El Transmongoliano

El Transmongoliano es una rama de la vía férrea más larga del mundo: el Transiberiano. Si el camino original conecta Moscú con Vladivostok, en el océano Pacífico, se construyó un ramal para conectar Rusia con Mongolia y otro para extenderlo hasta Pekín.

La vía que conecta la ciudad rusa de Ulan Ule con Ulán Bator es el Transmongoliano, es decir, el Transmongoliano no es un tren, sino una vía férrea. La construcción se inició en 1947, llegando a la capital en 1950 y a la frontera con China en 1955.

Transmongoliano Ulán Bator- Erdenet

Para los viajeros a los que nos gusta la aventura, realizar el Transiberiano es un sueño hecho realidad y, aunque Geni y yo hemos acordado hacerlo cuando se pueda, la situación actual dista mucho de ser una opción a corto plazo, así que, cuando en el programa del viaje a Mongolia vi que se incluía el trayecto Ulán Bator- Erdenet, fue un punto más a su favor para decidirme hacer el viaje: una pequeñísima preparación para el gran recorrido en tren que tenemos en mente.

En nuestro caso, al ir 17 personas (16 turistas más una guía), nos habían reservado un vagón entero para nosotros. En compartimentos de segunda clase (para 4 personas con literas y una pequeña mesa abatible) nos acomodamos por parejas, así que, teniendo en cuenta que no pasaría nadie más y que había una azafata en el vagón, teníamos sensación de tranquilidad, de poder salir del compartimento tranquilamente, sin tener que cerrarlo, dejando nuestro equipaje y documentación. A las azafatas no les gusta demasiado que la gente esté cambiando de vagón, lógico por otro lado, así que suelen estar bastante pendientes de la gente que sube o baja. En el vagón teníamos todo lo que íbamos a necesitar en las próximas horas: baño y un calentador enorme de agua.

Vagón de segunda clase

Datos sobre el Transmongoliano

Antes de continuar con mi peripecia, creo que pueden ser interesantes unos datos prácticos si estáis pensando en hacer este viaje.

Hay distintos tipos de tren que realizan la ruta, desde los de auténtico lujo, hasta los regulares, que coge el turista común y los propios locales. Este último está compuesto por tres clases de vagones: los de primera, que son dobles; los de segunda, en los que he viajé yo; y, los de tercera, en los que no hay compartimentos. Por lo que he leído, los compartimentos de primera tienen unas camas ligeramente más cómodas que los de segunda, aunque no es para tirar cohetes, por lo que la diferencia de precio no quedaría justificada. En cualquier caso, si lo que quieres es tener el compartimento privado y no viajáis tres o cuatro personas juntas, siempre se pueden comprar los cuatro billetes. Todo es cuestión de echar cuentas y valorar qué compensa más.

Para el equipaje, debajo de las literas inferiores hay espacio y, para la superiores, hay unos maleteros encima de la puerta de entrada. Si, como en mi caso, vas en un compartimento de segunda y las literas superiores no están ocupadas, puedes bajar la cama (es abatible) y dejar ahí tus cosas, eso sí, cuidado con la cabeza…

En el nuestro no había cafetería, por lo que hay que llevar provisiones. Como el grupo llevábamos pensión completa pagada desde España, la cena y el desayuno tipo picnic lo teníamos incluido, sin embargo, en las estaciones en las que se para, es común encontrar pequeños supermercados que venden comida adaptada a preparar en el tren, es decir, principalmente, un montón de clases distintas de fideos y wok a los que sólo hay que añadir agua hirviendo. ¿Y de dónde saco yo agua hirviendo? Para eso sirven los calentadores de agua de los que hablaba.

Distintos tipos de fideos para hacer en el tren

Tampoco es mala idea llevar papel higiénico, un frontal, ropa cómoda y, si eres un poco escrupuloso y/o friolero, tu propio saco de dormir, además de libros, baraja de cartas o juegos magnéticos. ¿Por qué digo lo del saco? Aunque te facilitan sábanas limpias metidas dentro de una bolsa de plástico, además de una colcha para que te puedas tapar, puede haber gente a la que dé más apuro y prefiera llevar su propio saco. En ningún momento dudé de la limpieza de las sábanas y, como dos colchas se iban a quedar sin usar, una de ellas la dejé a mano por si por la noche me quedaba fría y quería taparme con las dos. Yo, que soy bastante friolera, con la sábana y una colcha estuve a gusto.

Por cierto, los baños no tienen duchas, y casi que mejor, sólo inodoro y un pequeño lavabo. Cuando entramos nosotros estaban relativamente limpios, sin embargo, con el paso de las horas y de las personas, lo dejaron de estar. El grifo del lavabo tiene truco, que no voy a desvelar, así lo descubrís vosotros y, cuando intentas tirar de la cadena en el inodoro, lo que realmente ocurre es que se abre una trampilla y cae sobre las vías. Cuando está parado, los baños quedan cerrados y no se pueden utilizar.

Preparándonos para el Transmongoliano

Y, tras estas recomendaciones prácticas, pasamos al viaje en sí. Llegamos a la estación de Ulán Bator con bastante tiempo antes de que saliera el tren, a las 18:30. Aunque no había mucho más que ver con el poco tiempo que teníamos, dejamos todo el equipaje al cuidado del otro guía que nos acompañaba como apoyo y salimos a recorrer la larguísima calle Narnii, en la que se encuentra la estación, hasta que llegamos a un pequeño museo al aire libre en el que se exponen distintas locomotoras de épocas anteriores.

Locomotoras de épocas pasadas en Ulán Bator

Por el camino, pude comprobar que se trata de una ciudad desangelada, con casas destartaladas y hoteles en los que la estancia no parece muy agradable, además de muchos karaokes. Después de ver las locomotoras, dimos la vuelta y llegamos, de nuevo, a la estación. La verdad es que no había mucho más para ver, por no decir lo recomendable que es estar con tiempo y esperar allí ya que hay un horario que cumplir y no espera a nadie.

La estación es pequeña, da una sensación de lujo soviético con lámparas de araña, además tiene el pequeño supermercado del que ya he hablado. Como el tren ya estaba en el andén, y después de las fotos y de que Soyloo comprobara que era el correcto y nuestro vagón, subimos y tomamos posesión del lugar.

Estación de trenes de Ulán Bator

Viaje por el Transmongoliano

No sólo se trataba de un viaje hasta la población de Erdenet, sino que también se convirtió en un viaje en el tiempo. Parecía que se había cogido un tren de la época soviética y, tal cual estaba, se ha puesto en el año 2023. La cartelería, la decoración de los compartimentos, los baños, el hervidor de agua… y los enchufes. Y es que casi ninguno funcionaba. La verdad es que tuvimos una azafata muy servicial que se preocupó de que todos nuestros aparatos digitales estuvieran cargados a primera hora de la mañana y nos los iba devolviendo, asegurándose de que cada uno teníamos los nuestros.

Empiezan a pasar las horas y poco hay que hacer: mirar por la ventana y disfrutar del paisaje que, en Mongolia, en un poco repetitivo, estar en tu compartimento leyendo/ comiendo/ charlando con el acompañante/ durmiendo… y poco más. En los trenes no hay wifi, así que, a no ser que hayas comprado una tarjeta de datos, olvídate de redes sociales, periódicos o whasapp (que, por otro lado, es una maravilla). Lo de la baraja o los juegos de mesa, lo pensé en su momento, no obstante, como sólo iba a estar unas pocas horas, lo descarté, así no tenía que estar cargando con algo que iba a utilizar poco, pero apuntadlo si vais a hacer más kilómetros. Por otro lado, y por motivos que no vienen al caso y no tienen nada que ver con el viaje o el recorrido, no quería estar mucho tiempo en mi compartimento, así que, durante un rato, estuve charlando con Isabel mientras que nos asomábamos a la ventana y con Ángel y Belén en su “habitación”.

… y mirar por la ventana

Y así fueron pasando los minutos y las horas, hasta que Soyloo nos repartió la cena y, después del desfile por el pasillo hasta el baño de mujeres para lavarnos los dientes, llegó el segundo desfile para intentar cargar teléfonos y cámaras y entregárselos a la azafata, que se terminó haciendo cargo de la tarea. Cuando no quedaba más que hacer y se acercaba la hora de acostarse, el jet lag volvió a hacer de las suyas y estaba con los ojos como un búho.

Estaba en la cama, con el pijama puesto y leyendo y, por más que pasaba las páginas, el sueño no llegaba, hasta que no quedó otra que apagar la luz e intentar dormir. El traqueteo del tren, las paradas, cruzarse con otro, aunque llevaba tapones, era realmente difícil. Entre unas cosas y otras, dormí poco esa noche, así que me temo que es una mala noticia para los aventureros con problemas de sueño: no es el mejor lugar para descansar.

… y seguir mirando por la ventana

Sé que dormí, no de la manera reparadora que necesitaba, pero no pasé la noche en vela. Y, como yo, la gran parte del grupo. Ese es uno de los motivos por los que nos levantamos bastante antes de que sonaran los despertadores. De esa manera, también agilizábamos los desayunos y los paseos hacia el baño.

Llegada a Erdenet

Cuando nos quisimos dar cuenta, ya habíamos llegado a Erdenet. Recogimos nuestro equipaje, revisamos que nos dejábamos nada y desembarcamos.

Erdenet es la segunda ciudad de Mongolia, aunque, sorprendentemente, fue fundada en 1974 tras el descubrimiento de enormes yacimientos de cobre. Es una ciudad eminentemente industrial y, además de las minas, hay varias fábricas. Con estos datos, no podría decir si puede ser interesante dar un paseo por sus calles o no, pero, sinceramente, no parece que invite a ello. Los edificios cercanos a la estación son de corte soviético y la estación es bastante nueva y con baños muy limpios.

Una vez que nos juntamos todos en el parking, allí nos estaban esperando Inge, Pashraa y Tuul, con las furgonetas UAZ para comenzar la aventura.

La estación de Erdenet: edificios soviéticos y la furgoneta UAZ que nos esperaba para comenzar la aventura

(Nota: no sé cómo se escriben los nombres de los conductores, excepto el de Tuul, y, pese a que lo he buscado, no he encontrado nada que se pueda asemejar, así que los escribo de la manera fonética en la que yo lo escuchaba. Si algún día descubro cómo se escribe, lo cambiaré).   

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En la cuenta de Facebook de Descalzos por el mundo puedes ver un álbum de fotos dedicado al Naadam y otro con los mejores momentos del viaje por Mongolia.

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