Crucero por el Nilo: Valle de los Reyes, Templo de Hatshepsut, Luxor y Karnak

En la planificación de las vacaciones de 2022 pedí la semana del puente de diciembre entera. Lo de trabajar día sí día no me parece una tortura y prefería evitarlo.

La idea inicial era irnos Javi y yo a alguno de los muchos lugares que tengo en mente, pero por distintos motivos, no pudo ser. Con toda una semana de vacaciones por delante, no estaba dispuesta a malgastarla quedándome en Madrid. Mi cabeza volvió a funcionar y la luz se hizo en seguida: ¡Egipto!

Como ya conté en su día, era uno de los tres destinos que tenía que visitar antes de morir y, dado que en los últimos dos años la situación en el país había mejorado, ¿por qué no? Sin embargo, lo que parecía tan fácil de pensar, llevarlo a la práctica fue más complicado. Se ha convertido en uno de los destinos más demandados, por lo que los precios se han encarecido. El año estaba siendo muy viajero y esto era una propina, así que me puse un precio máximo. Si no encontraba nada que se ajustase al presupuesto, me iba a Ribadeo. Y lo encontré. Me costó bastante, incluida una visita a una agencia que me terminó haciendo ghosting… vaya tela. Y, cuando menos lo esperaba, apareció: un tour que duraba una semana y por el precio. Además, como novedad, viajaría con una agencia single y haría mi primer crucero.

De crucero por el Nilo

Sin prisa pero sin pausa fueron pasando los días hasta que por fin tuve que ir con mi maleta y mochila hasta el aeropuerto. Tenía los nervios a flor de piel: un destino tan soñado y un montón de gente a la que no conocía. ¿Cómo iría todo?

El vuelo directo hasta Luxor fue sin contratiempos, aproveché para ir leyendo casi todo el trayecto y, aunque iba en ventanilla, no se podía ver mucho porque era de noche. A la llegada, nos conocimos todos los que volábamos desde Barajas y el guía nos montó en el bus de camino a la motonave. Se trata de unos barcos similares a los cruceros, bastante más pequeños, que navegan por el Nilo. Las tres primeras noches dormiríamos en el barco.

Al día siguiente tuvimos que madrugar de lo lindo. Sabía que es un viaje en el que se madruga muchísimo y los horarios me han sorprendido, sin embargo, debo reconocer que el premio que se obtiene es grande. Con los ojos todavía medio cerrados, dejamos el barco para visitar el Valle de los Reyes.

Amanecer en el Valle de los Reyes

Se trata de una necrópolis del antiguo Egipto en la que están enterrados la mayoría de faraones del Imperio Nuevo (aproximadamente, entre 1550 a.C. y 1070 a.C.). Y aquí es cuando empezamos a ver los frutos del madrugón: nuestro autobús estaba de los primeros. Eso significa que teníamos la entrada de los primeros y montamos en el carrito que te acerca de los primeros.

  • Para saber más sobre el Valle de los Reyes, puedes mirar aquí o aquí

Allí, entre las ondeantes laderas de las colinas, se abren distintas bocas de manera discreta: las tumbas. La entrada te da derecho a visitar las tres que tú elijas, excepto tres (Tutankamón, Ramsés VI y Seti I), que tienen un precio aparte.

Aunque yo quería ver adicionalmente esta última, era la única, los demás optaron por ver la de Tutankamón, que estaba de cumple ese año, así que me uní a los demás. Un motivo de peso para volver a Egipto.

La primera que visité, Ramsés IX, me dejó perpleja. No podía creerme que estuviese en un lugar así, pensaba que era una exposición en un museo. Una más de todas las de Egipto que he visitado. Pero no, estaba en Egipto, viéndolo con mis propios ojos. Los jeroglíficos por las paredes, los restos de policromía, el calor en el interior (sorpresa: en el interior de las tumbas hace calor). No pude evitar que los ojos se me llenasen de lágrimas al mismo tiempo que no podía parar de hacer fotos.

En la tumba de Ramsés IX

Según la guía que llevaba, ésta no es la tumba más interesante del valle y, lo más seguro es que tenga razón, pero ha sido la primera que he visto yo y el recuerdo me lo llevo.

Cuando salí, la marabunta ya había llegado y, sin perder más tiempo, me dirigí a visitar las dos siguientes: Merenptah y Ramsés III. Más colores, más jeroglíficos, sarcófagos de piedra, calor (el jersey ya sobraba) y el Libro de los Muertos decorando las paredes. Mejor de lo que nunca había imaginado.

En la tumba de Ramsés III

Dejé para el final la de Tutankamón que, aunque no es la más grande, sí es la más conocida y, por lo tanto, muy demandada. La tumba como tal es muy pequeña y, sinceramente, lo que hace que valga la pena es que los colores de las paredes se mantienen prácticamente intactos y nos podemos hacer a la idea de cómo eran el resto de tumbas. Además, la momia del faraón se encuentra allí… Desde mi punto de vista, si quieres pagar la entrada aparte por ver una de las que no están incluidas, elije otra: la tumba está llena de gente, no lo vas a poder disfrutar en condiciones y es muy pequeña.

Los colores de la tumba de Tuntakamón

Dejamos el Valle de los Reyes para dirigirnos al Valle de las Reinas para visitar el Templo de Hatshepsut. Y ya es cuando decido que los vaqueros me sobran, el calor pica demasiado para ser diciembre y menos mal que he echado unos pantalones finos en la mochila. Por si no fuera poco, aprendimos algo muy importante de nuestro guía Walid: faraona sólo ha habido una, Lola Flores, el resto eran reinas.

El Templo de Hatshepsut se halla en el fondo de acantilados calizos de 300 metros de altura y tiene el aspecto de ser una construcción moderna. Visitamos la capilla de Hathor, diosa egipcia de la maternidad, la alegría y del amor y a la que se la suele representar con orejas de vaca. Después de la explicación, tenemos un rato libre para hacer la visita a nuestro ritmo. La parte mala es que ya han desembarcado todos los turistas que no habían madrugado, por lo que parece la Gran Vía en Navidad. Sin embargo, consigo conectar con la capilla de Anubis, las estatuas colosales de Osiris, en la terraza superior o el santuario de Amón.

Templo de Hatshepsut

Al salir, visitamos los colosos de Memnón: dos estatuas de 18 metros sin cara que representan a Amenofis III. Cada uno de ellos está tallado de una piedra y pesan más de 1.000 toneladas. Custodian la entrada de la tumba de este faraón, pero como nos egiptólogos están trabajando en ella, no se puede visitar. Otro motivo más para volver a Egipto.

Aunque no nos lo parezca porque el día ha empezado pronto, son apenas las 11 de la mañana y todavía tenemos pendiente la visita a Luxor, allá vamos.

Luxor es una ciudad edificada sobre las ruinas de la antigua Tebas, capital del Imperio Nuevo del Antiguo Egipto. Sus 1.3 millones de habitantes conviven en su día a día con templos milenarios patrimonio de la humanidad y una avenida de esfinges. Es el museo al aire libre más grande del mundo y no hay calificativos suficientes para describir lo que allí encontré.

Primero nos dirigimos al templo de Luxor, construido, principalmente, por orden de los faraones Amenofis III y Ramsés II, antes del 1300 a.C. Su función principal se ejercía durante el Opet, cuando las estatuas de Amón, Mut y Jonsu eran transportadas desde Karnak por la avenida de las esfinges.

Lo primero que vemos son las estatuas de Ramsés II y un obelisco de 24 metros. Debería haber dos pero, el que falta fue un “regalo” de Egipto a Francia a cambio de un reloj que sólo da la hora bien dos veces al día. Este segundo obelisco se puede ver en la parisina plaza de la Concordia.

Templo de Luxor

No tengo palabras para describir todo esto. Boquiabierta, sin poder creer aún en el sitio en el que me encuentro. Me siento pequeña, con el peso de una Historia milenaria encima de mí, con todo aquello que estudiábamos en el colegio y en el instituto saltando de los libros a la realidad. Me acuerdo de aquellos libros que tenía que contaba Egipto para niños. Estoy en Egipto. Por fin.

  • Más sobre el Templo de Luxor aquí

Como nada puede ser perfecto, aquí viene la parte mala: está saturado de gente. Y nuestro grupo, de nada más y nada menos que 23 personas, contribuye también a esas saturaciones. Para verlo bien, habría que ir a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde y nosotros hemos dedicado ese momento al Valle de los Reyes, todo no puede ser, o decides pasar varios días.

El templo es impresionante, con patios y columnas en forma de papiros abiertos que quitan el habla. Como curiosidad, al final, encontramos el santuario del culto a Amón, que fue revestido de estuco por los romanos en el siglo III y pintado por escenas de oficiales romanos que se encuentran en muy buen estado.

Tenemos un rato para disfrutar y pasear y, por supuesto, para hacer todas las fotos posibles. A la salida, encontramos los 3 kilómetros de la avenida de las esfinges, que une este templo con el de Karnak, nuestra siguiente visita.

Avenida de las esfinges, entre los templos de Luxor y Karnak

El Templo de Karnak, o de Amón, es un conjunto de santuarios, pilones, esfinges y obeliscos dedicados a la triada tebana y a la inmensa gloria de los faraones y fue el centro de culto más importante en el Imperio Nuevo. Casi todo lo que vemos fue construido por los faraones de las dinastías XVIII- XX, siglos 1570- 1090 a.C.

El templo de Amón-Ra es uno de los centros religiosos más grandes del mundo y la sala hipóstila es un bosque de columnas en forma de papiros abiertos que nos deja la boca de la misma manera. Con una superficie de 500m2, caben juntas la basílica de San Pedro de Roma y la catedral de San Pablo en Londres. Casi nada.

  • Más (y mejores) fotos e información sobre Karnak, aquí

La mayor parte del recinto se encuentra en ruinas, pero es un placer pasear entre ellas, aunque tengo que reconocer que el calor y el cansancio van haciendo mella, lo que hace que no lo disfrute tanto como me hubiese gustado. Sin embargo, siempre queda ese resquicio para impresionarme con las estatuas de los faraones, las esfinges con cabeza de carnero, el lago sagrado y, por supuesto, las columnas.

Toca recogernos y volver al barco a comer y a descansar. La tarde la dedicamos a estar tranquilamente en la cubierta charlando, disfrutando con un té a la menta, con las vistas del desierto tras el vergel que hay en las orillas y, sobre todo, a visualizar en primera fila de un atardecer mágico.

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