Entre finales de febrero y mediados de marzo, aproximadamente, se produce la floración de muchos árboles. Fuera de nuestras fronteras, la de Japón y la de Washington DC son las más conocidas y, en España, la que se da en los cerezos del valle del Jerte se lleva la palma. Hasta hace pocos años, era de ésta y de los almendros de la Quinta de los Molinos en Madrid de las pocas conocidas, sin embargo, ya hay más floraciones y lugares que están dando mucho que hablar.
Un día de pandemia, allá por 2020, mirando Instagram como si no tuviera otra cosa que hacer, me encontré con una foto en la página de turismo de España. Una extensión enorme, de color rosado, indicando que se trataba de la floración de los melocotoneros de Cieza. ¿Floración de los melocotoneros de Cieza? No tenía ni idea, nunca había oído hablar de este fenómeno, pero quería ir. Sé que las fotos en redes sociales están retocadas, pero un árbol en flor es lo que es. ¿Por qué no conocerlo?

El poder ir a Cieza ha tardado un poco más de lo esperado: pandemia, confinamiento en nuestras comunidades autónomas y, el año pasado, una escapada a Salamanca. De este año no pasaba. Si tenemos en cuenta que cada vez hay más artículos sobre este acontecimiento a lo largo y ancho de la península y, por supuesto, la de Cieza está incluida, tenía claro que tenía que ir. La primavera (y las flores) la sangre altera y nos pone una sonrisa en la cara.
Como no había dudas sobre el destino, tampoco había tiempo que perder. Revisando la web oficial, para este año se estimaba que la floración sería entre el 19 de febrero y el 24 de marzo, por lo que reservamos en el fin de semana que queda más o menos en el centro del proceso uno de los paseos guiados entre campos de melocotoneros. La demanda era alta, así que no queríamos dejarlo pasar, sobre todo cuando no nos podemos acercar cualquier día.
Nuestra idea inicial era desplazarnos a Cieza para comer y ya enlazar con la ruta, que empezaba a las 16:00 y nos encontramos con el primer “problema”: no tenemos referencias de ningún restaurante o bar en Cieza y, aunque vimos varios con buenas reseñas, Javi no quiso arriesgar y prefirió comer en Cartagena y coger el coche después, ya que se tarda sólo una hora. La comida se nos dio bien, llegamos antes de las 14:00 para evitar la peor hora (no obstante, ya había bastante gente) y, en cuanto nos quisimos dar cuenta, teníamos que recoger para meternos en el coche.

El segundo “problema” era la hora y es que da una modorra estar en el coche después de comer… Llegamos al punto de encuentro rápido, aparcamos el coche y fuimos a pagar. Allí nos juntamos varias personas con nuestra cita reservada y otras tres de la organización. Y, antes de nada, nos sueltan la noticia bomba: debido a las bajas temperaturas que se han dado de manera anormal en estos últimos días, la floración se ha retrasado, hay muy pocas flores y se cree que el punto álgido que en años anteriores cayó a estas alturas de marzo, esta vez será para el 19. Jarro de agua fría y nos acabamos de bajar del coche.
Hubo una persona que pidió cambiar la reserva, los demás, seguimos adelante y eso que aún no habíamos pagado y, la verdad, es que en ningún momento se nos ocurrió cancelarlo e intentar hacerlo el año que viene.
La visita está pensada para hacerla cada uno en su coche, aunque ofrecen la opción de ir en autobús. La guía abría la caravana y todos los demás, detrás. Nos aseguró que nunca se había perdido nadie pero, para evitar problemas, nos dio su número de teléfono. En marcha para la primera parada.
Nos metimos por caminos y carreteras que son poco más que comarcales y que, si no conoces, ni se te ocurre pasar. El camino y los campos a su alrededor se abrían a nuestro paso y, si mirábamos al horizonte, se veía un ligero color rosado, sin embargo, los árboles que estaban más cerca del arcén se veían casi pelados. Sólo el tronco, las ramas y flores muy pequeñas o capullos que aún no se han abierto. Bajón absoluto.

La primera parada fue en la finca en la que está el centro de interpretación. Nos explicaron cómo se ha realizado tradicionalmente la recolección de los melocotones, cómo se protege la flor, que son los futuros frutos, de las heladas y merendamos pan con mermelada de melocotón. Volvimos a los coches y después de caracolear por caminos muy poco transitados, llegamos a otra finca. Pudimos entrar al terreno en el que están plantados los árboles, sin acercarnos demasiado para no aplastar alguna flor o tronchar alguna rama. Las explicaciones de la guía continúan, pero, a pesar de ser muy interesantes, la tristeza y la rabia por ver los árboles desnudos estaban ahí. Tenemos un rato libre para hacer fotos y casi todas consisten en primeros planos de alguna flor.
Seguimos el tour hasta un mirador y en que se ven los límites del municipio, enmarcados entre distintas sierras y valles. Como antes, el color predominante es el marrón, con una ligera capa rosa, además de la sierra del Almorchón y la famosa Atalaya. Si los melocotoneros hubiesen estado en flor, sería el lugar perfecto para ver un manto primaveral precioso. Me temo que la naturaleza no se rige por las ganas que tengamos de ver algo o por el hashtag de turno.

La última parada del recorrido fue un paraje que depende del ayuntamiento de Cieza, un conjunto de casas, con un pequeño museo etnográfico con objetos donados por los vecinos. Tiene unas vistas muy bonitas a campos de melocotoneros, a la sierra, a los juncos en la ribera del río Segura y, si encima llegas a la hora del atardecer, como fue nuestro caso, ver cómo el sol se va ocultado por detrás de las montañas, es una maravilla. Y, por si nada de esto fuese suficiente, un almendro enorme hace las delicias de los fotógrafos ya que, por suerte, estos árboles ya han florecido.
Antes de regresar, quisimos dar una vuelta por Cieza. Pues tampoco fue posible ya que no encontramos ni un solo hueco para aparcar. Parece que no era nuestro día, directamente de vuelta a Cartagena.

Hay días en los que todo sale el revés de como se había planeado. La naturaleza nos ha hecho la cobra y no se ha apiadado de nosotros ni un poco. La decisión tomada es que el año que viene volvemos, ya conocemos los lugares, sólo tenemos que llegar con el coche y, esta vez sí, espero, disfrutar del espectáculo.