Praga, Viena y Budapest: recorrido por las capitales imperiales

Uno de los recorridos por Europa que más ha triunfado en las últimas décadas es el de Capitales Imperiales, es decir, Praga, Viena y Budapest en 8 días.

Cuando era más jovencilla, este tipo de viajes me llamaba mucho la atención, pero no para hacerlo yo, sino porque no me entraba en la cabeza cómo se podían ver ciudades tan maravillosas en tan pocos días.

Es fácil pensar que se dedicarían un par de jornadas para cada una de ellas, teniendo en cuenta los dos días que se pierden por traslados, sin embargo, hay que tener otra variable en cuenta: el movimiento de una a otra, que también conlleva tiempo y entra dentro de esos 8 días. En resumen, en el mejor de los casos, podrías dedicar día y medio a cada una de ellas.

Reloj astronómico de Praga

Sinceramente hablando, ¿quieres dedicar tan sólo un día y medio a cada una de estas ciudades?

Conozco una persona que lo hizo y, cuando hemos hablado de todo lo que vi en ellas, me contestó que ella no lo había hecho. En cierto modo, es una confirmación de que si puedes dedicar más tiempo, hazlo.

Tengo la suerte de haber estado en estas tres capitales, por separado, dediqué cinco días a cada una y confirmo que no me ha sobrado ni una sola hora.

Vamos a hacer un recorrido rápido por lo que verías en estas tres ciudades si viajases en este recorrido programado y lo compararemos con lo que hice yo.

Ocho días en Viena, Praga y Budapest  

He consultado distintas agencias que ofrecen este circuito y suelen ser el mismo. 

Empezando por Praga, tendrás una visita panorámica, es decir, en autobús. Sí que conocerás el Puente de Carlos, un recorrido por las callejuelas de Stare Mesto (Ciudad Vieja), que incluye el reloj astronómico, la Torre de la Pólvora o la Plaza de Wenceslao.

El Castillo, las inmediaciones y el Barrio Judío quedan como excursiones opcionales, es decir, que las tienes que pagar aparte. Y, en algún caso, ni se incluyen por falta de tiempo.

Monumento conmemorativo a los judíos húngaros arrojados al Danubio

Continúa nuestro recorrido por Viena. En este caso, también se hace una visita panorámica, en los que el Parlamento, la Ópera o la iglesia Votiva los verás a través del cristal de la ventanilla o bajarás para hacer la foto.

A pie se conoce el casco histórico, entre otras cosas, porque es peatonal en gran parte, donde se visitan la Catedral de San Esteban, el Palacio Hofburn o la Columna de la Peste. Por cierto, las entradas no están incluidas y, dependiendo de la agencia, la visita al interior, tampoco.

Si quieres ver algo más, y espero que quieras, es por libre o contratando visitas opcionales.

Y llegamos a Budapest en la que, una vez más, nos recibirán con una visita panorámica y, tras ésta, se visita el Castillo de Buda y tiempo libre en Pest, a no ser que contrates, de nuevo y de manera opcional, la visita a esta parte.

Por si no fuera poco, algunas agencias incluyen en el planning visitas a Linz, Cesky Krumlov o Bratislava. Vamos, que realmente, no vas a ver nada. Quien mucho abarca, poco aprieta.

Entiendo que no todo el mundo tiene las herramientas para realizar un viaje por libre: el idioma suele ser una barrera importante, el no tener acompañantes, la edad, un presupuesto más ajustado o falta de días. Si es tu caso, adelante, hazlo, mejor eso que nada. Pero, desde mi punto de vista, si puedes elegir, no lo hagas de esta manera. Cada una de ellas es maravillosa y sólo te quedarías con la miel en los labios.

La iglesia barroca de Karlskirche, en Viena

Qué ver en Praga

Stare Mesto, la Ciudad Vieja, es el centro neurálgico de la ciudad. En la plaza de la Ciudad Vieja vas a alucinar con los edificios que la componen. Casas señoriales de colores pastel, además de Nuestra Señora de Týn, la Casa de la Campana de Piedra, cuya fachada gótica fue descubierta en 1980, la pintura art Nouveau de la Casa Storch, el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja o la iglesia de San Nicolás.

Además, en uno de los laterales del Ayuntamiento de la Ciudad Gótica se encuentra el reloj astronómico. A cada hora en punto, una multitud de gente se concentra para ver las figuras de los doce apósteles acompañados por el Turco, la Avaricia, la Vanidad o la Muerte. En mi visita, subí al Ayuntamiento, desde donde se tienen unas vistas de la plaza increíbles.

Por la Ciudad Vieja es un placer pasear sin rumbo y llegar a la Torre de la Pólvora y al puente de Carlos, con sus 30 estatuas de figuras religiosas, instaladas en el siglo XVII para que la población volviese al catolicismo.

El puente de Carlos, en Praga

Otro imprescindible de Praga es Josefov, el Barrio Judío. Nos recibe el antiguo cementerio judío, uno de los pocos lugares en los que se podía enterrar judíos y, debido a la falta de espacio, los cuerpos quedaron apilados y se calcula que hay enterrados en torno a los 200.000 cadáveres. Este fue uno de los puntos que más me gustaron de Praga. ¡Con lo que me gustan los cementerios!

En Josefov también podemos hacer un recorrido por las distintas sinagogas. La sinagoga de Staronová está contigua al cementerio y es una de las más antiguas de Europa. También podemos visitar la Sinagoga Alta; la Maisel, que, en el momento de su inauguración, fue la más grande de Praga; la Pinkas, que se ha convertido en un monumento a las víctimas checas y moravas del Holocausto y permanecen escritos los nombres de todas las víctimas de los campos de concentración de Terezín y otros campos del Este de Europa; o la Sinagoga Española, una de las más bonitas, gracias a su estilo mudéjar.

Además, si te gusta el arte, no te pierdas el Convento de Santa Inés, reconvertido en parte de la Galería Nacional, con una colección inmejorable de arte checo del siglo XIV.

Vidrieras diseñadas por Alfons Mucha en la catedral de San Vito, en el castillo de Praga

De Josefov nos dirigimos a la Malá Strana, el Pequeño Barrio. No puedes no subir a la colina Petrín, desde donde se obtienen unas vistas de Praga que no olvidarás. Pasear por Nerudova, bordeada por antiguos palacios, casas con emblemas, tiendas de artesanía, cafés y multitud de callejuelas. Seguro que has visto fotos del famoso muro de John Lennon que fue un punto de conflicto entre los hippies y la policía de la época.

Además, no nos podemos ir sin visitar la iglesia de San Nicolás, uno de los templos barrocos más bonitos de Europa. Como curiosidad, Mozart tocó el órgano que aún se conserva.

Un imprescindible de Praga es el Castillo, fundado en el siglo IX. Pese al aspecto medieval, sigue estando vinculado a la política, ya que es sede del gobierno checo. La catedral de San Vito se encuentra en el recinto y las vidrieras art Nouveau de Alfons Mucha son impresionantes y la mezcla de estilos encaja  a la perfección.

El castillo de Praga

Otros puntos para visitar en el castillo son el Loreto, el Jardín Real, el Monumento a las víctimas de la tortura policial o el Callejón de oro. Además, es una buena zona para buscar una cervecería tradicional.

No muy lejos queda el monasterio Strahov, para visitar las espectaculares salas de Teológica Barroca y Filosófica Clasista de su biblioteca, una de las más bonitas que he visto.

Nuestro recorrido por Praga continúa por Nové Mesto, la Ciudad Nueva, donde no nos podemos perder las fachadas art Nouveau de los edificios de la plaza Wenceslao, el Teatro Nacional, el Ayuntamiento de la Ciudad Nueva o el Pasaje Lucerna, donde se exhibe la escultura El caballo muerto de San Wenceslao.

Además, no me perdí el famoso edificio Danzante o la antigua fortaleza de Vyšehrad, donde se ubica el Cementerio Nacional, lugar de descanso de distintos personajes ilustres checos. Y, por si no fuese poco, fuimos a conocer el Castillo de Karlštejn, del que hablaré en un futuro.

¿Sigues pensando que Praga se visita en un día y medio?

Qué ver en Budapest

La “mala” suerte de Budapest en esta combinación es que su nombre aparece junto a la de dos de las capitales más bellas del mundo y, por desgracia, las comparaciones son odiosas. Pese a que Budapest no tiene el esplendor de las otras dos, se disfruta de la misma manera.

Budapest está formada por dos ciudades, Buda y Pest, separadas por el río Danubio. La gran parte de todo lo que se visita está en Pest, pero en Buda hay dos puntos muy interesantes: el castillo y las colinas, donde se ubica el Monumento a la Independencia y unas vistas que quitan la respiración.

El Danubio separando las ciudades de Buda y Pest

Y fueron estas vistas y el atardecer sobre la ciudad, mientras que se encienden las luces, la primera impresión que nos llevamos. Mejor, imposible.

El distrito del Castillo es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y alberga museos y monumentos de primer orden, como la Galería Nacional de Hungría o el Museo de Historia de Budapest, así como la iglesia de Matías, muy conocida por los mosaicos que forman los azulejos del tejado.

En Buda también se encuentra uno de los mejores miradores del mundo: el Bastión de los Pescadores. El nombre tan curioso que tiene, ya que Hungría no tiene costa marítima, viene del gremio de pescadores responsable de la defensa de este tramo de muralla del castillo.

Cuando bajamos de las colinas, cruzamos el Danubio por uno de los puentes más conocidos: el de las Cadenas, y vamos directamente a visitar el Parlamento.

Se trata del edificio más grande de Hungría, con una mezcla de estilos arquitectónicos. Cuando lo visité, en mayo de 2015, había circuitos guiados en muchos idiomas, incluido en español, y era gratuito para los ciudadanos de la UE. Y remarco lo de “era” porque ahora hay que pagar una entrada que cuesta 4.200 florines (algo menos de 11 euros).

Iglesia de Matías, en Budapest

Justo detrás del Parlamento, a orillas del Danubio, se ubica uno de los rincones más solemnes de Budapest: el monumento a los judíos húngaros fusilados y arrojados al Danubio por miembros del Partido de la Cruz Flechada.

Quedan representados en hierro sesenta pares de zapatos y botas, de aspecto antiguo. Aunque está al aire libre, el lugar invita al silencio y al recogimiento.

No muy lejos queda la iglesia de San Esteban, la iglesia gótica más importante del país ya que alberga la mano derecha momificada del patrón de la iglesia.

Una de las zonas que más me gustó de Budapest fue el Barrio Judío, donde visitamos la Gran Sinagoga. Se trata de un edificio que capta todas las miradas al estar construido en ladrillo vidriado rojo y amarillo. Se trata de la segunda sinagoga en tamaño del mundo, tan solo por detrás de la de Nueva York.

También aquí permanece un trocito de historia dolorosa y vergonzosa: un tramo del muro original del gueto.

Placa conmemorativa en el muro del gueto de Budapest

Pero antes de perdernos por las calles buscando algún ruin bar, merece la pena acercarse a La casa del terror, uno de esos lugares que no dejan indiferente. Aquí se ubicaba el cuartel general de la policía secreta, la AVH. En este lugar se interrogó y torturó a cualquier persona con una ideología política diferente de la “establecida”, tanto antes como después de la II Guerra Mundial. La exposición se centra en los crímenes y atrocidades cometidas, ya fuera por el régimen fascista o estalinista. No hay que olvidar nuestra historia.

También en esta zona se descubren edificios con cartelería y anuncios que se quedaron anclados antes del 9 de noviembre de 1989.

Sin duda, el Barrio Judío es una zona para disfrutar entre sus muchos restaurantes, cafés y, sobre todo, los ruin bars. Locales instalados en edificios en ruinas y que tienen buen rollo a raudales. Nosotras visitamos varios y, sin duda, el que más os gustó fue el Szimpla.

No he vuelto a Budapest desde entonces, sin embargo, algo me dice que los ruin bars han dejado de tener el encanto que tenían hace ya varios años…

Antes de irte de Budapest quedan dos lugares más: el Mercado Central y uno de sus baños termales.

Creo que para muchos viajeros, pasear por los pasillos de los mercados, ver el día a día de la gente, los puestos de comida, las diferencias con nuestros mercados, suele ser una actividad que gusta mucho. Además, el de Budapest es el mercado cubierto más grande de Hungría.

Gran Sinagoga de Budapest

Sobre los baños, ya hablé en el post de Caprichos durante un viaje que os dejo enlazado.

¿Sigues pensando que Budapest se visita en un día y medio?

Qué ver en Viena

De las tres ciudades, Viena es la que más reciente tengo, ya que la visité en agosto de 2023. Ya publiqué varios post centrados en la capital austriaca, por lo que no voy a extenderme mucho más.

En cualquier caso, y a modo de resumen, en Viena no te pierdas la Catedral de San Esteban, bajando a la cripta y subiendo a los tejados para poder admirar los azulejos del tejado. Pasear por Graben y llegar hasta la Columna de la Peste.

Si hay algo que abunda en Viena son los palacios. Los hay para dar y tomar y, pese a que no todos están abiertos al público, o alguno se ha reconvertido en hotel, sigue quedando un buen número de ellos. Los más visitados son Hofburn, Schönbrunn y Belvedere. Visité los tres y me parecieron majestuosos, imposible decir cuál me ha gustado más o cuál descartaría si no tuviese tiempo suficiente.

Las iglesias en Viena surgen de la nada. Entre las más conocidas y bonitas están la iglesia Votiva y la barroca Karlslkirche y, cerca de esta última, el fantástico pabellón modernista de Otto Wagner.

Esfinge en los jardines del Belvedere, Viena

No te vayas de Viena sin visitar el edificio de la Ópera y sus estrellas otorgadas a los principales compositores de la historia de la música. De la misma manera, y para darse un pequeño respiro, pasear por los jardines de Burggarten y Stadtpark.

Algo más alejado del centro, la colorida Hundertwasserhaus y el famoso parque de atracciones del Prater, con la noria que Orson Welles inmortalizó en la película de El tercer hombre. Si te gusta el arte, en Viena hay museos de primer orden mundial, como el Leopold Museum, el Albertina o el Kunsthistorisches.

Te invito a leer los post que dediqué a esta ciudad y que dejo más abajo enlazados y, como en el caso de Praga y Budapest, ¿sigues pensando que Viena se visita en un día y medio?

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