Hay ciudades que son bonitas, que parece que han sido puestas por el mejor decorador de la mejor revista de decoración del mundo. Paseas por sus calles y es imposible bajar la mirada hacia el suelo un solo segundo: cada edificio, plaza, fuente, iglesia, estatua, puente o más mínimo detalle captan tu atención. Otras tienen el peso de una historia milenaria y cuesta creer cómo se convive en una ciudad llena de ruinas y yacimientos arqueológicos que, probablemente, sea Patrimonio de la Humanidad.
Vamos a hacer un recorrido por las ciudades que parecen museos al aire libre más bonitas que he visitado.
Khiva, adobe y azulejos en la Ruta de la Seda
En el siglo VIII, Khiva era tan solo un fuerte de importancia menor y lugar de comercio en la Ruta de la Seda, sin embargo, su momento de gloria llegó en 1592, cuando se convirtió en la capital del estado fundado en Khorezm.
El centro histórico de Khiva, Itchan Kala, está tan bien conservado que se ha llegado a criticar por no tener vida, dejar de ser una ciudad para convertirse en un museo. ¡Pero qué museo!
Pasear por encima de las murallas al atardecer, viendo como el sol cae sobre Ichan Kala y las fabulosas cúpulas turquesas es una experiencia que no se olvida. Simplemente, te sientas a esperar que se haga la magia y piensas que ojalá hubiese más museos así.

En Ichan Kala se encuentran construcciones que figuran entre lo mejor de la arquitectura de Asia Central, no en vano fue designada como Patrimonio de la Humanidad en 1990.
Lo más conocido de Khiva es el Kalta Minor, es decir, el minarete inconcluso que tenía que ser visto desde Bukhara, ubicada a 431km. Los azulejos que forman distintas grecas, simples pero bonitas, resultan atrayentes y te costará quitar la mirada. Otros puntos que son muy aconsejables son la Mezquita Juma, el minarete de Islam Khodja, el mausoleo de Pahlavan Mahmud o la Madraza de Allakulli Khan. Es el armonioso conjunto lo que enamora.
Adobe, ladrillos y azulejos. Tierra, turquesa y blanco. Perderse entre las laberínticas calles, detenerse ante una puerta, fijarse en cada detalle, disfrutar del silencio cuando cae la tarde. Es como trasladarse a Las mil y una noches.
Luxor, templos milenarios a orillas del Nilo
Es frecuente escuchar que Luxor es el museo al aire libre más grande del mundo, y no es para menos. La antigua Tebas, a orillas del Nilo, presumía con los templos de Luxor y Karnak, en una orilla, así como de distintos templos y tumbas, en la otra.
Si Tebas ya era mítica en la antigüedad, con el auge de la egiptomanía, la llegada de Napoleón, dispuesto a devolverla su esplendor, y la llegada de los primeros turistas, en el siglo XIX, recuperó la importancia y grandeza que había perdido.

En la actualidad, Luxor fue edificada sobre las ruinas de Tebas y conviven o, por lo menos lo intentan, el intenso tráfico, el caos, la gente en su día a día, autobuses cargados de turistas y dos templos milenarios que harán que te frotes los ojos.
El templo de Luxor, también conocido como de Amón, por estar consagrado a este dios, resulta majestuoso y sigue siendo uno de los principales enclaves arqueológicos del mundo. No hace falta ser buen observador para darse cuenta de que la simetría falla: sólo hay un obelisco cuando debería haber dos. Podemos buscar el que falta en la parisina plaza de la Concordia.
Los templos de Luxor y de Karnak están unidos por la avenida de las esfinges a lo largo de 2.7km de longitud. Se puede ir andando de un templo a otro pero, dado que seguro que hace mucho calor y que no hay lugar donde ponerse a cubierto, lo mejor es recorrer esos pocos metros en autobús o taxi.
El templo de Karnak es un conjunto extraordinario e indescriptible de santuarios, obeliscos, columnas y esfinges construido para mayor gloria de los faraones. Es de tal tamaño, que en su interior cabrían diez catedrales. No importa cómo lo pueda describir aquí, ni en ningún otro blog o artículo, da igual lo que leas en libros, hay que visitar el templo de Karnak.

Lo malo de haber viajado por Egipto es que ninguna exposición de objetos del antiguo Egipto de ningún museo arqueológico que he visitado con posterioridad me ha satisfecho tanto. Con lo que siempre me ha gustado Egipto…
Viena es un museo del Barroco
El Barroco fue el estilo artístico que predominó en Europa en los siglos XVII y parte del XVIII. La arquitectura barroca se caracteriza por el sentido del movimiento, el dramatismo o la ornamentación exagerada, además de la grandeza y exuberancia de los espacios, diseñados para impactar y como elementos de propaganda religiosa frente al avance del protestantismo. Para más información, puedes leer este artículo de Planner 5d.
Muchos de nosotros estudiamos en el colegio e instituto esta corriente artística y, entre las fotos que acompañaban al texto se incluía San Pedro del Vaticano, la iglesia de San Pablo alle Quattro Fontane (Roma) o Versalles, pero, si lo que quieres es que las fotos se hagan realidad y poder tener un buen muestrario de arquitectura barroca, tienes que ir a Viena.
La capital austriaca impresiona, emociona, aturulla, impacta y te vuela la cabeza. Ver la grandeza de sus iglesias, plazas, columnas, monumentos de la peste y fuentes. Todo es grande, todo es una belleza absoluta.

Entre los edificios barrocos que podemos admirar en Viena destacan el Palacio de Belvedere y el de Hofburg, los jardines del Palacio de Schönbrunn, la Columna de la Peste, la iglesia de los Jesuitas o la de los Dominicos, por mencionar unos pocos ejemplos. Sin embargo, desde mi punto de vista, la que más impresiona y “cumple todos los requisitos barrocos” es la iglesia de San Carlos.
La iglesia de San Carlos, o Karlskirche, se construyó para conmemorar el final de la epidemia de peste de 1713. Entre los elementos barrocos destacan las dos columnas con relieves de la vida de San Carlos Borromeo; la inmensa cúpula elíptica de 72m; lo sobrecargada que resulta la decoración, tanto interior como exterior; el tamaño de todo el conjunto, que resulta ser la segunda iglesia más grande de Viena, por detrás de la Catedral de San Esteban, y que simbolizaba el poder religioso y político de la familia imperial.
Y tú te sientas, tranquilamente, a observar y te sientes sobrepasado por la belleza, por el arte, por la blancura de las paredes, por el horror vacui y piensas que, a lo mejor, el Barroco no es tu estilo favorito, pero se construían auténticas maravillas.
El modernismo de Barcelona
Viena es la Barroco lo que Barcelona es al modernismo. A lo mejor me meto en un berenjenal si afirmo que a buena parte de la población le gusta este estilo arquitectónico. ¿Qué tendrá el modernismo que nos gusta tanto?
Quizás el que se desarrollara a finales del siglo XIX como ruptura del arte más clásico. Quizás que se trata de una combinación de todas las artes o que llegó a todos los ámbitos: arquitectura, pintura, mobiliario o decoración. Quizás son los detalles: barandillas que se retuercen sobre sí mismas, fachadas con distintos dibujos, suelos con diseños que duele pisar, las terrazas de hierro forjado. Quizás la belleza absoluta de edificios o la imaginación sin límites de sus arquitectos y diseñadores.

Hay varias ciudades en Europa en la que se puede disfrutar del modernismo, o Art Nouveau, pero creo que, si hay una que nos viene a la mente enseguida es Barcelona.
Cuando distintas familias adineradas que vivían aquí quisieron construirse o remodelar su casas, decidieron romper con todo lo anterior, contratando a los arquitectos de más renombre de la época. Si tú contratas a Doménech i Montaner, yo hago lo propio con Gaudí. Si tú mandas remodelar un edificio entero que va a ser tu casa, yo hago lo mismo justo enfrente. De esta manera, pasear por el Paseo de Gracia hace que no nos dejen de temblar las rodillas. ¿De verdad estoy viendo unos balcones que parecen calaveras? ¿De verdad el tejado está totalmente ondulado?
Sin embargo, no todo el modernismo se concentra en esta calle, ¡tenemos toda la ciudad llena! El Parque Güell con su icónico lagarto de trencadís; las agujas de La Sagrada Familia que luchan por alcanzar el cielo; la columnata del Palau de la Música, todas diferentes, todas iguales; la vuelta al medievo de la Casa Amatller; el degradado en azul de los azulejos del patio interior de la Casa Batlló; las chimeneas guerreras de La Pedrera; los picos afiladísimos de la Casa de les Punxes. Imposible nombrarlos todos e imposible no querer verlos todos.

Si tuviera que elegir un solo sitio, sin duda, sería el Hospital de Sant Pau. Diseñado entre 1902 y 1930 por Doménech i Montaner, estuvo funcionando hasta 2009 como un hospital. Sí, sí, como un hospital con quirófanos, en el que se ingresa a enfermos, al que se acude por citas con el médico o para hacerse pruebas de distintos tipos. Un hospital con distintos pabellones en el que aparecen todos los elementos del modernismo: la ornamentación de las paredes, vidrieras en las ventanas, cúpulas cubiertas con azulejos de colores, el cuidado jardín. Todo lo contrario a la idea de hospital que tenemos hoy en día…
En este enlace tienes todos los rincones y edificios modernistas de Barcelona. Que aproveche.
La decadente grandiosidad de San Petersburgo
Pese a no ser una ciudad con muchos siglos de historia, fue capital imperial durante más de 200 años. El río Nevá, los canales, los palacios en las orillas, las iglesias ortodoxas cubiertas de mosaicos, los infinitos cuadros del Hermitage, los majestuosos puentes… San Petersburgo es un regalo para los sentidos.
Visitamos la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, donde están enterrados todos los zares rusos; nos explota en la cara el dorado de los mosaicos interiores de la iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada; la cúpula de la catedral de San Isaac; nos sentamos en las orillas del río Nevá a ver cómo el sol cae sobre cualquiera de los palacios.
San Petersburgo tiene arte para dar y tomar, para salir de un sitio y meterte en otro, para reírte de la grandiosidad de Versalles cuando tienes el Hermitage o Peterhof, para no parar de ver museos que albergan colecciones de arte de primer orden mundial.

Descrito de esta manera, podría estar hablando de París o Viena, sin embargo, San Petersburgo tiene un toque de decadencia que no tienen las otras dos. Tras la Revolución Rusa, la capitalidad regresó a Moscú, lo que se tradujo en un periodo de declive de San Petersburgo. Los palacios ya no estaban tan majestuosos, las paredes comienzan a desconcharse, se respira en el ambiente cierto sentimiento de añoranza de épocas pasadas. Difícil de explicar si no la conoces.
Puede que ya no sea capital imperial, pero ni falta que le hace, con el patrimonio que posee, sólo necesita gente que lo sepa apreciar.
Estoy segura de que hay muchas más ciudades que pueden ser catalogadas como museos al aire libre. ¿Cuál añadirías?
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Interesante entrada, sobre estas ciudades museo. Un saludo.
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Muchas gracias por el interés y leerme
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