Me gusta leer y, como en el caso del gusto por viajar, decir esto hoy en día, es una obviedad. Mi pasión por los libros me lleva, no sólo a ir leyendo cada vez que me desplazo en metro o cuando estoy de vacaciones, sino también, a visitar bibliotecas o librerías de un determinado destino. Desde las que tienen mucho encanto, como Lello en Oporto, hasta las que son grandes superficies, como una de las sucursales de Waterstone en Londres. Pero no me he conformado sólo con la visita, sino que también he comprado libros en diferentes destinos: From rain to rainbows en el museo de Chester Beatty, uno de Roy Lichtenstein en el MoMA o La première gorgée de bière en una de las muchas librerías del Barrio Latino de París.
En Copenhague tuve la oportunidad de ver el Diamante Negro, la sede más importante de la Biblioteca Real de Dinamarca. Es un edificio de ocho plantas y cuyo exterior es de mármol negro y cristal. No entramos dentro, pero paseamos por el exterior.

De todas las veces que he ido a París, he paseado también por varias librerías. Shakespeare & Co. es un imprescindible de la capital gala, con encanto en cada rincón y, sobre todo, es un refugio para escritores y viajeros, los tumbleweeds, ya que ofrece camas gratuitas a cambio de trabajar en la tienda durante dos horas diarias, ser ordenado, leer un libro al día y escribir una página, también al día, de tu autobiografía. Un precio que merece la pena pagar.

Sin embargo, para mí, las mejores librerías parisinas son las de los bouquinistes: esas pequeñas cajas metálicas pintadas de verde en las orillas del Sena. Aquí se pueden encontrar libros antiguos y de ocasión y revistas. Como cada vez se lee menos, hoy en día funcionan más como tiendas de souvenirs o láminas para turistas. Para mí, ya no tienen tanto encanto como antes, pero merece la pena acercarse a verlo.

Visité Oporto en febrero de 2010 y, en la guía que llevaba, recomendaba acercarse a la librería de Lello e Irmão. Por aquel entonces, todavía era un secreto a voces, es decir, había gente, aunque se podía estar y, por lo que recuerdo, no esperamos cola para entrar. Eso sí, era difícil hacer fotos sin que saliera algún desconocido. Me parecía feo entrar, pasearme, hacer fotos e irme, así que compré unos pendientes que todavía conservo. Con el paso del tiempo, la situación derivó a locura colectiva: si no te hacías una foto en su escalera roja, no habías estado en Oporto. Esto significa centenares de personas diarias haciendo colas de varias horas para entrar, tener sus minutos de postureo e irse. Sinceramente, dudo que la gran mayoría comprase algo. Esto llevó a los propietarios a poner una entrada de 5€ por persona, que se descuentan de la compra. Además, por lo que he leído, tampoco dejan hacer fotos en el interior.

Esta librería es también conocida porque, durante muchos años circuló el rumor de que las escenas de la biblioteca de Hogwarts de la Saga de Harry Potter fueron rodadas aquí. Hoy sabemos que no fue así, aunque la autora, J. K. Rowling, vivió una temporada en esta ciudad.
Por cierto, no te quedes sólo con el interior, el exterior del edificio es precioso.

En Nueva York, la visita a la Biblioteca Pública era obligatoria. La hemos visto mil veces en películas y series y tener ante ti este inmenso edificio de mármol blanco, con los leones flanqueando la entrada, es otro nivel. Confieso que entramos a la sala de lectura y, aunque intentábamos hacer el menor ruido posible, nos sentimos un poco incómodas y nos fuimos, al fin y al cabo, había gente leyendo, que es lo que se hace en una biblioteca.

Por la película de Sexo en Nueva York, muchos descubrimos (o al menos, yo) que se pueden celebrar bodas civiles en esta biblioteca. ¿Se os ocurre un lugar mejor que rodeados de libros?
También en este viaje fui a una típica librería neoyorkina, ya sabéis, muchos pisos muy amplios, muchas estanterías y muchos libros. De todo tipo de temáticas y en muchos idiomas. No recuerdo en cuál fue, pero sí el motivo por el que fui: acompañar a Marisol a comprarse un libro. Y es que tiene la costumbre de comprarse uno en cada ciudad que viaja. Marisol, si lees esto, háblanos más de esa costumbre tan bonita y, si te acuerdas del nombre de la librería, ¡te pongo un monumento!
En Praga, estuvimos en el Salón Teológico de la biblioteca del Monasterio Strahov, una de las más bonitas del mundo. Alberga más de 18.000 volúmenes y globos terráqueos del siglo XVII. Uno de los motivos por el que se conserva tan bien, o el principal motivo, es porque no se puede entrar: a la sala sólo te puedes asomar desde la puerta. Cuando fui, la entrada a la biblioteca no incluía el derecho a hacer fotos, por lo que pagamos ese plus.

En la avenida Nevsky, una de las principales de San Petersburgo, la Casa Singer llama la atención. Es de estilo art Nouveau y una visita imprescindible en la ciudad. Fue programado para la filial rusa de la compañía Singer de máquinas de coser, aunque la idea inicial era construir un rascacielos similar al Empire State de Nueva York, las leyes impedían edificar por encima de los 23,5 metros de altura, ya que ningún edificio podía ser más alto que el Palacio de Invierno. Pese a estas limitaciones, el edificio merece la pena. Hoy en día, alberga varios negocios, siendo los más conocidos la librería y la cafetería. Nos dimos una vuelta por el interior y no vimos libros que no estuvieran escritos en ruso pero, en cambio, nos sentamos en una de sus mesas a tomar un té, casi casi, rodeadas de libros.


Si habéis estado en Dublín, sabréis que la visita a la biblioteca del Trinity College es obligatoria. Se trata de la universidad más prestigiosa de Irlanda y es conocida por su famosa biblioteca, que alberga el Libro de Kells. También podemos encontrar la Proclamación de la República de Irlanda en 1916 o el arpa Trinity College, del siglo XV, que es la más antigua del país y, sobre todo, gente, mucha gente, así que recorrer sus pasillos puede parecer una yincana.

El Libro de Kells es un manuscrito realizado por monjes celtas hacia el año 800, en el pueblo de Kells. Contiene los cuatro Evangelios, así como notas preliminares y explicativas y numerosas ilustraciones. Está conservado en unas urnas con la temperatura controlada y sólo se abren ocasionalmente para pasar una página.
Y vosotros, ¿soléis visitar este tipo de enclave? Feliz día de libro y celebradlo leyendo.