. En todas partes se tapea genial, aunque, si algún granadino lee esto, seguro que se echa horrorizado las manos a la cabeza y con razón, supongo que la ciudad ya no es lo que era.

Me ha costado quedarme con un bar, pero no tengo ninguna duda: El bar de Eric. ¿Dónde van a ir dos planeteros en Granada si el Amador ya cerró hace varios años? ¡Pues a El bar de Eric! Era la única parada hostelera obligatoria en nuestra estancia y, cuando llegamos uno de los días, ya de noche y con un frío que pela y vemos que estaba lleno, se nos cayó el alma a los pies. Conseguí hablar con la chica que atendía la sala y le comenté que nos quedábamos en la calle esperando a que se quedara alguna mesa libre. Fue sincera advirtiendo que no sabía cuándo iba a ser y que nos tenía en cuenta. Y así fue. Unos 5 minutos más tarde, salió a buscarnos.

Es verdad que no es un pub, sino que estás sentado y se puede comer, y es lo que hicimos nosotros pero, detrás de la barra, estaba el mejor batería sirviendo cañas sin parar. Nos dio vergüenza acercarnos a saludarle porque, al fin y al cabo, estaba trabajando, por mucho que se deba a sus fans.

El inconfundible papel de las paredes. Granada

La última noche decidimos repetir. El lugar estaba bastante más vacío y nos pudimos sentar sin problema, Eric no estaba ese día. Esa es la parte mala; la buena, que nos dejamos aconsejar y pedimos vermut con lima, que estaba delicioso y pudimos disfrutar de las piezas que tienen expuestas porque, a parte de bar, también es un museo.

Ruin bars en Budapest

Y, para el final de este recorrido, aunque me temo que iré recopilando información para una segunda parte, quiero dejar el que más me ha gustado, el que recuerdo con un cariño inmenso y que no me cansé de ir día tras día estando allí: el Szimpla Kerk de Budapest.

Situado en pleno barrio judío, desde mi punto de vista, esta es la mejor zona para salir a comer/ cenar y tomar algo. Llena de kertek, o ruin bars, son bares situados en locales poco más que ruinosos, o incluso solares o patios abiertos, pero con un encanto y una personalidad propias que es difícil de definir y de encontrar en otros sitios. En algunos se sirve comida, como en Köleves, donde comimos un día, en otros “sólo” bebida.

Köleves, el kertek en el que comimos

La recomendación del Szimpla la llevaba desde Madrid. La persona que me la dio se limitó a decir “no te lo puedo explicar, tienes que ir”, así que movidas por la curiosidad, fuimos.

Se trataba de un edificio en ruinas, con un par de alturas y patio central, con un coche abandonado en el medio, varias barras y música. Me enamoré. Desde el momento en que crucé la puerta de la que colgaban cortinas de plástico como de carnicería, prometí amor eterno a ese bar. Es lo más parecido a entrar en un piso okupa de Londres en los años 70, salvo que se trata de una experiencia mejorada. Y ésta es la mejor definición que se me ha ocurrido. No se puede explicar con palabras, hay que ir a descubrirlo.

El bar nos encantó y, de los días en los que estuvimos en la ciudad, fuimos dos veces más. Recuerdo que Marisol soñaba con que abrieran algo parecido en Madrid, sin embargo, yo me negué: al final todas las ciudades se terminan pareciendo entre sí y los kertek son un rasgo distintivo de Budapest.

Entrando en el mejor bar del mundo

A todo el mundo que conozco que ha ido a Budapest, les he aconsejado el Szimpla con las mismas palabras que me lo recomendaron a mí. Les sigo en redes sociales desde entonces y me temo que ya es una parada obligatoria para todo el turismo de la ciudad, con todo lo malo que puede implicar, pero ¿no somos nosotros también turistas?

¡Salud!

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