Mi odisea preparando maletas: qué difícil es hacer un equipaje práctico

En general, me considero una persona bastante pragmática. Prefiero buscar soluciones, me gusta la practicidad y encontrar la utilidad de las cosas. Sin embargo, como en la excepción está la regla, hay un aspecto de mi forma de ser que se olvida de estos conceptos y entra de cabeza en el “por si acaso” y es que soy incapaz, o por lo menos me cuesta mucho, hacer una maleta práctica.

No llego al punto de echar ropa de gala por si me invitan a una fiesta en casa del embajador o un plumas por si acaso hace frío en Sicilia en agosto pero, en unas cuantas ocasiones, varias prendas de ropa o algún que otro par de zapatos no llegaron a salir ni de la maleta y, tal como se fueron, volvieron a casa.

En mi defensa, diré que he ido mejorando con el tiempo. Supongo que el hecho de que Geni me “obligase” a mandarle una foto de todo el equipaje que tenía pensado llevar encima de la cama tiene algo que ver. Porque sí, antes de esto, según sacaba una prenda del armario, la metía directamente en la maleta. Y sí, Geni es la persona que hace los mejores equipajes del mundo. Da igual donde vaya y por cuánto tiempo, sólo necesita una maleta de cabina.

Toda la ropa que me iba a llevar en un viaje por los Balcanes en abril. ¿Mucha o poca?

Venga, segunda confesión en poco tiempo: odio hacer la maleta. Me gusta mucho el concepto de lo que representa y es que, si preparo una maleta, es porque me voy de viaje y viajar me gusta.

Lo que odio es la acción de hacer la maleta, desde que abres el armario, pasando por todas las cosas que añades a posteriori porque se habían olvidado, hasta que la cierras porque ya es definitivo que sales por la puerta.

Maleta para pocos días vs maleta para muchos días

Si se trata de una escapada de unos días a una ciudad, se puede pensar que es fácil: la misma ropa que me pondría en Madrid. Pero no: no en todas partes hace el mismo tiempo que en Madrid, además, en los últimos años, con el cambio climático, es un absoluto caos: ¿quién me iba a decir que en Edimburgo estaríamos a 30˚ en julio? Es verano, sí, aunque el verano escocés no es como el español.

Además, en una ciudad, siempre puedes pensar que alguna noche irás a cenar a algún sitio un poco más majo en el que no llevarías zapatillas de deporte o una camiseta cualquiera.

Con esa circunstancia he tenido auténticas comeduras de cabeza. ¿Cómo de arreglado será el sitio? ¿Y si luego nos vamos a tomar algo? ¿Meto algo de ropa “de salir por la noche” para una sola noche?

Me pregunto si en todas estas maletas entran todos mis «por si acaso». Foto de Nikita Tikhomirov en Unsplash

Por el contrario, si el viaje es más largo, es fácil pensar que hay que meter más ropa, por lo que la maleta suele ir llena. Sí, sé que en muchos sitios se puede lavar, y yo añado: y en otros muchos, no.

Lavar o no lavar, he ahí la cuestión

Cuando he visitado el este asiático, debido a la elevadísima humedad, si lavas algo o, simplemente, pones el bañador a secar, cuenta con que puede tardar un par de días en secarse. De esta manera, echas más ropa interior y más camisetas. La maleta sigue llena.

También he estado en lugares que hacía frío y la ropa tardaba en secarse por esta circunstancia. El verano pasado en Mongolia, sólo dormimos dos noches seguidas en el mismo lugar y, la primera mitad de las vacaciones fue por lugares en los que hacía frío. Os adelanto ya que la ropa no se secaba.

Bienvenida a la era de las maletas con menos ropa

Un día me cambió el chip. Bueno, mejor dicho, me lo hicieron cambiar. Geni me “regañó” por el exceso de equipaje. Y sabía que tenía razón. Cuando volvía a casa y sacaba todo, me encontraba varias prendas que no me había puesto ni una sola vez. No estoy hablando de algo que me fuese a poner una sola vez (un bañador para unos baños termales o un jersey para esa excursión donde las temperaturas serán más bajas), sino de camisetas, chaquetas o calzado. Casi nada. Y, por si no fuera poco, va todo metido a presión en la maleta y tienes que cargar con ella, además de una mochila.

No podía continuar así, por lo que acepté el consejo de sacar la ropa y ponerla doblada sobre la cama, echar un vistazo, ser realista y volver a guardar algunas prendas. Puedo confirmar que funciona.

Me pregunto si yo podría viajar con una maleta tan pequeña. Photo by Andrea Piacquadio on Pexels.com

Otro aspecto importante para tener en cuenta es que la ropa combine entre sí. Puedes tener una camiseta chulísima, con un estampado y un color que quedan estupendos en una foto, sin embargo, sólo combina con un determinado pantalón. Ouch. Pues sí, aprendizaje, mejor elegir prendas que peguen bastante entre ellas. Por cierto, dependiendo del destino, pantalones y faldas se pueden considerar intercambiables entre sí, vamos, que hacen la misma función, los vestidos, no.

El neceser me lleva por la calle de la amargura

Lo que sigue siendo un quebradero de cabeza es el neceser. Tengo el pelo rizadísimo y no llevarme acondicionador ni gel de peinado no es una opción y, en más de un destino, tampoco lo es no llevar secador. Es verdad que los botes de tamaño pequeño ahorran espacio y peso, pero no siempre solucionan la papeleta: me he visto rellenando dos botes pequeños de suavizante y comiéndome el coco para solucionar lo del gel de peinado porque es algo que todavía no se fabrica en formato pequeño. ¿Cuándo decían que desaparecerían las limitaciones a los líquidos en cabina?

Para los que me podáis contestar que son productos que se pueden comprar en destino, os contesto: cómo se nota que no tenéis el pelo rizado… Además, ¿te apetece dedicar tiempo a ir a buscar una perfumería o supermercado a comprarlo? A saber cómo son y cómo te dejan el pelo. Por no hablar de que no en todas partes se encuentran perfumerías o supermercados como si fuesen setas: no recuerdo haber entrado en ninguno durante el safari por Kenia o Tanzania, en ciertas regiones de Mongolia no abundaban y, en Islandia, cuando ves el precio que tiene todo, te alegras de no haberte olvidado nada en casa.

Me temo que estoy a años luz de sólo llevarme tres botes en el neceser. Foto de Antonio Gabola en Unsplash

Bueno, he dicho que me he conseguido reformar, o eso me gusta pensar, sobre la cantidad de ropa que viajaba en mi maleta, no sobre todo el equipaje.

La mochila de mano también pasa el filtro

¿Qué metía en la mochila de mano? El monedero, la documentación, un libro, el cargador, la cámara de fotos, klínex… ¿Echáis algo de menos?

Yo, al principio, no, hasta que ocurre lo que ocurre. Cuando fui a Albania, hubo un problema con el vuelo de salida, llegamos a coger el de la escala por los pelos, pero las maletas no, y no lo hicieron hasta el día siguiente.

Dormir en camiseta y con los vaqueros desabrochados no me parece un problema, no poderme cambiar de ropa interior o lavarme los dientes, sí.

Entonces, desde ese momento, cuando hago escala, hay dos cosas fundamentales que van en el equipaje de mano en el caso de haber facturado: un bolsa con ropa interior y calcetines para un par de días y cepillo y pasta de dientes.

Geni, que tiene gran experiencia en la materia por haber trabajado en el servicio de reclamaciones de una aerolínea, no factura ni aunque la maten y me cuenta historias que te hacen plantearte lo mismo, por lo que debería empezar a hacerlo en los vuelos en los que no haga escala.

Conozco a una persona a la que perdieron el equipaje de camino al Amazonas. Y, por si no fuese poco, tardó cinco días en llegarle. Cinco días, que se dice pronto. Si vas en un grupo, es fácil pensar que alguien te dejará calcetines, una camiseta o pasta de dientes (o no, nunca se sabe), pero lo que me contó es que se tiró cinco días en vaqueros por el Amazonas. Lo que no caí en preguntarle en cómo consiguió quitárselos porque con ese calor, me da que se adhieren a la piel.

Pues sí, al final yo también tengo que viajar con una mochila de mano, aunque me la compré en una tienda menos bonita… Foto de Arthur Edelmans en Unsplash

Notas curiosas sobre el equipaje

Cuando visité Islandia era noviembre. Al margen de toda la ropa que recomiendan, daban otro consejo muy importante y que yo también he dado: usa una mochila de mano grande como equipaje de mano en la que eches ropa térmica por si acaso hay un problema con tu maleta.

Te aseguro que no querrás verte en Islandia, en invierno, con la “ropita” que vestías al salir de casa y sin saber cuándo van a aparecer las prendas térmicas y técnicas. Y repito lo que he dicho antes: cuando ves los precios de cualquier cosa, prefieres llevarlo desde casa.

En estas vacaciones, además, al llevar saco de dormir, éste ocupaba sin inmutarse la mitad de una maleta grande que iba casi vacía tanto a la ida como a la vuelta. Y es que, a la vuelta, como el saco ocupaba tanto, me tuve que venir vestida para el frío islandés que no hay en Madrid.

Y no es el único percance que he tenido con este maravilloso saco porque, en el safari, nos recomendaron usar mochilas y saco. Mi saco, enorme como él solo, no cabía en la mochila y lo tuve que cargar en otra diferente. Por si no fuese poco, de la principal, en la que va la ropa, terminé harta de sacar todo para coger lo que necesitas que, siempre, siempre, siempre, está debajo del todo. Lo sacas y tienes que volver a meterlo todo. Y así constantemente.

No he vuelto a viajar con mochila pero, cuando llegue el momento, compraré esas bolsas organizadoras que parecen bastante prácticas, al fin y al cabo, ya he dicho que me considero una persona pragmática, ¿no?

Este post se lo dedico a Geni, quien me sugirió que hablase de este tema y por los tirones de orejas (figurados) que me ha dado cuando se enteró de que salía de casa con más baúles que la Piquer.

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