Ulán Bator: contrastes y curiosidades de la capital de Mongolia

No seré yo quien diga que Ulán Bator, la capital de Mongolia, no merece la pena. No nos engañemos, no es la ciudad más bonita que he visitado, ni la segunda, ni la tercera, de hecho, creo que ni siquiera está entre las diez primeras, pero, dado que, si viajas a este país, el avión aterriza aquí, ¿por qué no dedicarla un par de días?

En el recorrido que hice por Mongolia el pasado mes de julio, se primaba la asistencia al Naadam que se celebraba en estos días en la capital frente a la visita de la misma, sin embargo, para los que van en otros meses, sí que se quedan esos dos días.

La llegada no fue fácil, pasaron unas 19 horas desde que salí de casa en Madrid hasta que nos encontramos en la terminal del aeropuerto de Genghis Khan. Un largo día lleno de nervios y carente de sueño y es que, con el cambio horario, por mucho que te digan que en destino es de madrugada, tu cuerpo está aún en las primeras horas de la noche, así que, lo de dormir en el avión, poco y mal.

Con cara de sueño y sin podernos cambiar de ropa, fuimos a la ceremonia de inauguración el Naadam, del que ya hablaré en otro post, y ya fue por la tarde cuando tuvimos el primer contacto con la ciudad.

Estatua de Damdin Sukhbaatar, en la plaza de Ulán Bator que lleva su nombre

Los orígenes de Ulán Bator

La primera capital mongola de la que se tiene constancia fue Orgöö, en 1639 y, como estaba compuesta por yurtas de fieltro fáciles de trasladar, tuvo distintas ubicaciones, hasta que, en 1778, se estableció en el lugar en el que hoy se encuentra. En 1924, tras la independencia china, la ciudad se convirtió en capital y cambió su nombre a Ulán Bator (Héroe Rojo), en honor al triunfo comunista. En la década de los 40, los soviéticos la dieron el aire que tienen las ciudades soviéticas: grandes avenidas, edificios gubernamentales mastodónticos, teatros por todas partes, al tiempo que se destruían monasterios budistas.

Hoy en día, es el contrapunto a todo lo que me encontré en Mongolia: caos frente a la tranquilidad; atascos descomunales frente a la más absoluta soledad en las pistas; varias centenas de miles de habitantes frente a una familia en muchos kilómetros a la redonda; bloques altísimos de pisos frente a yurtas solitarias en mitad de la nada; construcciones tradicionales frente a rascacielos de cristal.

Ulán Bator hoy

Viven en torno a 1,4 millones de personas, es la capital más fría del mundo (en invierno se alcanzan fácilmente los -40º), hay varias centrales térmicas en pleno centro (que, sinceramente, le dan un aire a Springfield) y por todas partes se ven tuberías de calefacción. Esto es un problema bastante serio porque, principalmente, la calefacción es de carbón y en invierno, con unas temperaturas tan gélidas, no hay que poner mucho afán para imaginar la capa de humo negro que recubre la ciudad. Capa que permanece inmóvil hasta que sopla viento. En la actualidad, se están haciendo esfuerzos enormes para sustituir este tipo de calefacción por otra central y llevarla a todos los lugares donde no hay, pero ¿cómo se instala calefacción central en un ger? Y es que no todo el mundo en Ulán Bator vive en un piso, sino que hay barrios enteros de gers. Más contrastes dentro del contraste: los deel tradicionales frente a jóvenes que parecen sacados de cualquier barrio de moda de Seúl o Tokio.

La plaza Sukhbaatar y alrededores

El centro neurálgico de la ciudad es la plaza Sukhbaatar, en honor a Damdin Sukhbaatar, héroe de la revolución de 1921, que, con sus 76.000 m2, es escenario de distintos acontecimientos de distinta importancia: las protestas anticomunistas que dieron paso a la democracia en 1990, conciertos de rock, manifestaciones y lugar de juegos de niños.

Está presidida por una estatua ecuestre del héroe y, en uno de los laterales, encontramos el edificio del Parlamento, terminado a tiempo para el 800º aniversario de la coronación de Genghis Khan, y donde vemos una estatua del emperador tras las estatuas de dos guerreros mongoles que montan guardia a la entrada.

Parlamento de Mongolia en la plaza de Sukhaatar de Ulán Bator

En el resto de los laterales de la plaza se encuentran, entre otros, el Palacio de la Cultura, la Bolsa de Mongolia o el Teatro Estatal de Ópera y Ballet.

Un sueñecito en el teatro

Y es en este último sitio donde no pude más y sucumbí ante el sueño. Como he descrito, nada más aterrizar, nos dirigimos al estadio donde se celebraba la inauguración del Naadam. Sin haber dormido, aguantamos como buenamente podíamos. Fue pasando el día y, después de ver algunas competiciones deportivas, nos dirigimos a este teatro ya que teníamos entradas para una representación de distintas artes escénicas del folklore mongol. Lo que tiene viajar con un grupo organizado: es muy habitual asistir a este tipo de representaciones.

Imagina que llevas más de 24 horas sin dormir, te sientas en un teatro oscuro, con asientos relativamente cómodos, echas la cabeza hacia atrás y Morfeo se presenta para acunarte y llevarte al país de los sueños. Tal cual. Por mucho que te pueda interesar la representación, por mucha vergüenza que sientas, por mucho que sientes que estás ofendiendo a los artistas, tu cuerpo va por libre. En los periodos en los que recobraba la conciencia, escuché un concierto de música clásica y otro de cantos guturales que imitan los sonidos de la naturaleza y de los animales, vi bailes regionales típicos y ejercicios de contorsionismo, una práctica extendida entre las niñas mongolas. Ni que decir tiene que la totalidad del público éramos extranjeros turistas y que gran parte de nosotros nos quedamos dormidos. Siento mucho haber afeado de esa manera a músicos y bailarines, pero ya he comentado en la agencia lo necesario que sería un día entre medias del aterrizaje y el Naadam para poder descansar, ducharte y cambiarte de ropa.

Cuando terminó el concierto, fuimos a cenar a un restaurante local y, más tarde, regresamos al hotel, esperando que el jet lag no hiciera demasiada mella en el descanso. A la mañana siguiente, cargamos el minibús con nuestras maletas para poner rumbo a las carreras de caballos que se celebraban fuera de la capital, por lo que podríamos pensar que la visita se daba por finalizada. ¿O no?

Museo Nacional de Mongolia, Ulán Bator

Visita a una fábrica de cashmere

Según avanzaba el recorrido, hablaba con otros compañeros del grupo, especialmente con Belén Y Ángel, sobre ver algo más de Ulán Bator el último día. Sabíamos que no nos estábamos perdiendo gran cosa, sin embargo ¿cuándo vas a volver a Mongolia? El resto de los grupos que viajan a este país fuera de las celebraciones del Naadam sí que conocen la ciudad más profundamente, así que, ¿por qué no dar una vuelta? Hablamos con Soyloo, nuestra guía, y se mostró de acuerdo, además, de ser algo que estaba en el programa.

Según terminaba nuestro periplo, se empezó a hablar más sobre que hacer. Gran parte del grupo estaba interesado en visitar la fábrica y tienda de cashmere, ya que las prendas de esta lana son más baratas (para que se entienda este hecho, comentaré que Mongolia es el segundo productor mundial de cashmere), por lo que esta visita primó sobre todo lo demás.

Entramos a la ciudad provenientes del Gobi Central a medio día y la primera parada fue un centro comercial. Sí, increíble pero cierto. El lugar en cuestión expone de manera permanente dos esqueletos bastante completos de dos dinosaurios, ni idea de por qué no están en un museo: mientras que compras en las mismas tiendas la misma ropa que en cualquier ciudad occidental, decides en qué restaurante de comida rápida comes, te culturizas un poco. Eso, o intentar atraer más compradores con la excusa de los esqueletos. La parte buena, además de culturizarnos, claro, es que tenían wifi gratuito y es que, después de dos semanas, nuestros más bajos instintos salían a la luz: interneeeet.

Dinosaurios, wifi y McDonalds, ¿qué más se puede pedir?

Dimos una vuelta sin ver realmente nada, comimos en un McDonalds (es lo que pasa cuando respondes “me da igual” a la pregunta “¿qué quieres comer?” y estás en un centro comercial), aunque, sinceramente, después de tantos días de cordero con arroz, arroz con cordero o yak con arroz, una ligera variación tampoco viene tan mal.

Después de comer, pusimos rumbo a la fábrica. Había hablado con Soyloo para comentarle que tenía interés en visitar la plaza conocida como la Plaza de los Beatles y el resto del grupo lo apoyó. Spoiler: apoyaban más aún querer comprar prendas de cashmere como si no hubiese un mañana y me quedé sin visitar mi plaza.

Entramos en una tienda que parecía sacada de la Quinta Avenida con precios en concordancia. Y es aquí cuando voy a hacer un inciso. Esto no es sólo aplicado a este preciado y caro tejido, sino a muchos productos de lujo o semi lujo que se encuentran en países que son de los principales productores mundiales del producto en cuestión pero que no son del primer mundo: los precios no van acordes a la renta per cápita ni al sueldo medio. Repito: los productos de cashmere en Mongolia no son un chollo, son más baratos que en España, sin embargo, si lo quieres, te rascas el bolsillo. ¿O creéis que la globalización consiste sólo en que en Madrid haya un festival de reggaetón con artistas dominicanos?

Después de alucinar con el precio de la ropa, nos hicieron una visita guiada por la fábrica que, sinceramente, no me interesaba y, al acabar, fui a esperar a que todos los deseosos compraran sin parar. Por supuesto, no ocurrió: sólo lo hicieron un par de ellos. ¿De verdad piensas que en Mongolia no conocen lo preciada que es este tipo de lana en el mundo occidental y te la van a dejar a un precio irrisorio porque son así de majos? En fin, y estamos hablando de gente que suele viajar…

Museo Nacional de Gengis Kan

Tras salir de la tienda, volvimos al centro neurálgico: la plaza Sukhbaatar, salvo que esta vez pudimos pasear tranquilamente y hacer fotos. A continuación, pusimos rumbo al Museo Nacional de Gengis Kan, un complejo de 9 plantas que abrió sus puertas en octubre de 2022 y que desgrana la historia de este país, las costumbres, las distintas dinastías, el vasto Imperio Mongol y, como es obvio, la vida de Gengis Kan.

Museo Nacional de Gengis Kan, en Ulán Bator

Me pareció un museo muy interesante, se muestran muchas piezas, pero sin llegar a saturar, los espacios están muy bien tratados, aunque me faltaron explicaciones en inglés. Pese a que hay códigos QR explicativos en este idioma, si tienes que descargar todos los que se encuentran en las vitrinas, puedes dedicar el día entero y acabar exhausto. Nosotros sólo pudimos estar una hora, es decir, íbamos bastante rápido, me hubiese querido poder visitarlo con más calma, por lo menos, tuve la oportunidad de entrar y hacerme una idea de la historia de este país.

Los souvenirs y los Beatles no pueden faltar

Cuando salimos, no hubo negociación: nos desplazamos a una tienda de souvenirs. Y yo que las odio… Fui la única de todo el grupo que no compró nada y es que soy alérgica a estas tiendas y a llevar regalos a todo el mundo, además, no me gustaba nada de lo que tenían y, para comprar un imán que no me gusta, no compro nada.

No me atreví a insistir con lo de la plaza de los Beatles (yo he venido a hablar de mi libro), la di por perdida y eso que no quedaba lejos, pero como fan del grupo, me llama la atención que exista un lugar así en una ciudad tan lejana. El nombre no oficial se debe al monumento a los Fab Four y era en este punto cuando, en la era comunista, los jóvenes se reunían aquí para cantar sus canciones, aprendidas de oído de los discos que llegaban de contrabando, al mismo tiempo que discutían sobre la libertad y la democracia. Hoy en día, sigue siendo un punto de reuniones muy conocido. ¿Soy la única que prefería visitar un lugar así antes que comprar souvenirs?

Contrastes en las calles de Ulán Bator

Cuando terminaron las compras, volvimos al hotel a descansar y ducharnos porque teníamos una reserva para cenar. Nuestra última cena en un país que nos había acogido muy calurosamente durante 15 días.

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En la cuenta de Facebook de Descalzos por el mundo puedes ver un álbum de fotos dedicado al Naadam y otro con los mejores momentos del viaje por Mongolia.

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