Repetir destinos o no

Según Joaquín Sabina, no hay que volver allá donde has sido feliz. Desde luego, no se puede negar la sabiduría que esconde una frase tan corta: si has sido feliz en un determinado lugar, volver puede que no esté a la altura de las circunstancias y, aunque lo esté, los recuerdos pesan mucho, a veces demasiado, y las comparaciones son odiosas.

Una clasificación bastante simple de personas que se puede hacer en el mundo viajero es aquella por la que hay gente a la que le gusta, o no les importa, repetir un destino y a los que no.

¿Por qué repetir? ¿Por qué no hacerlo?

Cuando los días de vacaciones, el dinero o el tiempo son limitados, me parece lógico pensar que, si ya has estado en un sitio, para qué vas a volver. Y a mí me pasa. He estado en Vietnam, en Mongolia o Sri Lanka, países lejanos y caros, así que, ¿por qué volver a Vietnam si Tailandia no lo conozco? Pero también he estado en París o Ámsterdam, que están más cerca y son más asequibles, pese a que en los últimos meses todo esté por las nubes, y, por mucho que me gusten, prefiero ir a Frankfurt o Bruselas, por ejemplo, donde no he estado.

¿Volveré a ver las ruinas de Polonnarwa en Sri Lanka?

Hasta aquí, me parece una forma razonable de pensar, sin embargo, ¿qué ocurre cuando te gusta mucho una ciudad? Una pareja amiga de mi hermana estaba enamorada de Berlín y todos los años iba. Había veces que tan sólo era un fin de semana, otras, podían dedicar más días. Conocían Berlín como la palma de su mano, no necesitaban mapas para moverse, los principales puntos turísticos los habían visitado hace tiempo, no obstante, volvían. Les gustaba sentirlo y, sinceramente, me parece tan lógico y respetable como el que se conforma con ir una sola vez.

Si a esta pareja les recitas las palabras del trovador de Úbeda es muy probable que pongan los ojos en blanco.

Todos los años ve a un lugar en el que nunca hayas estado. Sabias palabras del Dalai Lama que intento aplicar todos los años. Y es que, la novedad, el descubrimiento, el aprendizaje me genera más nervios de los buenos que el repetir allá donde ya haya estado.

¿A quién hacemos caso? ¿Quién tiene razón? ¡Pues los dos!

A favor de repetir destino

Volver a un destino tiene aspectos positivos, como que te hace conocerlo y aprenderlo. Te sales de los caminos más trillados, te sabes de memoria atajos, dónde se hace la mejor foto, cuál es el mejor bar, dónde no van los turistas o dónde te puedes sentar a disfrutar sin que te molesten. Es como vivir en un sitio, sin lo malo de vivir en ese sitio.

Pues sí, cinco veces en París, nada más y nada menos

Vas a una ciudad o un pueblo a sentirlo, a exprimirlo y sacarle el mejor zumo, tan bueno que parece néctar y, lo mejor de todo, es que no lo asocias con ir al trabajo a la carrera, hacer la compra de la semana, ir a la ferretería porque se ha fundido una bombilla o abrir el buzón y que sólo haya facturas (¡ni siquiera abres el buzón!). Sólo de limitas a ser un disfrutar. ¿Y qué?

Podríamos recorrer sus calles y caminos pausadamente, deleitándonos con el momento, con la comida, con la bebida, con el bullicio o con el silencio absoluto. No sé a vosotros, pero a mí me suena a poesía de la que ya no se encuentra en nuestro día a día.

Si este planteamiento lo aplicamos a un país, la situación es un poco diferente, aunque no difiere en exceso. Imaginemos que sentimos un amor loco, por Noruega, por ejemplo, cada vez que fuésemos podríamos descubrir un rincón diferente. ¿Y si cambiamos Noruega por EE.UU.? Un año Nueva York, otro, California, al siguiente, Chicago y los lagos… nos esperaría una nueva aventura en un país que es un continente en sí mismo.

Cuando estuve en Boston no paró de llover, así que no me importaría volver

Sé de varias personas que tienen ese punto cogido a un lugar: Maite va casi todos los años a París, por lo menos, un fin de semana y Teresa, todos los veranos a Cedeira, donde ha encontrado su rincón de tranquilidad. O la pareja enamorada de Berlín de la que hablaba al principio.

A favor de no repetir destino

Como el común de trabajadores, tenemos una restricción de días de vacaciones y de dinero, ¿por qué dedicarlos a donde ya has estado? ¿Por qué insistimos en ir constantemente al mismo sitio que, además, nos cuesta dinero? ¿No estaremos en nuestra zona de confort? Zona de confort como la definen los psicólogos, no como algo bueno.

El cambiar de cuidades, de países o de continentes, nos despierta, nos mantiene vivos, hace que las neuronas estén alerta frente a lo desconocido. No saber qué vas a encontrarte cada mañana, lo que hay en la otra orilla, cruzarte con gente con estilos de vida totalmente distintos al nuestro, descubrir lo que vas a comer cuando te lo ponen en el plato y que, a lo mejor, ni siquiera haya cubiertos. Para mí, eso es viajar y eso es vivir.

Enfrentarse a lo desconocido y casi quedarse sin comer en Mongolia

Si siempre repetimos destino de vacaciones, nos estaremos perdiendo mucho, no aprenderemos por nosotros mismos que hay otras culturas ni tendremos que sacar el ingenio para comunicarnos por gestos. Con lo enorme y variado que es el mundo, ¿nos vamos a quedar con la milésima parte de la milésima parte que, además, ya conocemos?

Si nos centramos en pequeñas ciudades o pueblos que se visitan cómodamente en 1 ó 2 días, ¿por qué empeñarnos en volver? ¿No sería mejor dedicar ese dinero o esos días a otro lugar? Cuántas preguntas sin respuesta…

¿Se deben mejorar los recuerdos?

Regresando a las palabras de Joaquín Sabina, el que una vez saliera el viaje a pedir de boca, no quiere decir que la siguiente vaya a ser igual, hay muchos factores que influyen: el tiempo, la compañía, el presupuesto o la mala suerte que tengas. ¿Mejor nos quedamos con ese recuerdo perfecto?

La segunda vez que visté Ámsterdam me quitó el mal sabor de boca de la primera

Por otro lado, si la primera vez fue una decepción, por el motivo que sea, y nos hemos propuesto quitarnos ese regusto amargo, o porque la vida es así y nos pone en bandeja una segunda oportunidad en ese lugar que no nos gustó, ¿por qué no aprovecharla? ¿Por qué no generar recuerdos nuevos que mejoren los anteriores?

Mis destinos repetidos

Yo he repetido destinos. Y lo seguiré haciendo. Si sois lectores habituales de Descalzos por el mundo, puede que recordéis artículos como Mis cinco veces en París o Mi primera vez en Ámsterdam. Si hubo una primera, tiene que haber una segunda…

En el caso concreto de París, mi última visita fue en 2013, hace muchos años y, aunque las ciudades cambian y evolucionan, admito que me da pereza volver. Cinco veces son unas cuantas, teniendo en cuenta, además, que siempre he visto lo mismo. Cada viaje era como el día de la marmota ya que iba con alguien que no la conocía. En los últimos, añadía algo que fuese nuevo para mí, sin embargo, caían sin cesar los imprescindibles. Y sé que la siguiente vez que vaya, volverá a ser igual porque Javi no ha estado… Ouch.

Estoy enamorada de París, aunque sin fecha para volver

Mis dos veces en Ámsterdam fueron más o menos seguidas, 2006 y 2012. No recuerdo por qué fue el destino elegido para las vacaciones de 2012, pero me llevé algo más que recorrer de nuevo la ciudad de los canales: recorrer los Países Bajos en tren. Dormíamos en Ámsterdam y cada día cogíamos un tren a otra diferente. De esta manera, no me importó volver a Ámsterdam y, más importante aún, pude generar recuerdos nuevos y más satisfactorios que los de la primera.

Aunque, a corto y medio plazo, no creo que haya una tercera. ¿Para qué si no he estado en Bélgica?

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