¿Cuál es la probabilidad de ir dos veces a Sofía? Me refiero a que, si no has nacido en Bulgaria, ni eres descendiente de búlgaros, ni tu pareja es de allí, ni tienes amigos, es decir, nada te vincula con este país que, además, es uno de los menos visitados del continente europeo. Al igual que has podido ir un par de veces a Londres, o a Roma, o a París, se da la circunstancia de que has ido dos veces a Sofía. Como poco, curioso.
Bueno, dicho esto, he estado dos veces en Sofía. Tenía pensado escribir este post desde hace poco más de un año, aquella vez que Bego, Paz y yo quedamos y ésta última nos dijo que estaba considerando la idea de ir con unos amigos a una fiesta tecno que se iba a dar en esta ciudad. Bego y yo dijimos que nos apuntábamos, no a la fiesta, sino a la escapada.

La primera vez que estuve fue en diciembre de 2008, aprovechando los precios bajos de Easyjet desde Madrid, no busquéis la ruta, dejó de existir hace muchos años. Era la primera vez que visitaba una ciudad del antiguo bloque comunista y me hacía mucha ilusión. Encontramos una población apagada, en algunos aspectos parecía que se había quedado anclada en los 80, me imagino que el que fuera invierno y que hiciera bastante frío ayudaban a esta percepción.
Apenas nos cruzábamos con gente por la calle, fuimos los únicos visitando el Museo Arqueológico y no recuerdo que hubiese mucha más gente en la catedral de Alexander Nevsky. Sin embargo, pese a este panorama desalentador, la ciudad me gustó, me quedé con ganas de más y, sobre todo, de volver para visitar la Iglesia Boyana y el Monasterio de Rila.
Tras el recorrido por los Balcanes del año anterior, Inma, Jose y yo habíamos acordado apuntarnos a otra ruta por la zona. Estuvimos pendientes y, finalmente, ese viaje no se publicó, así que buscamos una alternativa. Y surgió Bulgaria. Me preguntaron si me importaba volver y, como tenía clarísimo que no, decimos reservar. Ya teníamos vacaciones de Semana Santa.

¿Qué me iba a encontrar? ¿Sería la misma Sofía que vi la primera vez? Las cosas han cambiado bastante: Bulgaria entró en la UE el 1 de enero de 2007 y, aunque fui en diciembre de 2008, casi dos años después, en lo único que se notaba era en que se podía entrar sólo con el DNI. Quince años más tarde, la llegada de fondos europeos es más que evidente, pese a que, por desgracia, no se nota en todas las ciudades por las que pasamos.
Antes de empezar a patear las calles sofiotas, o sardicenses, para los amantes de los gentilicios, me gustaría hacer un pequeño resumen por los cambios más evidentes que he percibido porque, aunque suene obvio, tengo la sensación de que la primavera ha llegado a Sofía.
Como he comentado, la primera vez era diciembre, y hacía muchísimo frío, mientras que, esta vez, primavera, pero no tal y como la entendemos en España (sin temperaturas de 30˚, sino como eran las primaveras antes), sino con frío, ya que tuvimos que llevar plumas y jerséis gordos. Supongo que la llegada del “buen tiempo” ayuda, así que me he encontrado una ciudad más viva, con gente en la calle, terrazas, bares y restaurantes, mientras que, en 2008, encontrar donde comer no era fácil, añadido, además, que casi nadie hablaba, ni siquiera, un poco de inglés, por lo cual, nos tuvimos que hacer entender con gestos. La ropa de la gente se ve más moderna, antes parecían extras de Good bye Lenin, hay más tiendas en las que no se ve a un dependiente aburrido, tal y como me encontré en la ocasión anterior. El parque automovilístico también se ha modernizado y se ven carteles de fondos de la UE bastante frecuentemente.

La ciudad fue fundada por los romanos, que conquistaron la región de la tribu de los serdi, en el 29 d.C., construyendo Ulpia Serdica. A finales del siglo III, Serdica fue una capital regional de cierta importancia. En la Alta Edad Media, la ciudad estuvo gobernada por búlgaros y bizantinos, siendo tomada por el Imperio Otomano en 1382, lo que supuso una dominación de casi 500 años. Fue liberada en 1878 y se convirtió en capital de Bulgaria en 1879. Gran parte de la urbe quedó destruida en la II Guerra Mundial, por lo que adquirió esos aires soviéticos tras la reconstrucción.
Empezamos nuestro recorrido en lo que la guía denominó perímetro de la tolerancia y es que, en pocos metros, encontramos la catedral católica, la sinagoga judía y la mezquita musulmana, además de varias iglesias ortodoxas. La sinagoga fue consagrada en 1909 y tiene capacidad para 1.170 personas, lo que la convierte en la segunda mayor de Europa. La mezquita de Banya Bashi es de 1576 y es la única en activo en toda la ciudad. En la zona también encontramos el Mercado Central, inaugurado en 1911 y que, por desgracia, esta vez estaba cerrado, aunque no en mi primera visita. Por cierto, situados en el boulevard María Luisa, con el Mercado Central a la derecha y la mezquita a la izquierda, se tiene una vista estupenda del Parque Natural de Vitosha.

Siguiendo por la mezquita nos encontramos las fuentes naturales de las que los vecinos rellenan garrafas y los baños minerales, que se encuentran en un edificio bastante bonito y llamativo. Construidos en 1913, están inspirados en una iglesia bizantina y tienen azulejos Art Nouveau. Por muy bien que suene la idea de un spa, los baños ya no funcionan como tal y el edificio alberga el Museo de la Historia de Sofía.
Por la zona queda el imponente edificio que se construyó en 1954 como sede del Partido Comunista y cuya aguja estaba coronada por una estrella roja, en la actualidad, pertenece al Parlamento y es utilizado por los diputados como oficinas y salas de reuniones. Justo en frente, vemos el monumento a Sofía, de 24 m de altura, donde antes se encontraba la estatua de Lenin.

Encima de la estación de metro de Serdika se encuentra el yacimiento de la ciudad roma de Serdica, descubiertos en 2010, poco después de mi primera visita, durante la construcción del metro, así como la pequeña iglesia de Sveta Petka, del siglo XIV, en los primeros años de dominio otomano, lo que explican lo discreta que es la fachada y que esté por debajo del nivel del suelo.
Cruzando el entramado de avenidas y bulevares por los pasadizos subterráneos, en los que se puede ver más del yacimiento de Serdica, llegamos al Palacio Presidencial, donde tuvimos la oportunidad de ver el cambio de guardia y, pasando al enorme patio interior, la Rotonda de San Jorge, el edificio más antiguo de la ciudad, del siglo IV d.C. Y aquí hay otra diferencia entre mis dos visitas ya que, la primera vez, estaba cerrado y no pudimos entrar. Por suerte, esta vez, sí y pudimos admirar los murales, que datan de entre los siglos X y XIV y, sobre todo, pudimos fijarnos, en los expresivos ojos de uno de los ángeles pintados en la cúpula. En los alrededores de la Rotonda, y que luego fuimos viendo en otros puntos de la ciudad, nos encontramos pulseras blancas y rojas atadas en las ramas de los árboles. Se llaman martenitsa y se empiezan a colgar en marzo para llamar al buen tiempo.

Desde aquí, bajamos al Palacio Real, sede del actual Museo Etnográfico, donde el héroe nacional Vasil Levski fue torturado y ejecutado públicamente en 1873. Tras la liberación del país, el edificio fue renovado y el príncipe Alejandro de Battenberg lo convirtió en residencia oficial de la familia real búlgara, hasta la llegada de los comunistas al gobierno.
Cerca encontramos el Teatro Nacional Ivan Zavov y una de las iglesias más bonitas que hay. Con cúpulas doradas en formas de bulbos, la Iglesia Rusa presume de mosaicos y de ubicación, ya que el parque en el que se encuentra, la convierte en muy fotogénica.

Llegamos a uno de los monumentos más reconocibles de la ciudad: la imponente catedral de Alejandro Nevski. Fue construida entre 1882 y 1912 en memoria de los 200.000 soldados rusos que murieron por la independencia de Bulgaria en la guerra ruso- turca (1877- 1878). Merece mucho la pena entrar ya que nos encontramos un interior imponente, con murales ortodoxos desde el suelo hasta la cúpula, un iconostasio muy bonito y que, por suerte, pudimos ver abierto ya que estaban dando misa, todo esto con un olor a incienso muy embriagador. La catedral de Alexander Nevski fue la primera iglesia ortodoxa que vi y, desde aquel momento, se convirtieron en las que más me gustan, con todos esos frescos y murales que resultan envolventes.

Cerca se puede visitar la iglesia de Sveta Sofia, que dio nombre a la ciudad por ser una de las más antiguas. El interior es muy bonito, mezclando ladrillo y murales y en el subterráneo hay una antigua necrópolis de 56 tumbas y restos de otras cuatro iglesias.
En las inmediaciones, se encuentra el edificio del Santo Sínodo, con una arquitectura que recuerda a la de los baños minerales y un mercadillo al aire libre en el que se pueden encontrar todo tipo de objetos de épocas pasadas.
Todo esto lo vimos en la primera mañana, ya que el centro es pequeño y manejable, se puede ir a todas partes andando. Fuimos a comer y la tarde la tuvimos libre. Inma, Jose y yo la dedicamos a recorrer el interior de iglesias a las que no habíamos entrado en la visita grupal, como la Iglesia Rusa y la de Sveta Nedelya, con sus cúpulas bizantinas, y visitar el Museo Arqueológico, antes de desplazarnos hasta la Iglesia Boyana.
El Museo Arqueológico Nacional de Bulgaria está ubicado en una antigua mezquita de 1496 y tiene una colección de objetos tracios, romanos y medievales. El tesoro es impresionante, así como la máscara mortuoria y la corona de laurel, hechas de oro. El Museo ya lo conocía y les recomendé la visita.
La iglesia Boyana se encuentra en un barrio residencial a las afueras de Sofía. Se trata de una pequeña iglesia construida en el siglo XIII y el interior está recubierto por murales que quitan la respiración y que invitan a pasarse horas y horas admirándolos.

Tan sólo se pueden dedicar 10 minutos y se va entrando en pequeños grupos. Se recomienda encarecidamente reservar las entradas por anticipado, tal y como tuve que hacer, llamando por teléfono y, sinceramente, merece la pena. En mi anterior visita fue imposible visitarla y no por falta de tiempo, sino porque no había manera de reservar las entradas: páginas que redirigen hasta otras páginas hasta que llegas a una que no existe y una dirección de email que devuelve correos. Esa era mi principal espinita clavada en Sofía y tenía clarísimo que, de este viaje, no me volvía sin haber visitado la iglesia. Fuimos y volvimos en taxi, aunque hay autobuses urbanos. Del interior no se pueden hacer fotos, pero os dejo la página web para que flipéis con los murales y, una vez más, insisto para que la incluyáis en vuestra visita.
El penúltimo día, volvimos a Sofía para coger el avión al día siguiente. Esa última mañana, antes de salir hacia el aeropuerto, dimos una vuelta, saliendo de los límites del centro. Paseamos por el Mercado de las Mujeres, el mayor y más antiguo de la ciudad; el Puente de los Leones, la plaza Slaveykov, en la que antes se encontraba un mercadillo al aire libre de libros, que ha sido desplazado por puestos de artesanía y souvernirs y la iglesia de los Siete Santos Letrados.

Todo esto, lo vimos en algo menos de día y medio, Sofía en una ciudad cómoda para ver, incluso, si renunciáis a los interiores, en un día se conoce perfectamente. Y, como siempre se dice que hay que dejar algo pendiente para la próxima, yo he dejado el Museo de Arte Socialista, una especie de cementerio de estatuas y arte de la época comunista. Aunque parezca mentira, no teníamos tiempo suficiente, ya que abre a las 10 de la mañana. En el caso de tener toda la tarde completa, me hubiese acercado sin ninguna duda, así que, para la tercera vez. ¿Habrá tercera vez en Sofía?
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