Rams (el valle de los carneros)

Este mes, viajamos a Islandia, la isla de hielo y fuego, gracias a la película Rams (el valle de los carneros) (Grímur Hákonarson, 2015).

La historia sucede en un remoto valle islandés, en el que viven dos hermanos, Kiddi y Gummi. Son vecinos y los dos se dedican a la cría de carneros desde hace décadas, pero no se hablan. Hasta que llega la tragedia: uno de los carneros enferma, los demás tienen que ser sacrificados y los dos hermanos tienen que volver a hablarse y a entenderse para salvar lo que más aman.

Todo esto en un marco natural de una belleza sobrecogedora, un inverno islandés que hiela y que hace desear estar allí contemplándolo, una naturaleza que es mucho más fuerte que ningún hombre y una sociedad anclada en las tradiciones que ha aprendido a vivir en este entorno.

Al ver la película, esos paisajes, primero, verde primavera y, después, blanco invierno, me ha despertado los recuerdos de mi viaje a Islandia.

Cartel promocional de la película

Estuve una semana en noviembre de 2017, cuando hay poco verde y mucho blanco. Mi primer destino de naturaleza, una urbanita convencida como soy yo, que no tenía claro si me iba a llenar tanto como visitar Versalles, la Tate Modern o pasear por la Quinta Avenida y, pese a esto, decidí que me compraba en Decathlon ropa para la nieve y que me iba. Y no me arrepiento en absoluto. ¡Qué semana!

Si pensaba que la naturaleza se encuentra en la Selva de Irati o en los rompeolas de las rías baixas, es que no había conocido el país de la naturaleza exuberante. Todo es mucho, es una explosión: las cascadas, los valles, las tormentas de nieve, el hielo flotando en el agua, el musgo, las auroras boreales. Islandia es un “¿quieres sopa? ¡pues toma tres tazas!”.

Durante una semana, recorrimos el arco sur de la isla, desde la península de Snaefellsness hasta Jökursárlón y de vuelta a Reikiavik del tirón. Nos movíamos en furgoneta, durmiendo cada noche en una granja distinta, viendo mucha oscuridad, pasando frío pese a las capas de ropa, pero viendo naturaleza desbordante en estado puro. ¿Volvería? ¡Sin dudarlo!

Catarata de Gullfoss, Islandia

La convivencia con un pequeño grupo de gente nos unió mucho, ver auroras boreales en un jacuzzi, las latas de cerveza al terminar el día y, sobre todo, descubrir un país en el que la naturaleza te golpea en la cara. Eso sí que no tiene precio. Las cascadas altísimas enmarcadas en nieve, los trekkings pasándolo realmente mal por el viento helador, el hielo de color azul de Jokusarlon, los geiseres, la cueva de tubo de lava, ponernos los crampones para caminar por un glacial, el baño termal en el Blue Lagoon. Cuando no esperas nada, la sorpresa es aún mayor.

Conozco a bastante gente que ha estado en esta isla y todo el mundo dice lo mismo “¿cuándo volvemos?”. ¿Qué tiene este país que engancha tanto? Incluso a los que nos gusta el asfalto, a los que no salimos de senderismo muy a menudo, nos ha vuelto locos. Tanto, que estoy deseando volver, aunque lo haría en verano. Me gustaría poder circunvalar la isla y conocer las tierras del norte, disfrutar de las horas de luz, ver frailecillos y salir a avistar ballenas, para hacer trekkings con algo menos de sufrimiento, para respirar aire limpio y naturaleza. Ver todo lo que vi la otra vez, pero con otra luz. Tengo ganas de disfrutar de Reikiavik, me quedaría un día más para vivir la ciudad, ver alguno de sus museos, ir por la noche a uno de los bares donde hay música en directo, pasear fijándome en el arte urbano y no poder comprar nada.

Catarata de Skogafoss

Quiero volver a Islandia. Necesito volver a Islandia. Huir de vez en cuando de la jungla de asfalto para escuchar los bosques, el agua caer. Sí, ya sé que esto también se puede hacer en los Pirineos o en Gredos, pero la película está situada en Islandia y es lo que hay.

Creo que ha quedado bastante claro que mi experiencia en regiones polares en invierno fue fetén, sin embargo, creo que no volvería a Islandia en invierno. Están pendientes las islas Lofoten, Cabo Norte o Laponia, por nombrar sólo unos pocos destinos. Adicionalmente, tienen esa parte de naturaleza que tanto me gusta, tienen la posibilidad de ver auroras boreales y, por si no fuese poco, ¡me dan la posibilidad de usar toda la ropa térmica que compré!

Hasta hace pocos años, turísticamente hablando, era una desconocida. ¿Quién va a Islandia y para qué? Por mucho que se oyesen rumores del amigo que tiene un primo que tiene un vecino que dice que Reikiavik tiene un buen rollo que alucinas. ¿Reikiavik? ¿En serio? Pero va y llega un volcán, el Eyjafjallajökull, que le da por erupcionar y paralizar el espacio aéreo europeo durante unos días y, de repente, todo el mucho habla de Islandia, todo el mucho quiere ir a Islandia, todo el mundo conoce a alguien que ha estado en Islandia y dice que mola mucho.

Columnas de basalto de Reynisfjiara

Resultado: Islandia se pone de moda. Y, entre otras consecuencias, los precios se disparan. La semana salió cara, si tenemos en cuenta que viajábamos 9 en una furgoneta, que la comida solía ser bocadillo y que teníamos que llevar nuestro propio saco de dormir. Esto es así porque muchas de las granjas que alquilan habitaciones para el turismo, dejan las tarifas más baratas si llevas tu propio saco. Merece la pena comprarse uno y ahorrar bastante dinero en sábanas y mantas. Sin embargo, el viaje vale cada céntimo que pagué por él.

De verdad, si tenéis dudas, espero que este post os las aclare: id a Islandia. Sé que es caro, pero si os apetece daros ese capricho, hacedlo. Lo único malo es que volveréis enamorados de un iceberg gigantesco.

Venga, que si no lo suelto, reviento, viene el párrafo de la moralina, en el que hablo del equilibrio tan frágil entre turismo y medio ambiente. Estamos hablando de una isla de menos de 400.000 habitantes y que llega a recibir más de 3 millones de turistas. Es una proporción inmanejable y, si añadimos que tiene que importar la gran parte de los alimentos que se consumen, el equilibrio es más frágil aún. Viajad, pero con conciencia.

Arena negra y nieve en la playa de Djúpalónssandur

De momento, me tengo que conformar con volver a la isla en mis recuerdos y acompañando a Kiddi y a Gummi en su valle.

Como otras veces, os dejo la crítica en Filmaffinity.

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