Creo que somos muchos los que tenemos una lista de destinos imprescindibles. Esos lugares a los que tenemos que ir sí o sí, lo que los anglosajones denominan una bucket list.
Cada una de estas listas es totalmente personal, cada uno tiene unos gustos y preferencias, sin embargo, entre los destinos que seguro que más se repiten podríamos decir París, Egipto o Roma. Luego, en función de lo viajera que sea la persona en cuestión, a lo mejor, salen a luz Nueva Zelanda, Alaska o Madagascar. O quizás Papúa- Nueva Guinea, el Transiberiano o Pakistán. Tantos lugares y tipos de viajes como personas.
Yo también tengo mi propia lista, la verdad es que nunca la he puesto por escrito, está en mi mente y puede cambiar tantas veces como tiempo que dedique a pensarlo. Creo que el único lugar que permanece inamovible desde el comienzo de los tiempos es la Isla de Pascua. Ay, qué ganas de poder ir…
Aunque parezca que esta lista contiene puntos que ir tachando, no lo es en absoluto. Primero, porque para mí, viajar no es una competición en la que lo único que me importa es aumentar el número de países visitados. Viajar es aprender, observar, tratar de comprender el mundo a través de otros ojos, tradiciones, creencias y maneras de entenderlo. Segundo, porque me interesan todos los lugares y, pese a tener mi bucket list, la vida es como es y, a menudo, se nos presenta la ocasión de ir a algún lugar que no teníamos en mente y allá que vamos.
Y de eso va este artículo, sobre esos países o destinos que jamás pensé que fuese a ir y a los que terminé yendo. Porque la vida es así.
Bulgaria
Como decía, jamás pensé en ir a Bulgaria y he estado dos veces. La primera de ellas fue en 2008, la segunda y última, en 2023.
La primera vez fue porque quería irme en el puente de diciembre y el dinero daba para lo que daba. Por aquel entonces, Easyjet tenía vuelos baratos desde Madrid a Sofía y Bucarest, así que lo miré, cuadró en precio y nos fuimos.

Cuando comentaba a la gente que iba a ir a Bulgaria, la cara de extrañeza precedía a los tipos comentarios de “¿Para qué? ¿Y qué hay allí? Desde luego, con la cantidad de sitios a los que yo iría antes…”. Bueno, tú eres tú y yo soy yo. Para mí, es muy obvio, otros no lo tienen tan claro.
Sólo me crucé con una persona que había estado en Bulgaria y había sido por temas personales. Me dijo que me iba a gustar y, sobre todo, que sería un viaje en el tiempo. Y no le faltó razón.
Llegué a Sofía, una ciudad gris, fría, vale que era invierno, pero parecía que estábamos en 1991. Pese a que Bulgaria acababa de entrar en la Unión Europea, el dinero aún no había llegado. Nadie hablaba inglés, nos entendíamos por señas, sin internet en el móvil. Para podernos manejar y hacer turismo algo más cómodamente, compré la única guía que encontré: estaba en inglés y cubría todo el país. Más de lo que necesitábamos para un par de días, sin embargo, tenía lo más importante: direcciones, mapas y lugares de interés.

A la vuelta, durante muchos años, no he conocido a nadie más que haya visitado este país balcánico, hasta que, en 2023, buscando ideas para Semana Santa con unos conocidos, Bulgaria salió a la palestra.
En este caso, no era una escapada a Sofía, sino un recorrido por el país. Aunque no soy muy fan de repetir destino, sabía que no me arrepentiría. Y así ha sido.
No voy a volver a hablar de este lugar ni del trayecto que seguí, pero abajo comparto más información sobre estas vacaciones. Si estás dudando entre si ir o no, ve, no te defraudará.
Sri Lanka
En la actualidad, Sri Lanka es uno de los destinos más demandados. Cada vez más agencias tienen este destino en sus catálogos, es fácil encontrar abundante información turística y práctica sobre cómo recorrerla por libre, no obstante, en 2016, cuando yo fui, la situación era radicalmente opuesta: apenas había turismo, el transporte público entre poblaciones era básico y poco fiable y los alojamientos eran pensiones familiares o grandes resorts pensados para los escasos turistas muy adinerados que iban.
Fue mi año de punto de inflexión viajero. El año en el que dije “quiero ver mundo”. Como nadie más en mi alrededor quería verlo, opté por ir yo sola. No era (ni soy) lo suficientemente valiente para hacerlo sola, así que fue a una agencia. Quiero salir de Europa y ver algo diferente. Esas fueron mis indicaciones. Me propusieron Sri Lanka y acepté sin dudarlo.

“¿Sri Lanka? ¿Dónde está eso?” las preguntas que más me hicieron después del consabido “¿dónde te vas de vacaciones?”. ¿Sabes que al sur de la India hay una isla, muy cercana a la costa y que parece una lágrima? Esa isla es Sri Lanka.
Por supuesto, en este caso, tampoco conocí a nadie más que hubiese estado, pero sí di con demasiadas opiniones que no había pedido: pues yo no iría, pues está muy lejos, con los sitios que hay que ver antes de ir a Sri Lanka.
Una vez más, tú eres tú y gestionas tu vida como consideras y yo soy yo y hago lo propio con la mía.
Lo importante: llegó el día, me planté con mi maleta en Barajas y comenzó el viaje. Encontré justo lo que estaba buscando: salir del mundo occidental.

Sinceramente, no tengo pensado volver a esta isla del Índico: el mundo es demasiado grande y los días de vacaciones y el presupuesto no son infinitos, en cualquier caso, Sri Lanka sigue siendo uno de mis destinos favoritos y que me arranca una sonrisa cada vez que lo recuerdo.
En el blog apenas he publicado un par de artículos de este destino, pero tengo pendiente escribir sobre él. Todo llega.
Islandia
Si ahora mismo dices a alguien que no tienes pensando o no te llama la atención viajar a Islandia, es probable que te lleves un mordisco en la oreja.
No puedo decir que tenía ganas de visitar esta inmensa isla de hielo y fuego desde antes de que el volcán Eyjafjallajökull erupcionara en 2010, momento tras el cual, Islandia apareció en el radar viajero. No lo puedo decir porque no es verdad. Por aquel entonces, con mi sueldo de poco más que mileurista, las vacaciones consistían en cinco días en la ciudad europea a la que llegara Easyjet.

Como ya he comentado en alguna ocasión, así es como conocí Europa. Por aquel entonces, quería ver las piedras que daban forma a catedrales, iglesias o edificios. Quería monumentos y museos. Quería conocer Europa. La naturaleza no estaba en mis planes.
Lo que no sabía es que no se puede luchar contra el destino. Después de recorrer Europa, visitar muchas catedrales y museos y ser consciente de que, por desgracia, cada vez las ciudades son más parecidas las unas a las otras, empecé a salir de esa zona de confort y conocer Asia.
Cuando después de un verano te sobran bastantes días de vacaciones y no los quieres dedicar a coger lunes y quedarte en casa, optas por buscar escapadillas cortas. Y, en esta ocasión, tiré de bucket list: quiero ir a Jordania y conocer Petra.
Y, en esta ocasión, la vida tenía otros planes para mí. Planes radicalmente opuestos: cambiamos el desierto de arena por el de hielo; el calor por el frío extremo; Petra por Godafoss. No fui a Jordania, pero sí a Islandia.

Iba a ser mi primer destino centrado en la naturaleza, estaba nerviosa por si no me llenaba tanto como lo habían hecho otros. ¿Y si todas las cascadas se terminan pareciendo entre sí? ¿Y si el ver un geiser no lo puedo comparar al Coliseo romano? Las dudas me duraron dos minutos: voy a ir a Islandia, un país del que ya se hablaba bastante.
Fui, lo disfruté, flipé, me enamoré de los paisajes polares, de la naturaleza extrema en estado puro. Y fue de tal manera que dije que volvería, algo no muy común en mí. Quiero volver a Islandia en verano y quiero ver otro destino polar en invierno. La vida me había puesto en bandeja los destinos de naturaleza.
Menorca
Cuando digo que jamás hubiese pensado en ir a Menorca, me refiero a que, por mi parte, el destino había quedado descartado por los altos precios.
Conozco a varias personas que han estado en la isla hace muchos años, antes del boom turístico, antes de que se convirtiera en un destino de lujo fuera del alcance del trabajador medio. Lo visitaron en su día, cuando todavía se podían encontrar pensiones, hotelillos familiares, hostales o albergues a precios decentes. Cuando todavía se podía ir sin dejarte el sueldo de un par de meses y sin necesidad de reservar con varias semanas de anticipo para poder cenar. Lo conocieron cuando a Menorca se podía ir.

Todos coincidían en lo bonita que era la isla, las calas de ensueño, lo turquesa del agua, en que no tenía nada que envidiar a islas caribeñas o del Pacífico.
Y, de repente, todo cambió. O quizás no tan de repente. Fue antes de la pandemia, una amiga estaba pensando en ir con su marido una semana de vacaciones, pensaron en Menorca y lo terminaron desechando porque el precio que les pedían sólo por el alojamiento superaba todas las expectativas. Y no estamos hablando de hoteles de lujo, sino de esos en los que antes nos hubiésemos alojado nosotros. En su día me dijo por cuánto les salía la broma, aunque, soy incapaz de recordarlo. De lo que sí que me acuerdo es de mi respuesta: pa’ ellos, pa’ siempre.
Y Menorca pasó al listado de “sitios a los que no iré”. Hasta que llegó la pandemia. Gran parte de los destinos se vaciaron, los hoteles cerraron, las terrazas recogieron y, en 2021, la situación no era muy diferente a la descrita. Para atraer a turistas, muchos alojamientos lanzaron ofertas y tarifas que eran impensables un año antes. Y decidimos aprovecharlo.

Conseguimos reservar en un hotelillo a las afueras de Ciutadella a un precio que no nos podíamos imaginar. Reservamos también el coche y no salió mal de precio. Comíamos un bocadillo del bar Imperi en la playa, cenábamos lejos del puerto y no nos salió nada mal. De hecho, el balance de las vacaciones fue de sobresaliente en todos los aspectos.
Cuando veo el dineral absoluto que se está pidiendo en estos momentos en Menorca (bueno, y en cualquier parte), me hecho a temblar: si lo piden es porque hay gente dispuesta a pagarlo. Así que, no sabéis cuánto me alegro de haber tenido la oportunidad de recorrer Menorca hace unos años a unos precios razonables. O quizás sí lo sabéis…
Albania
¿Qué sabíamos de Albania hace tres años? Prácticamente nada. Había sido uno de los países más cerrado de Europa debido a la dictadura de Enver Hoxha y, aunque el régimen había caído hacía ya décadas, no era un país en el radar de mucha gente.
Tras la pandemia, tenía ganas de salir, de volver a Europa y, en la Semana Santa de 2022 me acordé de que, el año anterior, Albania había sido un destino bastante demandado (todo lo demandado que podía estar un destino en 2021) y se habían organizado rutas. Si lo estaba en 2021, seguro que también lo estaría en 2022. Y no me equivoqué.
Un recorrido por la mitad sur de Albania, llegando a los monasterios de Meteora en Grecia y Ohrid en Macedonia del Norte. Irresistible. Jamás en la vida se me hubiese ocurrido que fuese a visitar Albania (¿qué hay allí?), pero mejor voy y lo veo con mis propios ojos.

Y lo que vi no me decepcionó en absoluto. Con la suerte, además, de que había muy pocos turistas y lo pudimos ver casi en soledad. Al llegar, Albania dejó de ser un secreto: un montón de artículos que desgranaban los lugares pendientes de descubrir en este país olvidado y desconocido de Europa; los precios increíblemente bajos; el que fuera turísticamente virgen. Y ocurrió: dejó de ser un secreto.
Y, como suele pasar en estas situaciones: los precios aumentan considerablemente, se expulsa a la población local, todo se masifica, pierde el encanto. Así que me siento muy afortunada pudiendo haber visitado esa Albania que la hacía tan desconocida.
Para no repetir lo que vi o lo que me pareció, abajo os dejo enlazado el artículo introductorio a las vacaciones en este país.
Mongolia
La primera vez que tuve constancia turística de este país fue hace unos años, cuando saltó la noticia de que se había organizado un escándalo cuando dos diputados del Parlamento Gallego se desplazaron hasta Mongolia en un viaje oficial.
¿A Mongolia? ¡¿Perdón?!
Apenas había vuelto a oír hablar de este país, nunca estuvo en la lista de pendientes, en la lista de “sitios a los que me muero por ir” o en la de “¿Por qué no?”. Pero la vida es así.

Cuando en el verano de 2023 supe que no podría coger vacaciones con el partner- in- crime, quise aprovechar a ir a algún destino de los que sé que a él no le iban a gustar. Por fechas, me ofrecieron tres y, en cuanto mencionaron Mongolia, supe que sería el elegido.
La sensación de aventura, de descubrimiento, de salirse de los caminos más trillados, de ver algo diferente, de volver a Asia. Todo eso pudo sobre los otros dos.
Cuando comenté que iba a Mongolia, las respuestas fueron desde “Mongolia, ¡cómo mola! Ya me contarás qué tal” hasta el “¿Mongolia? ¿Qué hay ahí?”. Vamos, un poco lo de siempre.
Eso sí, si me hubiesen dicho un año antes que iría a Mongolia, creo que yo también me hubiese preguntado lo mismo que me pregunté años antes con los diputados gallegos.
La parte buena es que encontré lo que estaba buscando: aventura, descubrir, salirme de los caminos más trillados, ver algo diferente, volver a Asia. La parte mala… ¿es que hay parte mala? ¡No!

A la vuelta, cada vez se empezó a oír hablar más de Mongolia, por todos estos motivos que acabo de mencionar. Cada vez más agencias lo incluyen en su catálogo, ya he conocido a un par de personas que me han preguntado mi opinión y valoración del destino porque estaban planteándose ir. Así que, una vez más, me siento afortunada por haberlo conocido antes de que se convierta en viral. Digo yo que en algún momento se me acabará la suerte.
Venga, contadme cuáles son esos destinos a los que habéis ido y a los que nunca pensasteis que iríais. Estoy convencida de que los hay y de que mi lista se seguirá expandiendo, aunque sin descuidar la bucket list.
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