Perder el avión en Moscú

Si me habéis estado leyendo, ya sabréis que hice un recorrido por Europa del Norte hace varios años y que la vuelta desde Moscú fue más complicada de lo esperado.

Os pongo en antecedentes. Cuando planeamos la ruta, nos dividimos las seis ciudades que íbamos a visitar entre las dos personas, de tal manera que, yo investigué sobre las tres primeras (Estocolmo, Helsinki y Tallín) y Carol, sobre las tres restantes (Tallín, San Petersburgo y Moscú).

A saber por qué motivo, en los datos de Moscú, indicó que el principal aeropuerto es Domodédovo (no se me va a olvidar nunca) y ese nombre se me quedó grabado. El último día de viaje, revisamos la hora de salida del avión (que era a primera hora) y pedimos en la recepción del hotel que nos llamaran a un taxi para la mañana siguiente. Totalmente convencidas de que salíamos de Domodédovo. En este momento, conviene aclarar que Moscú es una ciudad inmensa y que hay tres aeropuertos diferentes.  

Plaza Roja de Moscú, Rusia

Cuando llegamos, buscamos nuestro vuelo y no salía en las pantallas. Comienzan las palpitaciones. Buscamos también los mostradores de Aeroflot, con quién volábamos, y no los encontramos. Las palpitaciones se acentúan. En ese momento, veo el stand de Iberia y, presa de los nervios y sin ser capaz de hablar en inglés, me dirijo al personal de tierra porque seguro que algo de español hablan. Les enseñamos nuestros billetes y, ¡sorpresa!, nos dicen que nos hemos equivocado de aeropuerto, partimos de Sheremetyevo. Y, lo peor de todo, aunque quedan dos horas para la salida, está a 40 km de distancia, hay tráfico y está lloviendo. En resumen, que no llegamos ni en broma.

Salimos corriendo del aeropuerto con las maletas y nos metimos en el primer taxi que vimos libre. Le dijimos al conductor que le dábamos 200 euros (todo lo que nos quedaba) si nos llevaba a Domodédovo en menos de dos horas. Creo que nunca he visto a nadie conducir de esa manera: adelantando por la izquierda, haciendo aquaplanning, volando con un cuatro latas. Llegamos a nuestro destino unos 25 minutos antes del despegue, pagamos el importe acordado y nos dirigimos a toda velocidad al mostrador de Aeroflot. Nos saltamos toda la cola gritando (excuse me, excuse me, my plane is about to leave) y, por suerte, todo el mundo nos dejó pasar, o eso creemos… pero, al llegar al mostrador, la azafata no está tan convencida. Nos dice que, aunque el avión todavía no ha despegado, se ha cerrado la facturación y nosotras llevábamos equipaje voluminoso. Decimos que vamos a abandonar las maletas porque lo que queremos es subir y nos contesta que no podemos hacerlo. ¿Cómo que no? ¿Me pueden impedir que abandone mi maleta? ¿Y si se me “olvida” en algún sitio? Todo es muy surrealista porque, además, la azafata que nos atendía nos pide que nos vayamos, sin darnos ninguna solución. Tenemos un billete de avión para un vuelo que aún no ha despegado y al que nos están impidiendo el embarque y, lo que es peor, estamos en un país de fuera de la UE con un visado al que sólo le quedan 24 horas… Ese sí que es un problema.

Plaza Roja de Moscú, Rusia

Tenemos que salir de Rusia en menos de un día con destino cualquier ciudad de la UE, preferentemente Madrid, es obvio, pero, en la situación en la que estamos, no ponemos pegas a Berlín, Tallín, Helsinki o la que sea, ya nos las apañaremos para volver a casa.

Nos dirigimos a atención al cliente, contamos nuestra situación y, cuando consulta el ordenador, hay un vuelo para Madrid en 12 horas y, mágicamente, quedan dos plazas, cada una a unos 350 euros, si no recuerdo mal. Las compramos. Estaba comprando un billete de avión teniendo otro en la mano de un vuelo que todavía no había salido.

Cuando avisé a mi madre para decir que iba a llegar más tarde de lo esperado me contestó con un “ay, hija, más se perdió en Cuba” y me dijo que no tuviera prisa en volver ya que estaban en medio de una ola de calor y el ambiente era irrespirable.

Iglesias ortodoxas en el Kremlin de Moscú, Rusia

Así que nos quedamos 12 horas tiradas en el suelo del aeropuerto, con frío, utilizando las maletas de silla o de almohada, sin dinero y con la sensación de que se han reído de ti en la cara.

No quiero comentar nada más sobre cómo me sentí, no sólo con este hecho, porque no quiero abrir la caja de los truenos ya que este el un blog escrito desde el buen rollo, espero que lo entendáis.

En cualquier caso, estoy deseando oír vuestras experiencias: ¿habéis perdido un avión, tren o barco? ¿Qué ocurrió? Si hay algún experto en la sala, por favor, que me indique si Aeroflot obró bien o no, si teníamos derecho a algo o sólo a callar.

Edificio de la Lubianka, Moscú, Rusia

Unos días más tarde, ya en casa, escribí un correo de reclamación al que contestaron con un “haber llegado a tiempo” y, sí, tienen razón, pero nos despojaron de todo tipo de derechos. Me gustaría añadir que, en un par de ocasiones, estando ya todo el pasaje sentado en el avión, he visto como llegaba algún viajero demorado con un maletón enorme, que han cogido las azafatas diciendo que lo bajaban en ese momento a bodega, por no hablar de lo que pasa en los vuelos de bajo coste cuando todos los compartimentos están llenos. Eso lo he visto con mis propios ojos y nadie me lo puede negar.

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