Sí, he estado en Argelia

¿A qué nos suena Argelia? A desierto del Sahara, a petróleo, a inseguridad. No parece que esté en el radar viajero de mucha gente y, si a esto añadimos que, hasta hace poco, el Ministerio de Asuntos Exteriores no se mostraba demasiado entusiasta de que vayamos hasta allí, es la tormenta perfecta para que un país que queda tan cerca nos resulte lejano.

Dicho todo esto, añado: he estado en Argelia. Sí, este inmenso país del norte de África que no estaba preocupado en fomentar el turismo (pese a las maravillas naturales y ruinas romanas que tiene) porque tiene petróleo para dar y tomar. Y, como yo, conozco a más gente que ha estado.

¿Por qué he estado en Argelia?

¿Cómo es esto posible? Trabajo en una compañía energética, surgió la oportunidad en 2018 y fui unos días.

Esta oportunidad no llegó de la nada ni se ofrece a todos los trabajadores, sino a los vinculados con el área de producción energética. Durante bastantes años, muchos compañeros míos trabajaban en Argelia y, cuando entré a trabajar en la empresa, aluciné con esta circunstancia. ¿Argelia? ¿Pero allí no hay yihadismo? ¡Qué miedo! Poco a poco, se convirtió en nuestro día a día. Y, de la misma manera que hay gente trabajando y viviendo allí, otros compañeros viajaban con relativa frecuencia.

La inmensidad del Sahara bajo mis pies

Por desgracia, se trataba de desplazamientos por trabajo: nada de visitar el desierto, las ruinas de Timimoun o Argel. Se iba a trabajar, los días estrictamente necesarios, rodeados de fuertes medidas de seguridad y de vuelta a casa.

Los primeros años, se viajaba con algo más de “alegría”: enviaban a los empleados casi todos los meses, aunque hicieran un trabajo que no estuviese relacionado con las tareas y actividades de las bases, con un doble motivo: enseñar la base, cómo se trabajaba y vivía, poder conocer la actividad principal de la empresa y, además, mostrar las bondades de todo aquello para hipotéticos y futuros trabajadores en Argelia.

En 2013, hubo un atentado yihadista que acabó con la vida de varios empleados de otra empresa y las medidas de seguridad de multiplicaron desde ese momento. A efectos prácticos, se acabaron las “visitas turísticas”. Ya sólo se iba por motivos laborales y si era necesario. Vamos, que mi posible excursión a este país quedaba pospuesta hasta el infinito.

Como soy viajera cotilla desde hace mucho, no pude evitar buscar qué me estaba perdiendo.

Qué se puede visitar en Argelia

Lo más evidente es la capital, Argel, y la ciudad de Orán, conocida por ser el puerto al que llegan o del que parten los ferries. Ciudades coloniales que, en el caso de Argel, luce también como una de las medinas más interesantes del norte de África. Con lo que a mí me gusta ese tipo de urbanismo tan caótico…  Palacios, mezquitas y madrasas, además de un corte francés evidente, después de una colonización de más de 100 años. También podemos admirar uno de los museos arqueológicos más importantes del continente: el Museo Nacional de El Bardo.

La casbah de Argel. Foto de Azzedine Rouichi en Unsplash

No muy lejos de Argel se hallan algunas de las ruinas romanas mejor conservadas en esa orilla del Mediterráneo. Descubrimos la magia de Timimoun, una población de arquitectura de estilo sudanés, construida con arcilla roja. En pleno desierto, y especialmente dedicado a todos los que nos vuelven locos estos paisajes, el Parque Nacional Tassili N’Ajjer nos da la bienvenida con obras de arte rupestre, que incluyen representaciones de cocodrilos y antílopes, varias de ellas datadas en el año 6.000 a.C. Y, sobre todo, dunas, arena, atardeceres infinitos como solo se ven en el desierto.

Parque Nacional Tassili N’Ajjer. Foto de Azzedine Rouichi en Unsplash

¿Y qué vi yo de todo esto? Absolutamente nada.

Mi viaje a Argelia

Retomando el relato laboral, como he comentado, durante muchos años las visitas a las bases estuvieron restringidas. Hasta que un día, una persona que había trabajado en una y que estaba de vuelta en las oficinas de Madrid, decidió retomar la actividad.

Por aquel entonces, la seguridad seguía siendo un problema, pero los jefes se mostraron más abiertos de que fuésemos. Nos organizaron por parejas, empezando por los más antiguos que no habíamos ido, así que fui una de las primeras empleadas que tuvo la fortuna de viajar.

El planning no tenía nada de turístico, aunque tampoco laboral, y pude disfrutar de experiencias que no están al alcance de muchas personas, da igual lo que puedas pagar: hay sitios a los que sólo entras si es para trabajar o con invitación de trabajo.

Motivo para volver a Argelia: las ruinas de Lambaesis, en la ciudad argelia de Batna. Foto de Jamil Kabar en Unsplash

Tuvimos que llegar a la T4 de Barajas a primerísima hora de la mañana, tanto, que parecía última hora de la noche. No volábamos con una compañía aérea al uso, sino con una de vuelos chárter que sólo prestan servicio a compañías, es decir, yo como persona individual nunca me voy a poder comprar un billete en uno de sus aviones.

Allí esperamos en el área VIP que tienen en el aeropuerto hasta la hora del embarque. Se trataba de un vuelo directo hasta la ciudad de Hassi Messaoud, en el centro de Argelia.

Este aeropuerto tiene una zona de la que salen avionetas o aviones de doble hélices para los trabajadores de las distintas bases. Están divididos por estos destinos y la lista de los pasajeros que van en cada uno de ellos está cerrada y autorizada con varios días de antelación. Hay una normativa muy estricta sobre el peso máximo y el equipaje que se puede llevar y, antes de embarcar, todos se tienen que pesar para que la nave vaya con el peso adecuado.

Sobrevolando el Sahara en avioneta

Cuando nos sentamos, nos dieron a cada uno unos cascos para evitar el ruido de los motores, que resulta ensordecedor y, una vez que despegamos y nos alejamos de Hassi Messaoud, la magia apareció. Como no volábamos tan alto como un avión, el desierto del Sahara estaba justo debajo de nuestros pies. Se veía la arena amarillenta, las ondulaciones provocadas por el viento, matorrales y, sobre todo, la nada absoluta. Kilómetros y kilómetros de vacío que pueden suponer la muerte en el caso de perderte o salirte de una de las carreteas.

Las dunas del Sahara desde la avioneta

No puedo negar que ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en la vida.

La estancia en una base argelina

La recepción en la base fue muy calurosa. Lo primero fue explicarnos las medidas de seguridad y darnos cuenta de que estábamos en una especie de cárcel de oro, es decir, dentro de la base eres libre de moverte, pero tienes la sensación de estar en una prisión: la base está totalmente cercada, con miliares armados en la puerta y con torres de vigilancia. Además, está prohibido salir solo, se hace siempre en grupo y en caravana, donde prima una regla: si uno para, paran todos.

Esto no es ninguna tontería, y me pongo muy seria con este tema, porque el desierto mata. Cuidado.

El miedo de los atentados de cinco años antes era más que palpable. La gente que vive y trabaja allí tiene todas más comodidades de las que nos podemos imaginar, especialmente si tenemos en cuenta dónde nos encontramos. Por motivos de confidencialidad, no se pueden dar más detalles, ni localizarlo en un mapa y, menos aún, publicar fotos de las bases.

Amanecer en el Sahara argelino

En un par de días, nos enseñaron los recintos, cómo funciona aquello, nos explicaron cómo es su día a día y la sensación de comunidad que se crea, aunque lo que más me marcó fue poder entrar a un lugar vetado al ciudadano de a pie.

Dos días más tarde, volvíamos a casa, por lo que teníamos que volver a montar en avioneta, sobrevolar el Sahara hasta Hassi Messaoud y aterrizar en Barajas. Volví reventada de cansancio porque los madrugones son mortales y los días eternos, pero con una sonrisa de oreja a oreja.

Viajar a Argelia en la actualidad

Durante muchos años, Argelia ha sido un destino peligroso. A ninguno de los países que tiene territorio en el Sahara le gusta que haya gente por allí dando vueltas: el lugar es ingobernable, el yihadismo está presente y es prácticamente ilocalizable. El Ministerio de Asuntos Exteriores recomendaba de forma expresa no viajar. No había publicaciones ni guías de viaje de este país y era muy difícil encontrar información actualizada.

Hace un par de años, vi la serie de Argel Confidencial, sobre la corrupción y, tras cada episodio, no me parecía que pudiera encajar en mi categoría de Películas y series que me inspiran para viajar.

¿Y perderme esta belleza? Tassili du Hogar, en la privincia argelina de In Guezzam. Foto de Azzedine Rouichi en Unsplash

Sin embargo, poco a poco, las cosas comenzaron a cambiar. Una publicación en una revista por un lado, una sugerencia de vacaciones para Semana Santa por otro y la maquinaria comienza a trabajar.

Este post lo tenía planificado desde hace mucho tiempo, no tenía muy claro el enfoque que le quería dar, al margen de contar cómo fue mi “escapada” y dar los detalles que se pueden dar sin aburrir más de la cuenta. No obstante, cuando me he sentado a escribir, me venían a la mente distintas ideas, una de ellas era hablar de lo que nos podemos encontrar, desde un punto de vista turístico.

Al buscar, he encontrado más información de la que me esperaba, además de estar actualizada, así como, al revisar la página del Ministerio de Asuntos Exteriores he comprobado con sorpresa que la recomendación de no desplazarse a ninguna zona del país ha desaparecido. De hecho, después de ver Argel Confidencial, hice la prueba de buscar en Google viajes a este país y aparecían tres agencias contadas; he vuelto a hacer esa búsqueda y los resultados son totalmente distintos.

Lo peor de todo es que me ha generado ganas de ir o, mejor dicho, de volver, aunque esta vez, a disfrutar de la visita.

Así que puedo decir, “sí, he estado en Argelia” y espero poder añadir “dos veces”.

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