Una cosa que aprendí viajando por Mongolia es que las distancias no se miden en kilómetros, sino en horas. Aunque hay carreteras asfaltadas, nos encontramos con largos tramos que estaban en obras y que desviaban a los vehículos por el exterior de éstas, con varios caminos trazados por el rodaje constante. Sin embargo, vimos poco asfalto en nuestro periplo, ya que, principalmente, fuimos por pistas. Y es ahí cuando empieza la diversión.
Según bajamos del tren, nos dirigimos al aparcamiento de la estación y ya estaban los conductores esperando con sus furgonetas UAZ.
Furgonetas UAZ
Se trata de unos armatostes de hierro de la época soviética a las que los propietarios han tuneado para cambiar el motor o los asientos, pero la esencia se mantiene intacta. Se suelen utilizar de este tipo por lo resistente que es y ya que cogen los baches y sortean el barro que da gusto.

No éramos el único grupo que se desplazaba de esta manera, sino que el muchos de los campamentos en los que dormimos se veían más de éstas y, a lo largo del camino, nos cruzamos con unas cuantas más, muchas de ellas sin el distintivo de vehículo turístico.
Sabía que el viaje sería en un transporte de este tipo, aunque una vez que lo ves con tus propios ojos, sólo piensas en que te quedan más de 10 días dando botes. A por ello.
Cargamos nuestro equipaje en la parte de atrás y nos fuimos distribuyendo en los asientos. Yo iba en la número 2 y viajábamos cinco personas. En total, fueron necesarias 3 furgonetas y nos movíamos en caravana, es decir, en el orden establecido y todos siguiendo el mismo camino, si uno para, paran todos.
Primero nos dirigimos hasta una yurta de una familia nómada en la que nos enseñaron sus animales, ordeñaron yeguas y nos dieron a probar queso hecho con leche de yak y té con leche caliente y sal. De verdad, estaba muy rico.
Lago Khovsgol
Al salir, pusimos rumbo al lago Khovsgol, uno de los puntos fuertes del recorrido, sin embargo, llegar nos costó lo nuestro, no sólo por la distancia, que también, sino porque nuestra furgoneta empezó a fallar. No entiendo de mecánica, pero parece ser que iba perdiendo líquido refrigerante. Empezamos bien.

Los conductores, además, son mecánicos y formaban un equipo muy bueno, por lo que entre los tres consiguieron que saliésemos adelante hasta llegar al destino y poder revisar lo que estaba pasando. Eso sí, no fue sólo esta vez la que nos dio un susto, ya que los primeros días parecía que íbamos a marchas forzadas y que nos podíamos quedar tirados en cualquier momento.
Según Google maps, la distancia entre Erdenet y el lago Khovsgol es de 340km lo que, en carretera, se pueden hacer en unas 3 horas y éste fue el momento en el que fui consciente de que las distancias se miden en horas: nos llevó casi todo el día llegar hasta nuestro campamento.
El lago Khovsgol está dentro del Parque Nacional Khovsgol Nuur y es una maravilla de la naturaleza. Situado en el norte del país, muy cerca de la frontera con Rusia, por decirlo de alguna manera, es el hermano pequeño del Baikal. Situado en un bosque verde, entre altas montañas y pinos, las aguas son de un turquesa que me recordaba al Mediterráneo bañando la costa menorquina. Esta zona es Reserva de la Biosfera por la Unesco.

Está helado durante gran parte del año, así que es en verano, cuando el hielo se ha derretido, aunque la temperatura del agua está acorde, cuando los turistas, sobre todo, mongoles, se acercan hasta los campamentos erigidos en sus orillas.
En la occidental es donde se encuentran la mayor parte de campamentos, lo que puede llegar a dar una idea de saturación del espacio porque, en un lugar así, lo que se busca es, principalmente, tranquilidad y contacto con la naturaleza. Por la información que tengo, que no es mucha, todo parece indicar que el número de campamentos en esta área se va a incrementar, lo que conllevará un crecimiento del número de turistas. Por la noche, cuando todo estaba oscuro y se necesitaban los frontales, se podían ver todas las luces al otro lado del lago. Por suerte, nosotros nos alojábamos en la oriental y éramos el único camping de la zona.
La entrada al Parque Nacional supuso la primera toma de contacto con las pistas. Aunque íbamos con el cinturón de seguridad abrochado, nos teníamos que agarrar para evitar salir disparados y es que el camino era especialmente malo. Recorrimos pocos kilómetros de esta manera, no obstante, el trayecto se hizo largo, pese a que disfrutamos de alguna parada antes de alcanzar el aparcamiento. Y, cuando lo hicimos, alucinamos con la estampa: el sol ya empezaba a caer y los rayos se entremezclaban con las ramas de los árboles. Después de asignar los gers y dejar la maleta, cogí la cámara y salí a disfrutar de un atardecer así e intentar captarlo en una foto. Creo que más o menos lo conseguí y es que una imagen vale más que mil palabras.

El ambiente en general era tranquilo y, como éramos un grupo de 20 personas, teníamos asignada la hora de la cena. Sin demorarnos mucho más con el atardecer, y no por falta de ganas, había que cambiar la cámara por el forro polar: estábamos situados en una latitud de 51° y a más de 1.600 metros sobre el nivel del mar, por lo que la sopa que nos estaba esperando nos sentó bastante bien.
Para los amantes de la buena gastronomía, siento decir que Mongolia no será su destino soñado ya que la cena de esa noche fue muy similar al resto de comidas y cenas que nos esperaban. Exceptuando la sopa, básicamente se reducían a cordero con arroz y arroz con cordero. Como variante, también degustamos carne de camello o yak con arroz.
Una vez que terminamos, como hacía frío para ir a ducharse, preferí dejarlo para primera hora de la mañana y salir a disfrutar del anochecer. Los campamentos de gers son nuestro equivalente a camping. Los gers son las viviendas típicas de Mongolia, de forma cónica, se desmontan y se trasladan de manera fácil hasta el nuevo lugar en el que la familia se asiente. En la yurta sólo disponíamos de camas, un par de banquetas, una mesita y una estufa. Los baños y las duchas están fuera, por lo cual, conviene acercarse antes de meterse en la cama o dejarse el frontal a mano.
Con toda la tralla que llevábamos, esa noche caí a plomo, aunque todavía necesité unos días más para hacerme al nuevo horario. Por la mañana, me desperté antes del despertador y aproveché para ir al comedor, sentarme al lado de la estufa e ir escribiendo en mi diario de viajes. Poco después, empezaron a entrar para el desayuno.
Senderismo en el lago Khovsgol
El plan para aquella mañana era hacer una ruta senderista por la orilla oriental. La ruta no fue dura, además, no había ningún tipo de camino, así que parecía que pisábamos tierra virgen. Esquivando ramas y pinos caídos, metiendo la zapatilla en el barro o en pequeños riachuelos que desembocaban en el lago, parando para hacer una foto, y otra y otra más. Como suele ser habitual, llego de las últimas, pero, sinceramente, me da igual, no dan medallas a los primeros, y con las prisas no hubiese disfrutado tanto del paisaje, por tiempo, no sería…

Llegamos a nuestra meta, que era un pequeño campamento de pastores de renos, de la etnia tsaatan. En esta parte del sur de Siberia se encuentran minorías étnicas, como los uriankhai, khotgoid, darkhad y tsaatan; animales como yaks, renos o cabras con pelaje negro y, además del budismo, se practica el chamanismo, por lo que es más o menos fácil encontrar ovoos, montículos hechos con piedras, maderas y distintas ofrendas a los dioses.
En el campamento tsaagan vivía una familia en un ort, una tienda similar a una yurta y vendían artesanía hecha con los cuernos de los renos, además de usar a su pequeña hija de 6 años como gancho. En fin…
Después de llegar y hacer las fotos de rigor, dimos la vuelta ya que en el campamento nos esperaban para comer. Después la tarde fue libre. Tuve la oportunidad de apuntarme a dar un paseo a caballo, la segunda vez que montaba en este animal. Después, lectura a orillas del lago, charla, disfrutar del atardecer, cenar y otro paseo nocturno más.

Lago Zuun
Este fue el único campamento en el que pasamos dos noches, por la mañana, cuando nos levantamos, desayunamos rápido para volver a coger pista hacia el Parque Nacional Khorgo, pero, como la distancia es imposible en un solo día, tuvimos que hacer una parada intermedia en el lago Zuun.
Comparado con los otros dos lagos que visitamos, éste es uno pequeño, por lo que en el mapa publicado en la guía no venía representado, sin embargo, comparando itinerarios de distintas agencias de viajes, prácticamente todas hacían noche por las inmediaciones después de salir o antes de llegar al Khovsgol.
El entorno natural en el que nos encontrábamos era incomparable: una alfombra de hierba y florecillas, entre las que se encontraban edelweiss, y unos bosques de pinos que, si te dicen que estás en Suiza, te lo crees sin ningún tipo de dudas, pero el elemento diferenciador con el país alpino eran las yurtas que salpicaban el terreno.

El camino fue largo, la primera parada que hicimos fue en algún punto indeterminado de la estepa para conocer algunas de las piedras de ciervo y tumbas que allí se hallan. Las piedras de ciervo son un tipo de monolitos que tienen ciervos grabados. No se sabe a ciencia cierta el significado, aunque la teoría más extendida es que las antiguas tribus creían que, después de morir, el alma llegaba al cielo a lomos de un ciervo. En el valle se ven distintos túmulos que marcan la situación de tumbas de guerreros o personalidades importantes de la época. El entorno es la definición gráfica de infinito. Creo recordar que Soyloo nos comentó que a la zona se la conoce como el Valle de los Reyes, por la cantidad de tumbas que hay recogidas.

Pero, lo más curioso que vimos antes de llegar fue un autoestopista. Un chico joven, de rasgos anglosajones y con sombrero de cowboy. ¿Cómo había llegado a estar en medio de la nada? ¿Adónde se dirigía si no estaba en ningún lugar? Sinceramente, creo que es de lo más increíble que he visto.
Necesitamos el resto del día para llegar al lago Zuun o, mejor dicho, a sus inmediaciones y, cuando lo hicimos, fue un descanso absoluto. Nos dio tiempo a hacer una pequeña ruta sencilla por la ladera de la montaña antes de cenar y a ver el atardecer entre los picos de las montañas.
A la mañana siguiente, poco después de dejar el campamento, sí que llegamos al lago. El entorno es bonito, aunque no tanto como el del Khovsgol y, como curiosidad, comento que se trata de un lago salado.

Después de las fotos, teníamos que volver a ponernos en pista, y fuimos comprobando como el paisaje cambiaba, ya que nos dirigíamos hacia el sur.
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En la cuenta de Facebook de Descalzos por el mundo puedes ver un álbum de fotos dedicado al Naadam y otro con los mejores momentos del viaje por Mongolia.
Lee el resto de entradas de este destino:
- Introducción a Mongolia
- Ulán Bator
- Naadam
- Transmongoliano
- Lago Therkhiin Tsagaan nuur, PN Khorgo y baños termales de Tsenkher
- Kharkhorum y Tsetserleg
- Desierto de Gobi: Acantilados Llameantes (Bayanzag) y dunas de Khongor (Khongor Els)
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- El lugar más feo del mundo: Ongi Khiid
- Balance del viaje a Mongolia
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