Me gusta cumplir lo que prometo, así que, voy a hablaros sobre mi aventura en camión por África.
Distintas personas (Yolanda, Paco y Rosa) habían contado sus peripecias viajando de esta manera: dormir en plena sabana en una tienda, ducharte con poco más que una regadera o moverte en un camión enorme y abierto. ¡Yo quería eso!
Así que empecé a investigar y lo encontré en la primera agencia española en ofrecer esos viajes que, además, tenía experiencia de muchos años organizándolos.

Lo primero que hay que aclarar es que se trata de un safari fotográfico y que hay varias categorías de confort, que van desde un hotel de lujo hasta la tienda de campaña. Yo elegí esta última opción. Para ser mi primera vez, quería estar en contacto absoluto con la naturaleza, tener la experiencia de una ducha portátil y comer lo que hubiera. El precio también fue una baza importante y es que, aunque la alternativa más básica es cara, ir añadiendo comodidades, lo incrementa de forma considerable.
Ya sólo me quedaba elegir el destino y todos me parecían apasionantes y apetecibles, así que decidí pedir recomendación en la agencia. Al ser la primera vez, me recomendaron Tanzania, Kenia o el combinado de los dos, que fue mi opción elegida.
Cuando llegó la fecha de salida, avión en Barajas hasta el aeropuerto de Kilimanjaro. La aventura acababa de comenzar.
Nos subimos en el camión los 20 viajeros, el guía y los chicos de la crew: conductor, cocinero y dos asistentes. Un cambión enorme, con lonas que se podían abrir y desde donde nos asomábamos, y cajoneras para meter las mochilas. Porque uno de los requisitos del viaje era llevar mochila y no maleta, dado que no son maleables y puede que no se adapten al espacio disponible.

Cuando llegábamos a la zona de acampada, la mayoría de días teníamos que montar nosotros mismos nuestras tiendas (es fácil hacerlo y nos ayudábamos los unos a los otros) y utilizábamos los baños comunitarios del parque. Pero las veces que teníamos una mejora “gratis” era otra historia: tiendas que parecían cabañas ya montadas con un baño propio y camas. Después de esto, no sabéis como valoro mi cama y mi ducha, aunque repetiría sin ninguna duda.
Dentro de las tiendas, disponíamos de una colchoneta bastante gruesa sobre la que poner el saco (cada uno se lleva el suyo) pero sin almohada, así que tenía que usar la ropa del día siguiente. Tened esto en cuenta porque, si repito, ¡me compro una almohada hinchable!
De esta manera, íbamos de un punto a otro pero, dentro de los parques, nos movíamos en 4×4, que es bastante más manejable.

Respecto a la comida, todos los días en el campamento base teníamos un buffet libre con ensaladas, pastas, carne o pescado y, los pocos días que eran de trayectos largos, una bolsa de comida con bocadillos, fruta y barrita energética. Mi madre se quedó muy tranquila.
Creo que ha quedado claro cómo disfruté de la experiencia, así que no puedo más que recomendarla. Sé que es un viaje caro, muy caro, de hecho (las entradas diarias a los parques están entre 100USD y 150USD y se viaja con mucho personal) pero, si tienes la oportunidad, no lo dudes, es una experiencia que maravilla y cambia.
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