En el recorrido que hice por las capitales del Norte de Europa, Estocolmo fue nuestra primera parada. Llegamos con la ilusión propia de un viaje que comienza, una aventura de dos semanas por seis ciudades distintas entre sí y, al mismo tiempo, parecidas, y todas ellas desconocidas para las dos viajeras que íbamos.
Aunque sabíamos que Estocolmo era cara, los precios no estuvieron a la altura de las expectativas, es decir, fueron más elevados de lo que nos habíamos imaginado, por lo que buscamos lugares para comer bastante baratos, la bebida la limitamos a jarras de agua de grifo y sólo cogimos el metro para ir desde el aeropuerto al alojamiento y viceversa. ¡Vaya pateadas nos hicimos!

Dormimos en un albergue bastante alejado del centro, en el barrio de Hornstull, y nos movíamos andando hasta Gamla Stan, el centro histórico, dedicando unos 45 minutos en cada trayecto. ¡Todo sea por ahorrar dinero! Por cierto, el albergue estaba bastante bien y nosotras, que teníamos nuestro punto de señoritas, reservamos una habitación doble con baño privado.
De lo que sí que no nos quisimos privar es de la entrada a algún que otro museo y es que la cultura era y es un imprescindible. Pero antes de describir cómo fue mi estancia en Estocolmo, vamos a hacer un pequeño repaso histórico para conocerla un poco mejor.
Brevísima historia de Estocolmo
La primera noticia que tenemos de Estocolmo es de 1252, cuando la ciudad se reducía a Gamla Stan y fue fundada para proteger a Suecia de las invasiones marítimas extranjeras, de hecho, el primer edificio que se construyó fue un fuerte defensivo.
Con el paso de los años prosperó, gracias a los acuerdos comerciales con Lubeca, pasando a formar parte de la Liga Hanseática, una federación de comunidades de comerciantes en Países Bajos, norte de Alemania, Suecia, Polonia, Letonia y Estonia. De esta manera, pese a que en 1289 ya era la mayor ciudad del país, no fue proclamada capital hasta 1436.
Durante el siglo XVII, la población se sextuplicó, absorbió localidades cercanas y se construyeron castillos y palacios para nobles.

Con la llegada de la industrialización, fue perdiendo peso a favor de Norrköping, la principal ciudad industrial sueca, y Goteburgo, puerto clave por su ubicación en el mar del Norte. Aunque esto supuso un bache temporal, ya que recuperó la importancia del pasado en la segunda mitad del siglo XIX gracias a la aparición de nuevas industrias y a ser la principal puerta de entrada a Suecia. Con el crecimiento de la población, se siguieron absorbiendo barrios y, al mismo tiempo, se dio más importancia a la cultura y la educación, abriendo nuevas universidades.
Ya en el siglo XX se rehabilitó el centro, se reconstruyeron varias zonas con intención de convertirla en una ciudad moderna. Se construyó el metro y el Ayuntamiento se trasladó al edificio que conocemos hoy.

En la actualidad, Estocolmo está construida sobre 14 islas, unidas entre sí por 57 puentes y, en toda el área metropolitana, viven algo menos de 2,5 millones de personas. Además, tiene varios sitios designados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, como el Palacio de Drottningholm o los sitios arqueológicos de Birka y Hovgården.
El metro de Estocolmo
Cuando aterrizamos en Estocolmo, cambiamos poco dinero en el mismo aeropuerto porque las comisiones son elevadas y, como íbamos a estar sólo tres días, la idea era ir cambiando en función de las necesidades. No recuerdo cuántas coronas nos dieron, pero sí que tuvimos para poco más que pipas. ¡Jo, qué precios!
Desde aquí cogimos un autobús que nos conectó con el centro de la ciudad y después, el metro. Todos hemos oído hablar de lo espectacular que resulta el metro de Moscú, con sus vidrieras, lámparas de araña, mosaicos o estatuas, sin embargo, no se habla tanto del metro de Estocolmo.
Como he dicho antes, por temas de ahorro económico, no lo pisamos demasiado, aunque sí que pasamos por un par de estaciones que nos dejaron con la boca abierta.

En la actualidad, la red de metro está compuesta por 110km de túneles y se la considera como la galería de arte más larga del mundo. Muchos túneles están pintados y hay estaciones que parecen que están excavadas en la roca.
Las estaciones que se consideran más bonitas son T- Centralen, con azulejos blancos y azules; Kungsträdgarden, con aspecto de ser un jardín subterráneo; Rådhuset, que parece una cueva vikinga y Thorildsplan, con decoración sacada de los videojuegos de los años 80.
Gamla Stan, el centro histórico de Estocolmo
A la mañana siguiente, nos pusimos en marcha desde el albergue hasta Gamla Stan, aprovechando antes para cambiar más dinero, en un trayecto que, como he dicho antes, nos llevó en torno a los 45 minutos. Eso sí, tuvimos la inmensa suerte de ir comprobando como las agujas de las iglesias se hacían cada vez más altas y sobresalían sobre los tejados.
Gamla Stan es la zona más antigua de Estocolmo, es aquí donde nació la ciudad. Con un centro plagado de callejuelas, pequeñas plazoletillas, con bancos que invitaban a sentarse a la sombra y ver la vida pasar, edificios con una arquitectura similar, todos con las ventanas cerradas.

Nos dirigimos hacia Kungliga Slottet, es decir, el Palacio Real, que se levantó en las ruinas del castillo Tre Kronor, cuando éste ardió en el siglo XVII. Nosotras no visitamos el interior porque, dado el precio de las entradas, teníamos que elegir, encima, como el tiempo era limitado, teníamos otras preferencias.
Sí que entramos a Sankt Nikolai kyrka, es decir, la Catedral de San Nicolás, también conocida como Catedral de Estolcolmo. Es la más antigua de la ciudad y está construida en ladrillo. El interior me pareció muy vistoso por el ladrillo visto, destacando el naranja y blanco, justo lo contrario que tenemos en mente cuando pensamos en una catedral. Demás, posee una escultura de San Jorge y el dragón del siglo XV muy llamativa, así como un pequeño cuadro de Jacob Heinrich Elbfas que representa un fenómeno atmosférico observado en Estocolmo el 20 de abril de 1535, llamado parhelio, además, es la representación más antigua de la ciudad.

Entramos también Riddarhomskyrkan, en la isla de Riddarholmen, donde se encuentran algunos de los edificios más antiguos de la capital. Riddarhomskyrkan es una iglesia con una aguja de hierro bastante llamativa y en la que se ubica la necrópolis real.
No muy lejos está el Riksdag, el Parlamento sueco, que ocupa casi la totalidad de la isla de Helgeandsholmen. Es un edificio enorme, inaugurado en 1905, aunque la falta de espacio hizo que se fusionara con el edificio que acogía el Banco de Suecia en 1983.
No nos podíamos despedir de Gamla Stan sin ir a uno de los puntos más conocidos: la plaza de Stortorget. Estamos en la plaza más antigua de la ciudad, en torno a la cual se desarrolló Estocolmo. Los edificios que la rodean son totalmente diferentes entre sí pero, al mismo tiempo, el conjunto resulta armonioso.
El edificio más notorio es la Casa de la Bolsa, que alberga el Museo Nobel, la Biblioteca Nobel y la Academia Sueca. El resto de edificios son casas particulares, cada uno pintado de un color diferente, construidos entre los siglos XVII y XVIII, aunque sólo están habitadas las del lado oeste, números 14-22, que además son los más característicos y conocidos de Stortorget. Pese a la explosión de color, el elemento que suele atrae más miradas es el pozo que se ubica en plena plaza.

Sin embargo, un emplazamiento tan bonito tiene un pasado bastante macabro y sangriento ya que fue justo aquí donde tuvo lugar el Baño de sangre de Estocolmo, en noviembre de 1520, cuando el rey Cristián II decapitó y colgó a 90 personas, principalmente, nobles y clero que apoyaban al regente Sten Sture el Joven.
Antes de ir a nuestro siguiente destino, nos desviamos y salimos de Gamla Stan porque no nos queríamos perder el edificio art nouveau en el que se ubica el Teatro Dramático Real, el Kungliga Dramatiska Teatern, el más importante de Suecia, y de cuya escuela salieron actores y directores como Greta Garbo, Ingrid Bergman o Max von Sydow.
Ahora sí, nos vamos al Ayuntamiento.
Stadshus, el Ayuntamiento de Estocolmo
Situado en la isla de Kungsholmen es, sin duda, uno de los edificios más reconocibles de Estocolmo y, al mismo tiempo, uno de los más importantes, puesto que es aquí, en la Sala Azul, donde se celebra el banquete anual de los Premios Nobel.
El anterior ayuntamiento fue consumido por las llamas en 1878 y el actual, construido entre 1911 y 1923 fue un proyecto encargado al arquitecto Ragnar Östberg a través de un concurso público. Fueron necesarios casi ocho millones de ladrillos rojos y tiene una planta construida en torno a dos espacios abiertos, la plaza Borgargården y el Salón Azul.

Pese a lo que podríamos pensar, las paredes del Salón Azul no son azules sino de ladrillo, con elementos renacentistas, y mantiene ese nombre por el diseño original. Sobre él, se encuentra el Salón Dorado que toma el nombre de las más de 18 millones de piezas de este color que forman los mosaicos que narran la historia de la ciudad.
La torre, de 106m de altura, está coronada por las Tres Coronas, antiguo símbolo nacional de Suecia, y se puede subir a lo más alto para tener unas vistas de escándalo.
Y, dicho todo esto, añado que tuvimos muchísima suerte porque, cuando llegamos, poco después había una visita guiada en español, así que sólo tuvimos que comprar la entrada y esperar nuestro turno mientras que disfrutábamos del sol (que no calor) en la plaza Borgargården, donde pudimos disfrutar de las vistas de la ciudad a ras de agua.
Para más información sobre el Ayuntamiento de Estocolmo y de las visitas guiadas, os comparto su página web.
Museos de Estocolmo
Como amante de la cultura y el arte, teníamos seleccionados una serie de museos que no nos queríamos perder.
El primero de ellos es uno de los más conocidos de la ciudad, el Museo Vasa, o VasaMuseet. Aquí se exhibe, con un toque de humor, el error de cálculo a la hora de botar el Vasa, un barco de guerra, orgullo de la corona, el 10 de agosto de 1628. Con los 69m de eslora, casi 50m de altura y una pesadísima voladura, necesitó pocos minutos para volcar y hundirse.
Fue recuperado en 1961 y se reensambló como si se tratara de un puzzle en el que casi todas las piezas que vemos hoy son originales.

La entrada es bastante cara (y ya lo era en su día), pero, sinceramente, creo que merece mucho la pena.
El siguiente museo que recorrimos fue el Moderna Museet, con una colección de arte moderno, escultura, fotografía, instalaciones y jardín escultórico que no se pueden perder todos aquellos a los que les guste el arte.
Está situado en la isla de Skeppsholmen y abrió sus puertas, pese a seguir en obras, en 1956 con una exposición en torno al Guernica de Picasso. Como buena noticia, y para compensar con otros gastos, la colección permanente es gratuita.
Por último, visitamos el Nordiska Museet, el Museo Nacional de Historia Cultural, que muestra una extensa muestra de objetos suecos, desde objetos sagrados samis hasta artículos de moda o decoración.
Tengo que admitir que este museo no estaba en la lista, sino que queríamos conocer el Nationalmuseum, con una colección de arte que va desde la Edad Media hasta la actualidad, pero ¡nos equivocamos de edificio!

Después de pagar la entrada y de deambular entre artículos samis, algo no nos terminaba de cuadrar al no encontrar el arte que se supone que tendríamos que estar admirando. Parecemos nuevas…
Para que no os equivoquéis como nosotras, os comparto todas las páginas de estos museos donde se encuentra la información práctica totalmente actualizada: Vasa Museet, Moderna Museet, Nordiska Museet y Nationalmuseum.
Por desgracia, no tuvimos tiempo suficiente para recorrer el Nationalmuseum, quedando pendiente para la próxima vez que viaje a Estocolmo, aunque sí que nos dimos un último paseo por Gamla Stan hasta de regresar al albergue a por nuestro equipaje.
La estancia en Estocolmo llegaba a su fin, teníamos que volver al aeropuerto porque el viaje continuaba y nos estaba esperando Helsinki, de la que hablaré en un futuro.
Pese a tener mucho por delante por descubrir, me dio pena irme, Estocolmo me había gustado más de lo que me imaginaba, así que tendré que ir pensando en volver, esta vez, con un presupuesto algo mayor, ¡por lo menos que dé para comprar billetes de metro!
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