Tengo la inmensa suerte de haber visitado las islas Cíes en dos ocasiones. La primera de ellas fue a finales de los 80, tendría unos 7 u 8 años y el único recuerdo que tengo es comer un bocadillo a la sombra de unos árboles y que mi madre nos cambiase el bañador a mi hermana y a mí por otros secos. Por cierto, mi madre dejó los bañadores mojados colgados de una rama y ahí se quedaron… algo de lo que se sigue hablando en mi casa y con lo que bromearon cuando dije que volvería a estas islas tan paradisiacas. En cada familia tenemos nuestras cosas.
La segunda vez fue en agosto de 2020, cuando el maldito virus hizo que pospusiésemos nuestras ansias viajeras exóticas (y que todos los males sean esos) y nos invitó a tener vacaciones “de cercanía”. Las Rías Baixas fueron nuestro destino durante poco más de una semana y teníamos claro que visitar este pequeño enclave del Parque Nacional Marítimo- Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia era un imprescindible.

De hecho, tuvimos que alargar nuestras vacaciones un día más porque, para el día en el que habíamos planificado su visita se había alcanzado el cupo de visitantes.
Las islas Cíes no son unas islas cualquiera, sino que forman parte de un Parque Nacional y su visita está sujeta a restricciones.
Parque Nacional Marítimo- Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia
El Parque Nacional Marítimo- Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia está formado por los archipiélagos de las Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada, así como por el mar que los rodea. Se sitúa frente a la costa de las Rías Baixas, ejerciendo de barrera natural frente al Atlántico.
El Parque se creó el 1 de julio de 2002, la superficie marina es de casi 7.300 ha. y la terrestre, cercana a 1.200 ha. y se sitúa en las provincias de A Coruña y Pontevedra.
Los archipiélagos exteriores (Cíes, Ons y Sálvora) tienen dos vertientes totalmente distintas: por un lado, la occidental sufre todos los contratiempos y embistes del Atlántico; la oriental, enfrentada a las rías, es propensa a la formación de arenales y dunas. La isla de Cortegada, al estar situada en el interior de la ría, tiene una costa en la que se alternan los arenales y las rocas y está recubierta por bosques.
La riqueza marina es conocida por todos y se debe a unas aguas ricas en nutrientes, que sirven de sustento a pequeños miroorganismos, base de la cadena alimentaria. Gracias a la circulación de corrientes, la variedad de sustratos y el relieve de los fondos se da una gran variedad de flora y fauna.

En las zonas más rocosas y batidas por el mar se encuentran percebes, mejillones o lapas. Según aumenta la profundidad de las aguas, erizos, cangrejos o pulpos. En los fondos de arena, navajas, berberechos o cangrejos ermitaños.
Y, por increíble que parezca, en el Parque también se conservan asentamientos humanos de los que se está haciendo un inventario arqueológico. Petroglifos, poblados o distintas construcciones de valor etnográfico nos esperan.
De este parque, sólo conozco las islas Cíes, de las que voy a hablar a continuación.
Islas Cíes
Los romanos conocían este archipiélago como “las islas de los dioses”. No se sabe el motivo, pero pueda tener que ver con la blancura perfecta de la arena de sus playas, el turquesa cristalino del mar o el verde de los pinos. Si yo fuese diosa romana, me gustaría veranear en este entorno.
Al margen de consideraciones mitológicas, ya aparecen nombradas en la Historia Natural de Plinio el Viejo como islas Siccae (islas áridas), nombre que terminó derivando en el actual Cíes.
Se han hallado pocos restos arqueológicos en ellas, por lo que es fácil suponer que no se establecieron asentamientos permanentes hasta el castro As Hortas, un conjunto de unas 4 ó 5 viviendas datado a finales de la Edad de Bronce y que se mantuvo habitado hasta la llegada de los romanos.

Las islas Cíes tienen mucha historia a sus espaldas, sin embargo, no creo que sean muchos los que vengan hasta aquí para ver minúsculos yacimientos arqueológicos que, además, no se mantienen en muy buen estado. Como curiosidad, me gustaría comentar que fueron utilizadas por el famoso pirata Francis Drake como base de aprovisionamiento y reparación de sus naves.
Por si os apetece leer más sobre la historia que lleva a sus espaldas este lugar, os comparto estas páginas del propio parque de las Islas Atlánticas y de Piratas de Nabia.
Entonces, ¿a qué se va a las islas Cíes? Pues a disfrutar de un marco natural inigualable y, si eres valiente y no les temes a sus gélidas aguas, a darte un baño.
El barco te va a dejar en la isla de Monteagudo, donde el cartel de la estupenda playa de Rodas te da la bienvenida. Una parte te pide que te quedes aquí, que no lo dudes, que la playa es un sueño hecho realidad; la otra, que vayas a explorar un poco más.
Pues eso es lo que hicimos nosotros cuando la visitamos. Aunque nuestra llegada fue muy accidentada y casi nos quedamos en tierra, como ya conté en este post, los dioses se apiadaron de nosotros y, finalmente, pudimos llegar a tiempo de coger el ferry. Digo yo que algún día se me tendrá que acabar la suerte…
Según desembarcamos, nos fuimos a mirar los mapas que señalizan las distintas rutas senderistas. Hay varias, de distintas dificultades y duración. Nosotros optamos por la del faro, que está en el término medio, entre otros motivos, porque el sol pegaba bastante y, como era 2020, había que llevar mascarilla (algo que no se echa de menos ni lo más mínimo) y queríamos que nos quedase algo de tiempo para tumbarnos un rato en la playa antes de volver a tierra firme.

Conviene comentar que las islas Cíes son tres (San Martiño, Faro y Monteagudo), además de varios islotes, y que el conjunto se ubica en la bocana de la ría de Vigo.
Por su situación, tenemos dos caras opuestas: la orientada hacia el océano está formada por acantilados de más de 150 metros de altura y la orientada hacia la ría tiene unas playas que no tienen nada que envidiar al Caribe.
Monteagudo y Faro está unidas de manera natural por la playa de Rodas y, de manera artificial, por un dique.
El recorrido hasta el faro que hicimos nosotros nos permitió ver parte de Monteagudo y casi toda la isla de Faro. Como he dicho, hacía bastante calor y la subida hasta el Faro da Porta, con las vistas que se tienen desde ese lugar, compensó con creces el esfuerzo. Gaviotas, la isla de San Martiño, las rías Baixas, la inmensidad del océano ante nosotros. Qué importa sudar un poco si te está esperando un escenario de esta majestuosidad.
Después, tocó desandar lo andado ya que nos esperaba otra recompensa: los bocatas que llevábamos en la mochila y comerlos sentados en una roca bajo la sombra de los pinos supera con creces cualquier restaurante de estrella Michelin. Los pequeños placeres de la vida.

Cuando terminamos, seguimos andando, esta vez en dirección contraria, para poder ver algo más de la isla. Esta segunda ruta era relativamente larga, teniendo en cuenta, además, que había que volver, por lo que optamos por no retrasar más el tiempo destinado a no hacer nada en la playa.
La playa de Rodas
Como ya he comentado en varias ocasiones, he veraneado casi siempre en Galicia, así que las islas Cíes eran un lugar que sonaba familiar en mi casa y que ya habíamos visitado. No puedo decir si para el grueso de la población española éste era un emplazamiento conocido o no. No obstante, sí que recuerdo cuando en el año 2007 el periódico británico The Guardian designó a la playa de Rodas como la mejor del mundo.
Los telediarios abrieron con la noticia, se podía leer en los periódicos, las revistas viajeras que ya existían publicaron artículos de estas islas. Sinceramente, no entendía el revuelo. ¿Era porque los ingleses se habían fijado en una playa española que no era alicantina o malagueña? ¿Porque no mucha gente conocía este pequeño enclave gallego? ¿Porque les sorprendía que no fueran arenales más conocidos como la playa de Bolonia, El Sardinero o la del Papagayo? No tengo respuesta, pero el caso es que las islas Cíes aparecieron en el mapa de un público mucho más mayoritario y eso que en 2007 no existían las redes sociales…
Sea como sea, hoy en día son un destino muy demandado y no conviene hacerse el remolón si quieres visitarlas. Reserva y hazlo cuanto antes.

Mientras que escribo esto, recuerdo como estábamos tumbados en una arena de color nácar, tranquilamente, casi en silencio, mientras que el sol y el mar te invitan a que te bañes. Cuando el calor comienza a picar, es el momento de zambullirse, sin embargo, en cuanto metes un pie… argrgrg ¡el agua está helada! De hecho, el promedio de temperatura del agua en el mes de agosto es de 17,4˚. Como suelo decir, si no se bañan ni los niños…
Nosotros quisimos ser valientes, aunque con ese punto de inconsciencia y, como hacía calorcete, era la mejor manera era refrescarse. No voy a mentir, entramos muy poco a poco, cuando habíamos perdido la sensibilidad de una parte del cuerpo, dábamos un paso más. Hasta que no se podía seguir luchando contra lo inevitable: estábamos helados y ya casi metidos, por lo tanto, tocaba zambullirse del todo. Un rato más tarde nos esperaba una ducha calentita en nuestro hotel de Pontevedra.
No tengo documentos gráficos de esta hazaña, por lo que no puedo demostrar cómo nos vinimos arriba ni lo morados que salimos, pero, al fin y al cabo, ¿no se trata de disfrutar y olvidarse de las fotos de vez en cuando?

Antes de recoger todas nuestras cosas y subirnos al ferry, vamos a hacer un repaso por el resto de islas de este Parque.
Ons, Sálvora y Cortegada
El archipiélago de Ons está formado por dos islas, Ons y Onza, así como por un grupo de islotes. La de Ons es la única isla de todo el parque habitada durante todo el año y se sabe que ha tenido moradores desde el siglo IV a.C. gracias a los petroglifos que allí se han descubierto.
El archipiélago de Sálvora está situado en la boca de la ría de Arousa y destaca por lo llano que resulta su paisaje, así como por la escasez de vegetación. Permanecen los restos de una antigua población que fue abandonada en los años setenta.
La isla principal se puede recorrer fácilmente a pie y llegar hasta su faro, que era guardado por fareros hasta hace poco.
Cortegada se halla en la ría de Arousa, en la desembocadura del río Ulla. Al ser una isla que no está en pleno océano Atlántico, está más protegida de las inclemencias del tiempo y el mar y, de esta manera, los fondos marinos están cubiertos de arena y son aprovechados para cultivar almejas y otros bivalvos.

En este caso, también hay una aldea abandonada en el interior y hay árboles autóctonos. De hecho, en el islote Malveira Grande hay uno de los escasos bosques insulares de roble melojo de la costa atlántica.
Viajar a Ons en temporada alta (Semana Santa y verano) es sencillo, sólo hay que tener la precaución de reservar con tiempo en una de las navieras autorizadas. Por el contrario, ir fuera de estas fechas exige ir con un grupo organizado acompañado por un guía identificado.
Visitar Sálvora, pese a que es algo más complicado, no es imposible, y exige planificación. Dado que no hay transporte regular, es necesario contactar con las navieras que organizan grupos desde distintos puntos.
Lo mismo ocurre para llegar a Cortegada: hay que contactar con las navieras y apuntarse a un grupo guiado.
En todos los casos existe cupo máximo diario de visitantes, por lo que yo no lo dejaría para el último momento o para la improvisación, sobre todo si tengo claro que quiero visitarlo.
Antes de terminar, y volviendo a las Cíes, aquí también hay cupo de visitantes en temporada alta, aunque es más elevado que en el resto de islas. En cualquier caso, son bastante más demandadas y, teniendo en cuenta que hay un camping en el que se puede pernoctar, yo no me relajaría demasiado si tengo pensado visitarlas.
Os comparto la página web oficial del Parque Nacional Marítimo- Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia donde hay muchísima información, además de datos prácticos y enlaces a la navieras autorizadas.
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