Al viajar, siempre hay un aspecto que intento cumplir: las vistas desde lo alto. Allá donde voy, me gusta tener localizado algún mirador para, simplemente, observar. De hecho, cuando he vuelto de un lugar y me he enterado a posteriori de la existencia de alguno que desconocía, siempre pienso que tengo que volver, como si el viaje estuviese incompleto. Me da igual hacer la foto para Instagram, la foto y el momento son para mí. Eso sí, no está en mis planes comprarme un dron. ¡Lo que me faltaba!
¿Nos vamos a recorrer los miradores y las vistas que más me han gustado?
París, una de mis ciudades favoritas, está plagada de ellos: entre los que ya existían y los que han abierto nuevos, está complicado elegir: la torre Eiffel, la galería de las gárgolas de Notre Dame, la azotea de las Galerías Lafayette… Aunque siempre he oído que el mejor de todos está en Montparnasse y es que, ¡desde la torre de Montparnasse no se ve la torre de Montparnasse! Creo que es de lo poco feo que tiene esta ciudad.
Si tengo que quedarme con uno, lo hago con el Arco del Triunfo. Este monumento está en el centro de una plaza enorme, Étoile, y desde ahí, como indica su nombre (Estrella en español), salen 12 avenidas diferentes. Estar ahí arriba y ver la recta que suponen los Campos Elíseos, con unas aceras anchísimas, como no he visto en ningún otro sitio y, al fondo, el Louvre. Parece que está cerca, pero andando, es un paseo muy considerable. Y, en el lado contrario, la avenida que va directamente a La Défense, el distrito financiero, con el otro arco que hay en la urbe perfectamente alineado.

Sé que no es el mirador que más triunfa en Instagram, de hecho, la última vez que fui, no tenía cuenta en esta aplicación, así que no puedo recomendar ninguno de los recientes por experiencia propia. Pese a que no es el que va a dar satisfacción en forma de likes, sí que ofrece unas vistas que no vas a tener en ningún otro sitio.
Cuando viajé a Nueva York con amigas en otoño de 2011, tuvimos que elegir a qué rascacielos subíamos. Hay muchos y no podíamos subir a todos. Al final, fuimos descartando hasta quedarnos solo con dos: el Empire State o el Top of the Rock. Difícil elección. Por un lado, el Top of the Rock es más alto, por lo que puedes pensar que vas a ver más; por otro, estaríamos subiendo al Empire State. ¿Qué hubieseis escogido? Aunque nos costó un poco, decidimos subir al Top of the Rock porque así podíamos ver el Empire State.
Llegamos a la entrada y no tuvimos que esperar mucha cola. Los ascensores tienen mucha capacidad y me sorprendió lo deprisa que suben. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en la azotea. ¡Lo más alto que había estado hasta ese entonces! La Gran Manzana estaba a nuestros pies: rascacielos, Central Park, la catedral de Saint Patrick, el océano Atlántico.

Nos quedamos allí embelesadas bastante rato, no nos importaba el frío que hacía, ni que se nos hiciera de noche. Y es que, ver Nueva York desde las alturas e iluminado es un lujo.
En mayo de 2015 visité Budapest. Para los que no lo sabéis, está dividida en dos: Buda y Pest. Buda, llena de colinas y, por lo tanto, miradores, y Pest, donde está la ciudad. La primera tarde nos desplazamos a lo alto del Monumento a la Victoria, en Buda. La subida ya es un paseo por el bosque y, mientras que vas ascendiendo por el camino, te vas dando la vuelta para ver lo que dejas atrás. Las vistas se van superando a sí mismas. Cuando llegas a la cima, el Danubio y el Parlamento Húngaro están por debajo, luchando por atraer tu atención, aunque es fácil, ya que no puedes retirar la mirada. Y, entonces, se hace la magia: el alumbrado de la ciudad se enciende y, progresivamente, todos los edificios, monumentos y farolas quedan iluminados. ¡Qué vistas!
Éste no es el único mirador, el otro y más conocido es el Bastión de los Pescadores. Curioso nombre para un país que no tiene costa. El Bastión de los Pescadores es una terraza, situada cerca de la iglesia de San Matías, en la ribera de Buda. Las vistas son similares a las del Monumento a la Victoria, pero el marco neogótico no tiene nada que ver y nada que envidiarle. ¿Para qué elegir si puedes tener las dos?

Eso sí, este es uno de los puntos más instagrameables, así que hay que armarse de paciencia para tener una foto (en la que no salga ningún desconocido).
¿Y si os digo que Venecia no sólo se disfruta desde el vaporetto o los canales? Sí, también se puede disfrutar desde las alturas (que no son demasiado altas) y el Gran Canal es una maravilla. María, una de las amigas de Noe, propuso subir al mirador de la Fundación Tedeschi. Ninguna de las que íbamos lo conocíamos ni nos sonaba de nada y ya sabéis que me gusta hacer los deberes antes de salir de casa. En ningún sitio había encontrado ni una sola referencia a este lugar, lo que me lleva a pensar que era algo nuevo. De hecho, apenas había gente.
Todo estaba preparado para que subieran los turistas y, en nuestro caso, sin esperar colas y gratis. No puedo confirmar que esto siga siendo así, ¿alguien que haya estado recientemente en la ciudad de los canales que pueda decirnos que sigue siendo así?


Lo importante, subes al tejado y sólo puedes mirar a derecha e izquierda, como si fuera un partido de tenis. ¡Pero qué partido!
No todos los miradores son urbanitas, ya que en el recorrido que hicimos por la Ribeira Sacra, nos dábamos abasto. Esta zona está compuesta por 21 ayuntamientos del sur de la provincia de Lugo y el norte de la de Orense, con los ríos Miño, Sil y Cabe como ejes centrales.
El cañón del Sil es de lo más bonito que te puedes echar a la cara, espectacular y, según estás alucinando no paras de preguntarte por qué no es más conocida esta zona y, al mismo tiempo, das las gracias por que no sea tan conocida.

En ambas orillas hay una red muy extensa de miradores que, además, está muy bien documentada en guías e internet y muy bien señalizada por carretera. Verlos todos es imposible y, si tuviese que seleccionar y quedarme sólo con dos, escogería Los balcones de Madrid (donde se subían para ver partir a sus familiares hacia la capital) y el de Vilouxe, pero ¡no quiero tener que elegir en Galicia!
Lo malo de esto es que nos malacostumbró y, este verano pasado, en nuestro recorrido por el Duero portugués, fue toda una odisea intentar encontrar, y no perdernos en el intento, miradouros.
¿Y qué me decís del mirador que hay en el Monte Igueldo de San Sebastián? Las vistas que se tienen de la Playa de la Concha consiguen que se nos escape la lagrimilla. Para ello, lo mejor es subir hasta el Parque de Atracciones que hay y, simplemente, disfrutar.

Si hay una ciudad española famosa por sus miradores es Granada. Sinceramente, no me parece que el más conocido de todos, el de San Nicolás, sea el mejor. Las vistas de La Alhambra te dejan sin respiración, a costa de meterte dando codazos dentro de toda una maraña de gente, músicos callejeros y carteristas. La paz que se buscaría para disfrutarlo es imposible de encontrar.
Hay muchos más miradores y bastante más tranquilos, aunque es verdad que la La Alhambra no se ve tan bien. Por ejemplo, el que está en la Placeta del Cristo de las Azucenas, desde los jardines del Palacio de los Córdova o desde el Sacromonte. De mirador en mirador y tiro porque me toca.

En Granada pasa algo similar que en Lisboa o en Oporto: admirar la ciudad desde arriba es una de las actividades gratuitas más gratificantes que hay.
Por último y, no por ello menos importante, añado los de Meteora. Desde abajo, desde los propios monasterios, asomarse es obligatorio. Una de las regiones más bonitas que he conocido, allá donde pongas la mirada es un lugar sorprendente. Ver atardecer desde una terraza natural, ver cómo el sol va cayendo sobre las montañas y uno de los miradores, como los últimos rayos son van dando las buenas noches con una caricia.

Como dicen Inma y Jose, para vivir así, ¡mejor no morirse nunca!
Sé que esta lista debería ser mucho más larga, faltan muchos, pero sería inmanejable y aburriría más de lo necesario. Si mañana hiciese otra, seguro que saldrían puntos distintos.
No me gustaría acabar sin mencionar el Mirador del Valle en Toledo, las vistas de Cuenca desde el comienzo de la calle Larga, en mirador del Tío Cogote en la Serranía de esta provincia o el de Carlton Hill en Edimburgo.

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