¿Os acordáis cuando erais jóvenes y podíais salir por las noches? Y beber. Y trasnochar. Y a la mañana siguiente tenías ganas de más. Y, si además estabas de viaje, también hacías turismo. Durante el día, visitas; por la noche, salir de juerga. ¿Cómo voy a ir a Londres/ París/ Berlín y no conocer su noche? Es que me han recomendado un pub de Budapest que es una pasada. ¡¿Cómo no voy a ir?!
Luego, ya según van pasando los años, el cuerpo se resiente, vamos, que nos hacemos mayores, y hay que elegir y tengo muy claro que no voy a coger un avión para quemar la noche de Colonia, Edimburgo o San Francisco. Aunque eso no quita para que haya ido a bares o pubs en lugares de vacaciones. Qué buenos recuerdos en el Szimpla…
Antes de convertirme en una abuela cebolletas con un blog, iba de vacaciones a aquellas ciudades a las que volaba Easyjet y, como era joven y lozana, una noche de juerga sí que caía. Nunca me ha gustado demasiado la cerveza, por lo que esto era un problema considerable a la hora de pedir. De la misma manera que tampoco me gusta la ginebra, que facilitaría un poco el asunto para los gintonics. Cerveza, la hay en todas partes; cubatas, no. Y, creedme, tener que enseñar a un camarero a ponértelo en un idioma que no es el tuyo, es toda una odisea.

¿Qué os parece si desempolvamos los vasos de tubo y hacemos un recorrido por aquellas experiencias? Mala suerte, es un garito y tendremos que hacerlo de pie, que todavía no estábamos en edad para las coctelerías.
La primera vez que me tuve que enfrentar a ello fue en Ámsterdam, allá por el año 2006. Fue el primer viaje que hice después de terminar la carrera y, como he dicho antes, durante el día hacíamos turismo y, por la noche, salíamos. Todas las noches, buena parte de la noche.
Y fue el primer bofetón de realidad: como los garitos españoles no los encuentras en otros sitios. Los que me conocéis sabéis que no soy chovinista, sin embargo, me temo que es una realidad como un templo: la idea que tenemos aquí de garito o de pub no coincide con la de otros países. Hay discotecas, como las hay aquí, pero no garitos, creo que me entendéis.
Ya hablaré más adelante de este primer viaje, aunque adelanto que la elección del bar fue una odisea. No teníamos referencias de ninguno, por supuesto, no había datos en los teléfonos, por lo que había que elegir a ciegas, el que mejor rollo te diera. El amigo con el que iba era la persona más indecisa del mundo y no se terminaba de decidir. ¿Qué más da si no conoces ninguno? Pues éste mismo. Entramos y él no tuvo ningún problema: pidió una cerveza. Y yo, con mi ingenuidad, pedí vodka con limón. Cuando me quise dar cuenta, estaba a punto de echarme en un vaso lleno de vodka una rodaja de limón. ¡¡Noooo!!

Conseguí pararle a tiempo y le conseguí explicar en inglés lo que quería. Me puso la misma cara que si le pidiese que le echase lacasitos. A saber por qué motivo tenían algo parecido a la Fanta limón y pude hacer el apaño.
El resto de noches recurrimos, principalmente, a un brown café que nos pillaba de paso desde nuestro alojamiento hasta el centro. Los brown cafés son los bares típicos de Ámsterdam, a medio camino entre cafetería y taberna y están decorados de madera oscura. Se trata de lugares tranquilos, estás sentado en una mesa tomando algo. Sinceramente, no recuerdo si insistí con el “quiero vodka con limón”, lo más seguro es que lo cambiase por una copa de vino con la resignación que conlleva el no beber cerveza.
El siguiente chasco me lo llevé en Sofía, en el puente de diciembre de 2008. La primera noche fuimos a un lugar que era una mezcla entre discoteca y pub. Volví a pedir un cubata y la cara del camarero fue un poema. En otros países, al alcohol es bastante caro, ya que la tasa de impuestos que se pagan es muy elevada. Si tenemos también en cuenta que Bulgaria es un país con un nivel de vida bajo, el alcohol les resulta prohibitivo y, dado que allí se bebe a palo seco, nada de mezclarlo con refrescos.
Pero, a lo que voy, pregunta del camarero: ¿cómo te sirvo ron con coca cola? Una vez más, le tengo que explicar en inglés a una persona que apenas sabe inglés que tiene que coger un vaso grande, ponerle hielos, servir un poco de ron (¿seguro que sólo esto? ¿no quieres que te eche más?) y después coca cola (sí, seguro, échasela, no pasa nada).
Nos miraban con la misma cara con la que mirarías a una persona que tiene tres brazos y no sabían lo que cobrarnos. En cualquier caso, éramos herejes: ¡alcohol mezclado!

Al día siguiente, dimos por casualidad con un bar en el que el camarero había trabajado en España, sabía hablar español y sabía lo que era un cubata. El precio que tuvimos que pagar es que nos quería hacer sentir como en casa y nos puso de música Shakira, Enrique Iglesias y cantantes por el estilo. Todo no se puede…
Y, como no hay dos sin tres, repetí una vez más la jugada, esta vez, en Toulouse, en 2009. Toulouse es una ciudad del Sur de Francia, cercana a la frontera con España y en la que viven muchos españoles e hijos y nietos de españoles. ¿Qué puede salir mal? ¡Fiesta!
Aclaración: por muy cerca que Toulouse esté de España, sigue siendo una ciudad francesa; aunque muchos españoles que vivan allí, sigue siendo una ciudad francesa. ¿En qué se traduce esto? Para los que habéis estado en Francia, sabéis de lo que hablo; para los que no habéis estado, me remito al sexto párrafo de este artículo: los garitos españoles sólo se encuentran en España.
Lo que nosotros vimos eran bares en los que la gente pedía botellas de vino, se la ponían en una cubitera y así hasta que se la terminaban. Encontramos un bar en el que había mojitos (¡yuhu!) y, como soy cabezota, hice mi petición triunfal: quiero un cubata. Cuando el camarero me preguntó que qué era eso y se lo expliqué me contestó que ni de coña me lo serviría. Insistí diciendo que le iba a pagar y él insistía con su no. Terminé pasando por el aro y me pedí un mojito y me sirvieron el peor mojito del mundo: parecía que estaba hecho con agua del grifo y pagamos un dineral.

La enseñanza que saqué de todo esto es que no puedo pedir en otros lugares un cubata porque no saben lo que es y, lo más probable, es que no te lo sirvan. No me ha quedado otra que empezar a beber cerveza, pedir a la persona que me acompaña que me recomiende alguna suave. En algunos destinos he podido pedir también vino. Si excluimos el Norte de Europa, donde sale más a cuenta comprar el viñedo que pedir una copa, hay lugares con vinos relativamente buenos y, después de varios días sin beberlo, todos saben riquísimos. Aquí no se queda el asunto: mi amigo Javi ya decía hace unos años que el dinero aburguesa, y tiene toda la razón del mundo: en todas las guías de viaje se recomiendas coctelerías en gran parte de los destinos. Por supuesto, las hay de todas las categorías y no podemos pedir peras al olmo en función de donde estemos, ser realistas siempre pero, ¿por qué no brindamos con un bloody mary?
1 Comment