Recorrido por el País Cátaro: cueva de Niaux, Foix y castillos de Montségur y Puivert

Un aspecto histórico con el que relacionamos Occitania es con el País Cátaro y el catarismo. Conviene dejar claro que el País Cátaro nunca ha existido como tal, sino que se trata de un nombre creado para llamar la atención sobre una determinada zona por la que, en el siglo XII se extendió el catarismo.

Cuando planeamos la ruta, teníamos claro que no sólo queríamos ver ciudades, sino que el campo, los pueblos con encanto, las ruinas de castillos (cátaros y no cátaros) y distintos lugares de interés tenían que entrar para conseguir un equilibrio. La principal dificultad a la que nos enfrentamos fue decidir qué se quedaba fuera y nos basamos, principalmente, en la lógica a la hora de unir dos puntos, dado que había algunos que habíamos marcado como imprescindibles. Pero, después de leer y mencionar a los cátaros varias veces, deberíamos aclarar quiénes fueron. 

¿Quiénes fueron los cátaros?

El catarismo fue considerada una herejía dentro del cristianismo. Los que lo profesaban hablaban de una dualidad entre lo material, creado por el Diablo, y lo espiritual, creado por Dios. Además, vivían de una manera extremadamente humilde, sin posesiones, sin imponer impuestos ni sanciones, y considerando como iguales a hombres y mujeres. Ellos mismos se autodenominaban “buenos hombres” o “buenas mujeres”.

Criticaron a la Iglesia por su hipocresía, codicia y lascivia, por lo que no tardaron en ser declarados herejes, siendo perseguidos y masacrados. La religión cátara se arraigó fuertemente en la zona de Languedoc y fue aceptada por la nobleza, siendo la ciudad de Albi una de sus sedes.

A partir de 1208 tuvo lugar una cruzada religiosa y se calcula que medio millón de personas fueron masacradas.

Ruinas del castillo de Montségur, donde 220 cátaros fueron masacrados

No todos los castillos que se conservan en la zona están relacionados con el catarismo. De esta manera, los castillos que sí pueden ser considerados cátaros son las ciudadelas de Laurac, Fanjeaux, Mas- Saintes- Puelles y las fortalezas de Lastours, Montségur, Termes y Puilarens.

Al final de la cruzada, se fueron conquistando las distintas plazas y los castillos fueron reformados y reforzados, de manera que Carcasona quedaba totalmente protegida de los embistes de la Corona de Aragón por sus “cinco hijos”: Peyrepertuse, Quéribus, Aguilar, Termes y Puilarens, a los que se añaden Montségur y Lastours.

La zona está plagada de castillos y, aunque no todos tienen la consideración de “cátaros auténticos”, quedan englobados en este conjunto. Entre los no considerados, se pueden mencionar Puivert, Saissac, Arques o Villerouge- Termenès, entre otros.

Os comparto la entrada del blog Chateau Marcel para más información.

En la actualidad la zona es candidata a ser Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Os comparto la web en la que se puede apoyar la candidatura, por si queréis firmar.

Las vistas desde el castillo de Montségur. La zona aspira a ser Patrimonio de la Humanidad por la Unesco

Cueva de Niaux

No puedo decir que sea una aficionada de la espeleología, sin embargo, mientras que revisábamos la guía para tener la máxima información posible, apareció este lugar marcado con cuatro estrellas, es decir, imperdible.

Nos parecía un puntazo poder visitar uno de los escasos lugares de Europa en los que se pueden ver pinturas rupestres reales, por lo que quisimos introducirla en el itinerario, ya que queda bastante cerca de Foix. Como es obvio, los grupos son escasos y sólo se puede hacer comprando la entrada por anticipado, así que conviene estar atento a la web. Debido al planning de viaje que teníamos, sólo había un momento en el que nos encajaba esta visita: el primer día de ruta en el primer turno en el que se abría, es decir, a las 10 de la mañana. Lidia y yo lo hablamos y acordamos que sólo compraríamos las entradas si había disponibles en el día y turno que nos cuadraba. Y la persistencia dio sus frutos: nos metíamos todos los días en la web, esperando a que se abriese el periodo de venta de marzo para asegurarnos la entrada. ¡Y lo conseguimos!

Entrada a la cueva de Niaux

Al llegar allí, aparcamos en el lugar habilitado, nos abrigamos bastante (dentro de la cueva, las temperaturas rondan los 12°) y nos dirigimos orgullosas a la taquilla. Allí nos cuentan que no se pueden usar móviles ni cámaras, que no podemos tocar nada y no nos podemos salir del camino marcado, además, nos dan unas linternas. Vamos a hacer un viaje de más de 11.000 años. Casi nada.

La visita total ronda las dos horas. Aproximadamente, la primera es lo que se tarda en llegar a las primeras pinturas, pasando por estalactitas y estalagmitas, columnas, grafitis de épocas bastante anteriores (el más antiguo es de 1602), junto con las explicaciones de nuestro guía sobre el descubrimiento de la cueva, las certezas que se tienen sobre las condiciones de vida y lo que sólo se puede suponer.  Entonces, llegamos al Salon Noir y el guía nos pide que apaguemos nuestras linternas y las dejemos en el suelo. Sólo con su linterna, él nos va guiando y nos coloca. Apaga la luz unos segundos y la vuelve a encender, esta vez orientada a la pared, donde se hace magia: caballos, cabras montesas, bisontes y ciervos pintados en negro, aprovechando el relieve de las paredes. Parece que se acaban de hacer, el trazo se ve bastante negro y nítido, aunque en una zona han tenido que hacer una canalización artificial de agua porque, antes de la intervención, la humedad ya estaba afectando a algunas de las pinturas.

Soltamos al unísono un “guau”. Sé que suena a perogrullada, pero es más bonito de lo que te puedes imaginar, eso que se veía en los libros de historia del colegio, esas pinturas que ya sólo es posible ver como reproducción estaban delante de mí. Soy una afortunada y lo tenemos tan cerca de casa… La emoción que se siente no se puede describir con palabras.

Una pequeña muestra de lo que nos depara en el salon Noir de la cueva de Niaux

Por cierto, estas pinturas están en la zona más alta de la cueva, donde la acústica es impresionante, y donde se cree que venían sus moradores, entre otros motivos, por ese motivo, ya que, el eco dura 11 segundos… casi nada.

La cueva es bastante larga, mide unos 13km de longitud, tiene forma de U y sólo se pueden visitar los primeros 800 metros por razones de conservación, siempre en un grupo limitado y con guía. En el tramo no abierto al público se han encontrado más pinturas y huellas infantiles. Si se visitase la cueva al completo, se calcula que se necesitarían unas 10 horas.

Os dejo un vínculo del blog Caminando por la historia donde se habla de este lugar.

En esta región, así como al otro lado de los Pirineos, se pueden visitar muchas cuevas, no necesariamente de pinturas rupestres. Si te gusta esta actividad o tan solo sientes curiosidad, apunta Occitania a tu listado de destinos.

Foix

Il était une fois,
Une marchande de foie,
Qui vendait du foie,
Dans la ville de Foix…
Elle se dit ma foi,
C’est la première fois
Et la dernière fois,
Que je vends du foie,
Dans la ville de Foix

Tuve que aprenderme este trabalenguas y canción infantil cuando estudiaba francés, unido a que me pasé todo un curso con un poster turístico de Foix clavado en la pared delante de mi sitio, hizo que Foix fuese un imprescindible en nuestro circuito. Bueno, y por su famoso castillo también.

Foix es una localidad que se desarrolló en la Edad Media entorno a la Abadía de Saint Volusien (fundada en 849) y al castillo (construido alrededor del año 1000). Su centro histórico, de pequeñas calles estrechas, casas con entramado de madera, pasajes o el antiguo mercado es para pasearlo sin prisas, saboreando ese encanto que tienen los lugares con tanto peso de la historia a sus espaldas.

Casas con entramado de madera en Foix

Al lado del mercado se halla la iglesia gótica de la abadía de Saint Volusien y, para nuestra sorpresa, estaba abierta y era gratis entrar. Allá que vamos. El interior, aunque austero, resulta imponente, no como lo consigue la Catedral de Santa Cecilia de Albi, sino por lo grande y luminoso que es, sobre todo, y afortunadas que fuimos, porque el buen tiempo nos acompañaba, consiguiendo que la luz del sol se filtrara por las ventanas.

Tiene ese toque de iglesia que no está en inmejorable estado de conservación, sino que los desconchones e imperfecciones son evidentes, algo que, por otro lado, creo que le suma puntos de encanto. Sin embargo, si tenemos en cuenta por todo lo que ha tenido que pasar a lo largo de los siglos (destrucción tras las guerras de religión, venta de todos los bienes tras la Revolución Francesa o un incendio), ¡bastante que sigue en pie!

Lo más importante que se puede visitar en Foix, y el motivo por el que la mayoría de personas acuden, es el castillo.

Se encuentra situado sobre una roca a 60 metros de altura, por lo que sus almenas y torres destacan entre los tejados fuxéens (toma ya gentilicio). Estás tan tranquila, giras en una esquina, y ahí está, esperando a que levantes la vista y robarte la atención. Y lo consigue.

La roca calcárea sobre la que se asienta el castillo esconde pequeñas grutas de las que hay evidencias de haber estado habitadas en tiempos prehistóricos. También se han encontrado restos de un templo pagano consagrado al dios Abelio, dios celta del sol. Y, desde el 987, año en el que se encuentra la primera prueba que atestigua su existencia, un castillo. Castillo que adquirió una gran importancia, ya que controlaba el acceso a la cuenca alta del Valle del Ariège, era sede del condado de Foix y sirvió de refugio a los cátaros perseguidos.

El castillo de Foix, mirándonos desde lo más alto

¿Y qué pudimos ver nosotras de este castillo? Pues nos tuvimos que conformar con las vistas desde abajo. Cuando preparábamos el recorrido y consultábamos las distintas webs para coordinar días de apertura y horario, nos llevamos una sorpresa muy negativa: el castillo de Foix estaba cerrado al público por obras de conservación.  

No puedo negar que fue un chasco, sin embargo, en ningún momento nos planteamos sacar Foix de la ecuación. En todas las webs que había consultado lo describían como un imprescindible en la zona, sin embargo, tengo que confesar que el pueblo no me gustó tanto como esperaba. Creo que llevaba unas expectativas demasiado altas, mezclado con ese recuerdo de estudiante y con la desilusión de no haber podido visitar uno de los castillos más emblemáticos y mejor conservados de la zona. Como dijo John Lennon, la vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes.

Castillos de Montségur y Puivert

Después de visitar Foix, volvimos al coche porque íbamos con la hora justa. Queríamos visitar un par de castillos y, como todavía estábamos en marzo y se considera horario de invierno, la hora de cierre eran las 17:30.

Nos esperaba el castillo de Montségur. Situado a 1207m de altura, te mira fijamente, no puedes esconderte de su encanto y, como una sirena, te invita a que subas hasta lo más alto y disfrutes de las vistas y, al mismo tiempo, imagines cómo eran todas aquellas ruinas cuando no eran ruinas.

Montségur fue sede de la iglesia cátara a comienzos del siglo XIII y fue el refugio de todos los proscritos, es decir, de todos aquellos señores que habían sido desposeídos de sus tierras tras la Cruzada. Montségur fue asediado durante 10 meses, terminando con una tregua de 15 días en la que los cátaros supervivientes tenían que abjurar de su fe o morir en la hoguera. Más de 220 cátaros eligieron la hoguera, de esta manera, terminó la Cruzada Albiguense.

El castillo de Montségur. Sí hay que subir hasta lo más alto

Durante siglos, el castillo cayó en el olvido, hasta que fue rescatado a finales del XIX por escritores e historiadores, así como la proeza cátara.

Hablando en términos más frívolos, lo que sí se convirtió en una proeza fue llegar hasta lo más alto. No nos vamos a engañar: la subida es dura. En cualquier página que busques te van a recomendar que lleves calzado adecuado, que será muy útil, ya que, mientras que vas resoplando por camino arriba y decides parar un momento para tomar aire, te das la vuelta, y queda compensado. ¡Qué vistas!

Cuando llegamos a lo más alto, queda poco más que los muros y la torre del homenaje en pie. Sopla el viento y hace frío, se nota la altura, pero no queremos comenzar el descenso tan pronto, quedémonos un rato más a recorrer las ruinas, a imaginar cómo debía ser la vida en un lugar así que resulta pequeño, aunque llegaron a vivir en torno a las 600 personas, y en fotos aéreas parece más grande. No es ésta la única pregunta que me viene a la mente, sino cómo debieron ser aquellos meses de duro asedio, en un invierno que se sabe que fue más duro de lo normal.

Cuando bajamos, fue inevitable darse la vuelta para observar esa mole de piedra una vez más y lanzar en voz alta la última pregunta retórica: ¿cómo se construyó el castillo?

En el pequeño pueblo de Montségur hay un pequeño museo arqueológico que parece que es muy interesante, por horario, no nos daba tiempo a llegar, por lo que volvimos al coche y visitar el castillo de Puivert.

El castillo de Puivert no tiene la consideración de castillo cátaro, sin embargo, nosotras no nos queríamos poner demasiado academicistas y, dado que nos pillaba de camino a Quillan, pueblo en el que dormíamos esa noche, decidimos incluirlo en el planning.

Entrada al castillo de Puivert

Tuvimos algún problema para llegar ya que Google Maps nos mandaba por auténticos caminos de cabras hasta que, sabiamente, Lidia decidió frenar, dar la vuelta y volver a buscar la carretera en el pueblo. Y menos mal, porque si no, no creo que hubiésemos llegado porque, todo hay que decirlo, la señalización tampoco es demasiado buena.

Conseguimos dejar el coche en el aparcamiento autorizado y, con más confianza que certidumbre, nos dirigimos a las taquillas. Las 17h habían pasado ya hacía bastante y era bastante probable que nos lo encontrásemos cerrado o nos denegaran la entrada. Por ir no perdíamos nada. De hecho, en uno de los blogs que consulté, confesaban que se “habían colado” en más de un castillo porque la taquilla estaba cerrada pero el campo, no.

Y, sorpresa, la taquilla estaba abierta y accedieron a vendernos dos entradas porque “las 17h es demasiado pronto para cerrar”.

Al contrario que otros castillos, que se ubican en lo más alto de un risco, Puivert está en una planicie y, sin una gran historia bélica en sus muros ya que se rindió a los tres días de asedio, se conserva a buenas condiciones y el aspecto actual se debe a las remodelaciones que si llevaron a cabo en el siglo XIV.

Sala de los músicos, en el castillo de Puivert

No se sabe a ciencia cierta cuándo se construyó, aunque ya aparece mencionado en un cantar de 1170, año en el que, además, acogió entre sus muros un festival de trovadores. Decía que este castillo no se considera cátaro porque su propietario, Bernat de Congost, no lo era, pese a que terminó abrazando esta fe tras la muerte de su esposa, situando, por lo tanto, al castillo en la diana de los cruzados.

Se mantiene en pie la torre del homenaje, con unos 35 metros de altura y cuatro niveles que se pueden visitar, en los que se incluye la sala de los músicos, adornada con figuras en piedra de músicos tocando distintos instrumentos.

En la actualidad, el castillo es propiedad privada (por eso nos vendieron la entrada fuera de hora…), acoge espectáculos de luz y sonido en los meses de verano y se están llevando a cabo restauraciones y excavaciones arqueológicas. Como curiosidad, fue elegido como uno de los grabados que aparecen en la película de Roman Polanski, La novena puerta.

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