Pues sí, hay viajes que se han quedado en el tintero, por un motivo o por otro. En el caso de Ibiza, el motivo real es que sonaba a irrealizable.
Me apetece ir a esta isla como a cualquier otro sitio que no esté en lo más alto de la lista: si surge, surge, si no, pues está ahí. Creo que siempre he tenido una versión demasiado idílica de cómo serían unas vacaciones en esta pequeña isla del Mediterráneo: de cala en cala, conexión con el mar y con la brisa, silencio absoluto y fusión con el atardecer. Vamos, que mi idea de vacaciones en Ibiza suena a galaxia paralela.
Sinceramente, ahora mismo no creo que sea un buen momento para ir: saturación turística, precios de turismo de lujo, exigencia de reservar con muchos meses de antelación tanto el alojamiento como restaurantes. Es decir, me temo que van a tardar en verme por Ibiza.
Una escapada frustrada a Ibiza
Esta historia fue hace unos 11 ó 12 años. Por aquel entonces, tenía una amiga que cumplía años en la primera quincena de septiembre. Se había cogido la semana de vacaciones y se había ido a Valencia, su ciudad de origen.

Ese año, el mismo día de su cumpleaños caía en fin de semana y, a saber por qué motivo, decidió que se iba a Ibiza a celebrarlo y nos lo dijo a otras dos amigas que estábamos en Madrid.
Una de ellas se desmarcó en seguida del plan y dijo que no podía. A mí me pilló con el pie cambiado: no contaba con una escapada tan repentina y tenía que esperar a hablar con mi jefe para saber si me autorizaba cogerme de vacaciones un par de días.
Mientras que esperaba a hablar con él, hice dos búsquedas en paralelo: por un lado, lo que vería en Ibiza, por otro, cómo ir desde Madrid y por cuánto me saldría la broma. Pronto comprobé que la broma salía muy cara.
Como no había dicho un no rotundo a mi amiga, ella dio por sentado que era un sí y creo que eso complicó el asunto aún más.
El vuelo salía muy caro. Teniendo en cuenta que, pese a ser septiembre, aún se consideraba temporada alta y que lo estaba buscando con menos de un mes de antelación, los precios quitaban el hipo. Además las plazas escaseaban y sólo quedaban asientos en los “vuelos golfos”, es decir, aquellos pensados en la gente que va a quemar la noche en alguna discoteca y no se aloja en ningún hotel. Por lo que, al precio del avión, había que sumarle el taxi al aeropuerto.
Escribí a mi amiga y le dije que no iba a poder ser, que mejor lo dejásemos para el año siguiente y lo planeamos con tiempo. Mi respuesta no le bastó y se dedicó a buscarme alternativas.
Ella volaba desde Valencia y le salía muy barato el vuelo. No puedo explicar el motivo, quizás porque había comprado el billete con mucho tiempo, pero la diferencia con lo que yo veía era desorbitada.

Me proponía viajar a Valencia en tren o autobús y, desde ahí, coger un avión. Bienvenidos al mundo de las propuestas que no hay por donde cogerlas.
Sí, la diferencia de precios del avión respecto a Madrid era importante y, sí, quedaba totalmente compensado con el billete adicional.
Por si no fuese poco, intentaba convencerme diciendo que había encontrado un alojamiento muy económico. En esta época ya existía Airbnb y la cumpleañera sólo aceptaba alojarse en un piso de estas características. Situado en pleno centro histórico de San Antonio, era una casa antigua con varias habitaciones y, en cada una de ellas, literas, además de un solo baño para toda la casa.
Según ella, un chollo por 50€ por persona y noche. ¿Alguien más opina que era un chollo? A mí, no me lo parece. Para dormir en una litera en un dormitorio con más gente, me voy a un albergue.
La situación se había ido totalmente de madre y terminé la conversación con un “no voy, lo siento”. No volví a contestar a ningún mensaje más al respecto.
Qué me estoy perdiendo en Ibiza
Comentaba que había hecho dos búsquedas en paralelo: la de cómo ir y la de los puntos turísticos de la isla.
Y los hay. Aunque nos cueste creerlo, no todo son discotecas y chiringuitos en los que te cobran un mojito a precio de sangre de unicornio.
La capital, Eivissa, tiene un centro histórico Patrimonio de la Humanidad y está rodeado por una muralla del siglo XVI. Perderse por las callejuelas de la ciudad buscando la catedral, las distintas puertas de la muralla, el Barrio de la Marina o el yacimiento de Puig de Molins, la necrópolis mejor conservada del Mediterráneo.
Sería peculiar ir a Ibiza y no ir a una de sus playas o calas que, me da la sensación de que rivalizan en belleza con la de Menorca: arena blanca, agua turquesa y ganas de quedarte allí para siempre. Platges de Comte, Cala Escondida, Cala Conta o Cala Mastella, por mencionar sólo unas pocas, son las más recomendadas.

Aunque me temo que también rivalizan con las de Menorca en lo saturadas que pueden llegar a estar o lo mucho que hay que madrugar para poder dejar el coche en el aparcamiento.
Podemos buscar las mejores vistas, con el islote Es Vendrá, que forma parte de un Parque Natural, a la cabeza. Por cierto, por lo que he leído, los atardeceres desde la Torre des Savinar con Es Vedrá de fondo son de auténtico escándalo.
Para los que nos gusta el puebleo, hay unos cuantos que merecen la pena: Santa Eulalia, Es Cubells o Santa Gertrudis de Fruitera.
La verdad es que nada de esto suena nada mal, me recuerda a cuando estuve preparando la semana de vacaciones en Menorca. De vez en cuando, una semanita de vacaciones donde no ir corriendo a todas partes con un listado interminable de lugares para ver resulta apetecible y necesario. Sin embargo, ¿cuáles son mis posibilidades reales de ir a Ibiza?
Planes para visitar Ibiza
Siendo sincera, ahora mismo no está en la lista. Sabiendo cómo está el tema de la masificación turística y de los precios Ibiza y yo vamos a tardar en conocernos, especialmente, si quiero ir con el partner in crime. Como él es profesor, las vacaciones juntos tienen que ser en julio/ agosto, Semana Santa o puentes, es decir, cuando hay más gente y los precios han crecido aún más.

Siempre queda la opción de cogerse una semana cualquiera evitando los meses de verano propiamente dichos e irme con amigas, que tampoco me parece un mal plan. El año pasado, una amiga fue una semana de esas, de las perdidas en el calendario, no recuerdo si abril o mayo, y volvió alucinando. Pese a que había gente, no se veía la saturación que se ve en otros meses y los precios eran de punto y aparte.
En fin, lo dicho, me fastidia no poder conocer esta parte de mi país, pero más me dolería dejarme el dineral que pueden costar esos días. Creo que no todo vale y, en ocasiones, conviene decir no y poner límites. Mi cuenta corriente y mi capacidad para intentar esquivar gente no son ilimitadas.
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