Creo que, si hay algo que genera miedo y curiosidad al mismo tiempo en Moscú, es el metro. Temido por unos (todos los carteles están escritos en alfabeto cirílico; hay muchos carteristas; madre mía, toca contar estaciones; ¿y cómo me las voy a apañar para comprar un billete?); a otros les genera fascinación (es un museo enorme bajo tierra).
Después de viajar tanto por Moscú como por otras ciudades de la antigua URSS, y haber utilizado este medio de transporte en gran parte de ellas, puedo concluir que tienen muchos elementos en común y es más fácil de usar de lo que parece, además, una cosa buena que te puede ocurrir es que te pierdas y veas más estaciones de las que tenías pensadas.

Algunos datos del metro de Moscú
Inaugurado en 1935, mide más de 400 km (el tercero en longitud, después de Londres y Nueva York), compuesto por 14 líneas y 241 estaciones. El 22 de noviembre de 2011 alcanzó su máximo diario transportando a más de 9.2 millones de personas. Casi nada. Y sí, lo confirmo, los carteles están escritos sólo en cirílico y la megafonía exclusivamente en ruso. Con estos datos, es normal que asuste o imponga y se intenten buscar alternativas más cómodas. Pero, teniendo en cuenta que Moscú es una ciudad de unos 12 millones de personas y con un tráfico caótico, el autobús, trolebús o tranvía, no me parecen alternativas reales; el taxi, pues a no ser que tengas dinero de sobra y no tengas que llegar al aeropuerto con el tiempo en tu contra, tampoco es una opción; el coche, ¿de verdad te meterías en una ciudad así en coche? y, andando, pues depende de las energías y piernas que tengas.
En resumen, el metro es la mejor opción para moverse. Venga, dejemos los recelos de lado e intentemos pasar desapercibidos entre los locales. Yo conseguí moverme de esta manera, aunque no logré pasar desapercibida (mis rizos son muy llamativos), así que, tú también puedes conseguirlo.
Aspectos peculiares del metro de Moscú
Hay varios aspectos que me llamaron la atención. El primero, el precio del billete, no recuerdo exactamente cuánto era, pero el billete sencillo no llegaba al rublo.
Adicionalmente, la profundidad de las estaciones: tramos y más tramos de escaleras mecánicas. Si eres como yo, que sube y baja andando, llegabas exhausto, por contrapartida, ganas unas piernas estupendas (gimnasio a precio mínimo).
La profundidad de las estaciones se explica debido a que el metro fue usado como refugio antiaéreo e ideado como refugio antinuclear durante la Guerra Fría. Y, lo más curioso de todo, entre cada tramo de escaleras, había un asiento reservado para un trabajador (sólo recuerdo haber visto a mujeres): estaban ahí sentadas, controlando que no hubiese ningún problema en la escalera en cuestión (eso quiero pensar), y ya. Este último aspecto ya lo había visto en de San Petersburgo y lo vi, de igual manera, en el de Tashkent, aunque en esta última las estaciones no son ni de lejos tan profundas como las otras.

Consejos antes de salir de casa
Antes de viajar a este país que, además, lo hice por mi cuenta, me propuse hacer algo que me parece que es de sentido común: aprenderme el alfabeto cirílico. Confieso que no conseguí aprenderme todas las letras, pero sí la mayoría, y, entre otras cosas, sirve para más o menos leer los carteles de las calles, el nombre de los edificios y las estaciones de metro.
No conocía directamente a nadie que hubiese visitado la ciudad antes que yo, por lo que todos los consejos prácticos que obtuve vinieron a través de la guía que había comprado. El primero, aprenderse las letras del alfabeto, ya se me había ocurrido; el segundo, cae por su propio peso: contar estaciones. No nos engañemos, aunque nos sepamos algunas letras, el nombre de muchas de las estaciones por las que es más probable que pasemos es largo y nos trabemos intentando leerlo. Sin embargo, si tenemos claro en qué estación está nuestro hotel y cuál es la de destino, sólo tenemos que contar cuántas vamos pasando. En el caso de que se nos pase alguna o perdamos la cuenta (que es algo probable), podemos intentar preguntar a alguien para que nos señale en el mapa dónde estamos.
Aparte de contar estaciones, nosotras optamos igualmente por fijarnos en las esculturas y estatuas que había en nuestras estaciones de referencia: ya que buena parte del trayecto íbamos hablando, ésta se convirtió en una buena opción para localizarnos.

La línea circular del metro de Moscú
Si habéis mirado el plano del metro, os habréis dado cuenta de una peculiaridad: una línea circular.
En Madrid también hay una así y, para mí, es sencilla de utilizar si sabes cuál es el destino y te fijas en los carteles de dirección, no obstante, en Moscú, es diferente. Por megafonía se anuncia el sentido del tren que entra, es decir, nosotras no nos enterábamos, ni siquiera entendíamos si hablaba de eso, de que había una estación cortada o de que regalaban magdalenas en otro lugar. Así que no nos quedó otra que preguntar. Acordamos que preguntar a alguien joven sería más práctico porque tiene más probabilidades de hablar algo de inglés. La persona escogida fue la primera chica con la que nos cruzamos. Llegamos con un “hello, do you speak English?” y, con cara de susto nos daba a entender que no, seguro que pensaba ¿por qué a mí? Solución: coger el plano y, con una mímica muy exagerada, señalar la estación en la que estábamos, señalar a la que queríamos llegar y señalar cada uno de los andes. Nos entendió perfectamente y, entre todas nuestras risas, nos indicó hacia dónde dirigirnos. Nos despedimos con un spasiva muy sentido. Ése fue el primer momento en el que comprobé que una sonrisa abre muchas puertas.
Bueno, ya hemos aprendido a movernos entre los pasillos, llegar a nuestros destinos sanos y salvos y a preguntar a desconocidos, ahora, vamos a mostrar por qué es conocido como el Palacio del pueblo y es que, buena parte de sus estaciones son auténticos museos.

Arte en el metro de Moscú
Hace varios años escuché que el motivo por el cual estaban tan ornamentadas era para constituir un auténtico museo para el pueblo, que en gran medida, no tendría dinero ni tiempo para visitar uno. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.
El tipo de arte que encontramos es socialista: distintos trabajadores retratados (desde campesinos hasta cosmonautas), mosaicos que celebran la resistencia rusa en la Segunda Guerra Mundial o la unión con otras Repúblicas Soviéticas, hoces y martillos por todos lados. Un museo bastante adoctrinador, pero museo al fin y al cabo, en cualquier guía que consultéis os recomendará que hagáis un tour por las mejores estaciones.
Las estaciones más bonitas del metro de Moscú
Las más bonitas se encuentran en la citada línea circular (la 5, de color marrón) y, entre las más recomendadas, encontramos Kievskaya (que ensalza la “amistad” entre Rusia y Ucrania), Ploshad Revolutsia (llena de arcos y de estatuas de bronce), Mayakovskaya (techos decorados con mosaicos bajo el título “Un día en el país del socialismo”), Novokuznetskaya, Komsomolskaya (una de las más lujosas) y Novoslobodskaya.

Este listado lo he sacado de la guía Trotamundos que compré de esta ciudad, ya que sería incapaz de recordar qué estaciones visité. En nuestra excursión, nos centramos, principalmente, en estas recomendadas, aunque no fuimos capaces de visitarlas todas.
Como ya comenté hace un tiempo, uno de mis arrepentimientos es no haber dedicado más tiempo a esta imponente ciudad y fue la última parada de un viaje de dos semanas bastante cargado. La última tarde antes de regresar a Madrid es el tiempo dedicado a admirar este museo subterráneo, hasta que llegó el momento en el que el cansancio pudo con nosotras, eso sí, para alucinar en colores con lo que estábamos viendo, no hace falta estar muy despierto. Sin ningún género de duda, la próxima vez que pueda visitar esta ciudad será con los días que se merece y el recorrido por las estaciones está garantizado.
En cualquier caso, si estáis interesados en un listado más exhaustivo (y mejor que el mío, qué leches), os recomiendo este post de Mochileando por el mundo o este otro de Imanes de viaje.
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