Las ocho montañas: la belleza alpina del Valle de Aosta

Este mes viajamos hasta los Alpes, en la infinita belleza de montañas altísimas, nevadas prácticamente durante todo el año, entre lagos glaciares y pastos de un verde luminoso, y lo hacemos de la mano de Las ocho montañas (Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, 2022).

Cartel promocional de la película

La película nos cuenta la historia de dos amigos, Bruno y Pietro, que se conocen cuando los dos tienen 12 años, en Grana, un pequeño pueblo alpino en el que Bruno vive con sus tíos y Pietro va de vacaciones con sus padres.

Aunque la vida tiene caminos opuestos para ellos nada más empezar la adolescencia, la amistad resurge en la edad adulta y juntos comienzan a restaurar una pequeña cabaña en las montañas que el padre de Pietro había comprado años antes.

Una cabaña como metáfora de crear y mantener un vínculo, de trabajar en las relaciones, de aprender sobre la vida, con sus momentos alegres, pero también los tristes.

La película es ficción, no obstante, nos permite hacernos una ligerísima idea de lo duro que es la vida en un pueblo en el que no viven ni 100 habitantes, en el que todo gira en torno a los animales, los pastos o la colecta, sin tener tiempo de apreciar la naturaleza tan exuberante que les rodea, entre otros muchos motivos, porque forma parte de su día a día, están acostumbrados a ella, a que esté y no se detienen a contemplarla.

Bruno y Pietro en unos paisajes de impresión

Somos también espectadores de cómo Bruno y Pietro encuentran su lugar en el mundo: Bruno se ha criado en el campo, es un hombre sencillo, con pocas aspiraciones y que no se imagina fuera de allí, siempre rodeado de montañas, nadando en lagos glaciares y coronando altos picos.

Pietro, en cambio, lo hace en Nepal y, por curioso que parezca, es un escenario igual, pero diferente. Puede chocar porque ambos destinos tienen un fondo natural muy similar, con gente que trabaja la tierra de una manera que no es muy distinta, pese a estar a miles de kilómetros, sin embargo, es su sitio y, cuando no está allí, lo echa enormemente de menos.

El Valle de Aosta, un lugar para enamorarse

Al margen de la historia de esta película, como os podéis imaginar, los escenarios son increíbles, un entorno de auténtico lujo para todos a los que nos guste la naturaleza. Sentarse en una roca y escuchar el silencio, ver cómo pasan las nubes, decidir que ruta senderista se va a hacer al día siguiente, comer un bocadillo sentado en la hierba, mostrar valentía bañándose en un lago o un río, llegar por la tarde y encender la chimenea y tomar una sopa consistente. ¿Idealizadas? Puede ser, pero es así como me imagino unas vacaciones en la alta montaña.

Un hotel rural de madera, recorrer pequeños pueblos, saludar a la gente con la que te cruzas, no mirar el reloj, distinguir los tonos de verde, probar distintos quesos caseros, un buen desayuno muy contundente, sin preocupaciones por la falta de tele o wifi, el placer de la ducha al finalizar el día o caer rendido en la cama. ¿Idealizadas? Puede ser, aunque las vacaciones tienden a ser un espacio de tiempo idílico, de desconexión, donde hacemos lo que realmente nos gusta y nos llena.

Amistad y alpinismo

Las localizaciones de la película incluyen, brevemente, Turín, donde Pietro vive con sus padres, Nepal, donde encuentra su lugar en el mundo, como ya he comentado, y un amplio listado de paisajes alpinos: Valle de Aosta, Grana, la punta Lavassey, el lago Frudieres o la pequeña localidad de Brusson, entre otros. ¿A quién no le apetecerían unos días de descanso en un paraje así?

De vacaciones, a la montaña

Tengo que admitir que cada vez me atraen más los destinos de naturaleza, he aprendido a apreciarlos, aunque, siendo sincera, no sé cómo llevaría una estancia de dos semanas tan apartada del mundo. La idea me atrae, no obstante, creo que empezaría con menos días, e iría alternando senderismo con turismo por los distintos pueblos.

Hace ya algún tiempo, empecé a ver de manera tímida alguna que otra foto suelta en Instagram o artículos sobre los Dolomitas (sí, lo sé, no es lo mismo que el Valle de Aosta, pero para ilustrar este artículo me puede servir).

Reconozco que me enamoré. El reflejo de las montañas, de los pinos, del cielo en las tranquilas aguas de los distintos lagos que hay por la zona (spoiler para despistados: las fotos que se ven en Instagram, ya sea en estos lagos o en cualquier otro, suelen ser difíciles de conseguir porque, para que el agua esté calmada, no puede soplar ni una brizna de viento. Sorry not sorry).

Pueblos sugerentes, rutas que me retarían a mí misma, caminar por pequeños caminos de tierra, simplemente, disfrutar de la tranquilidad. O no…

… y disfrutar de la tranquilidad

La turistificación del paraíso

Después de unos cuantos años, he aprendido que ningún destino sale en Instagram porque sí, suele haber unas campañas turísticas bastante potentes detrás, así que, el que se convirtiera en un sitio relativamente popular o, incluso, con más público del deseable, era cuestión de tiempo.

Vaya por dios, y yo que vivía con la estúpida ilusión de escuchar el silencio y resulta que me voy a tener que pelear por hacer una foto.

Hace ya unos cuantos meses, seguí el recorrido de Mochileando por el mundo por esta zona italiana y, por lo que comentaban, ya no era un secreto a voces, por no hablar del incremento significativo de los precios, de tal manera, que te hace replantearte si quieres, o puedes pagarlo, parar en tantos miradores, lagos o parkings a pie de montaña. Como dicen ellos en su artículo, “gracias Instagramers”. ¿Soy yo o los turistas/ viajeros somos una plaga?

Leer esto fue un bajón absoluto, sin embargo, aunque la idea de cruzarme con una masa descontrolada de turistas no me resulte apetecible, el destino lo es, y mucho. Hace ya unos meses quedé con Lidia y, compartiendo distintos lugares altamente deseables, éste fue uno de los que primero salió. ¡Pues vamos! Javi estará contento porque he encontrado otra conductora que, además, le gustan las carreteras de montaña.

Sé que sólo es una idea soltada a lo loco, pero ¿por qué no? ¿Por qué no perderse entre los valles alpinos durante unos días? Cuando me comprometo a un viaje, no lo hago en balde, hay con temas con los que no se juega.

La amistad de Bruno y Pietro se forja desde la infancia, en Grana

Buscando información sobre el valle en el que se localiza la película, veo que hay poca disponible en español, aunque sí un par de post de distintos blogs que están muy bien, lo que puede significar que no sea un sitio especialmente demandado. Cada vez me va gustando más.

Mientras que el destino nos espera, ya sean los Alpes del Valle de Aosta o los Dolomitas, tampoco me voy a poner exquisita, seguiré observando la paz que transmiten estos paisajes y acumularé ganas de verde.

Como en anteriores ocasiones, os comparto la crítica de la película en Filmaffinity.

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