Experiencia en Ribadeo y A Mariña Oriental: playas, historia y naturaleza impresionante

Ya he contado en más de una ocasión que mis vacaciones desde los 15 años fueron ineludiblemente en Ribadeo. Mis padres aterrizaron en este lugar por casualidad y les gustó tanto, que no se plantearon buscar otro destino de veraneo y, con los años, se compraron una casa para ir más a menudo.

Todos los años me quejaba con amargura, con las ganas que tenía de conocer mundo y me obligaban a ir a un pequeño pueblo costero de la provincia de Lugo en el que no se podía hacer mucho más que bañarse en la playa (y eso cuando se podía porque, por aquel entonces, el agua del Cantábrico estaba fría de verdad) y dar paseos con caminos que unen casas de aldeas.

Cuando empecé a trabajar, cambié Ribadeo por cualquier destino europeo al que llegaran vuelos de bajo coste. Y tan contenta. Sin embargo, el dinero daba para lo que daba y la mayoría de días de vacaciones y festivos me quedaba en casa, saboreando esa semana que había disfrutado en la capital europea de turno.

Street art que nos muestra Ribadeo desde Figueiras

Llegó un momento en el que todo cambió. Más carga de trabajo, más estrés, mismo dinero y más necesidad de desconexión y de no hacer nada. Mis padres ya tenían la casa desde hacía pocos meses y ya iban de manera más o menos constante y, como era la única de la familia que no había estado, en un puente del 12 de octubre que cae perfecto para irse unos días, aproveché para irme con ellos. Y todo cambió.

Lo primero, estábamos en el mismo Ribadeo, no en A Devesa, la diminuta parroquia donde alquilaban una casa en los veranos en los que yo iba. Parece que no, pero para una urbanita convencida como yo, eso era un mundo. Lo segundo, unos días de salir de casa y no tener ninguna preocupación sientan bien a cualquiera. Y, para terminar, descubrir la buena vida y regresar totalmente descansada hizo que repitiese más veces.

Pasé de odiar Ribadeo a amarlo y creo que ya va siendo hora de hacer justicia poética con este lugar.

Ribadeo, capital de A Mariña Oriental

Ribadeo es un pueblo de Lugo, en la costa, haciendo frontera con Asturias, con unos 10.000 habitantes entre núcleo urbano y parroquias. Es la capital de A Mariña Oriental, perteneciente a la de A Mariña, comarca que abarca municipios costeros que van desde la ría del Eo hasta Vicedo, y municipios de interior, como Trabada, Lourenzana o Mondoñedo.

El pueblo se originó desde un núcleo a orillas del río, teniendo, incluso, muralla, de la que todavía podemos ver algún resto. Fue uno de los núcleos urbanos medievales que recibió la Carta Puebla del rey Fernando III de Castilla, lo que le otorgaba, entre otros beneficios, poder realizar un mercado semanal que, a fecha de hoy, se sigue realizando.

El puerto de Ribadeo desde la Atalaya

El apogeo de la villa llegó a manos de su puerto, siendo el cabeza de comercio del mar Cantábrico con el Báltico, especialmente, con el puerto de Riga.

El casco histórico de Ribadeo

El pueblo se visita sin prisas en un día y, a no ser que estés de ruta y te pongas en marcha para el siguiente destino, que también es una forma muy apetecible de conocer la zona, lo mejor es quedarse unos días y conocer distintos puntos de interés a pocos kilómetros a la redonda. Te aseguro que no te arrepentirás.

Las calles del casco histórico y gran parte de edificios fueron declarados BIC en 2004. Vemos casas de artesanos, otras de mayor rango, de indianos y ¡hasta el antiguo cine!

Empezamos nuestro recorrido en la plaza de España donde hay varios elementos que captan nuestra atención. Las arcadas que conducen hasta la Torre de los Moreno, uno de los emblemas de Ribadeo.

En el momento de escribir esto, se encuentra cubierta por andamios y es que, por fin, se va a restaurar. Desde que puse un pie por primera vez en el pueblo, la Torre de los Morenos estaba abandonada y el gran número de herederos hacía bastante complicado poder hacer algo. Desconozco qué hilos se habrán movido o qué teclas se han tocado, pero el caso es que se va a rehabilitar y en los mentideros de la villa se dice que será un hotel de lujo.

Torre de los Moreno, en Ribadeo. Foto de turismo.ribadeo.org

A continuación, llegamos a la casa del concello, situada en el pazo de Ibáñez y sede del Ayuntamiento. Un edificio de piedra, neoclásico, del que salió corriendo el Marqués de Sargadelos tras ser acusado de afrancesado, aunque otra versión es que pudo ser debido a venganza y envidias por sus logros empresariales, y antes de morir asesinado.

Otro elemento que sorprende de esta plaza son los jardines. Mucho césped, árboles frondosos que en primavera presumen de flores, todo muy cuidado y, justo detrás, entreviéndose entre las ramas y las hojas está la iglesia de Santa María do Campo.

Por el paseo peatonal, vemos cafeterías, bares y tiendas de todo tipo y, cuando alcanzamos el final, nos damos cuenta de que es una parte de la ciudad mucho más nueva, así que optamos por seguir buscando “lo típico”, por ejemplo, el mercado de abastos.

El puerto de Ribadeo

Desde la plaza de España, decidimos internarnos, calle abajo, hacia el puerto. Lo más fácil y rápido es coger una de ellas y tirar todo para abajo, pero también es la manera más aburrida.

Para mí, tiene mucho más encanto callejear sin rumbo. Torcer a la derecha, luego a la izquierda, volver a subir, coger otra calle de bajada, de esta manera, podremos descubrir muchos lugares.

Si te pierdes por el centro histórico de Ribadeo, encontrarás rincones tan bonitos como éste

Soportales, puertas semiabiertas que dejan ver patios, miradores, la antigua escuela, pequeñas capillas abandonadas hace tiempo, un edificio cerrado con elementos de art Nouveau al lado de donde estaba el antiguo cine, del que se conserva la pintada en la pared. Piedra e historia.

Llegamos a la capilla de la Santísima Trinidad, en la Atalaya, que data del siglo XII y construida sobre los restos de la antigua muralla, siendo la más antigua de Ribadeo y uno de los mejores miradores. El pazo de Guimarán, el puerto, la ría, Figueras, ya en Asturias, el puente de los Santos, que conecta las comunidades y que ahorra muchos kilómetros, el mar Cantábrico. Te sientas en uno de los bancos y nada, a ver la vida pasar.   

Cuando comenzamos a ir a Ribadeo, había un edificio enorme y abandonado que nos llamaba poderosamente la atención. En su día no teníamos claro cuál había sido su función, así que dimos por supuesto que era una casa de indianos. Con el paso de los años, terminamos descubriendo que se trataba de la antigua aduana.

Con la apertura del puerto al comercio internacional en el siglo XIX, fue necesario instalar unas aduanas, con la finalidad de controlar y fiscalizar el tráfico de mercancías. Aunque en los inicios se trataba de una vivienda particular, terminó ejerciendo de aduana, albergando las dependencias de los oficiales y almacenes.

El cine Colón, el antiguo cine de Ribadeo

El edificio se mantuvo abandonado durante muchísimos años. Como suele pasar en estas circunstancias, conflictos entre herederos, muchos de los cuales, ni siquiera saben que lo son, hasta que un día comenzaron las obras de rehabilitación que, en realidad, consistieron en un lavado de cara de la fachada, que volvió a lucir encalada. No sé a ciencia cierta a qué se debió este movimiento, pero en su día, se rumoreaba que había sido una notificación de la Xunta previa al embargo debido al abandono absoluto.

En esta última visita, la aduana estaba vallada porque esta vez sí que ha sido adquirida para rehabilitarla y abrir un hotel (oh, sorpresa). Sé que es un tema muy peliagudo, sin fácil solución y con muchas interpretaciones, sin embargo, cada vez tengo más la sensación de que el patrimonio de todos se está perdiendo en favor de manos y capitales privados.

En el puerto de Porcillán hay atracados desde pequeños barcos pesqueros hasta embarcaciones de recreo de buen tamaño. Es fácil intuir que se trataba del centro comercial y que fue creciendo a lo largo del siglo XIX en función de las necesidades.

Para encontrar lugares así en Ribadeo, callejea sin rumbo

Como curiosidad, en Porcillán se ubica la Puerta de Santo Domingo, llamada así por la leyenda según la cual este santo se embarcó en Ribadeo para iniciar su viaje en la cruzada albiguense. Viajes que se cruzan…

Por cierto, hay un ascensor panorámico que conecta el puerto y la Atalaya y que ahorra una subida bastante empinada, aunque no imposible. El ascensor es gratuito y, sinceramente, no estaría mal que se limpiase un poco más a menudo y que la gente dejase de ser tan guarra.

El Ribadeo indiano

Como muchas urbes de esta zona, durante los siglos XIX y XX, Ribadeo experimentó un gran auge económico y urbanístico debido a que muchos de los emigrantes que habían partido a Latinoamérica regresaron. Los conocidos como indianos regresaron a sus lugares de origen con la riqueza que allí habían conseguido amasar, lo que se tradujo en la compra de casonas y pazos y su posterior rehabilitación con estilo colonial y poder mostrar el triunfo alcanzado. De esta manera, a estas casas se las comenzó a denominar “casas indianas”.

Casas indianas en el barrio de San Roque de Ribadeo

Casas grandes, amplias, con ventanales y, en muchos casos, con jardines en los que se solían plantar palmeras, un árbol que no es muy típico en la cordillera Cantábrica…

Me parece justo decir que algunos de estos indianos quisieron volcar en el pueblo parte de sus ganancias en forma de financiación de escuelas, electrificación, cementerios o caminos.

En Ribadeo es posible encontrar varios ejemplos de estas casas, unas más llamativas que otras y, por lo general, muy bien conservadas. Se conservan más de 27 casas, escuelas, cementerio, la plaza del mercado, la Granja Escuela Agrícola Pedro Murias o la Casa del Óptico, que hoy funciona como Escuela Oficial de Idiomas.

La mejor muestra es la ya mencionada Torre de los Moreno, pero, justo al lado, el Cantón, la Casa de don Clemente y la Casa del Viejo Pancho son muy buenos modelos de este tipo de arquitectura.

Sin embargo, donde más casas indianas veremos es en el barrio de San Roque que, a finales del siglo XIX, era el extrarradio. Paseando por esta calle nos van a salir a cada paso fantásticas muestras de esta arquitectura.

Por cierto, no te pierdas la pequeña capilla de San Roque con sus gigantes en la puerta, que son uno de los símbolos de Ribadeo. La capilla es del siglo XV y se construyó como necesidad de protección de la peste y otras enfermedades contagiosas. La capilla es diminuta y sólo se abre el 16 de agosto, día de San Roque.

La capilla de San Roque y sus famosos gigantes nos dan la bienvenida

Por las parroquias cercanas también hay casas de indianos, como en A Devesa, A Rochela o Rinlo, aunque, desde mi punto de vista, no son tan llamativas como las de Ribadeo.

De paseo al faro de Illa Pancha

Si hay un paseo bonito en esta zona, es el que va hasta el faro de isla (o illa, en gallego) Pancha. Lo primero de todo, dejad los coches aparcados e id andando. Es sólo media hora de paseo y vuestras piernas y sentidos os lo agradecerán.

Partiendo de Porcillán, la primera parada es la minúscula capilla de San Miguel, desde la que se obtienen unas vistas del puerto, la ría y los pueblos asturianos de Figueras y Castropol que quitan el hipo.

El siguiente punto es muy peculiar: el cargadero o cargadoiro. La primera impresión es la de un puente que se quedó a medio construir aunque, en realidad, era una pasarela que servía de cargadero de barcos.

Cargadoiro en Ribadeo

Seguimos andando y, tras pasar por un bosque de eucaliptos (que sí, que huelen muy bien, pero los eucaliptos son especie invasora), llegamos al fuerte de San Damián. Se trata de una batería fortificada cuya función era la defensa del puerto y astillero de Ribadeo en caso de ataque marítimo.

El primer proyecto es de 1605, ante las amenazas de ataques de holandeses y piratas berberiscos. La primera construcción data de 1624 ante un ataque inminente de barcos holandeses en el marco de la Guerra de los Ochenta Años, y se fue ampliando y reforzando con el paso de los años. Lo que vemos hoy en día se corresponde con la última reforma de 1763.

Fue desmantelado en 1809, ante la llegada por tierra de las tropas napoleónicas, y abandonado un año más tarde. No se restauró hasta 1990 y, aunque yo lo he visto por dentro, como centro de exposiciones de artistas locales, veo en distintas reseñas que lleva más de un año cerrado.

Nuestro paseo continúa por el lateral de la desembocadura de la ría, donde el Cantábrico nos recibe. Olas que rompen contra la roca, gaviotas que merodean, embarcaciones que se adentran en el mar, diminutas calas que se forman y a las que sólo acuden los vecinos. De repente, el camino gira a la izquierda y se comienza a ver al fondo: el faro de Illa Pancha.

Según caminamos, el faro se va haciendo más grande y sus franjas blancas y negras atraen todas las miradas.

Antes de llegar, merece la pena hacer una parada en el mirador. Cubiertos por un tejadillo, se tiene una perspectiva perfecta de un entorno perfecto.

El faro de Illa Pancha, en Ribadeo

La isla Pancha es un pequeño islote sobre el cual se levantó, en 1857, el antiguo faro. De planta cuadrada, estuvo en funcionamiento hasta 1983, cuando se construyó el nuevo faro: una torre cilíndrica pintado de rayas blancas y negras.

Durante muchos años, el acceso al islote permaneció cerrado hasta que, en 2013, se legisló para reconvertir antiguos faros en alojamientos turísticos y el antiguo faro no fue una excepción, sin embargo, el acceso al islote permanecía cerrado, a no ser que te fueras a alojar.

En esta última visita, no podía dejar escapar la oportunidad de visitar uno de los rincones que más me gustan y me llevé una grata sorpresa: por primera vez desde que empecé a ir a Ribadeo, ¡el acceso al islote estaba abierto!

Pude cruzar por el puente, ver cómo las olas rompen contra los pilares y, en un día ventoso como ése, lo hacían con bastante fuerza, caminar por el sendero marcado, poder tocar el faro, sentir que estoy mar adentro. Pude comprobar que no sólo hay un hotel en el antiguo faro, sino que también se ha montado un bar.

La cala de Rocas Brancas, un sitio perfecto para sentarse a ver el mar

Una de las cosas que más me gusta hacer en la zona es alejarme del bullicio que, aunque suene raro, es fácil conseguir y sentarme en las rocas a ver el mar. Como muchos de los turistas llegan en coche, se limitan a ver el faro y a hacer la foto, antes de montarse de nuevo en sus vehículos. Eso nos deja espacio a los que queremos disfrutar del entorno: una costa escarpada, pensamientos que rompen contra las rocas al mismo ritmo que las olas, el graznido de las gaviotas, ver como el sol va ocultándose. En cierto modo, gracias a todos los que vais en coche.

Y una última sorpresa antes de volver, la cala de Rocas Brancas. Desconocida, se accede a través de una escalera de madera casi escondida y es toda una sorpresa: debido a las mareas del Cantábrico, el que haya playa o no depende de cómo hayan sido estas mareas.

Recorrido por las playas de A Mariña Oriental

Las playas de la Mariña Oriental son uno de los principales atractivos turísticos de la zona. Playas grandes, amplias, totalmente equipadas, unos arenales muy espaciosos a los que apetece ir, incluso cuando el tiempo no acompaña y no te vas a bañar.

Mi favorita siempre ha sido Os Castros, supongo que es porque es a la que hemos ido durante más años. Con un acceso a través de un túnel excavado en la roca. Sólo se puede acceder si la marea está baja porque, en caso contrario, el mar estará rompiendo contra el acantilado. Para compensar, las vistas desde arriba son de escándalo.

Playa de las Islas

A continuación, llegamos a la playa de las Islas, o Illas, algo más pequeña que la anterior pero con una entrada más accesible. Si te alejas de la entrada, es probable estar prácticamente solo. ¿Por qué todo el mundo se empeña en juntarse unos con otros en la entrada? Anda que hay poco espacio… Lo que más me gusta es bañarme en los entrantes de agua entre las distintas formaciones rocosas.

Antes de alcanzar la más conocida por todos, la de las Catedrales, hay dos puntos en los que creo que merece la pena detenerse.

El primero es Rinlo, un puerto de origen medieval con una de las cofradías de pescadores más antiguas de España. Puerto que, además, era ballenero, que pasó a ser pesquero tradicional.

El pueblo está en una ensenada y en sus estrechísimas calles encontramos casas típicamente marineras: adosadas, con tejados a dos aguas y cobijadas.

El otro aspecto son los castros que salpican esta zona. El castro es un tipo de poblado fortificado de época prerromana. Se trata de construcciones circulares protegidas por una muralla alrededor de la zona habitada.

Pues sí, con pleamar, la playa de Os Castros es un poco menos playa

Aunque los castros de esta zona no están tan bien conservados como los de las Rías Baixas, destacan, entre otros, el Castro de Meirengos, en A Devesa, el de Fornelo, en Piñeira, o el Castro das Grovas, en Vilaselán. En este último se han hallado bastantes restos arqueológicos, el más famoso, la diadema de Ribadeo. Esta diadema está considerada como la pieza arqueológica más importante de esta época y se cree que perteneció a una dama de la zona, de los siglos V o VI. La pieza está dividida en tres fragmentos que se conservan en tres museos diferentes.

La playa de las Catedrales

¿Por qué es extremadamente conocido Ribadeo y esta costa? Por la playa de las Catedrales.

Sé que lo que voy a decir ahora suena a abuela cebolleta: he estado en esta playa antes de que empezase a salir en suplementos y revistas de viajes, antes de que existiesen blogs de viajes, antes de que la gran mayoría de la población fuese capaz de situarla en el mapa.

Por los recuerdos que tengo, lo único que había allí que no fuese naturaleza absoluta, era una especie de chiringuito tapado con unas lonas, regentado por una familia y en el que sólo había mesas y bancos corridos. Aparte de esto, acantilados y acceso precario a las playa.

En estas circunstancias, lo más seguro es que te cruzases con muy pocos visitantes por allí, incluso, con un poco de suerte, estarías tú solo. Además, no había que reservar plaza: simplemente, llegabas en coche y ya. Si acaso, estar pendiente de la bajamar para poder acceder sin problemas.

Playa de las Catedrales. Foto de Manuel López en Unsplash

Por aquel entonces, ya se sabía que la playa de las Catedrales no era para bañarse: con lo abrupto del litoral, era muy fácil que subiera la marea y te quedases encerrado. Como también sabíamos que no había que trepar por las paredes: la manera de que se conserve, de que el que viene detrás pueda verlo como lo hemos visto los demás, es no tocándolo.

Sé que suena muy obvio decirlo, pero hay gente que no parece tenerlo tan claro y que se piensan que tienen derecho a la experiencia completa.

La playa de las Catedrales realmente no se llama así, sino Augasantas, debido a la creencia de que por las inmediaciones se hallaba un manantial de agua medicinal, sin embargo, playa de las Catedrales suena más atrayente, además de que las formaciones rocosas recuerdan a los arbotantes de las catedrales góticas. No en vano la playa de las Catedrales es considerada como una de las más bonitas del mundo.

El entorno natural está formado por rocas de tipo cuarcitas y pizarras originadas hace unos 500 millones de años. Ha soportado movimientos tectónicos, inundaciones y retiradas del mar y todo tipo de agentes erosivos. Aunque nos cueste imaginarlo, había muchos más arcos de los que se pueden ver hoy en día, ya que, debido a su fragilidad y a la erosión marina, fueron desapareciendo y han permanecido aquellos en los que los estratos de roca son más resistentes.

Todo esto ha generado un conjunto que es difícil explicar con palabras y que nos muestra lo diminutos que resultamos frente a la inmensidad de la naturaleza.

La inmensidad de la naturaleza en la playa de las Catedrales. Foto de Pau Casals en Unsplash

Hace muchos años que no visito esta playa: pese a que es un lugar muy bonito, ya he estado varias veces, con la inmensa suerte de haberla visto en soledad. Además, es un destino muy demandado, en el que hay un cupo de visitantes máximo diario, hay que reservar día y tiene ese toque de romería.

El único motivo por el que volvería es por ir con alguien que no conozca la playa o la zona. Ninguna de las fotos que pongo en esta sección es mía, es fácil saber los motivos, además de que, las que tengo, ¡están en uno de los álbumes de fotos en casa de mis padres! Ha llovido bastante desde entonces…

Por supuesto, recomiendo encarecidamente su visita y, si podéis ir fuera del verano, mejor. Sé que la mayoría de los que van tienen dos dedos de frente, pero, para los que no los tengan, mejor recordar que no se puede escalar por las paredes, ni grabar nada en ellas (haz mejor una foto para que quede constancia de tu paso), arrancar plantas o moluscos o dejar basuras. Que tus huellas en la arena sea lo único que dejes.

Os comparto la web de la playa en la que, además de datos de fauna y flora, geomorfología o historia de la propia playa, se informa de cómo reservar la visita, rutas guiadas, consejos de seguridad y más datos de interés.

Hasta aquí mi recorrido por este pedacito de la costa lucense, espero que os haya gustado y, sobre todo, haber hecho justicia poética, como decía al principio, con el lugar. La zona da para muchísimo, hay muchos lugares de interés y, para estar unos días es estupenda.

Os dejo también la web de Turismo de Ribadeo donde explica mejor que yo todo lo que no te puedes perder.

***

Lee otros artículos relacionados:

7 Comentarios