Londres es infinito. Da igual los días que vayas, las veces que la visites, siempre se conoce algo nuevo, siempre apetece pasar por esos lugares que tantas veces hemos visto en películas o fotos o que, seguramente, hayamos visto en un viaje anterior.
En nuestro plan de conocer Londres andando recorrimos zonas que, quizás no tienen tantos iconos turísticos como Westminster, pero que sus nombres permanecen en el imaginario colectivo. Lugares a los que hay que ir porque, si no, “no has estado en Londres”.
Piccadilly Circus y Leicester Square
En el artículo anterior, nuestro paseo terminaba en The Mall, esa avenida larguísima que desemboca en Trafalgar Square, sin embargo, antes de descansar en sus fuentes, vamos a dar un rodeo hasta Piccadilly Circus.

Cuando se proyectaron Piccadilly y Regent Street se hizo con la intención de que fuesen las calles más elegantes de Londres. La grandiosidad de su edificios, impolutos todos ellos, comercios de primerísimas marcas internacionales. Mientras que Regent St sigue marcando la frontera entre este Londres señorial de Mayfair y el canallismo del Soho, Piccadilly Circus se ha convertido en algo, más o menos, opuesto.
Neones, rótulos publicitarios, pantallas de vídeo, multitud de turistas, gente bailando, guías turísticos, tiendas de souvenirs baratos y clónicos. Una especie de Times Square neoyorkino en un tamaño más reducido.
Pese a esto, todos vamos. Imposible no hacerlo. De acuerdo que no es el punto más bonito de Londres; que cuando llegues, te vas a agobiar tanto que vas a estar deseando irte, pero si vas a Londres, tienes que ir a Piccadilly. Aunque sólo sea una vez. Y eso es lo que hicimos nosotros: llegamos, nos agobiamos y nos fuimos.
Por cierto, la pequeña estatua en la fuente de Shaftesbury (político inglés propulsor de la ley que abolió el trabajo infantil) representa a Anteros, la personificación del amor correspondido según la mitología griega, y no a Eros, como se suele creer.

Seguimos nuestro camino hacia Trafalgar Square pasando por otra plaza, la de Leicester.
Inicialmente, aquí se ubicaba Leicester House, en la que llegó a vivir el Príncipe de Gales, Frederick, y que fue demolida en 1971. Hoy no queda nada de esa grandiosidad nobiliaria, sino que Leicester Square está rodeada de cines y teatros y, en el centro, un parque en el que se pueden encontrar esculturas de personajes como Mary Poppins, Charles Chaplin o Batman.

Para mí, no es la mejor plaza de Londres por el gentío y ruido que hay, la considero un lugar más de paso, a no ser que pretendas ir a los cines, famosos por acoger estrenos de grandes superproducciones. Como no era nuestro caso, continuamos andando, que el siguiente punto está cercano.
Como curiosidad, Leicester Square está exactamente a la misma distancia de Trafalgar Square, Piccadilly Circus, Covent Garden y Cambridge Circus: 370 metros de distancia a todos estos puntos.
Saint- Martin- in- the- Fields y Trafalgar Square
Si vamos a pie desde Leicester Square hasta Trafalgar Square, en el caso de que podamos hacerlo sin chocarnos con la ingente cantidad de gente que hay por la zona, nos debería llevar cuatro minutos. Pero si digo que puede llevar horas, ¿me creéis?
No porque sea imposible avanzar, sino por las maravillas que salen a nuestro paso: dos museos de primer orden internacional: National Portrait Gallery y la National Gallery.
En esta ocasión, no habíamos planeado visitar ningún museo porque no íbamos a tener el tiempo necesario para recorrerlo como se merece (snif snif), así que quedan apuntados para la próxima vez en Londres, porque la habrá.

En mi viaje anterior, sí que tuve la oportunidad de entrar en la National Gallery (lo que tiene ir más días) y pude disfrutar de una sesión impagable a través de la historia del arte: de Leonardo da Vinci a Turner, de Velázquez a Van Gogh. ¡Un imprescindible!
De manera muy resumida, la National Portrait Gallery muestra una colección de retratos de personajes destacados de la historia, como William Shakespeare, la reina Victoria o, incluso, el futbolista Bobby Charlton.
Por si tienes la ocasión, comparto las páginas oficiales de la National Gallery y la Royal Portrait Gallery con toda la información práctica.
Justo en la acera de enfrente, se alza una iglesia, Saint- Martin- in- the- Fields. Una iglesia bonita, de estilo clásico, construida en 1721 y que debe su fama a los conciertos que se programan (cuidado, antes eran gratuitos, ahora, no).
Es una iglesia que siguen ofreciendo misa, no sólo en inglés, sino también en chino cantonés. Además, tiene una tienda y una cafetería en la cripta.
Tuve la oportunidad de hacer una parada para retomar fuerzas y beber algo en mi primera visita y recuerdo que me gustó mucho. No obstante, para esta última vez, no fue posible entrar porque, cuando pasamos por la puerta, ya había cerrado.

No puedo evitar preguntarme si la cafetería de la cripta seguirá estando tan bien como lo estaba hace ya unos cuantos años. ¿Qué hago? ¿Vuelvo para comprobarlo o me quedo con el buen recuerdo?
Por si te apetece saber más de esta iglesia o ir a uno de sus conciertos, comparto su página web.
Con esta duda, llegamos a una de las plazas más conocidas de Londres: Trafalgar Square. En la parte superior de las escaleras, la National Gallery imponente. Desde aquí se tienen unas vistas espectaculares de la plaza, las fuentes y la columna de Nelson y, si encuentras el punto exacto, del Big Ben.
La plaza conmemora la victoria en la batalla de Trafalgar de la armada británica contra la francesa y española en 1805. En el centro, la columna de Nelson, de 52 metros de altura, el almirante que lideró la flota y la guio hasta la victoria. Está flanqueada por cuatro leones que se hicieron con el bronce de los cañones incautados.
Llaman la atención las estatuas: en tres de los cuatro pedestales podemos ver a personajes de la historia militar, sin embargo, en cuarto pedestal permanece vacío ya que los fondos recaudados para instalar una estatura de Guillermo IV fueron insuficientes. De esta manera, se creó el Fourth Plinth Project con la intención de albergar de manera temporal obras de artistas contemporáneos.

Trafalgar es un lugar muy importante en la ciudad: aquí se reunió la gente para escuchar a Winston Churchill decretar el final de la II Guerra Mundial; durante la década de los 80 se produjeron numerosas manifestaciones en contra del apartheid y, más tarde, en contra de las guerras de Afganistán e Irak. En la actualidad sigue siendo un lugar predilecto para protestas y manifestaciones políticas.
Por si no fuera poco, es el centro geográfico de Londres y desde Charing Cross se miden todas las distancias.
Y, con toda esta información, me gustaría añadir que, para mí, lo mejor que se puede hacer en Trafalgar Square es sentase en el borde de las fuentes y ver la vida pasar. Un descanso en una ciudad en continua ebullición se agradece.
Soho
¿Quieres salir de juerga nocturna? Ve al Soho. ¿Quieres buscar discos en tiendas que no han cambiado en las últimas décadas? Ve al Soho. ¿Quieres probar la mejor comida china? Ve al Soho.
El Soho dejó ya atrás ese pasado vinculado a la industria sexual para convertirse en una de las zonas más cosmopolitas de Londres. Mucha gente a cualquier hora del día. Restaurantes de todo tipo, librerías, tiendas de discos en las que pasaríamos horas, sentir la electricidad de Londres.

Es fácil reconocer una de sus áreas más peculiares, Chinatown ya que entraremos por las típicas puertas orientales, las calles están decoradas con farolillos rojos, los carteles de las calles están en inglés y en chino y, en este último idioma vemos casi todos los letreros de comercios.
Sinceramente, Chinatown no tiene nada que ver, simplemente el pasear entre toda esa marabunta de gente y sentirte, aunque sea un poquito, en la otra punta de Asia, además de elegir en qué restaurante vas a comer.
Otro de los epicentros es Soho Square. Lugar predilecto de los oficinistas para comer y, en cuanto sale un rayo de sol, de todos los que aprovechan para tumbarse en el césped y disfrutarlo. La caseta que hay en el centro está protegida, aun cuando se construyó en 1926 con intención de parecer un market cross de estilo tudor para esconder elementos de una subestación eléctrica.
Y, como allá donde fueres haz lo que vieres, aprovechando el buen tiempo, nosotros hicimos lo propio y nos tumbamos un ratillo en el césped…

En el Soho estuvimos varias veces, principalmente, por la concentración de restaurantes, pero, también, porque queríamos comprar discos. Pese a que ya no quedan tantas tiendas como antes, merece la pena darse una vuelta por Berwick St donde Sister Ray y Reckless Records nos recibieron con los brazos abiertos y, en el caso de la primera, con los Smiths de fondo. There is a light that never goes out!
Me gustaría mencionar que en varias de sus calles han vivido distintas celebridades: en el 28 de Dean St, Karl Marx y su familia; en Greek St, dos personalidades tan diferentes como Casanova o Thomas de Quincey y, en Frith St, el mismísimo Mozart. Además, el Soho es el principal barrio gay de Londres, con muchos locales orientados a este público, especialmente, en las inmediaciones de Old Compton St.
Covent Garden
Una de las zonas más vibrantes de Londres (¿¡otra más?!). Tenía muy buen recuerdo de Covent Garden tras mi primera visita a Londres y tenía clarísimo que tenía que volver.
No nos engañemos, en este caso tampoco encontrarás esos iconos que puede haber por Westminster, pero como ocurre con otros muchos barrios londinenses, es el ambiente, todo lo que la rodea.
Sin ninguna duda, acabamos en Covent Garden Piazza que, con este nombre tan italiano, es como se conoce a la primera plaza moderna diseñada en la ciudad, allá por 1630, utilizando terrenos de la abadía de Westminster.

Se construyó la iglesia de Saint Paul en 1631 y, un par de décadas más tarde, se desarrolló un mercado al aire libre de frutas y verduras. Quién iba a imaginar que doscientos años más tarde se levantaría la estructura que podemos ver hoy, de estilo neoclásico y cubierto, lleno de tiendas, cafeterías y restaurantes y uno de mis sitios favoritos: Ben’s cookies, la mejor galletería del mundo.
En el espacio entre la iglesia y el mercado, se suelen poner artistas callejeros que atraen a un público numeroso. A nosotros nos parecía buena idea pararnos un rato para disfrutar del espectáculo y, sobre todo, para comernos nuestras galletas con tranquilidad.
Otro rincón al que quería regresar, pese a saber que no me iba a encontrar lo mismo que la anterior vez, fue Neal’s Yard.
Se trata de un pequeño callejón que desemboca en una plaza más pequeña aún, en la que las casas de ladrillos pintadas con colores brillantes son las protagonistas, además de una de las famosas placas azules indicando que aquí vivió uno de los integrantes de los Monty Python.

El lugar es realmente bonito pero, como es de imaginar, ya dejó de ser un secreto hace muchos años, sin embargo, merece la pena buscarlo y dedicarle unos minutos. Creo que tenía más encanto hace años (malditas redes sociales) cuando la pudimos ver en soledad (tengo una foto yo solita aquí), la situación actual es la opuesta y el pequeño espacio está comido por las terrazas. La vida moderna.
Plazas de Bloomsbury
A pocos minutos caminando, aunque parece que en las antípodas, se encuentran las plazas frecuentadas por el grupo de Bloomsbury.
Vayamos por partes, el grupo de Bloomsbury fue un conjunto de escritores e intelectuales británicos que coincidieron en la primera parte del siglo XX viviendo en la misma área de la ciudad, es decir, en el barrio que rodea al Museo Británico. Entre estos integrantes podemos mencionar a Virginia Woolf, Vanessa Bell, John Maynard Keynes o Clive Bell.

No sólo el grupo de Bloomsbury vivió en el área, sino que también hay que añadir a la lista a Charles Dickens, Charles Darwin o George Bernard Shaw. Vamos, que se puede ir recorriendo las calles y plazas buscando placas azules y dedicar un buen rato.
Las plazas de Bloomsbury son tres: Russell Square, Gordon Square y Bedford Square y, como decía, no tiene nada que ver con Covent Garden o el Soho. La arquitectura clásica, la tranquilidad o las calles solitarias son las protagonistas.
Mientras que escribo esto no puedo evitar preguntarme por qué no es tan conocida como otras. Quizás por esa falta de iconos turísticos, de tiendas de souvenirs o de cadenas de restauración. En fin, mejor para los que decidimos acercarnos.

Empezamos la ruta de norte a sur, por Gordon Square, el centro neurálgico del Bloomsbury literario y donde vivieron gran parte de sus miembros. Una zona muy tranquila, frecuentada por los estudiantes de la University of London. Pasear por este oasis urbano cuando hace calor es una de las mejores experiencias y si me imagino cómo tiene que estar en otoño, sólo puedo pensar en ir.
Nuestros pasos nos llevaron hasta Russell Square, más grande y bulliciosa que la anterior, supongo que por la fuente del centro y el parque infantil. Está muy cuidada, lo que me hace pensar el lujo que supone tener un espacio verde en condiciones cerca de casa.

La última, Bedford Square es la única georgiana, la diferencia en el estilo de las casas es más que evidente. Aquí se ubicaban editoriales hasta que, en la década de 1990, fueron absorbidas por multinacionales.
Bedford Square es la más tranquila de todas porque es privada. Vallada y con puertas cerradas con candados sólo accesibles para los propietarios del barrio y, sin embargo, dispone de bancos en la parte exterior para todos los que queramos sentarnos y disfrutar del entorno. Aunque no se pueda entrar a los jardines, sí que merece la pena acercarse para poder ver la diferencia con las otras dos.

Museo Británico
Sin duda, uno de los principales puntos turísticos, no sólo de Londres, sino también de Inglaterra. Un museo “total”, con pintura, escultura, joyas, arqueología en más de ocho millones de objetos provenientes de todos los continentes (con la losa del expolio pendiendo encima de sus cabezas) que cubren toda la historia de la cultura humana.
Se fundó en 1753 gracias a la colección que legó sir Hans Sloane, conformada por manuscritos, dibujos de Durero, libros o antigüedades de Extremo Oriente, Roma, Grecia o Egipto.
Desde que el museo abrió, no ha dejado de aumentar sus fondos, teniendo que trasladarse de la casa Montague, la primera sede, hasta la actual, diseñada para poder acogerlo.

El museo sólo ha cerrado durante las dos guerras mundiales, en las que se evacuaron obras de arte para protegerlas.
Desde aquí, sólo puedo recomendar su visita. Ojalá se dispusiera de días suficientes como para poder apreciarlo. Sólo he podido ir en mi primer viaje a la ciudad, cuando lo único que había que hacer era ir y entrar. Esta última, había reservado unas horas de una tarde por si nos daba tiempo y, una vez comprobado que sí, la realidad nos puso en nuestro sitio.
Aunque la entrada sigue siendo gratuita, hay que reservar fecha y hora y, cuando lo fuimos a mirar, por su puesto que no quedaban entradas, ni para ese día, ni para ningún otro.
Para que no te pase lo mismo que a mí, te comparto la web oficial del Museo Británico.
Pero ¿alguien ha dicho que a Londres sólo se va una vez?
Hasta aquí los recorridos por el Soho, Convent Garden y esta zona del sur de Camden. Hay muchísimos más lugares para ver como la Tate Britain, el museo de sir John Soane, el museo Petrie de Arqueología Egipcia, la casa- museo de Dickens, la Burlington Arcade, el Instituto de Artes Contemporáneas, la Royal Opera House, el museo de Sherlock Holmes o el de la casa- museo de Haendel. Y esto sólo por mencionar una mínima parte, pero ¿quién dijo que a Londres sólo se va una vez?
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