Como comenté hace varios días, terminé en Mongolia porque no me garantizaban viajes a América Latina en julio. El que no hubiese ningún grupo confirmado a esta región frente a las 9 personas ya apuntadas al país asiático inclinó la balanza a esta segunda opción, teniendo en cuenta, además, que los días estaban cuadrados para visitar el Naadam de Ulán Bator. ¿El Naadam de Ulán Bator?
¿Qué es el Naadam?
El Naadam es un conjunto de competiciones deportivas (carreras de caballo, tiro con arco, lanzamiento de tabas y lucha) que se celebran anualmente en distintas poblaciones mongolas, siendo la de Ulán Bator la más importante.

Se realizan a lo largo del mes de julio y la de la capital empieza todos los años el 11 de ese mes. Son unos días de fiesta nacional, donde la gente acude en familia a ver las distintas competiciones, pasar un buen rato, participar en los bingos o en los distintos juegos, montar en caballo o camello, ver el ambiente y comer khuushuur (empanadillas de cordero).
Éste fue el factor determinante que me hizo decantarme por Mongolia frente a cualquier otro destino. ¿Cuándo voy a tener oportunidad de conocer algo así?
Cuando aterrizamos en Ulán Bator, después de casi 24 horas de haber salido de casa, nos esperaba en el aeropuerto Soyloo, la que iba a ser nuestra guía y, sin perder mucho tiempo, nos metimos en el microbús y pusimos rumbo al estadio en el que se iba a celebrar la ceremonia de inauguración.
La ceremonia de inauguración en Ulán Bator
Cuando llegamos, el ambiente era un hervidero. Gente vestida con sus mejores deels, la vestimenta tradicional, mujeres con los adornos típicos, puestos de comida, distintas personas esperando tu turno para el desfile que aceptaban que les hiciésemos fotos sin problema y muy pocos turistas.
Y es que Mongolia es un país turísticamente muy virgen, me da miedo cómo pueda ser dentro de unos años, supongo que no lo reconoceremos.

Una parte de mí se sentía muy afortunada por tener entrada para este acontecimiento, ya que suelen ser complicadas de conseguir; la otra, se sentía culpable por participar en un acontecimiento local del que apenas se tienen noticias fuera de las fronteras y contribuir a la turistificación del evento y del país, de que pierda su esencia y singularidad, de que se termine convirtiendo en un acto para turistas en el que los locales queden excluidos. El caso es no dejar la cabeza tranquila.
Poco después de entrar en el estadio, la lluvia hizo acto de presencia, menos mal que estábamos techados, de todas formas, algo nos mojamos y, lo peor, hace que el espectáculo desluzca.
Sobre un escenario presidido por un retrato de Gengis Kan, comienza un desfile de acróbatas, músicos, bailarines, jinetes a caballo haciendo todo tipo de cabriolas, gente con sus camellos y yaks, cetreros vestidos con trajes típicos kazajos y con sus mejores halcones. Todo al ritmo de una música alta que no impidió alguna cabezada… demasiadas horas sin dormir.

El acto me pareció un acontecimiento, como un hermano pequeño de una inauguración de Juegos Olímpicos, guardando las distancias, claro, aunque me faltaron explicaciones de lo que estaba viendo o la simbología que puede haber por detrás.
Las competiciones del Naadam
Cuando terminó, salimos y empezamos a ver las primeras competiciones, en este caso, tiro con arco, en el que participan hombres y mujeres por separado. Los arqueros se ponen a una determinada distancia (75 metros para los hombres y 65 para las mujeres) y tienen que derribar el bloque pintado de rojo.
En la diana están los jueces, pero tranquilos, que las flechas carecen de punta. Los jueces, después de cada lanzamiento, elevan o bajan los brazos para indicar si la flecha ha ido alta o baja.

El lugar estaba saturado de gente, llovía y, pese a que éramos de los pocos extranjeros que había, era fácil perderse, por lo que conviene andarse con mil ojos. Después de la comida, volvimos para presenciar el lanzamiento de tabas.
Los participantes lanzan un trozo de hueso de cordero o de oveja, normalmente, a unos 10 metros de distancia con intención de dar a una taba situada en un tablero. Sólo participan hombres y la tensión y concentración se mascaban el ambiente.
Después de un rato, en el que encima casi no se puede ni hablar (normal, por otro lado, similar a ir a un partido de tenis), decidimos poner fin al día de Naadam. Dejábamos pendientes las carreras de caballos y la lucha.
La primera de ellas, la veríamos al día siguiente, la segunda, era ese mismo día en el estadio, pero no sabemos por qué motivo, no pudimos verla porque tardaba en empezar. La única disciplina que se nos resistió hasta los últimos días de nuestro viaje.

A la mañana siguiente, recogimos nuestro desayuno tipo picnic, nos subimos al minibús y fuimos a ver las carreras de caballo, que se celebraban a varios kilómetros de Ulán Bator. El concepto de paisajes infinitos empezó a tener sentido.
El día estaba nublado, amenazaba lluvia en cada momento y hacía viento, aunque las ganas que tenían los asistentes no se veían deslucidas. Estaba salpicado por yurtas en las que se vendía de todo, tiendas de campañas que ejercían de cafeterías, de puestecillo de feria, de tienda de deels o, simplemente, las había montado alguna familia para su descanso.
Todo tenía un ambiente muy festivo y el culmen vino cuando una chica nos saludó en español: era una mongola ataviada con deel y nos contó que llevaba varios años viviendo en Madrid. Hablaba bastante bien el idioma, creo que no hace falta que diga que da igual los años que yo pase en Mongolia porque no podré hablar el mongol de la misma manera en que ella hablaba español.

Las carreras de caballos es una de las disciplinas más aclamadas y hay varias carreras, en las que también compiten niños, montando ponys, o un caballo de tamaño similar. Hay carreras con recorridos entre 15 y 30 km, por eso se realizan en un espacio abierto, la longitud depende de la edad de los participantes.
Aunque el jinete es importante, lo que realmente cuenta es la calidad del caballo, ya que, como dice un proverbio mongol un hombre sin caballo es como un pájaro sin alas. La competición es agotadora, vimos caballos sin jinete y jinetes caerse del caballo. Sinceramente, había poco público siguiendo la totalidad del evento, sino que se calcula o se avisa por megafonía, no sabría decir, cuando queda poco para que acabe, entonces es en ese momento cuando todos se agolpan en la meta para ver el final.

Cuando terminó, volvimos a nuestro transporte y volvimos a Ulán Bator, ya que el Transmongoliano nos estaba esperando.
Naadam regionales
No obstante, no fue ésta nuestra única experiencia con el Naadam. A lo largo del mes, se celebran competiciones regionales que, si bien no son tan vistosas como las de la capital, sí que son más manejables, hay menos gente, son más fotogénicas y, por lo tanto, son más auténticas y agradecidas.
Después de haber pasado por el lago Khovsgol y el Parque Nacional de Khorgo, encontramos, antes de llegar a Tsetserleg las carreras de caballos de un Naadam local. Aparcamos las furgonetas cerca, sin ningún tipo de problemas y, sin andar demasiado, ya estábamos metidos en todo el meollo.
Todos vestidos con deels, nerviosos esperando a ver la llegada, los jueces montados en sus caballos, pendientes de que no se les pasara nada por alto.
Estuvimos muy poco rato, pero lo suficiente como para saborear un espectáculo más cercano, sin tener que hacer colas o ponerse de puntillas para verlo mejor.

Soyloo estaba mosqueada porque no habíamos conseguido ver la lucha, una de las disciplinas más aclamadas, con lo que no contaba era con la suerte que íbamos a tener cuando el viaje tocaba a su fin.
Cuando dejamos el campamento cercano a Tsagaan Suvarga camino de Ulán Bator, allí estaba esperándonos. Había escuchado a otro guía hablar de que, poco antes de llegar a Mandalgov, donde teníamos previsto parar a comer, se estaba celebrando un Naadam y, justo a la mañana siguiente, serían las competiciones de lucha. Cambio de planes sobre la marcha. Mandalgov puede esperar.
Llegamos demasiado pronto, la competición no empezaba hasta que terminaran las carreras de caballos, así que nos tocó dar vueltas durante hora y media. Como en el caso anterior, al ser una festividad local, todo era más manejable y compacto.
Nos dio tiempo a pasearnos tranquilamente, hacer fotos, pararnos en todos los puestos y a convertirnos en celebridades. Y es que un grupo de 16 accidentales en el Gobi Central, me imagino que son muy llamativos, tanto, que salimos hasta en la tele local.
Los feriantes se afanaban en captar nuestra atención, hasta que, una mujer que organizaba un bingo, lo consiguió. Buena parte de nosotros participamos en el juego, mezclados con locales con ganas de pasar un buen rato.
Como no entendíamos los números, tenía que enseñar la bola varias veces, mientras que nosotros lo coreábamos en español. Gritos de júbilo si alguno lo tenía, lastimeros si fallábamos y, sobre todo, muchas risas. A nuestro alrededor se juntó un tumulto de gente, atraída, sin ningún género de dudas, por el espectáculo que suponíamos.
Cuando alguien cantó bingo y el juego acabó, decimos reinvertir las ganancias en el puesto de al lado, en el que había que explotar globos con dardos. Más gente a nuestro alrededor. Eso sí, cuando hubo un ganador, ya nos dispersamos, por mucho que intentaran engatusarnos con cantos de sirena hacia sus puestos y juegos. Nos sentamos a esperar que empezase la lucha.

La lucha mongola es una de las competiciones que más público congrega. No hay categorías diferenciando por peso, por lo que los más corpulentos suelen ser los mejores.
El combate acaba cuando un luchador toca el suelo con cualquier parte del cuerpo, que no sean las plantas de los pies o las palmas de las manos. El traje que visten es muy característico ya que la chaquetilla que llevan son poco más que las mangas. Esto se debe a que, según una leyenda, una mujer sustituyó a su padre en una competición, ganando a todos sus adversarios hombres.
Para que no se vuelva a repetir (no sólo que haya participantes de distintos sexos luchando entre sí, sino que no haya mujeres en la competición), se diseñó una chaqueta dejando al descubierto el torso y poder comprobar en todo momento de que se trata de un luchador hombre.

Nosotros no vimos sólo un combate, sino que era una ronda clasificatoria. Antes de empezar, los jueces relatan cantando los logros de cada uno de ellos y, mientras tanto, los luchadores giran a su alrededor imitando el vuelo de las águilas.
Después de las presentaciones, que son bastante largas y se hace más largo aún porque no entendemos nada de lo que dicen, los luchadores se eligen entre sí para pelear. Los jueces van siguiendo sus movimientos y sostienen todos los sombreros. Cuando uno es eliminado o gana, recupera su sombrero. Muy curioso.
Estuvimos un rato más hasta que nos tuvimos que poner en movimiento. Soyloo había comprado khuushuur para todos y seguíamos teniendo un largo viaje por delante.
Desde el 2010, el Naadam figura como Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
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En la cuenta de Facebook de Descalzos por el mundo puedes ver un álbum de fotos dedicado al Naadam y otro con los mejores momentos del viaje por Mongolia.
Lee el resto de entradas de este destino:
- Introducción a Mongolia
- Ulán Bator
- Transmongoliano
- Lagos Khovsgol y Zuun
- Lago Therkhiin Tsagaan nuur, PN Khorgo y baños termales de Tsenkher
- Kharkhorum y Tsetserleg
- Desierto de Gobi: Acantilados Llameantes (Bayanzag) y dunas de Khongor (Khongor Els)
- Desierto de Gobi: cañón Yoliin Am, Tsagaan Suvarga y Baga Gazriin Chuluu
- El lugar más feo del mundo: Ongi Khiid
- Balance del viaje a Mongolia
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