Parece una pregunta fácil pero no creo que la respuesta lo sea tanto.
Viajo para conocer otros países, otras culturas, otras gentes, otras formas de ver la vida. Porque el mundo es demasiado grande como para quedarte con una mínima parte. Me saca de la rutina, de las obligaciones, de la compra y de limpiar el baño. Me lleva a un lugar donde me tengo que esforzar para que me entiendan o hacer gestos para comprar desodorante.

Me gusta viajar porque hace tiempo comprendí que lo material es sólo eso. Que las cosas se pueden romper o perder o dejar de tener el interés o la importancia que tenían, pero no pasa eso con las experiencias.
Además, se aprende mucho: geografía, historia, arte o, incluso, gastronomía y lo estás aprendiendo sobre el terreno.
Muchas veces me he preguntado por qué me gusta tanto, por qué lo necesito. Mis padres no son viajeros. Tengo recuerdos sobre irnos de vacaciones por el Norte. Recorrimos desde Irún hasta Bayona en coche en distintas etapas a lo largo de varios años e, incluso una vez, ¡fuimos de vacaciones a Portugal! Pero encontraron su lugar en Ribadeo y, desde que cumplí los 15 años, todos los veranos íbamos allí de vacaciones (habrá un post futuro hablando de este lugar).

Por aquel entonces, tenía alguna amiga del instituto que, en verano, se iba de vacaciones a París o de camping en Suiza o los Dolomitas. Para mí, ésos eran lugares que sólo aparecían en los libros de texto pero, sin saber por qué, me moría de envidia.
¿Cómo es posible que, de unos padres amantes de la rutina, hayan salido dos hijas tan viajeras? Sin embargo, nos animaban a que saliésemos de casa, a que nos apuntáramos a todo. Soy niña- campamento desde que tengo 7 años y, cuando mi instituto habló de hacer un viaje por Francia en 2º de BUP y, al año siguiente, otro por Italia, querían que fuese y que no me lo perdiese por nada en el mundo (también tengo que admitir que mis padres se podían permitir pagarme esos viajes).

Y otra semilla que estaba sembrada, comenzó a crecer: iba corriendo al atlas cuando oía hablar de algún sitio, lo situaba en el mapa y comprobaba lo que estaba cerca; sobeteaba y admiraba guía de Ciudades con encanto que sacó El País Aguilar en modalidad coleccionable. Sólo sabía que quería poder recorrer todos esos lugares. Porque era algo que tenía cristalino: quería tener mi propio dinero para poder irme de vacaciones fuera. No me importaba dormir en un albergue, comer un bocadillo o volar de madrugada porque era más barato. Lo importante era salir. Lo importante era sentir que la vida no se me escapaba, que estaba llenando mi mochila de experiencias. Lo importante era sentirme viva.

Antes de cerrar este post, me gustaría agradecer otra cosa más a mis padres y es que conocí el mar siendo pequeña: en el viaje de 8º de EGB, yendo a Port Aventura, una de mis compañeras afirmó que era la primera vez que lo veía.
Me ha costado mucho seleccionar qué fotos de qué viajes iba a acompañar esta entrada. Da igual el viaje que fuera, más lejos o más cerca, si duró muchos días o sólo un fin de semana, porque he sacado de él muchas cosas.

Y vosotros, ¿habéis viajado desde niños o ya de adultos? ¿Teníais padres viajeros?
1 Comment