Balance del viaje a Mongolia: por qué ir, qué me ha gustado y a quién se lo recomiendo

En términos generales, puedo decir que Mongolia y el viaje en sí me han gustado. Cada vez me atraen más los destinos de naturaleza, salir de urbes que, en el caso del mundo occidental son muy parecidas entre sí, sin tener la sensación de estar saliendo de Madrid, donde vivo.

Variedad de paisajes

Lo bueno de Mongolia es que tiene una variedad sorprendente de paisajes: pasamos de los bosques de coníferas en el norte, al desierto de Gobi, al sur, haciendo frontera con China y, sirviendo de transición, unas praderas enormes, infinitas. Definitivamente, el infinito no es un número, es un paisaje mongol.

El infinito es un paisaje de Mongolia

No quiero engañar a nadie, por lo general, no se trata de una naturaleza exuberante, que presume de sus mejores galas, como puede ser el caso de Islandia y los paisajes de este país asiático resultan monótonos, pueden pasar horas y horas de travesía por pistas en el que sólo se ven montañas en el horizonte, algún que otro ger diseminado, pequeñas poblaciones de tejados de colores y camellos o yaks despistados, que te miran con curiosidad. Al principio, es llamativo, después, es el mismo escenario. Lo bueno es que da tiempo a reflexionar en cómo el ser humano es capaz de adaptarse a vivir en múltiples hábitats, con condiciones más o menos complicadas, con estilos de vida más o menos sencillas.

Si te gustan los paisajes verdes, te gustará Mongolia, toda una sorpresa en ese sentido: desde el lago Khovsgol hasta el Zuun puedes llegar a tener la sensación de estar en Suiza. Si te gustan los paisajes desérticos, Mongolia debería estar en tu lista, si es que no lo está ya: ¿quién no ha soñado con visitar el desierto de Gobi? Cómo ya conté en los posts relacionados, ningún desierto se parece a otro y éste ha sido una sorpresa absoluta. Lo primero, no se trata de un desierto de dunas, así que la imagen que tenemos en la cabeza de un camello a través de unas dunas de arena fina y amarillenta es mejor que la vayas eliminando de tu cabeza: las dunas del desierto del Gobi están sólo en Khongor y os aseguro que es un imprescindible. Los atardeceres son mágicos, se mastica la paz, la tranquilidad, el silencio. Momentos de los que se quedan guardados. El resto del desierto está formado más por gravilla, de color muy oscuro, hay matorralillos, llamados zag, que son más o menos altos en función de si nos dirigimos hacia el norte o no.

Pues sí, el desierto de Gobi es así

Desconexión tecnológica

Otro aspecto que me ha gustado es el poder estar completamente desconectada. Y cuando digo desconectada es sin ningún tipo de conexión. Puede que este aspecto eche para atrás a muchos, pero a los que pensamos que estar desconectados es un lujo y una necesidad, Mongolia es tu destino. En mi grupo, una persona compró una tarjeta SIM por un tema personal y en muchas zonas no tenía cobertura. En el PN Khorgo nos cruzamos con otro grupo de españoles en el que una de ellas se había comprado una tarjeta para poder subir vídeos a Tik tok. Cada uno hacemos nuestro propio camino… para mí, olvidarme de todo por unos días se convirtió en un sueño hecho realidad.

Puedo decir esto porque he hecho el recorrido con un grupo, en el que nos dirigía una guía con teléfono; para los que se aventuren de manera totalmente independiente puede ser un problema considerable, ya que tendrán que hacerse con teléfonos vía satélite, además de tener que contratar el alquiler del coche con conductor. En serio, esto es obligatorio, los mapas no sirven en un espacio tan “vacío”, todavía me pregunto cómo eran capaces de orientarse sin señales de ningún tipo, sin GPS, sin indicaciones, por mucho que el trayecto lo puedan hacer todos los años con distintos grupos de turistas. Una vez más, mi agradecimiento a los tres conductores que venían con nosotros, unos auténticos profesionales.

Recorriendo Mongolia en furgoneta

Aspectos negativos del viaje

Y, ahora, es cuando viene lo malo y es que ningún destino, ni ningún tipo de viaje es perfecto. Si eres un gourmet, si valoras la buena mesa, Mongolia no es tu lugar. Durante más de dos semanas hemos comido y cenado cordero con arroz y arroz con cordero, con las variaciones de yak con arroz o espaguetis con carne de camello. Casi no hay verduras ni frutas y se tienen que importar muchos alimentos. El pescado sólo se encuentra en las zonas próximas a los lagos y nosotros no lo probamos en todo ese tiempo. La agencia con la que lo contraté me había advertido de todas estas peculiaridades, por lo que estaba avisada de lo que me estaba esperando, pero una cosa es saberlo y, otra muy distinta, experimentarlo en tus propias carnes… Sin embargo, como suelo decir, si lo que quieres es comer bien, no te alejes de las orillas del Mediterráneo.

Si no te gustan los trayectos largos, Mongolia tampoco es tu destino. Las expediciones de ruta suelen tener un par de días que se pasan casi en su totalidad en el vehículo. Esto es así, hazte a la idea del día perdido. El “problema” de Mongolia es que las distancias son enormes y no hay carreteras, por lo que las distancias se miden en horas, no en kilómetros. Simplemente, relájate, mira por la ventanilla, charla con tus acompañantes, aprovecha para dormir. Es lo que hay.

Paisajes de Mongolia que enamoran

Si necesitas una habitación de hotel con baño propio, Mongolia no es tu sitio. Excepto en Ulán Bator, la capital, hemos dormido todas las noches en campamentos de gers con baños compartidos. ¿Y qué? Por lo general, los campamentos estaban muy bien, aunque, por supuesto, hay de todo: los hay más recónditos y pequeños y otros más profesionales y “masificados”; camas más o menos cómodas; baños mejores o para salir del paso. ¿Y qué? Van a ser sólo dos semanas de tu vida. Ya tendrás tiempo de volver a casa, a tu cama y a tu ducha.

Pero, sobre todo, Mongolia ha sido el viaje más duro que he hecho, y esto no tiene nada que ver con la comida o los baños compartidos. Sólo dormimos dos noches seguidas en el mismo lugar, en el campamento del lago Khovsgol. De esta manera, lo único que sacas del equipaje es el pijama, el neceser y la ropa del día siguiente. Continuamente estás con la maleta para arriba y para abajo. Las casi infinitas horas que se pasan en carretera o pista se terminan haciendo pesadas, además, en buena parte del camino fuimos dando botes, por lo que llegué con las piernas llenas de moratones. ¿Y qué? Los moratones se pasan, las vivencias permanecen.

A quién recomiendo y a quién no recomiendo viajar a Mongolia

Hablando en serio, no recomiendo este país a personas que hayan viajado poco o que sea su primera vez fuera de Occidente. Creo que hay destinos que suponen también un choque cultural o que son de paisajes o naturaleza que pueden ser más fáciles o accesibles, en los que puedes coger experiencia y plantártelo para dentro de un tiempo.

Un ovoo junto a las fuentes termales de Tsenkher

Resumiendo, si te gusta la naturaleza, si no te importa usar el móvil sólo para hacer fotos durante unos días, si eres un amante de la aventura y crees que el programa marcado es sólo una guía y si no eres especialmente tiquismiquis, ve a Mongolia, no te arrepentirás. Si estás en alguna de las otras categorías, dale una vuelta, experimenta antes en otros lugares más asequibles y, en un futuro, ve a Mongolia, ¡son sólo unos días de tu vida!

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En la cuenta de Facebook de Descalzos por el mundo puedes ver un álbum de fotos dedicado al Naadam y otro con los mejores momentos del viaje por Mongolia.

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