Animales en libertad: experiencias en Cabárceno, Sri Lanka, y África

Creo que a buena parte de las personas a las que nos gusta viajar, tenemos como un gran hito o meta: ver animales en libertad.

Sé que se trata de viajes caros, que no están al alcance de muchos bolsillos, pero como he dicho más de una vez, si te lo puedes permitir y te lo estás planteando, hazlo, no te arrepentirás.

Como a muchos niños, a mí también me llevaron al zoo cuando era pequeña. Por aquel entonces, no había debate de ningún tipo sobre la ética de estos lugares o de cómo se trataba a los animales. Tus padres te llevaban con la mejor intención del mundo porque ¿a qué niño no le gustan los animales?

Esta foto de una leona con sus crías en Masai Mara es lo mejor que vas a ver hoy

Las primeras visitas a un zoo y por qué no volveré

No tengo recuerdos de esa visita, aunque sé que la hubo y que fliparía con los monos colgándose de las lianas, con el rugido de un león, con los saltos de los delfines y con Chu- Lin, el oso panda que vivía en el zoo de Madrid. Además, tenía unas plantillas de animales salvajes, de estas de plástico en relieve que, cuando las pones debajo de un folio, pasas un lápiz por encima rayando y se queda la silueta pintada. ¡Me gustaban los animales!

De todas formas, antes de continuar, no quiero romantizar ni mucho menos los zoológicos, es uno de esos sitios que no me planteo pisar, ni en mi ciudad, ni en ninguna otra. Desde un punto de vista egoísta, cuando has visto animales campar a sus anchas, no te conformas con verlos en una jaula. Desde un punto de vista ético, creo que son lugares que dejan mucho que desear.

No es la puerta de un zoo, sino la del Parque Nacional del Serengeti, en Kenia. Infinitamente mejor

Hay muchos argumentos para ello: ¿por qué nos gusta verlos en condiciones que no deseamos para nosotros ni para nuestros familiares y conocidos? ¿Te parece justo que estén en sus hábitos naturales y no enjaulados para que tú puedas verlos durante unos minutos? Les obligamos a vivir en condiciones climáticas que no son las suyas porque están en un recinto pensado en el público que paga una entrada. Además, se sabe que muchos han sido importados a través de la caza de furtivos o de comercio ilegal de especies. ¿Quieres colaborar con eso?

Os comparto este artículo del blog Por el fin de los zoos y acuarios en el que se dan argumentos de sobra para no ir a ninguno y que resulta muy instructivo.

Mucha de la gente que conozco con hijos los ha llevado al zoo, al fin y al cabo, es un buen plan para un sábado. No voy a entrar a juzgar este acto porque yo no soy madre y no sé lo que haría, pero lo que sí sé es que existen muchas alternativas en el caso de que no puedas viajar a África, Asia o América para verlos. Desde FAADA han publicado una guía estupenda con todos estos lugares que suponen una alternativa real a los zoos.

Mejor ver a estas crías de guepardo en libertad

Y, tras esta introducción, vamos a hacer una revisión por los lugares en los que he visto animales en libertad (o semi libertad).

Cabárceno

El Parque de la Naturaleza de Cabárceno es un zoológico situado en la localidad cántabra de Cabárceno en el que los animales están en semilibertad. Según la web, las condiciones de vida se desarrollan de la manera más natural posible, salvo por la alimentación, que se les facilita, intentado reproducir cada hábitat. Alberga más de cien especies diferentes de los cinco continentes en unas 750 hectáreas, entre los que encontramos, por mencionar unos pocos, dromedarios, guepardos, cobras o avestruces.

Fue creado en 1989 tras la restauración de una antigua explotación minera a cielo abierto y, sinceramente, no había oído hablar de este sitio hasta que lo visité en 2010.

Ese año fue frenético, todas las tardes, después de trabajar, iba a clase, ya que estaba haciendo un máster, así que, cuando llegó el momento de coger vacaciones, tenía muy claro que lo único que quería era desconectar y hacer lo que me apeteciera cuando me apeteciera. Y así es como surgió la oportunidad de recorrer Cantabria en unos 10 días (la verdad es que no recuerdo si fue alguno más porque hace muchos años de esto), alojándonos en Santander y moviéndonos en autobús.

Tigre en Cabárceno

Por aquel entonces, ya tenía carnet de conducir, aunque no estaba acostumbrada a coger el coche a diario, además, ya que el presupuesto era limitado, alquilar un vehículo durante tantos días se hacía inasumible. Pero hice una excepción.

Me hablaron de este lugar, en el que los animales campaban casi a sus anchas, por lo que, una vez que lo has visitado, te negarás a ir a ningún otro zoo. Con esos años, yo ya estaba convencida de los derechos de los animales y había decidido no volver a pisar uno, sin embargo, confieso que ir a Cabárceno me convenció por completo. Como para ir y moverte necesitábamos coche, alquilamos uno para un día. Asumible.

No tengo recuerdos concretos sobre como conseguimos llegar, lo que puede significar que no fue mal o que la memoria es selectiva y sabe lo que hay que desechar… De lo que sí que me acuerdo es que por allí me moví sin ningún problema y no lie ninguna. ¡Toma ya!

No es sobre mi habilidades (o falta de ellas) de conductora de lo que quiero hablar, sino de lo que me encontré.

Animales que no estaban enjaulados en condiciones denigrantes, sino en espacios naturales muy amplios, en los que tienes que hacer el esfuerzo por buscarlos, por ejemplo, los osos, ya que no están posando para la foto. No nos engañemos, tiene tanto sentido que una jirafa o un elefante vivan en Cantabria como que un oso polar lo haga en Tanzania.

Osos en un hábitat similar al suyo, en Cabárceno

En algún caso, la separación entre ellos y los visitantes era mínima, como con las llamas, en otros casos, estaban en fosos y estaba prohibido subirse a las vallas, como con el puma.

Admito que disfruté de la excursión, aunque siempre con la sensación de que no es así como debería ser. Sí que hubo algo que no me gustó: la piscina. Una enorme en el que se hacían los típicos espectáculos con leones marinos. Buscando en internet, he encontrado una noticia de 2022 en la que se afirma que se readapta este recinto y se suprimen este tipo de actividades. Muy buena noticia.

El día terminó y me volví a casa con una sonrisa en los labios. Había podido ver animales por primera vez con unas condiciones bastante más dignas que en otros lugares. ¡Nunca más volvería a un zoo!

Sri Lanka: Parque Nacional de Yala y Orfanato de elefantes de Pinnawela

La siguiente vez que pude ver animales en libertad (esta vez sí que sí) fue seis años más tarde, en mi primer gran viaje: Sri Lanka.

En uno de los primeros días nos desplazábamos hasta el sur de la isla para alojarnos cerca del Parque Nacional de Yala y hacer un pequeño safari durante unas horas.

Este parque fue designado parque nacional en 1938 y tiene casi 100 hectáreas de superficie, con una enorme variedad de animales, siendo uno de los lugares con mayor densidad de elefantes de Sri Lanka y leopardos de Ceilán. Además, es una de las áreas más importantes para la conservación de aves en el país.

¡Estaban justo a nuestro lado!

Pero no sólo elefantes y leopardos se pueden ver, sino que también hay unos cocodrilos enormes, osos perezosos, búfalos de agua, jabalíes o distintos tipos de serpientes.

Según llegamos, nos subimos en unos todoterrenos altísimos y que iban abiertos, y tras recibir las normas básicas de comportamiento, es decir, no bajar del coche hasta que no nos lo dijeran, no sacar brazos ni pierdas, no tocar a los animales y no hablar en voz alta, nos pusimos en marcha.

¡Y empezaron a aparecer los elefantes! No me lo podía creer, estaban a mi lado, si estiraba un brazo, los alcanzaba. Los animales de las plantillas de mi infancia cobraban vida. Saltaban de los folios a la realidad. Se movían, comían, bebían, nos miraban con curiosidad o, simplemente, allí estaban.

Infinitamente mejor que el National Geographic

De repente, un cocodrilo se mete tranquilamente en el agua y casi desaparece. Si parece un tronco, lo más seguro es que sea un cocodrilo. Los elefantes se mojan con sus largas trompas, distinguimos un leopardo porque se le iluminan los ojos. Wow. Era mejor que todo lo que había visto antes, como estar dentro de un documental de National Geographic, pero infinitamente mejor.

Hicimos una parada en una de las playas. Un lugar idílico con las aguas del Índico turquesas y una arena blanquecina y fina y totalmente virgen. La nota negativa es que estas playas ocultan un pasado reciente bastante trágico. Hasta 2004, había alojamientos en el interior del parque hasta que el tsunami de diciembre de ese año arrasó con todo y mató a 250 personas. Paraísos que se convierten en un infierno.

Cuando salimos del parque, me iba con una sonrisa que no he vuelto a perder después de una experiencia absolutamente maravillosa y recomendable. La parte mala es que me había sabido a poco y quería mucho más. Y la vida me lo dio.

Antes de llegar a este regalo, tenía algo más esperándome en Sri Lanka: el orfanato de elefantes de Pinnawela.

Este orfanato gubernamental se creó en 1975 para proteger y acoger a elefantes abandonados o huérfanos y se ha convertido en una de las atracciones más demandadas en el país. En 2023, había 71 elefantes de tres generaciones diferentes.

Sobre el papel, parece una labor encomiable, sin embargo, en la realidad, estando allí, chirriaba. Me pareció demasiado turístico, los elefantes estaban encadenados y, pese a que no se puede y sabemos que no hay que hacerlo, a cambio de unos billetes, los cuidadores permiten tocar, alimentar o ayudar a bañar a los animales. Además, apenas hay distancia de seguridad, te puedes acercar todo lo que quieras y se da la circunstancia de que decenas de turistas están tan cerca que parece que los están atosigando. Parece que el objetivo inicial del orfanato se ha diluido y prima “la experiencia y la foto”.

Pues sí, dar de comer con un biberón a un elefante resulta muy cuqui, pero no sabemos si a él le gusta todo lo que rodea «la experiencia»

A unas determinadas horas se les da de comer y sí, seamos sinceros, ver como se alimenta con biberón a bebés elefantes es muy cuqui, no obstante, no creo que les guste el contacto con tantísimas personas y se les notaba estresados. En otro momento, se les saca del recinto y, por la carretera a través del pueblo, llegan hasta el río, donde son bañados (y atosigados).

Queda mucha labor concienciadora. Parece que los europeos podemos llegar a tener las cosas más claras dentro de la propia Europa (y, muchas veces, ni eso), a pesar de ello, en cuanto ponemos un pie fuera, vamos exigiendo nuestro derecho a tocar, lavar o alimentar a un animal. Los habitantes del país receptor suele ser gente pobre o muy humilde, por lo que, en cuanto varios turistas de piel blanca les ofrecen varios billetes que les pueden solucionar uno o varios meses, pues los cogen sin problema. Espero que todo esto cambie, aunque no soy especialmente optimista.

Tanzania (Zona de conservación de Ngorongoro y Parque Nacional Serengueti) y Kenia (Reserva Nacional Masai Mara)

El recorrido por Uzbekistán fue uno de esos que supuso un punto de inflexión. Sé que suena un poco cursi, pero lo hizo en varios aspectos, uno de ellos, porque en el grupo estaban Paco y Rosa, un matrimonio que contaban unas historias espectaculares de vacaciones anteriores. Hablaban, entre otros, de lo espectacular que resultan los atardeceres en la sabana africana, de lo peculiar de dormir en una tienda en un parque nacional, de cómo te duchas con poco más que una manguera y me animaron a hacerlo.

Cuando al año siguiente empecé a valorar vacaciones, en mi cabeza sólo había un viaje posible: un safari por África. Acudí a mi agencia de cabecera y me recomendaron que, al ser la primera experiencia, era buena idea por empezar por Kenia o Tanzania o el combinado de los dos. Allá voy.

Los animales de las plantillas cobraban vida

Por querer vivir la experiencia de dormir en tienda y la dicha con una manguera, además de por presupuesto, contraté la opción aventura y no me arrepentí. De hecho, si vuelvo a hacer un safari, me gustaría volver a repetir. ¡Es toda una experiencia!

El recorrido comenzó en Tanzania, en Ngorongoro. Se trata de una zona protegida de más de 8.000 km2 en las tierras altas volcánicas del país, además, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1979 y una de las siete maravillas naturales de África. Una de las peculiaridades de este parque es que se encuentra en la mayor caldera volcánica inactiva, intacta y sin rellenar.

Según entramos, nos llevaron a uno de los miradores. Era imposible abarcar de una sola vez esa grandeza, tan verde, tan espectacular, que quitaba la respiración. Sin duda, me sentía muy afortunada por poder estar allí y el viaje sólo acababa de empezar.

En esta caldera volcánica se encuentra Ngorongoro

Esa noche la pasamos en la zona de acampada habilitada. Teníamos que montar nuestras tiendas (es fácil y venían con nosotros tres chicos que nos ayudaban) y había baños comunales. Nos dieron una serie de advertencias y recomendaciones: mejor ir al baño antes de acostarse; si te entran ganas durante la noche, mejor hacerlo al lado de la tienda y no desplazarse demasiado y, lo más importante, cuidado porque se suelen acercar animales.

¿Que se acercan animales? Pues sí, al fin y al cabo, nosotros estamos en su casa. Suelen ser herbívoros, que están merodeando y es probable que se asusten si escuchan ruidos. Lo mejor es no hacerles demasiado caso. Para los que sigáis flipando, estos campamentos están custodiados por rangers armados con orden de disparar en el caso de peligro. Sé que puede sonar a coña, pero yo me sentía muy segura.

Esa misma noche, cuando fui al baño a lavarme los dientes, lo vi: pequeñas lucecitas que brillaban en la oscuridad. Al mirar más fijamente, ahí estaban: ¡eran zebras! ¡Estaba cerca de una manada de zebras! Alucinante. Apenas se podían apreciar los colores de sus rayas y no me podía creer que entre nosotras no existiese ninguna barrera, estaban a tan solo dos metros de mí.

¡Estábamos al lado!

A la mañana siguiente, comenzó el safari. Nos dividimos en varios grupos para ir en 4×4 que no estaban de todo abiertos porque hace bastante frío. Álex, nuestro guía, empezó diciendo que cada día es único y que hay que tener expectativas bajas porque nunca se sabe lo que vas a encontrar. Que el día anterior hubiese una manada de leonas con sus crías no quiere decir que al día siguiente estén. Que un día hayas visto una escena de caza, no quiere decir que al día siguiente se repita. Puede que veas mucho o que veas poco. Nunca se sabe. Los animales están donde quieren estar, no donde los turistas, guías o rangers quieren que estén, y hacen cosas de animales, no posan para fotos.

Por cierto, breve inciso con instrucciones para que todo vaya bien: no bajarse de los coches a no ser que te lo indiquen; no sacar brazos, piernas o cabeza; no tocar ni interactuar con los animales; si uno se acerca demasiado, silencio y permanecer quieto.

Ahora sí, empezamos. De repente, allí estaban: zebras, elefantes y ñus bebiendo. Búfalos africanos, gacelas, hipopótamos, unas leonas que juegan cariñosas con sus crías. ¿De verdad esto está ocurriendo?

¿Y perderme esta maravilla?

Álex nos informaba de cada uno de ellos, de sus características, curiosidades sobre la reproducción, el celo o de cómo se mueven. A diferenciar las gacelas de Grant y de Thompson o leopardos o guepardos. Aprendimos por qué, en África, a los hombres que son muy ligones se les llama impalas.

Fuimos espectadores de una escena después de la caza de una zebra por parte de unas leonas. Cuando llegamos, ya estaban desayunando, mientras que las hienas esperaban impacientes a cierta distancia. Una vez que las leonas y su crías se habían saciado, fue el turno de las hienas, mientras que esperaban otros más pequeños. Estaba ocurriendo, de lo más impresionante que he visto.

Y, por si no fuera poco, presenciamos la gran migración. Se trata de un fenómeno natural cíclico entre el Serengueti y Masai Mara en el que zebras y ñus, principalmente, se mueven buscando pastos. No estaba claro que pudiésemos coincidir, verlos cruzar el río Mara tiene que ser espectacular, pero ahí estaban, cruzando la sabana (no tuve la suerte de verlos cruzar el Mara), corriendo, en una polvareda, evitando rocas, arbustos y un hipopótamo muerto. Soy muy afortunada.

La gran migración

Me gustaría hablar de las otras reservas en las que estuve.

El Parque Nacional del Serengueti mide en torno a los 13.000 km2 y acoge los cinco grandes: león leopardo, elefante, rinoceronte y búfalo. Nosotros los vimos todos de cerca, salvo el rinoceronte, que estábamos muy alejados y sólo se veía con prismáticos. Mi motivo para volver.

El Masai Mara realmente es una continuación del Serengueti que cambia de nombre porque una frontera les separa, cosas sin sentido de la época colonial. Ocupa unos 1.500 km2 en el Valle del Rift y tiene los mejores atardeceres del mundo. Cuando me imaginaba África, en mi mente era como en esta foto:

En mi imaginación, un atardecer en la sabana africana era justo como en esta foto

Sí que quiero señalar una cosa que no me gustó. Una vez, nos cruzamos con un león solitario por uno de los caminos. Estaba muy tranquilo hasta que los conductores le localizaron. Como se comunican entre ellos por walkie talkie, en pocos minutos estaba totalmente acorralado por varios 4×4, lo que le generó cierto nerviosismo, normal, cualquiera en su situación se sentiría de la misma manera. ¿De verdad era necesario hacer esto? Si la norma de los parques es la de no intervención, ¿por qué se atosiga a un animal para que los turistas podamos hacer fotos?

Mejor desde la distancia para no molestar a estas gacelas de Grant

Cuando hablo de la no intervención de los parques me refiero a que ocurra lo que ocurra, la mano del hombre no se puede entrar, tiene que seguir el curso de la naturaleza. Esto lo aprendimos el último día en Masai Mara. Una guepardo estaba tranquila con su cría. Álex nos contó que la cría tenía una pata rota, lo que significa que no te queda mucho de vida: se iba a convertir en alimento para otros. Ver a una cría tan pequeña, tan cuqui, que parece un peluche, nos echamos las manos a la cabeza con horror: ¿no le pueden coger y curarle la para rota y devolverle a la madre cuando esté bien? No, no se puede intervenir, tiene que ser así. El ciclo de la vida.

Estas vacaciones han sido unas de las mejores que he tenido, todavía alucino con las vivencias, con todo lo que vi y de lo que fui espectadora en primera fila. Estoy deseando repetir, quiero ver más. Como he dicho al principio, sé que es un viaje muy caro, que no está al alcance de todos los bolsillos pero, si te lo puedes permitir, hazlo. Si estás dudando sobre si ir o no, ve, no te arrepentirás.

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