Asociamos la costa de la Región de Murcia con La Manga: una lengua estrecha de arena, llena de hormigón y cemento y saturada de turistas. La amas o la odias.
Sin embargo, esta costa tiene tesoros, más o menos ocultos, porque lo de secreto, en la era de las redes sociales, sabemos que no existe. Tesoros como que es una costa escarpada y, si subes a alguna de las baterías militares de Cartagena, se ve cómo el Mediterráneo rompe contra las rocas. Tesoros como el Parque Natural de Calblanque, al más puro estilo de Cabo de Gata: en verano, el horario para acceder en coche es muy restringido, y hay que llegar en autobús: las playas son totalmente vírgenes y, sobre todo, hay tranquilidad. O tesoros como Cabo de Palos y las islas Hormigas.
Parque Natural de Calblanque
Empezamos por el Parque Natural de Calblanque. Se trata de un lugar sorprendente de playas vírgenes en esta zona de costa del país. Sí, en la Región de Murcia hay playas vírgenes. En verano, hay que dejar el coche en el aparcamiento habilitado e ir en autobús, pero el estar en un arenal así, acompañados sólo de las olas del mar, convierten la visita en imprescindible. Kilómetros de arena blanca y fina nos esperan, en las que el único servicio que encontramos es el de los cubos de basura. Llevaros de todo, además de una sombrilla, que el sol es inclemente.
Cabo de Palos
Siguiendo por la costa, llegamos a Cabo de Palos, un pequeño pueblo que es uno de los paraísos del buceo, con su fondo marítimo protegido. Desempolvad los apuntes del colegio, junto con el Cabo Creus y el de Nao, cabo de Palos era uno de los que se estudiaban como los más importantes en la costa mediterránea española. El pueblo está justo antes de entrar en La Manga y, pese a que podríamos arrugar la nariz pensando en lo que nos espera, no es para tanto como nos imaginábamos.
No nos engañemos, no es un paraíso natural frente al mar en el que sólo se escuchan las olas y las gaviotas. No. Es una zona que, para mi gusto, está saturada, sin embargo, el urbanismo está regulado y los edificios tienen pocas alturas, por lo que moles de hormigón de muchos pisos no se ven. El paisaje es bastante más amable.

El paseo frente al puerto es una sucesión de restaurantes, la mayoría de buena calidad y, en cualquiera que te sientes a comer, sabes que lo vas a hacer bien, no te vas a sentir estafado como turista que eres. Además, este paseo, es muy agradable: ver el puerto, la pequeñísima playa que se forma, el mar y, si miramos a nuestra izquierda, el faro.
Un faro imponente, blanco, solitario en lo más alto. Durante mucho tiempo ha estado cerrado al público, pero en la actualidad, hay una empresa que gestiona visitas. Cuentan la relación de la ciudad de Cartagena con el mar, el motivo por el que se erigió un faro en ese punto, la historia del propio faro y los fareros que allí vivieron, la automatización del sistema, naufragios importantes que ha habido en la zona o que el código lumínico es único para cada faro del mundo. Además, puedes subir al balcón donde está la linterna, desde donde se tienen una vistas de lujo. No hace falta que diga que hay que reservar con tiempo…
Si seguimos la costa por el otro lado, pasamos por delante de toda la playa del Levante. Un arenal largo, de arena dorada y fina y con un agua de color turquesa que, al bañarte, ves tus pies y el fondo marino iluminado por el sol. En este paseo, los restaurantes no tienen lugar, sino que todo el espacio está ocupado por chalets individuales.

Una sucesión casi infinita de casas, totalmente abiertas al exterior y es que, con esas vistas, ¿quién va a poner una verja que impida ver el mar? Lo malo, es la cantidad ingente de gente que pasa por delante y que, de manera más o menos involuntaria, los ojos se van al interior.
Recomiendo salirse del camino marcado y meterse por ese de tierra, donde se respira mucha más tranquilidad. Los que viven allí o tienen su segunda residencia seguro que agradecen esa calma y que no sean tantos los que se acercan a pasear. Además, esta zona está llena de pequeños accesos al mar, donde la gente se baña entre las rocas con todo el Mediterráneo para ellos. La única condición es no desvelar este secreto.
Reserva marina de las Islas Hormigas
El último tesoro de este rincón son las islas Hormigas. Junto con Cabo de Palos, tienen la consideración de reserva marina y está incluida en Red Natura 2000, por lo que el espacio submarino, de unos 19km2, está protegido. Encontramos una enorme diversidad biológica, en la que destacan las praderas de posidonias y colonias de corales.
Esta zona es peligrosa para la navegación debido a lo abrupto del fondo. De hecho, aún se sigue recordando el naufragio del trasatlántico Sirio, en 1906, una tragedia con numerosas víctimas mortales.

Y, lo mejor de todo, es que el verano pasado, tuve la suerte de conocerlo. Javi me regaló una excursión en barco a estas pequeñas y desconocidas islas. Zarpábamos del puerto de Cabo de Palos con tiempo suficiente para ver como el sol iba cayendo y lo tiñese todo de un color dorado.
En una goleta y con las velas desplegadas llegamos hasta el faro de las islas, hasta casi poderlas tocar con las manos. El faro es de planta circular y es el segundo que hay, ya que, el primero, al ser de planta cuadrada, no resistió a la fuerza de las olas en una zona en la que el levante sopla con virulencia y siete años después de su inauguración ocurrió una tragedia. El nuevo faro se erigió poco después, esta vez sí, con las condiciones aerodinámicas correspondientes, aunque los fareros y sus familias se quedaban incomunicados cada vez que el mar se encrespaba. En 1920 se sustituyó por un faro automático, el primero de España.

Estas curiosidades están muy bien saberlas, pero creo que, en este caso, más vale una imagen. No hace falta insistir en que la excursión merece la pena y, pese a que en la zona no nos podemos bañar ni se puede acceder a ninguna de las rocas, llegar hasta aquí, ver las gaviotas alzar el vuelo con el faro de fondo, que los últimos rayos de sol nos acaricien la cara mientras que el mar nos mece, son de esas experiencias que permanecen en el recuerdo.
Esta reserva marina es un paraíso para el buceo y, en el pueblo, hay varios clubs y escuelas de buceo. Teniendo en cuenta que hace unos años soñé que hacía el bautismo de buceo, no se me ocurre mejor lugar para llevarlo a cabo.

Sé que para mucha gente esta no es una zona a la que le llame la atención ir de vacaciones y, sinceramente, no les culpo. Durante muchos años, ha primado el turismo de sol y playa y los intereses urbanísticos, en muchos casos, fuera de la ley, y lo sigue haciendo… El paisaje de La Manga no es mi favorito, sin embargo, si rascamos un poquito y dejamos todo esto de lado, hay pequeños tesoros que aún no han sido descubiertos por el público mayoritario. Y, ahora, ¿qué hago? ¿Os animo a conocerlo o me guardo el secreto?
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