Con un puente de mayo como el que viene este año y viviendo en Madrid, es decir, jueves y viernes festivos, era complicado dejarlo pasar y decidimos ir a visitar a un viejo conocido: Londres.
Nos habíamos quedado con las ganas un par de años antes y, para esta vez, no lo dejamos escapar, eso sí, para curarnos en salud, reservamos hotel con más de un año de anticipo, no queríamos encontrarnos con la sorpresa de que todo lo que quedaba era a precios prohibitivos. ¿Os acordáis cuándo antes lo podías organizar todo en un par de días? Ay, qué tiempos…

Tuve que hacer encaje de bolillos para poder cuadrar todo lo que quería ver en la ciudad en tan solo 4 días, o tres y medio, mejor dicho, dejando fuera algunos puntos y actividades de los que tenía muchas ganas pero, al ser la primera visita a la capital británica del partner-in-crime, no ha quedado otra que organizar “el primer viaje a Londres”.
Antes de continuar, voy a hacer un breve repaso por la historia de Londres, de como un pequeño enclave de origen romano se ha convertido en una de las principales mega urbes del mundo.
Brevísima historia de Londres
Aunque se han descubierto hallazgos de que Londres pudo estar poblada por britones, el consenso es que fue fundada por los romanos en el 43 d.C. sucediendo poco después a Colchester como capital de la provincia de Britania y alcanzando su apogeo en el siglo II con 60.000 personas.
Tras la caída del Imperio Romano, Londinium fue abandonada y una población de sajones se estableció en lo que hoy en Covent Garden. Desde este momento y hasta el 886 se sucedieron las incursiones vikingas, que pararon tras la firma de un acuerdo de paz con entre estos y el rey Alfredo el Grande.

Con la reunificación de Inglaterra en el siglo X, adquirió relevancia en el plano político y, con la construcción de la Abadía de Westminster, ésta se convirtió en la principal residencia real. Desde este momento, Londres siguió ganado poder e importancia y, en el 1300, ya vivían 100.000 personas.
Con el auge del comercio, se convirtió en el principal puerto del mar del Norte, la población siguió creciendo, pese a sufrir varias epidemias de peste y un incendio, en 1666, que la dejó asolada. La reconstrucción duró 10 años.
Con el apogeo del Imperio Británico, Londres fue la ciudad más grande del mundo entre 1831 y 1925, sin embargo, las condiciones de vida e higiene de gran parte de sus habitantes eran infames: se registraron varios brotes de cólera, la ciudad estaba congestionada por el tráfico rodado y la mortalidad infantil era muy elevada.
Durante la II Guerra Mundial fue bombardeada de manera sistemática, lo que no impidió que acogiese la celebración de los Juegos Olímpicos de 1948.

En décadas posteriores, recibió población inmigrante de numerosos países, convirtiéndose en una de las ciudades con mayor diversidad étnica. Fue el centro de la cultura pop, el famoso Swinging London y, años más tarde, el punk tomó las calles. Por desgracia, también fue escenario de varios ataques del IRA y de los disturbios de Brixton, en este último caso, debido a la desigualdad racial.
En los últimos años, ha vuelto a celebrar unos Juegos Olímpicos, ha sido objetivo de ataques terroristas y ha alcanzado el pico demográfico más alto desde 1939, con 8,78M de habitantes.
Sobre todo y, desde mi punto de vista, la ciudad de Londres es una de las que más molan y mejor rollo tiene. London rules!
Poneros un calzado cómodo porque nos vamos a caminar por Londres. No es el itinerario que nosotros seguimos, sino que voy a hablar de las distintas zonas que visitamos, destacando lo que más me gusta de cada una de ellas.
Empezamos por uno de sus símbolos: el Big Ben, en Westminster.
Westminster, lleno de icono londinenses
Si pensamos en Londres se nos pueden venir muchas imágenes a la cabeza: los autobuses de dos pisos, el London Eye, el palacio de Buckingham o el Big Ben. Todos ellos iconos de la capital británica y, la mayoría de ellos, perfectamente localizados en Westminster.
Situado en la orilla norte del Támesis, es uno de los barrios más grandes de la urbe y donde se da la mayor concentración de puntos turísticos. Aquí se concentra el gobierno desde la época de los Plantagenet, más o menos desde el 1200.

Para mí, la mejor manera de llegar a esta zona y disfrutar de la estampa que tantas veces hemos visto en la tele y en las películas, es cruzando el puente de Westminster. El Palacio de Westminster y el Big Ben ante nosotros, imponentes e imperturbables. Una maravilla. Pero, antes de ponernos en marcha, mejor hacerse a un lado en la orilla izquierda, justo donde el hospital St. Thomas y observar el entorno, con el río Támesis de fondo. Por cierto, no nos perdimos el memorial a los fallecidos por el COVID en el Reino Unido: un corazón para cada uno de ellos y siempre en los corazones.
Al otro lado, el London Eye, la inmensa noria que se ha convertido en una de las atracciones más turísticas de la ciudad. Yo no he montado, entre otros motivos, porque no es de lo que más me interesa a la hora de hacer turismo, además, me parece que tiene un precio excesivo.

Dicho esto, cruzamos el puente.
El Palacio de Westminster y el Big Ben
El Palacio de Westminster, también conocido como Casas del Parlamento, alberga la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores. Inicialmente, fue palacio real, aunque ningún rey vive aquí desde el siglo XVI, sin embargo, es sustancialmente diferente a cómo era en aquella época ya que gran parte de la estructura data del siglo XIX, tras la reconstrucción que se llevó debido al incendio acontecido en 1834. Por cierto, el pintor JMW Turner lo pintó magistralmente tan solo un año más tarde en su cuadro El incendio de las Casas del Parlamento.

El edificio es de estilo neogótico y, sin ninguna duda, lo que más llama la atención es la torre del reloj, conocida como Big Ben (Ben es la enorme campana y debe su nombre a Benjamin Hall, encargado de las obras cuando éstas finalizaron). El conjunto es Patrimonio de la Humanidad desde 1987.
Si estáis interesado en conocer el edificio por dentro, las entradas para los distintos tours se pueden comprar directamente en la página oficial del Parlamento.
Por cierto, en el lateral contrario al Big Ben se ubican los jardines Victoria Tower Gardens South, que son un remanso de paz y un buen lugar para descansar y coger fuerzas antes de seguir.
La Abadía Westminster
Considerada como el mejor ejemplo de gótico inglés temprano, el edificio original se construyó en el siglo XI por orden de Eduardo el Confesor y, la actual iglesia, comenzó en 1245 bajo Enrique III, añadiendo posteriormente la nave gótica francesa y la capilla de Enrique VII.
En la actualidad, la abadía está intrínsecamente unida a la familia real británica ya que, desde Guillermo el Conquistador, en 1066, todos los monarcas han sido coronados aquí, con la excepción de Eduardo V y Eduardo VIII. También es el lugar en el que se han celebrados 16 bodas reales, se han enterrado a muchos reyes, junto a grandes personalidades, como poetas escritores, músicos, científicos, almirantes o médicos, como Charles Darwin, Isaac Newton, David Livingstone o Charles Dickens.

Para conocer todos los que están enterrados o conmemorados en la Abadía de Westmister, puedes consultar la página web oficial.
Inicialmente, era un monasterio de monjes benedictinos aunque, tras la separación de la iglesia de Inglaterra de la Iglesia católica, Enrique VIII disolvió el monasterio.
En el centro se ubica el presbiterio, donde se celebran las coronaciones, bodas y funerales reales. La decoración del altar mayor es de George Gilbert Scott, diseñado en 1897. El coro data de mediados del siglo XIX y está en el mismo lugar en el que estuvo el coro de los monjes benedictinos, ocupado, en la actualidad, por el propio coro de la abadía.
El presbiterio está rodeado de capillas, entre las que podemos destacar The Lady Chapel, la de San Juan Bautista, la de Enrique VII, la de San Eduardo el Confesor.
Como se trataba de un monasterio, el claustro se conserva. Por el camino, pasamos por la sala capitular, que conserva el pavimento medieval y que es uno de los mejor conservados de Europa.

No podemos salir sin visitar The Poets’ Corner, donde se ubican las tumbas y los monumentos de los mejores escritores del país. En el otro lado, The Scientists’ Corner, haciendo lo propio con los científicos y, por último, The Musicians’ Aisle, con los mejores músicos.
También se rinde homenaje a grandes personalidades internacionales, como Martin Luther King, San Maximiliano María Kolbe o Esther John.
Yo visité la Abadía de Westminster en mi primer viaje a Londres y, la verdad, es que es muy recomendable por la grandiosidad e interés del lugar, sin embargo, el precio es bastante elevado, por lo que considero que hay que darle un pensada. En cualquier caso, para saber más de la abadía o por si quieres comprar entradas, te adjunto la web oficial.
Churchill War Rooms
Uno de los lugares más originales para visitar por la zona son las Chuchill War Rooms, un museo que depende del Museo Imperial de la Guerra. Está ubicado en las habitaciones que se adaptaron en 1938 como refugio temporal para el Gobierno en el momento en que la amenaza de guerra cada vez era mayor. Fe abandonado en 1945, tras la rendición de Japón.

Todo se ha mantenido tal cual estaba cuando se salió y se pueden ver la sala del telégrafo, con línea directa con Roosvelt, el departamento de mecanografía, el despacho de Churchill, la sala de mapas o los propios dormitorios.
St James’s Park
Tras tantas visitas, apetece un poco de verde y St James’s Park es el sitio idóneo para descansar y aislarse del ruido. Pese a que tiene un tamaño considerable (23Ha), es uno de los parques más pequeños de Londres y el más antiguo de los Parques Reales.
Además de invitar a sentarse a tomar el sol tranquilamente, dada su ubicación, ofrece unas vistas insuperables del edificio principal de la Foreign and Commonwealth Office, Westminster o Horse Guards Parade.

Cuando Enrique VIII compró los terrenos, estos no eran más que marisma pantanosa, cuando Jacobo I ascendió al trono en 1603, ordenó que se drenara y ajardinara, y se soltaron animales exóticos, como camellos o cocodrilos. Tras distintas remodelaciones, el canal se transformó en lago, las avenidas de las inmediaciones se reformaron y el Marble Arch que hoy vemos en Oxford Street, era la entrada.
No queríamos perdernos el puente por el que quedan unidas las dos orillas del lago por un motivo de peso: las estupendas vistas que se tienen del palacio de Buckingham, nuestro siguiente destino.
El palacio Buckingham
Construido para el primer duque de Buckingham en 1703, Jorge III lo compró en 1762. Tras distintas ampliaciones, se convirtió en residencia oficial de la monarquía británica con la llegada al trono de la reina Victoria, que consideraba el cercano palacio de St James demasiado anticuado.

Ha estado cerrado al público hasta la década de los 90 del siglo XX, cuando se decidieron abrir 19 de sus 775 estancias, pero sólo en agosto y septiembre. La King’s Gallery abre todo el año exhibiendo algunos de los tesoros del palacio: pintura, escultura, joyas y muebles que van rotando como exposiciones temporales.
Para más información y entradas de la King’s Gallery, te adjunto la página web oficial.
Sin duda, uno de los atractivos del palacio es la ceremonia del cambio de guardia. Con sus uniformes rojos y sus sombreros de piel de oso, son una de las imágenes más representativas de Londres. Es uno de los actos más conocidos de la capital y está lleno de gente y, no sé por qué, las dos veces que he ido a Londres más de una persona me ha preguntado si iba a ver el cambio de guardia. Sinceramente, no es de los eventos que tengo marcados como imprescindibles.

En el exterior del palacio luce el monumento a la Reina Victoria, un columna de 25 metros de altura y, tras ella, la impresionante avenida The Mall.
Para más información práctica sobre la visita al palacio de Buckingham y el cambio de guardia, puedes consultar la web oficial.
The Mall y Palacio St James
Esta inmensa calle la hemos visto muchas veces en la tele decorada con banderas británicas cada pocos metros. Lo que comenzó como un campo para jugar al mallo (pall mall en inglés, una antigua versión del cricket), se convirtió, desde el siglo XVI, en una de las avenidas más elegantes y, ya en el siglo XX, en una ruta ceremonial.
La longitud de The Mall es exactamente la de una milla náutica (926 metros) y la superficie tiene un característico color rojo, dando imagen de alfombra roja hacia el palacio de Buckingham.

Es un gusto pasear tranquilamente por esta calle, buscando la sombra de los frondosos árboles y, entre sus hojas, divisar (o imaginarlo) los distintos palacios y residencias señoriales que se encuentran: Lancaster House, Clarence House o el Palacio de St James y, más adelante, la Commonwealth Secretariat, The Royal Society o la galería de arte The Mall Galleries, hasta llegar al Arco del Almirantazgo y a Trafalgar Square.
Antes de terminar, me gustaría hablar del palacio de St James, construido por Enrique VIII en una parcela de un hospital para leprosos, siendo residencia real para las familias Tudor y Estuardo. De la construcción original en ladrillo rojo sólo se conserva la casa como tal, ya que el palacio sufrió un incendio en 1809.

En la actualidad, sigue estando en uso y es la sede de la Corte Real, pese a que el rey vive en otro lugar, siendo la residencia de distintos miembros de la familia real y se usa como lugar de recepciones oficiales.
Como paseo por las zonas de Westminster y St James no ha estado nada mal. Para coger fuerzas, nada como buscar un pub y descansar con una buena pinta. Hay más zonas de Londres pendientes de descubrir, pero eso lo haré en futuros artículos.
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