O de cómo un viaje que iba a ser un recorrido por Finlandia acabó siendo un tour por capitales del Norte.
Todo empezó en febrero. Vi un post en el Facebook de Carol en el que decía que buscaba a gente para viajar ese verano y, aunque aún era pronto para pensar en las vacaciones, escribí diciendo que contase conmigo.
Esa misma tarde hablamos. La idea que tenía era un recorrido por Finlandia pero estaba abierta a otros destinos. Finlandia me llamaba la atención, así que no hacía falta pensar más. Y éste fue el comienzo de uno de los viajes más locos que he hecho.

Esa misma tarde, me dirigí a la Casa del libro a hacerme una idea de lo que me esperaba en Finlandia. Cogí la guía, la ojeé, miré de los itinerarios sugeridos y me empecé a visualizar en una cabañita de la región de los mil lagos bañándome al aire libre, paseando por un bosque lleno de pinos y disfrutando de la sauna. Nada más lejos de la realidad.
Habíamos fijado la fecha de las vacaciones para la segunda quincena de junio y, sin prisa pero sin pausa, comenzamos a prepararlo. Había que llegar en avión a Helsinki por lo que, ya que estábamos allí, visitábamos la ciudad. Todo en orden. Y, una de las excursiones más típica es ir a Tallín, ¿por qué no?

Una tarde recibí una llamada suya: al ir a mirar los vuelos, se había cruzado un Madrid- Estocolmo por 50 euros que no había podido dejar pasar y, de Estocolmo a Helsinki, otro de 13 euros (precios reales, no exagero). Bueno, el recorrido inicial se estaba desvirtuando un poco pero nada que no fuese manejable.

Otro día, entra un correo de ella: una cliente me ha dicho que, ya que vamos a Tallín, no podemos dejar de ir a Riga. ¿Pero no íbamos a recorrer Finlandia? Ya, pero… Y es que San Petersburgo queda tan cerca… hay vuelos directos y están muy bien de precio. Pues ya nos hemos comido las dos semanas de viaje y no hay cabaña. A todo esto, hay que tener en cuenta que, desde San Petersburgo, sólo se vuelve a Madrid haciendo escala en Moscú y, aprovechando el paso por el aeropuerto, visitamos la ciudad. Todo esto de una sola tacada. Cuando me quise dar cuenta, estaba haciendo cola en la Central de Visados que Rusia tiene en Madrid.

Resumiendo, el viaje se quedó de la siguiente manera: llegada a Estocolmo, donde pasamos tres días. Avión hacia Helsinki (un día). Ferry a Tallín (dos días). Autobús a Riga (medio día). Avión para San Petersburgo (tres días). Avión para Moscú (tres días). Una auténtica paliza.

El viaje me gustó muchísimo y, en términos generales, lo disfruté. No había estado en ninguno de aquellos lugares y a los que tampoco he vuelto. Alguno de ellos, ni me había imaginado que podría ir; otros, pensando que es un nido de peligro.
Visto con la distancia, si tuviera que preparar ahora un viaje así, prescindiría de Riga (me enamoró lo suficiente como para dedicarla tan poco tiempo) y de Moscú (una ciudad tan enorme, con tanto a su alrededor y como broche de un recorrido… no puede ser buena idea).

Pero, sobre todo, me iría a una cabañita en la región de los mil lagos.