Llevamos ya dos años de COVID que, en el mejor de los casos, ha trastocado muchos asuntos y, en el que a este blog compete, el mundo viajero lo ha puesto del revés.
En mi caso particular, todo empezó con la cancelación de las vacaciones de Semana Santa de 2020, cuando estaba todo preparado para visitar Burdeos y la región francesa del Périgord. Por suerte, al ser un viaje sin agencias de por medio, fue tan sencillo como anular las reservas.
Después de muchos días encerrados en casa y de un virus del que poco se sabía, superando miedos, fuimos unos cuantos los que decidimos que el verano no lo pasábamos en casa, y menos aún si vives en una ciudad como Madrid. Por supuesto, viajar al extranjero era algo que no estaba sobre la mesa y era un buen momento para hacer turismo por nuestro país. El destino elegido fue la zona oriental de Asturias. Y fue todo un acierto.

No me malinterpretéis, tuvimos mucho cuidado: mascarillas siempre, gel hidroalcohólico, lavado de manos, distancias de seguridad y preferencia por lugares exteriores, aunque en el Norte no siempre es fácil.
Estuvimos ocho días, alojados en Gijón y, desde ahí, visitamos distintos lugares, siempre volviendo a dormir a esta ciudad. Y, por supuesto, fueron pocos días, ya que nos quedaron algunos destinos que visitar, como Oviedo o los bufones de Pría, por no hablar de los lugares a los que nos encantaría volver y dedicar más tiempo.
Los sitios que teníamos que ver sí o sí: los lagos de Covadonga, Ribadesella y Cudillero. Pero, lo que teníamos claro es que necesitábamos desconectar lo máximo posible de los meses anteriores, que queríamos disfrutar de Asturias, con precaución, pero disfrutar.
Entre los pueblos que más nos gustaron destaca Lastres, con sus callejuelas empinadísimas (y que tuvimos que volver al coche a buscar las mascarillas olvidadas). Cerca de aquí, me gustaría destacar la playa de la Griega, con yacimiento de icnitas (huellas de dinosaurio) incluidas, y el faro de Luces, al que se puede llegar tras una buena caminata, pero que nosotros hicimos en coche.

Pero también paramos en Ribadesella, uno de los enclaves más conocidos. Después de aparcar el coche (bastante complicado, conviene llegar pronto) subimos por el camino del monte Corberu hasta la ermita de Guya. En este lugar, lo mejor que se puede hacer es disfrutar de las vistas. Después de la excursión, un merecido vermut en la plaza con algo de picar. Y, antes de irnos, paseo por la playa de Santa María, admirando las casas de los indianos. En lugar de darnos un baño aquí, nos dirigimos hasta la playa de Vega, un arenal de 2 km salpicado de dunas.

Visitamos una de las joyas de la corona: Cudillero. Lo malo es que no fuimos los únicos y estaba todo a reventar. Nos costó mucho aparcar y, más aún, encontrar un sitio para comer, ya que no llevábamos reserva. Y es que, ¿a quién le gusta estar reservando restaurantes en las vacaciones? ¿Dónde se ha quedado la improvisación? Cudillero es una maravilla, no se puede negar, pero desde mi punto de vista, pierde encanto con tanta saturación de gente y de bares, sintiéndome como un mero monedero.

Terminando con los pueblos costeros, el otro destino fue Llanes, al que también me encantaría poder dedicar más tiempo. Pasear viendo los cubos de la memoria, pintados por Agustín Ibarrola, pero también disfrutar del casco histórico sin prisas, pasear entre sus edificios medievales y, terminar la jornada, en alguna de sus sidrerías. Suena muy bien, ¿eh?

Del interior, dedicamos tiempo a Cangas de Onís, que fue la primera capital de Asturias. Es un gustazo pasear por este pueblo, ver el puente romano y la ermita de la Santa Cruz que, según la leyenda, fue el primer templo cristiano de Asturias. Se cree que fue el rey Favila, hijo de don Pelayo, quien la ordenó construir en el 737 para custodiar la cruz que su padre llevaba en la batalla de Covadonga. Pero de Cangas de Onís nos trajimos un recuerdo muy bueno en forma de helado. Simplemente, fijaos dónde hace la gente cola.

Los detalles de Gijón y de los lagos de Covandoga los dejo para más adelante y que no se haga demasiado largo.
Como recomendación me gustaría decir que todos los lugares que he mencionado son muy turísticos por lo que, si no te alojas en el pueblo en concreto, vas a tener problemas para aparcar. Intenta llegar lo antes posible y ten en cuenta que, lo más probable, es que el aparcamiento sea de pago. Además, aparcar en las playas, aunque sea prácticamente vírgenes, también suele costar algo.
Y vosotros, ¿habéis viajado en época COVID? ¿Adónde habéis ido?
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