Desierto de Gobi: cañón Yoliin Am, Tsagaan Suvarga y Baga Gazriin Chuluu

Después de un día plagado de fuertes emociones y de habernos quedado casi sin presenciar uno de los atardeceres más mágicos inimaginables, toca volver a la realidad. Cena, ducha y sueño reparadores antes de continuar el camino. Pero nos espera una última actividad antes de proseguir: montar en camello.

Paseo en camello

Los camellos bactrianos son animales domesticados que han servido como medio de transporte y de carga desde la antigüedad, de hecho, son conocidos como barcos del desierto. En el programa venía incluido el paseo y, tengo que confesar que me hacía ilusión. Sin embargo, antes de decidirme a hacer nada, me informé sobre ello.

Camellos bactrianos con las jorobas bien puestas

Tienen fuerza suficiente como para cargar unos 250 kg, pueden estar una semana sin beber y un mes sin comer y, pese a que el olor a rosas no es su fuerte, son muy dóciles y, en la actualidad, se les sigue empleando para llevar peso. Todos los camellos que nos encontramos por el camino están domesticados, aunque es fácil pensar que pastan libremente, pertenecen a un pastor que los deja a su aire durante las horas de luz. El que siga siendo utilizado como medio de transporte fue un punto determinante para decidirme montar, añadido al estado de las jorobas: si están altas significa que el camello tiene buena salud.

Una vez comprobado, ya sólo quedaba subir, ¿o no? Desde que dejamos el campamento hasta que llegamos a los gers de la familia propietaria, fui dándole vueltas al asunto. ¿Cómo de ético es? Me venían al recuerdo las anteriores ocasiones en las que he montado en un animal y lo culpable que me he sentido luego. Seguí dándole vueltas, pese a que había comprobado las jorobas y en la guía se recomendaba dar un paseo. Uffff ¿qué hago? Hubo gente que no montó, más que nada, porque ya lo habían hecho en alguna otra ocasión, y estuve muy tentada a unirme a ellos. Al final, decidí subir. No sé si me arrepentiré con el paso del tiempo, quizás tenga que escribir en un futuro otro artículo sobre arrepentimientos viajeros en el que incluya a los camellos. ¿Quién sabe? En cualquier caso, el paseo duró una hora y, sinceramente, fue muy incómodo. No hay silla como tal, sino una especie de manta algo más acolchada y se te va clavando todo. Duele bastante y es incómodo. Creo que el karma me estaba castigando. La verdad es que no veía el momento de parar y bajar. Y, cuando llegó, me faltó poco para saltar, aunque lo peor llegó esa al día siguiente en forma de agujetas…

Los camellos que utilizamos en nuestro paseo

Cañón de Yoliin Am

Cuando terminamos, volvimos a las furgos, ya que el viaje continuaba. Eso era lo más al sur que íbamos a estar, así que la vuelta hacia Ulán Bator comenzaba. Paramos a comer en una pequeña población, Bayandalai. Parecía que el fresco que habían traído las tormentas de jornadas anteriores se había esfumado y el sol apretaba bastante. Tras dar una vuelta y comer, continuamos hacia Yoliin Am.

Yoliin Am, La Boca del Buitre, es un cañón dentro del Parque Nacional Gobi Gurvan Saikhan, en la parte final (final desde el Este, claro) de la cordillera Altái. Antes de empezar la caminata, paramos en el pequeño Museo Natural de Yoliin Am, en el que se exponen fósiles, cristales y fauna local disecada. Continuamos por un estrecho camino de tierra hasta que llegamos al parking. Las furgos se quedan aquí, nosotros seguimos a pie.

Entrada al cañón de Yoliin Am, Mongolia

Ubicado a unos 2.500 m de altura, se trata de un desfiladero profundo y estrecho, de unos 8km de longitud, hay que tener cuidado en las partes más alejadas de la entrada ya que el paso es complicado y, lo más sorprendente, ¡hay hielo! ¿Quién me iba a decir a mí que iba a encontrar hielo en el desierto de Gobi? Ver para creer.

Las paredes son tan altas que proporcionan la sombra suficiente como para que se conserve, unido, además, a que el turismo masivo no ha llegado a la zona (¡menos mal!), descubrimos un bloque muy macizo de hielo.

Pues sí, hielo en el desierto de Gobi

Durante el camino, nos va acompañando un pequeño riachuelo que hay que ir esquivando en función de por dónde pasamos. Hay tramos más complicados, en los que, para pasar, hay que trepar por la roca, así que decido que mi paseo termina en el bloque de hielo. Continuar es francamente complicado y, en el estado en el que llevaba la rodilla, prefería no arriesgarme a tener una caída o un mal paso. Me fastidia porque me gusta llegar hasta el final de todos los caminos y verlo con mis propios ojos, pero la cordura se impuso en este momento. Creo que me estoy haciendo mayor.

La vuelta fue bastante más sencilla, se notaba que el camino ya lo conocíamos y, durante todo el trayecto nos fueron acompañando pequeños roedores y vimos una manada de yaks bebiendo agua y, si tienes suerte, se pueden ver íbices.

Concluida esta pequeña ruta senderista, llegamos a nuestro campamento que era un auténtico horno, el calor de la zona se resistía a dejarnos.

Petroglifos en el Monte Del

Por la mañana siguiente, fuimos a ver petroglifos, los del Monte Del (Del Uul), que significa crin de caballo. Estaban a varias horas de distancia, por caminos que, una vez más, nos hacían botar dentro de la furgo, no veía el momento de llegar. La zona me pareció bastante más árida que lo ya habíamos visitado, el sol caía inclemente y sólo saber que nos esperaban unos petroglifos de finales de la Edad de Bronce conseguía que quisiera bajar del vehículo.

Petroglifos de Del Uul, Mongolia

Un petroglifo, o grabado rupestre, es un dibujo grabado en la roca, que se realiza desgastando la capa superficial. La mayoría de los conservados alrededor del mundo son del Neolítico y se consideran un antecedente de la escritura. Los más conocidos en Mongolia son los de Khavtsgait y, pese a que, según el mapa, parecía que estábamos cerca, no fueron éstos los que visitamos.

El conjunto de petroglifos está en alto, en una zona de pizarra que adquiere unos colores negros, diferentes al paisaje al que estábamos acostumbrados hasta ese momento. Está bastante mal señalizado, tan sólo un cartel metálico y pequeño indicando dónde se hallan y, por si fuera poco, nada protegido, por lo que es frecuente pisarlo sin darse cuenta. Aunque vayas mirando el suelo, el sol lo teníamos en lo más alto, por lo que cualquier descuido podía hacer que pusiéramos un pie encima.

El conjunto es muy bonito, se distinguen camellos, cabras montesas con cuernos enormes y redondos y hombres cazadores. Sinceramente, aún no he decidido si el camino de ida y de vuelta, con todas las incomodidades que supuso y el calor desquiciante que nos acompañaba hacen que el desvío merezca la pena.

Tsaagan Suvarga

Regresamos al campamento a comer e intentar descansar. No había nada previsto en esa tarde de calor insoportable, pero al atardecer nos esperaba una maravilla de la naturaleza: Tsagaan Suvarga. Si nunca habéis oído hablar de este sitio, no os preocupéis, poca gente lo ha hecho, sin embargo, es de una belleza espectacular. Imaginaros un promontorio de roca caliza blanca de unos 30 m de altura, con vetas de colores rojizos y púrpuras que la atraviesan de manera caprichosa, mientras que el agua ha creado surcos que la recorren de arriba abajo y, cuando acaba, la inmensidad y planicie del desierto otra vez. En las rocas se han encontrado símbolos tallados que se han datado como pertenecientes a la Edad de Bronce. Pues eso es Tsagaan Suvarga, o Estupa Blanca. 

Maravillas de la naturaleza: Tsagaan Suvarga, Mongolia

Nosotros entramos por la parte de arriba y las vistas son de impresión. No hay ningún tipo de medida de seguridad, así que hay que tener cuidado con asomarse demasiado o con los pasos hacia atrás mientras que nos colocamos para una foto.

Casi todo el mundo que estaba por allí disfrutaban también de la parte alta, aunque había unos cuantos que estaban abajo. ¿Cómo? La respuesta más obvia es ir con el coche, pero Soyloo no nos quería dar esta opción y nos tocó bajar con mucho cuidado. La verdad, de haber estado yo sola, no tengo claro si me hubiese atrevido. Así que, apoyando pies y manos para evitar perder el equilibrio, conseguimos llegar. Tengo que admitir que el paisaje lo merece. Los caprichos de la naturaleza no se pueden expresar con palabras. El mejor momento del día para alucinar con los colores de este lugar es el amanecer porque el sol de frente y se aprecia mucho mejor, de hecho, varias de las personas que estaban por la zona, tenían tiendas de campaña para pasar la noche, nosotros lo vimos al atardecer, con el sol en la espalda. Mientras que escribo esto, creo que hubiese sido mejor idea invertir el orden de las actividades que teníamos programadas y hacer primero Tsagaan Suvarga y, a última hora de la tarde, cuando el sol ya no pega tanto, los petroglifos de Del Uul.

Los colores de la tierra en Tsagaan Suvarga, Mongolia

Esa misma noche nos acompañó una tormenta eléctrica espectacular: rayos y relámpagos iluminaban la inmensidad de Gobi para desaparecer pocas décimas de segundo después, dejando los violetas y naranjas en el cielo. Anocheceres de los que permanecen en la memoria. Por cierto, aunque la RAE no la recoge, la astrafilia es la fascinación por los rayos, truenos y relámpagos. Con tormentas como las de Mongolia, ¡cómo para no desarrollar astrafilia!

Baga Gazriin Chuluu

A la mañana siguiente, nos teníamos que poner en camino de nuevo, estábamos a una sola noche de entrar de nuevo en Ulan Bator, no obstante, teníamos esperándonos un último capricho de la naturaleza: Baga Gazriin Chuluu. Las rocas en un lugar pequeño son unas formaciones de granito que se elevan de la nada, con unos 15 km de largo y unos 10 de ancho y 1.751 m en su máxima altura. Donde debería haber arena, tierra y polvo, había hierba de un verde que contrastaba llamativamente con el marrón de las rocas. El paisaje es de los que invitan a sentarse y admirarlo durante un buen rato. La pena es que estaba lloviendo y hacía bastante frío. ¿Cómo es posible si estábamos aún en el Gobi? Me temo que no tengo explicación, pero siguiendo en dirección a Ulan Bator, Baga Gazriin Chuluu se considera la salida, o la puerta, según se mire, del verdadero Gobi.

Las rocas de Baga Gazriin Chuluu, Mongolia

En el recinto se conservan los restos de un antiguo monasterio del siglo XVII y teníamos planeada una caminata por la zona, sin embargo, la lluvia estaba convirtiendo el suelo rocoso en una auténtica pista resbaladiza, por lo que no hubo discusión cuando se habló de no hacerlo. Lo que sí vimos fue la entrada a una antigua mina, las distintas formas de las rocas y un pequeño pozo secreto que se rellena de agua de lluvia y que, si te das por los ojos, cura los problemas de vista.

La verdad es que esta última visita se me quedó demasiado corta, puede ser también porque por la mañana habíamos visto el Naadam de Mandalgov y eso había retrasado todos los planes, sobre todo, si tenemos en cuenta que esperamos unas dos horas a que comenzase la competición de lucha, añadido a la tormenta que caía. Sé que no llegaba en el mejor momento físico porque tenía una rodilla dolorida y que, lo mejor para esto es no forzarla en exceso, pero ¿cuándo voy a volver a Mongolia y a Baga Gazriin Chuluu?

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En la cuenta de Facebook de Descalzos por el mundo puedes ver un álbum de fotos dedicado al Naadam y otro con los mejores momentos del viaje por Mongolia.

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