Granada: Ciudad Baja, Realejo y Sacromonte

Para todos los que conocemos Granada, sabemos que la ciudad es mucho más que la Alhambra y un callejeo y tapeo por el Albaicín. Tiene zonas muy apetecibles que no nos queríamos perder, por lo que, teniendo en cuenta que el puente era largo y teníamos días por delante, aprovechamos para exprimir la ciudad todo lo que pudimos.

La Catedral de Granada

En la Ciudad Baja se comerciaba, se rezaba en la mezquita y estaba ubicada la muralla, sin embargo, el eje de Gran Vía de Colón y algunas adyacentes dejan claro que se origen se debe a los Reyes Católicos. 

Dado que sabíamos que la catedral y la Capilla Real son lugares muy demandados por los turistas, nosotros aprovechamos para ir a primera hora de la mañana y así intentar coincidir con menos gente, aunque, en pleno puente de diciembre, eso es una quimera absoluta. Tuvimos que hacer cola, que no fue demasiado rato y, por suerte, el lugar no estaba abarrotado. De lo que no nos pudimos librar fue del frío y es que estábamos en la sombra y no se podía pillar ni un rayo de sol.

La Catedral de Granada

La Catedral de la Encarnación fue construida por petición de Isabel la Católica en la antigua mezquita mayor. Para su construcción, se tomaron como referencia las de Toledo y Sevilla, no obstante, el diseño fue cambiando a lo largo de los años. Las obras comenzaron oficialmente en 1523, el culto comenzó en 1561, sin embargo, la fachada principal no se terminó hasta 1692 y, en 1704, se dieron por concluidas las obras con la finalización de las bóvedas interiores.

Dado que las obras se extendieron a lo largo de tantas décadas, pasó por distintos estilos arquitectónicos y fusiona elementos góticos, renacentistas y barrocos.

Lo curioso de la Catedral de Granada es que no la ves, sino que te la encuentras. Vas paseando por estrechas calles, se ve una torre de fondo. Complicado saber lo que vas a ver y, hasta que no llegas a la fachada principal, no se puede apreciar en todo su esplendor.

Dentro de la catedral, destaca la Capilla Mayor, diseñada por Diego de Siloé en 1528, con una peculiar planta circular, rodeada por un deambulatorio y capillas radiales. Fue concebida como panteón de los Austrias, idea que se descartó cuando Felipe II lo trasladó al Monasterio de El Escorial. Los espacios que se habían reservado para las tumbas se decoraron con pinturas de Alonso Cano.

La Capilla Mayor de la Catedral de Granada

Para los amantes del arte (religioso), destacan La virgen de los Perdones, un regalo que hizo el papa Inocencio VIII a la reina Isabel y Virgen con el niño, atribuida a Leonardo da Vinci.

Para más información sobre la Catedral de Granada, podéis consultar su página web oficial.

La Capilla Real

Justo al lado de la catedral, se ubica la Capilla Real, en la que se exhiben los sepulcros de los Reyes Católicos, su hija, la Reina Juana, y el marido de ésta, Felipe, así como del infante Miguel de Portugal, nieto de los primeros.

Se accede por una pequeña puerta en una fachada que resulta magnífica, de estilos gótico, flamenco y renacentista, con elementos propios de riqueza artística y religiosa de la época. En contraposición a este exterior, el interior resulta austero, con excepción de los sepulcros y el retablo mayor.

Los sepulcros son realmente un elemento decorativo, ya que los restos mortales de la familia real se conservan en unos pequeños ataúdes de plomo muy sencillos dispuestos en la cripta.

Los detalles de la entrada de la Capilla Real

Hay que volver a hacer cola para acceder, aunque va bastante rápido y el paso para ver los ataúdes no se demora, entre otros motivos, porque no está permitido hacer fotos en el interior de toda la Capilla Real.

La información práctica de la Capilla Real la podéis consultar en la web oficial.

La Ciudad Baja

Nada más salir, nos dirigimos a la Alcaicería. Pasamos bajo un pequeño arco con el nombre del entrado de calles estrechas que, hace 500 años, acogían la alcaicería musulmana. Llegó a tener nueve puertas y más de 200 comercios. En la actualidad, es un bazar que, en mi opinión, resulta bastante turístico y que nosotros limitamos a una vuelta rápida, ya que no teníamos intención de comprar ningún souvenir.

En esta zona de la ciudad, también destaca la plaza de Bib- Rambla, conservando el nombre de la puerta que daba acceso. En la época musulmana fue escenario de comercio y, en la cristina, de fiestas, corridas de toros y justas. Además, tiene un pasado oscuro por la celebración de autos de fe de la Inquisición o quemas de libros.

El oasis de Bib- Rambla

En la actualidad, es una plaza rectangular, presidida por una fuente, con distintas casetas de flores, llena de árboles y de terrazas de hostelería. Un lugar perfecto para descansar, tomar algo y ver algo de vegetación.

El Realejo

El antiguo barrio judío se ubica a los pies de la Alhambra. Un laberinto de callejuelas, muchas de ellas en cuesta o escalonadas, que pasan entre viviendas bajas unifamiliares y cármenes.

Nuestro periplo por el Realejo comenzó en la plaza de Isabel la Católica, con un monumento a esta reina y a Colón, fuimos hacia la plaza de Santa Ana, una pequeña plaza anexa a la plaza Nueva, en frente de San Gil y Santa Ana, donde da comienzo la Carrera del Darro, y visitamos el lavadero de la placeta Puerta del Sol.

No tuvimos más tiempo para ver nada más en el barrio, aunque parezca mentira, con los días que estábamos en Granada, sin embargo, al final, teníamos que elegir y no se trata de hacer un maratón ni de limitarse a tachar lugares de una lista.

Como a Granada se va varias veces y no tengo dudas de que repetiremos, el Realejo está en el primer lugar de zonas que visitar.

Esto me recuerda a un post que escribí hace ya algún tiempo, ¿Miramos o ponemos check?, que os dejo enlazado.

La Abadía del Sacromonte

Cuando preparamos el planning de esta escapada, preferimos visitar el barrio del Sacromonte y no nos arrepentimos en absoluto.

El Sacromonte es una de las barriadas que conforman el Albaicín y, pese a que no quedan claros sus orígenes, se cree que nació hace unos 500 años cuando la población musulmana y judía fue expulsada de sus viviendas. Son comunes las cuevas como vivienda habitual y se tiene la sensación de estar en una ciudad diferente, aunque, de repente, levantas la vista y tus ojos se cruzan con la Alhambra. Sigues en Granada.

La Alhambra vista desde el Sacromonte

Cogimos el autobús que lleva a la Abadía del Sacromonte y, después de visitarla, regresamos andando al centro de la ciudad.

La Abadía del Sacromonte, del siglo XVII, fue seminario y colegio con residencia de estudiantes y, en la actualidad, a parte de museo, también acoge a canónigos y funciona como parroquia.

En el interior de la Abadía, pasamos por el patio, de canto rodado y con una fuente en el centro sin embargo, lo que más me gustó y por lo que más se suele visitar es por las Santas Cuevas.

Consideradas un símbolo de martirio, ya en el siglo XVI se hicieron obras para reforzarlas. El conjunto de cuevas está delimitado por un muro de ladrillo decorado con motivos y, al entrar, se encuentra un altar en el que se veneran las reliquias de San Víctor y San Leoncio. Seguimos bajando por la escalera y llegamos a varias capillas: la de Piedra, la Dolorosa y la de Santiago. En esta última, y según la leyenda, el Apóstol Santiago celebró la primera misa en España.

En el Museo de la Abadía, entre otras piezas, destacan los libros de plomo. Se trata de unos libros formados por planchas de plomo y que proclamaban los orígenes árabes de San Cecilio. Los libros se interpretaron como un quinto evangelio que reveló la Virgen María en lengua árabe.

El patio central de la Abadía del Sacromonte

Tras el revuelo formado por el descubrimiento, los libros fueron enviados a Roma y, posteriormente, declarados heréticos. Tardaron más de 300 años en regresar a Granada, hoy podemos verlos en el Museo, aunque siguen siendo estudiados. Como curiosidad, uno de ellos aún no ha podido ser descifrado y se conoce como Libro Mudo.

Para más información sobre los libros de plomo, comparto este vínculo de Al- Ándalus y la historia. La información de la Abadía del Sacromonte se puede consultar en la web oficial.

Desde la Abadía, regresamos al centro de Granada caminando tranquilamente, básicamente, siguiendo el Camino del Sacromonte. Van saliendo a nuestro paso casas bajas, encaladas, eso sí, más humildes que las de otras zonas, plazoletillas con fuentes y placas de cerámica, alguna que otra terraza, que invitaba a sentarse para disfrutar de los últimos rayos de sol y, sobre todo, de la tranquilidad y el silencio antes de que llegasen todos los turistas buscando un espectáculo de flamenco. Y, por si no fuese poco, miradores a la Alhambra en los que estábamos completamente solos.

Detalles del Sacromonte

Esta zona está plagada de bares y de tablaos flamencos, de aspecto más o menos turístico. Nosotros no somos muy seguidores de este tipo de música y, tras una investigación, optamos por no ir (¿cómo vamos a ir a Granada y no ir a un tablao flamenco? Pues no yendo): nos parecía que la mayoría de estos sitios están pensando para turistas extranjeros, en los que el propio negocio te acerca en autobús, te da cenar y te ofrece espectáculo a precios muy turísticos, por lo que dedujimos que la calidad no estaba garantizada.

Esta fue nuestra opción, nada más, me parece muy respetable quien quiera ir a cenar, beber algo o ver bailar a un local decorado tradicionalmente.

Postales típicas del Sacromonte

Hasta aquí, nuestra visita a la ciudad de Granada, que no final del viaje porque pasamos un día en distintos pueblos de la Alpujarra, como contaré en un próximo post.

Sé que me quedaron algunos puntos pendientes de visitar, como el ya mencionado Realejo, la Casa del Chapiz, el Palacio de la Madraza o el Monasterio de la Cartuja, por citar unos pocos, pero ¿quién va a Granada una sola vez?

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