Al otro lado del río y entre los árboles

Este mes, me inspira para viajar una novela de Ernest Hemingway que ha sido llevada a la pantalla recientemente por la directora Paula Ortiz. Las dos obras comparten nombre, Al otro lado del río y entre los árboles (Paula Ortiz, 2022).

Cartel promocional de la película

La acción trascurre en Italia, tras la Segunda Guerra Mundial, donde conocemos a nuestro protagonista, el coronel del ejército de EE.UU. Richard Cantwell. Atormentado, descreído, solitario, indiferente, quiere pasar unos días en Venecia. Sin embargo, el encuentro casual con Renata, una joven aristócrata, hace que todo su mundo se tambalee.

La película tiene una fotografía en blanco y negro espectacular, que da ese toque de distinción y elegancia que la ciudad de los canales se merece.

Venecia en soledad

Paseamos por la Piazza San Marcos, nos adentramos entre los pasadizos por los que se proyecta la sombra de las arcadas, cruzamos de una orilla a otra por cualquiera de los puentes, admiramos el Gran Canal y navegamos en una lancha privada, decidiendo dónde queremos parar. Y, por si no fuese poco, estamos prácticamente solos. Un sueño hecho realidad.

Al ver el largometraje, no podía dejar de preguntarme cómo lo habían conseguido. No estaba segura de que fuese un decorado ya que, intentar rodar una película en una de los lugares con más masificación turística, no es que suene a labor titánica, sino a imposibilidad. ¿Os imagináis a decenas o centenas de personas metiéndose a ver qué se está cociendo? Demasiado trabajo de post producción para luego eliminar digitalmente. Además, tampoco me parece viable que se cierre Venecia al turismo, o parte de ella, que además, es la que más público atrae, para rodar un rodaje. Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible.

Venecia en blanco y negro y en soledad. Belleza infinita. Foto de Fotogramas

Al llegar a casa, tuve que informarme. Los escenarios eran reales y el film se había grabado en soledad durante el época del confinamiento más estricto. El Gobierno Italiano consideraba que los rodajes cinematográficos eran una actividad esencial y concedió permiso al equipo para llevarlo a cabo.

No quiero entrar a valorar la decisión del Gobierno italiano, ése no es el cometido de Descalzos por el mundo, pero lo que sí puedo afirmar es que envidio profundamente a todos los miembros del equipo que estuvieron allí presentes. Desde actores protagonistas, hasta iluminadores. Desde la propia directora, hasta los técnicos de cámara. Envidia absoluta y cochina.

Momento del rodaje de la película. Envidia a niveles estratosféricos. Foto de Heraldo de Aragón

¿Os imagináis tener para vosotros solos Venecia? Bueno, venga, aceptamos no disfrutarla en soledad absoluta, sino poderla compartir con alguien más. Vecinos, acompañantes, camareros o comerciantes. Personas que consiguen que se convierta en una ciudad real. Decidir en qué mesa del Café Florian te sientas. Poder charlar tranquilamente con tu acompañante sin verte interrumpido por gritos. Caminar sin esquivar una multitud ni llevarte codazos. Admirar la arquitectura sin que se te plante alguien delante. Hacer fotos y sólo salir tú. Suena a ciencia ficción, aunque para el equipo de trabajo, fue una realidad.

Venecia sin soledad

Estuve en Venecia en la Semana Santa de 2019 y, durante los primeros días, esos que son laborables a no ser que te cojas vacaciones, pudimos estar más o menos cómodas. Había gente, pero no resultaba exasperante. Una vez que salías de la Piazza San Marcos, la marabunta se quedaba allí y podíamos pasear más o menos tranquilas. O, mejor dicho, con toda la tranquilidad con la que se puede pasear por Venecia.

Tuvimos la ciudad para “nosotras solas” durante unas pocas horas y fue toda una experiencia. Tengo que confesar que aterrizaba un poco mosqueada, pensando que me iba a recibir una urbe con un decorado de cartón piedra: escenarios embellecidos ligeramente para que en la foto del turista salga bonito. Y nada más lejos de la realidad. Eso sí, para encontrarte una Venecia más real, más mundana, tienes que buscarla. Está ahí, esperando a ser descubierta. Callejones con macetas en ventanas, ropa tendida, sábanas que ondeaban ligeramente con el viento, niños jugando en las plazas y gente charlando tranquilamente, ajena a lo que ocurre algo más lejos. Así, sí.

La Venecia un poco más real y menos turística

Tampoco quiero pecar de ingenua y asegurar que la vida para los vecinos es una maravilla cuanto más lejos están de la famosa Piazza. Ha desaparecido el comercio de barrio, cada vez quedan menos venecianos, el precio de las casas está pensado para magnates multimillonarios, la presión turística alcanza niveles irrespirables. Eso sí que la convierte en una ciudad de cartón piedra, en un parque temático, en el que puedes creer que mucha gente con la que te cruzas trabaja como extra de esa ilusión, que les pagan para deambular con una bolsa de la compra o para que charlen con otro extra como si fuesen amigos. Por favor, no más lugares así.

Una ciudad sobreexplotada

Cada vez hay más voces que se alzan en contra de esta sobreexplotación, tanto en Venecia, como en otras que le van pisando los talones (Barcelona, Ámsterdam, Málaga o Dubrovnik, por mencionar sólo unas pocas). Y, pese a todo esto, yo fui. Culpable. ¿Por qué? Era Semana Santa y me apunté a un plan ya decidido de Noe y unas amigas suyas. Pese a ser consciente de la situación de saturación que ya se daba, no apuse ninguna resistencia. Lo primero, el destino estaba acordado, si no me gustaba, no iba y listo; lo segundo, tenía ganas de volver, ya que la anterior visita había sido con 16 años, en el típico recorrido que se hace por Italia con el instituto.

… y la Venecia a la que nos gustaría dar un respiro

Intentamos dejar una impronta positiva: hicimos varias noches, no éramos cruceristas, consumimos local y nos informamos de lugares a los que ir a comer, cenar o tomar algo más alejados y que están exclusivamente pensados para turistas de unas pocas horas. ¿Lo conseguimos? No tengo una respuesta. En lo que sí que puedo insistir, como ya he comentado, es que los escasos días en los que estuvimos que no coincidían con los festivos en media parte del mundo fueron una absoluta maravilla. Ir a bares, sentarte al lado de italianos, pedir una copa de vino local con una tabla de embutidos o quesos ídem; descubrir los barrios más al norte y salir de los circuitos marcados. Eso es Venecia. Es ahí donde se encuentra la Venecia auténtica y dónde irradia su verdadero encanto. Es ahí donde nos gustaría estar y que tan bien vemos reflejado en Al otro lado del río y entre los árboles.  

Dejemos a Venecia en paz

¿Volveré a Venecia? A corto y medio plazo, no creo. El destino es caro, he estado hace pocos años y hay más lugares de Italia que no conozco. Además, creo que la mejor muestra de amor y respeto que podemos dedicarla en estos momentos es dejarla respirar tranquila, aunque, por doloroso que suene, no estaría mal que la situación reventase para empezar de nuevo. Hagamos caso a las recomendaciones de Fodor en su lista de lugares para evitar en 2024.

¿Recomiendo la ciudad? ¿Diría ahora mismo a alguien “tienes que ir a Venecia”? ¿Hasta qué punto es recomendable una experiencia que se convierte fácil y rápidamente en un castigo? Cuántas preguntas…

Mientras tanto, podemos soñar despiertos, gracias a esta estupenda película y, muy aconsejable también, la novela. Como otros meses, os comparto el vínculo de Filmaffinity.

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