Lago Ohrid

Y el viaje continúa. Salimos de Grecia dirigiéndonos hacia Ohrid, en Macedonia del Norte y, la manera más corta de llegar en pasando de nuevo a Albania y, de ahí, a Macedonia del Norte. Pasamos la aduana sin problemas y cruzamos una vasta llanura que, en la actualidad, son tierras de cultivo. Angi nos comenta que, hace décadas, había un lago que fue desecado durante la dictadura por presos políticos con la finalidad de ganas más campos. 

El paisaje es monótono, siempre con las montañas nevadas de fondo hasta que llegamos a Pogradec, ciudad en la costa del lago Ohrid y que es la última por carretera antes de cruzar la frontera. Se ve una ciudad muy humilde y muchos se quedan mirando fijamente nuestro minibús. Según circulamos por la costa, se ve que es una zona pensada para el turismo. Vamos dejando atrás restaurantes, bares de copas, sombrillas de playa hechas de paja y patinetes de pedales para el agua. Si no lo veo, no lo creo. Angi nos comenta que es una zona en la que abunda el turismo holandés en verano, además del turismo local. En Albania hace mucho calor en verano, es fácil superar los 40º en verano, incluso en zona de costa, así que muchos, suben a esta zona del país buscando temperaturas más frescas.

Preparando el verano en el lago Ohrid

Según la leyenda, donde hoy está en lago, antes no había nada, un inmenso vacío y, la gente que vivía en la zona tenía que subir la montaña todos los días para buscar agua en la fuente y, luego, volver a bajar. Un día, un hombre muy mayor que viajaba sólo con su bastón, muerto de sed, iba preguntando a todos con los que se cruzaba que si le podían dar un poco de agua. Todos le dieron lo poco que podían llevar en sus tinajas. De esta manera, el hombre consiguió llegar al pueblo. A la mañana siguiente, con los primeros rayos de sol, el hombre se fue andando con su bastón y, cuando los habitantes se dieron cuenta de su ausencia, comenzó a manar agua de todos los lugares en los que había apoyado el bastón. Y éste es el origen del lago Ohrid.

Lago Ohrid

Eso es lo que dice la leyenda, la realidad, otra bien distinta: es el lago más profundo de los Balcanes y uno de los más antiguos del mundo, junto con el Baikal y el Titicaca. El lago es muy conocido por la claridad de sus aguas, en algún punto, casi transparentes hasta una profundidad de 22 metros.

Volviendo a nuestro minibús, llegamos a la frontera. La policía sólo quiere que se baje Alban, nuestro conductor. Angi nos dice que es una sociedad muy machista y que no creen que una mujer pueda solucionar nada. En cualquier caso, el asunto no tiene buen aspecto: vemos como revisan los mismos papeles una y otra vez. Según Angi, muchos buscan “una propina”, algo a lo que ellos se niegan y que, en cualquier caso, es ilegal. Por fin, después de un buen rato, recuperamos nuestros pasaportes y seguimos la marcha. Nuestra primera parada está muy cerca: el Monasterio de San Naum.

El Monasterio es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco (Unasco) y data del siglo X, construido en un lugar solitario a la orilla del lago. Lo construyó Naum, discípulo de San Cirilo y San Metodio. Turismo de Macedonia nos lo cuenta mejor.

Aparcamos fuera y pasamos al recinto. Primera sorpresa: todo está híper limpio y cuidado. Hay puestecillos de tiendas y algunos restaurantes. A un lado, la tranquilidad absoluta está en el lago, en el otro, en los manantiales. Somos los únicos turistas y lo tenemos para nosotros solos. Un lujazo.

Entrada al Monasterio de San Naum

El edificio es pequeño y, al entrar, los frescos típicos de una iglesia ortodoxa llaman la atención. Son los más bonitos que he visto. Las paredes están algo ennegrecidas por el humo de las velas que, por suerte, sirve de conservante de los colores. De esta manera, es mucho más fácil para limpiar las paredes, hasta que, el humo de las velas de los fieles vuelva a hacer de las suyas.

Algunos ojos de los santos representados han sido rallados y, en su lugar, se ven unas inquietantes manchas blancas. Fue durante el Imperio Otomano cuando se hicieron estas “intervenciones” porque aseguraban que los ojos les daban miedo.

Monasterio de San Naum

La iglesia es pequeña y no tardamos mucho en visitarla y, cuando salimos, tenemos un rato libre para comer. Vamos al primer restaurante que encontramos, un lugar con mucho encanto: una terraza estupenda y una plataforma sobre el lago. Todo muy bien decorado y, aunque los camareros no hablen inglés, hacen esfuerzo por entendernos. Pedimos un típico del país que consiste en hojaldre relleno de puerros, queso y huevos y salchichas. Sólo con la empanada hubiésemos comido. Los precios son escandalosamente baratos. Comento a Inma que les estamos estafando y, aunque no tenemos dinares, sólo euros, nos los aceptan sin problemas y, aunque la conversión que hacen es un poco libre, no nos importa.

Los mantiales del lago Ohrid

Con el estómago lleno volvemos al autobús. Todavía nos queda más de una hora de trayecto hasta Ohrid, ya que sólo se puede llegar bordeando el lago.   

Cuando por fin llegamos y nos asignan las habitaciones, flipamos: ¡vaya vistas! La habitación es moderna, funcional y está impoluta. Aunque no tenía, o pensaba que no tenía, una idea de lo que iba a ver en Macedonia del Norte, tengo que reconocer que no me lo imaginaba así: todo está muy cuidado, calles impecables, el patrimonio está mimado, bares y restaurantes buenos. Prejuicios. En mi defensa alegaré que el hecho de ser uno de los países más pobres de Europa hace creer que tienen otras prioridades. Como nos contó Naumka, nuestra guía en Ohrid un poco más tarde, se están abriendo mucho al turismo y saben que al turista hay que cuidarle. Además, en los últimos años, están experimentando un incremento importante de turistas españoles. Sin embargo, no todos los turistas están interesados en la calma del lago o en su rico patrimonio histórico- cultural. Por desgracia, la zona se está poniendo de moda entre alemanes, británicos e italianos que buscan los bajos precios, especialmente, del alcohol. Turistas que siempre van buscando la cerveza más barata. Espero equivocarme si digo que dentro de pocos años corre el peligro de convertirse en otro Magaluf o Algarve.

Unahabitación con vistas

Comenzamos la visita con Naumka que nos habla de la leyenda que hay detrás del nombre de la ciudad: una mujer embarazada tenía que subir todos los días desde la orilla hasta lo más alto de la ciudad y no paraba de repetir “oh rid”, en español “oh colina”. Y es que Ohrid significa “Oh colina”. Calzado cómodo y preparad las piernas para subir cuestas, aunque merece mucho la pena.

El teatro romano de «Oh colina»

Recorremos calles estrechas y visitamos la Iglesia ortodoxa de Santa Sofía; el teatro romano, con unas vistas sorprendentes; la muralla de Filipo II, padre de Alejandro Magno, hasta que llegamos a Ese Lugar Mítico: la iglesia de San Juan Kaneo, la iglesia con las mejores vistas del mundo. Te sientas en el muro y, simplemente, te relajas sin pensar en nada, contemplando la iglesia y el lago Ohrid de fondo. Desde luego, los que construyeron allí la iglesia tenían buen gusto y pasión por la calma.

Pese a ser un lugar tan hermoso, me sorprende que apenas haya gente por la zona. Los locales tendrán el lugar muy visto y turistas, hay pocos.

San Juan Kaneo, una iglesia con vistas

Después de disfrutar de este lugar, bajamos al puerto donde nos esperan dos embarcaciones para navegar por el lago. Ver la ciudad desde el agua y al atardecer merece mucho la pena. Dos dividimos entre dos barcos en los que los empleados nos hacen sentir “como en casa” poniendo música española y latina… Eso sí, les pedimos expresamente que no pongan Julio Iglesias… tampoco hace falta que sean tan amables.

Cuando desembarcamos, Inma, Jose y yo nos perdemos por las calles de la ciudad. Nos gustaría visitar la iglesa de Nuestra Señora, con el mayor fresco de la Vírgen que hay en Europa pero, por desgracia, está cerrada por restauración.

La ciudad de Ohrid desde el lago

La brisa lacustre, el paseo en barco y el peso de la historia nos han dado hambre, así que nos vamos a buscar un lugar para cenar. Hacemos caso de las recomendaciones de Angi y buscamos uno muy cerca del lago, eso sí, con la caída del sol, ya no apetece estar en la calle y optamos por el interior. Pedimos varios platos de picoteo y vino blanco macedonio, Alexandría, que está bastante bien.

A la vuelta al hotel, la “marea” ha subido y las olas golpean contra los muros. ¡Parece La Coruña!

Después de un día intenso, toca volver a dormir, ya que, a la mañana siguiente, tenemos que volver a poner en marcha, a la última parada de nuestro tour: Tirana. Pero, antes de eso, tiempo suficiente como para pasear por la orilla disfrutando de la tranquilidad.

(Continuará)

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